Capitulo 17
Estaba muy nerviosa y temblorosa que me costaba escribirle un mensaje a Valentina avisándole que me estaba yendo a casa. Las palabras de Caleb seguían retumbado en mi cabeza "No eres su tipo" en todo caso, eso no me importaba ya que Benjamín no me interesaba o no significaba nada. Lo que me hacia darme cuenta que puede que también no fuera él tipo de Caleb y eso me molestaba, pues eso daba a entender que nunca llegaríamos a nada, no importaban las inmensas ganas que yo tenía de que pasara algo entre los dos, pues seguía siendo una fantasía que tal vez con el tiempo terminaría.
Estaba muy arrepentida de haber venido, ¿Por qué no me había quedado en casa a seguir leyendo mi libro favorito? ¿Por qué me deje convencer con Valentina? Seguía lamentándome mientras salía de la casa de Adam o no se como se llamaba. ¡Mierda! Había olvidado de traerme un abrigo por salir rápido de casa, aparte de todo lo que me pasaba esta noche me tenía ¿Qué pasar esto?
Yo: Vale me voy a casa, nos vemos mañana sí.
Valentina: Oh no, espérame donde estés. Voy enseguida.
Yo: No te preocupes, ya está llegando el taxi. Dale te lo ruego solo diviértete.
Valentina: Al menos déjame ir a acompañarte hasta que llegue el taxi.
Yo: Claro que no... ¡Disfruta la noche!
Valentina: Y definitivamente estoy divirtiéndote, lo que me apena es que no pude hacer que tú lo hicieras.
Yo: Si lo hice. Nos vemos ¡Cuídate! Me cuentas todo mañana.
No esperé su respuesta mientras llegaba al porche buscando el número del servicio de taxi; estaba a punto de marcar cuando escuché mi nombre o mejor dicho el nuevo nombre que me había puesto el idiota de mi compañero.
—Nina, Fiera Salvaje ¡Espera!
Oh, no, empancé a caminar más rápido pero Caleb era mucho más alto que yo lo que hacía que me alcanzara enseguida.
—Dale, espérame —dijo mientras su mano me agarraba el brazo.
Me sacudí ante su tacto, queriendo que me soltara, no deseaba sentir este temblor de deseo por todo mi cuerpo, así que me di la vuelta para mirarlo con el ceño fruncido.
—¿Para qué? ¿Para que sigas molestándome? ¿Qué no te cansas de hacerlo?
—No quise insultarte, es más, estoy seguro que no lo hice —protestó— solo estaba comentando algo que sé muy bien que es así. —Se veía frustrado y apenado— no pretendía hacerlo. No quería que pienses que soy un cabrón, ¿sí?
—Claro...Ya entendí.
—¿Qué entendiste?
—Que eres un cabrón, eso es lo entendí.
Su humor se desvaneció rápidamente mirándome con el ceño fruncido.
—Y tú una infantil... Mira. Conozco muy bien a ese idiota, ¿sí? Es por ello que te dije lo allí adentro.
—Que bueno, pero te informo que no me interesa. Y no soy una infantil.
—¿Estas segura? Porque yo creo que si te interesa —lo dijo muy seguro y odiaba eso, que pensara que me interesaba otro chico. Cuando no era así. — Lo que digo es, que a Santander le gustan otro tipo de chicas, eso es todo. Y ¿Tú? Eres demasiada buena para él.
—Buena para él. Y según tú ¿Cuál es su tipo?
Caleb sonrió ante lo que acababa de decirle.
—Pues... las chicas populares, extrovertidas. Quiero decir, que lo he visto con unas chicas que pertenecen a las animadoras.
—Vaya, se nota que andas muy al pendiente de la vida de los demás.
—No... Lo que digo es que lo conozco. Jugamos en el mismo equipo, incluso comparto clases con él. Se lo que te digo —hizo una pausa—. Así que, ¿Por qué mejor no te vas olvidando de él?
—¿Sabes? Es mi problema, no el tuyo. Pero agradezco tu enorme preocupación hacia mi persona, ahora, si me disculpas, tengo que llamar un taxi.
—No hace falta.
No le hago caso y desbloqueo mi celular para llamar el taxi.
—Nina, enserio, no hace falta —vuelve a decir Caleb-puedo llevarte a casa.
—Gracias, pero no necesito que me lleves. ¡Y deja de llamarme así! Mi nombre es Alina.
—Yo te llevaré gratis o ¿prefieres gastar tu dinero en taxi?
Su comentario me quiere hacer reír sin ganas. Prefiero pagar un taxi a ir con él a casa, no me sentiría bien estar tan cerca de él. Los ojos de Caleb se entrecierran al ver que estaba dudando en contestarle.
—Te llevaré a casa. Solo quiero que llegues bien, ¿Entiendes?
—Enserio te lo agradezco, pero no quiero nada que venga de ti. Es más, creo que deberías volver a la fiesta, tus amiguitas deben de estar buscándote.
—¿Quiénes? Aah, ya entendí. Pues debo decir que me importa una mierda mis amiguitas.
—Dios. ¿Siempre haces eso?
—Solo digo lo que siento. Hoy realmente no tengo ganas de estar con ellas y creo que estas entrando a un territorio que no te gustaría entrar.
—Bueno que puedo decir —gruñí cuando Caleb me quitaba mi celular mientras estaba intentando llamar mi taxi.— ¡Oye! ¿Qué haces? ¡Dame mi celular!
—Solo si prometes que dejaras que te lleve a casa —dijo— si deseas puedes avisarle a tu amiga o a tu madre. ¿Y bien, puedo llevarte a casa?
La idea de que Caleb me llevara a casa me entusiasmaba mucho, aparte no tendría que esperar el taxi aquí afuera, sola y muerta de frio. No me quedaba más que aceptar la oferta de mi odioso y sexy compañero.
—¿Bebiste?
—¿Enserio me preguntas eso?
—Solo soy precavida nada más.
—Bien, solo bebí la mitad de una cerveza. Además no bebo cuando estoy en semanas de partidos y entrenamientos —insistió—. No conoces como se pone el entrenador cuando llegamos con resaca.
Al solo ver que se mostraba sincero, acepté. Y mi loco corazón comenzó a latir ante la anticipación de que estaría sola con Caleb y nada más ni nada menos que en su coche.
—De acuerdo, puedes llevarme a casa.
Caleb me sonrió y me guiñó un ojo.
—Ves, yo sabía que aceptarías.
—Si claro. Si tú lo dices.
—Ahora ¿vamos? —preguntó.
—Oh, claro.
Caminamos hasta su auto y rápidamente me doy cuenta que era su Ferrari, mi cuerpo tiembla con anticipación que por vez primera subiré a un carro de esta magnitud. Subí al auto y esperé que él lo hiciera también. Nos pusimos el cinturón de seguridad y comenzó a poner en marcha rumbo a casa.
—¿Así que te gusta Benjamín? Aún no me lo puedo creer —cuestionó.
Lo miré con cara de pocos amigos y a la vez sorprendida por decir una estupidez como esa.
—¿Desde cuando? Ya que tú estas aquí muy poco tiempo.
—Eso no debería importarte, ya es suficiente con tu comentario ridículo.
—¡Pero si somos compañeros!
—¿Y eso que tiene que ver?
—Todo, hablando de eso, necesitamos hablar de la tarea —dijo mientras conducía— me preocupa mucho si no saco buenas notas en la materia. Si suspendo no podré jugar al fútbol, y si no logro mi objetivo, entonces habré fracasado como jugador y como hijo. Sé que exagero al decir esto pero debo demostrarle a mi padre que soy capaz de esto y mucho más.
Me sorprendió lo que me acababa de decir y por la forma en que hablaba acerca de su padre, de demostrarle algo me daba ternura.
—No es que me quiera meter, pero... Es como que no te agradara bien tu padre.
Me miró sorprendido ante lo que dije, sonrió y volvió la vista a la pista.
—Hiciste bien en no meterte... y si, no me agrada ¡Detesto a mi padre! Y si te parece bien no preguntes el por que.
—Claro... tampoco te preguntaría algo que no quieres decir.
Pero ¿cómo podía detestar a su padre? Me quedé con la duda y no era quien para obligarle a contarme o hacerle hablar. Lo observé que poco a poco iba soltando el volante ya que lo tenía agarrando muy fuerte que sus nudillos estaban blancos.
—Pero por la forma en que estás hablando... se nota que mas que gusto... Amas el fútbol.
Sonrió ante lo que acababa de decirle.
—No te equivocaste, me encanta el fútbol. Vivo por y para la multitud en las gradas, el aire que golpea mi cara cuando corro detrás de la pelota, la satisfacción de dar un buen pase para alcanzar el gol. El fútbol es adrenalina pura, emoción. Es... lo mejor del mundo, no hay comparación con nada.
Guau, sin dudas todo lo que estaba diciendo era cierto. El fútbol era lo mejor del mundo. Lo miré y no podía creer que esas hermosas palabras hubieran salido de este hombre que a veces era un cero a la izquierda. Viéndolo así se veía hermoso, tenía una de las caras más linda que podía ver; sus mejillas ruborizadas por haber dicho lo que sentía, aún más con esas pequitas y como olvidar sus labios rosados combinando con su piel bronceada, sus ojos increíblemente azules y ese cuerpo... Joder, porque me había fijado en él. ¡Mierda!
—Guau... es muy tierno lo que dijiste.
—¿Tierno yo? Que va —suspiró sin mirarme- solo digo lo que siento y para ser sinceros tengo que mejorar semana a semana con los duros entrenamientos, dejar atrás los cardenales por los golpes, lesiones, para ser igual o ser incluso mejor que CR7.
Me reí ante lo último que acababa de decir. Lo que hizo que me mirara sorprendido por lo alto que me estaba riendo a carcajadas.
—Y ahora de ¿Qué te ríes?
—Por la broma que acabas de decir.
Frunció el ceño.
—¿Cuál broma? —preguntó y se dio cuenta de que me estaba riendo tanto— ¿Es por lo de CR7?
—Así es... creo que deberás trabajar más duro, porque nadie va a poder superar a Cristiano.
—No me digas que tú... Claro.
—Si, 100%.
—¿En serio? Créeme, yo si lo voy a superar.
—sta bien... voy a esperar ese momento.
—Ya lo veras, acuérdate Nina —afirmó Caleb— así que, ¿Qué tiene ese tío para que andes babeando detrás de él? ¿Es algo físico o de verdad te gusta? —Preguntó con curiosidad, haciendo que se borrase la sonrisa— me refiero a Benjamín.
Queeeee... suspiré con exasperación ante su cambio de tema y que pensara que me gustaba el primo de mi amiga.
—¿Podemos dejar de hablar de esto? Además ya te dije... no es asunto tuyo.
Giró a la derecha y nos íbamos alejando de la casa donde estaba hecha la fiesta en dirección a la carretera que llevaba a mi casa.
—Estaba equivocado sobre ti.
—¿Qué significa eso?
—Lo que quiero decir, es que pensé que eras una persona directa, alguien que no tiene miedo a decir o admitir que le gusta un chico —señaló mientras trataba de no reírse.
Odiaba que me dijera que tenía miedo y más que se refiriera a mí como una cobarde, así que lo miré con el ceño fruncido.
—Bien. Tú ganas —gruñí con los dientes apretado— él me agrada. No lo conozco lo suficiente y apenas lo vi un par de veces. Así que no me vengas a decir que por eso me gusta.
—¿Ves? No es tan difícil —dijo mientras paraba en un semáforo. — Admitir las cosas.
—Okey ¿Ya terminaste? —pregunté mientras me removía en el asiento incómoda.
—Tienes miedo —seguía provocándome.
—Y ¿de que voy a tener miedo?
—¿Al rechazo talvez?
—Mira... —hice una pausa—. Bueno, talvez un poco. Pero todos tenemos miedo al rechazo ¿sí?
Mierda en realidad el que me ponía nerviosa era él y ni siquiera se daba cuenta. Tenía que mentir diciendo que me agradaba otro chico o que pensara que me gustaba otra persona. Pero cuando lo miré estaba un poco sorprendido talvez era por lo que acababa de confesar ¿Se habrá dado cuenta que era a él a quien quería?
—Entonces ¿saldrías con él si te invitara a salir? —preguntó con el ceño fruncido.
—No lo sé —contesté encogiéndome de hombros.
—¿Sabías que a los hombres les gusta la caza Nina? Y creo que se lo estas poniendo muy fácil.
—¿En serio?... Mira... ¿Podríamos hablar de otra cosa?
—Un hombre sabe cuando una mujer esta detrás de él. Créeme, no es necesario que lo digas en voz alta para que un hombre capte las vibraciones que mandas. —Sonrió— venga, soy un hombre y me doy cuenta.
Me quedé quietecita en el asiento mirando por la ventana. Si era así como decía que los chicos se daban cuenta, entonces él sabía que moría por él y se estaba haciendo el tonto. Estaba absorta en mis pensamientos que no me di cuenta que llegamos a otro semáforo eso quería decir que no estábamos lejos de casa y deseaba como nunca llegar, salir corriendo de este auto y lejos de este hermoso conductor.
—Bueno, me alegro saber eso. Y confía en mí, no tengo nada de que avergonzarme. —susurré mientras me quedaba en silencio y me mordía el labio de los nervios.
—No tendrías porque... no tiene nada de malo querer a alguien.
—¿Podríamos dejar de hablar de esto? Además que te importa a ti si quiero salir o no con Benjamín —dije un poco molesta—. Yo no ando preguntándote que onda con Megan. O con otra niña.
Caleb me miró unos segundos con los ojos entrecerrados antes de volver la mirada a la carretera.
—¿Ves? Eso es lo que digo.
—Entre Megan y yo no hay nada... Y no me importa lo que ella o los demás piensen.
—¿En serio? ¿No tienes nada con ella? —dije sorprendida— no es que me importe de todos modos.
—Pues no, nada de nada... Mira tienes razón, no quise ponerte incómoda —señaló un poco avergonzado— lamento las una y mil preguntas que te hice. Me ¿disculpas?
Lo miré sorprendida otra vez por el cambio rotundo de tema.
—No te preocupes. También te puse en aprietos.
—¿Qué hacemos? —preguntó— la tarea no sabemos exactamente para cuándo será, lo que nos da tiempo para realizarla.
—Primero recordarte que si no avanzamos nada es por ti. —Expliqué mientras lo miraba— yo estoy comprometida al máximo, pero no se tú.
—Obvio que yo también, es por eso que te estoy diciendo ¿Qué vamos a hacer? Además no quiero suspender por nada, si no adiós fútbol. —Suspiró— no te culpo por dudar de mí.
Estoy pensando en lo que dijo y también en la nota de Filosofía que no quería suspender al igual que él.
—Bien, ahora solo hay que pensar en la tarea y nada... ¿es un trato? —le dije con el dedito suspendido.
—Es un trato —anunció levantando su dedito y agarrando el mío.
Era una sensación increíble cuando su piel tocaba la mía, sentí un escalofrió por todo mi cuerpo. Cuando estaba a su lado, el tiempo se pasaba volando de tal manera que perdía la nación de todo. Me incorporé de un salto mientras estábamos circulando la carretera en la noche sin luna y fría. El campo, lleno de árboles y arbustos ahora por la noche estaba lleno de sombras y estas cernían sobre el coche. Caleb giró a la derecha y nos adentramos por otra carretera estrecha, donde las casas de campo se veían mientras pasábamos, había muchas de ellas, hasta que por fin al fondo se encontraba la última casa y esa era mía.
—¿Es aquella tu casa? —preguntó Caleb mientras estábamos a una pequeña distancia de llegar.
—Sí, es esa.
—Bueno... Se ve muy acogedora y un poco misteriosa.
—¿Tú crees? me encanta el lugar en especial por las montañas y paisaje que la rodea.
Aunque tal vez para él le era difícil hacerse una idea de este lugar a la luz del día. Mi casa era cómoda, sencilla, de dos plantas compuesta de cuatros habitaciones cada una con sus baños privados que se encontraban en la segunda planta, y en la primera planta se encuentra el salón, cocina, recibidor, comedor y terraza mi lugar favorito de la casa al igual que el salón donde se encontraba el piano que mi madre me había comprando.
—Me imagino —dijo mientras entraba al porche y ponía su carro en posición de aparcar— ¿Te acompaño?
Negué con la cabeza no queriendo que lo hiciera, además, solo era ir, abrir la puerta y entrar, no era cómo si me vaya a pasar algo.
—Estoy bien. No necesito que me acompañes, estoy a unos pasos de entrar a mi casa.
Un breve silencio cayó sobre nosotros.
—Bueno —extendió su mano— ha sido un placer traerte a casa y poder resolver el problema que teníamos.
Miré su mano extendida no queriendo volver a sentir ese cosquilleo en todo mi cuerpo. Opté por no tomársela y ya.
—Entonces mañana podemos seguir con lo que planificado —dije— podemos hacer la investigación en el receso.
Caleb me miró fijamente durante más de un minuto y al final dijo.
—Mmmm... y ¿sí vengo aquí?
—No, en el colegio. Me envías un mensaje cuando no estés ocupado.
—¿No quieres que sepan que estoy viniendo a tu casa? ¿Te doy vergüenza?
—Mandarme un mensaje —dije con firmeza.
—A sus órdenes —sonrió—. Nos vemos mañana entonces, buenas noches.
Lo miré y asentí la cabeza bajando de su hermoso auto, me llegó el frio que prácticamente casi estaba por correr, cuando me di cuenta que no le había dado las gracias, a regañadientes di unos golpecitos a su ventana.
—¿Olvidaste algo? —Se burló.
—Gracias por haberme traído a casa.
Luego me di la vuelta para entrar rápidamente porque estaba sufriendo con el frio. Entré a mi casa sin haberme dado vuelta ni para mirar por la ventana, sintiéndome orgullosa de tener la cabeza y haber tomado la decisión correcta. Estando dentro de casa no vi a nadie, creí que mamá me esperaba pero parece que se había dormido, estaba empezando a subir las escaleras cuando escuché a mi madre que alzaba la voz.
—¿Qué demonios quieres? Ya te dije que no deseo hablar contigo ¿Cómo conseguiste este número?
Me fui acercando a paso lento al despacho de mi madre sin que ella se diera cuenta de mi presencia.
—¡Basta! ¿Recién preguntas por ella?
¿Ella? Fruncí el ceño ante eso ¿De que hablaba? no entendía nada ¿Mi madre estaba ahora llorando? ¿Quién era la persona que le estaba causando esto?
—¿Estas amenazándome? Haz lo que quieras, no te tuve miedo antes, ahora menos.
¡Carajo!, estaba asustándome mi madre ¿Qué rayos estaba pasando? ¿Por qué actuaba así?
—Gideon déjalo ya. A ella no la veraz nunca, fin de la historia.
¿Gideon? ¿Quién era ese tipo? ¿Era algo de mi madre? No entendía nada.
—¡Vete a la Mierda!
Y con eso ella colgó el teléfono tirándolo al suelo, haciendo que saltara por el impacto. Cuando volví la mirada, me quedé paralizada al verla asustada y sollozando, eso me transportó al tiempo cuando nos fuimos de la Argentina a New York, así que decidí entrar a su despacho para preguntarle que pasaba.
—¿Mamá? ¿Estás bien? ¿De qué lloras?
No me respondió unos segundo hasta que al fin habló.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Me respondió con otra pregunta limpiándose las lágrimas— ¿Cuánto llevas ahí parada?
Espera, ¿Estaba molesta conmigo ahora? como si yo le hubiera hecho algo, sentía que mis ojos me picaban por las lágrimas que querían caer.
—Estaba acabando de llegar cuando te escuche gritar —mentí.
Me miró asintiendo la cabeza.
—Esta bien... Ahora vete a dormir.
—¿Mamá? ¿No me dirás porqué llorabas?
—Vete a la cama Alina.
—Pero...
—¡Qué te vayas... ¿Qué no piensas un solo momento que la gente necesita estar sola?
Mis lágrimas comenzaron a caer por mi rostro y no deseaba que me viera llorar, así que la deje sola como me lo había pedido. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué actuaba así conmigo? Comencé a subir las escaleras no tan rápido como quería ya que con el vestido me era difícil. ¿Qué día de locos que viví hoy? Pero lo que más estaba preocupándome era esa llamada que le hicieron a mi madre y ¿Quién diablos era ese tal Gideon? Tenía que averiguar como de lugar para poder llegar a una conclusión y entenderla a mi mamá.
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