Capítulo 14

El colegio estaba a unos veinte kilómetros de mi casa así que no me preocupaba mucho en llegar tarde. Rápidamente me levanté de la cama directo a la ducha, ayer me la había pasado todo el día en mi habitación viendo mi anime favorito y luego se fregó por los mensajes de mi compañero de Filosofía. Así que despejé eso de mi cabeza y me fui a bañarme y alistarme para llegar temprano al colegio. Una vez bañada, cambiada y peinada decidí bajar a hacerme un batido de frutas para desayunar, mamá ya se había ido, pero antes nos dejó el desayuno preparado ni siquiera pude despedirme de ella. Una vez que desayuné fui a mi habitación por mis cosas bajando lo más rápido posible, salí al garaje metiendo mi mochila al Jeep esperando a mi hermana a que bajara y nos podamos ir. Se suponía que ya iba a bajar, pero llevaba cinco minutos esperando y cada vez me iba impacientando más odiaba cuando hacía eso era una pesada que si o si tenía que salir perfecta al colegio.

—Perdona el retraso —dijo Lucy a mi espalda— tuve que alistar algunas cosa que estaba olvidándome.

No podía ser cierto, me doy vuelta para encontrarme con los ojos celestes de mi hermana.

—¿En serio?

Me miró como si intentara no echarse a reír. Parecía que estaba de buen humor. Hoy estaba vestida con una camisa color rosada a cuadros manga larga con unos jeans azules y botas de tacón, sí que sabía cómo vestirse y todos los días me sorprendía.

—Así que estabas olvidando algunas cosas.
Se encogió de hombros.

—Así es ¿algún problema Alina?

—¿Se te da bien esto no?

—¿Lo de no olvidar mis cosas? Soy la mejor, ya sabes.

—Pero... Lo de hacerme la contra.

—No sé de lo que hablas.

Empezó a subir al Jeep colocándose el cinturón de seguridad lo que me parecía bien. Hasta me relajé un poco al fin y al cabo no íbamos a discutir y me parecía bien.

—¿No crees que es hora de irnos? Si no llegaremos tarde y no será culpa mía.
Aparentemente me tomaba como una tonta.

Entré y encendí el Jeep avanzando torpemente hacia la carretera lanzando una mirada por el espejo retrovisor observando a Lucy que reía y mirándome como si fuera un juez listo para criticarme.

—¡Vamos Alina! —me gritó— conduce más de prisa odio llegar tarde.

Cree que iba lento. Bien, conducía lento, pero la idea de que mi hermana pensara que no sabía conducir me hacía apretar los dientes con determinación. Así que pisé el acelerador conduciendo rápido sintiendo las ráfagas de aire que entraban por las ventanas a mi cara que hacían que se me enredara el pelo.

—¿Más rápido, hermanita? —le pregunté con sarcasmo.

Me miró fijamente frunciendo el entrecejo sin rasgos de buen humor.

—Supongo que quieres que me crea que perdiste el miedo a conducir rápido.
Observé su expresión ceñuda y asombrada por el espejo retrovisor. ¿Seguro que esperaba que no aumentase la velocidad? ¿Debería mentirle diciendo que no odiaba conducir a velocidad alta?, pero no quería mentir sobre esto.

—¿Mentí alguna vez acerca de conducir a alta velocidad?

—Sí —respondió— creo que eso hiciste hace unos minutos.

Esta vez me concentré en la carretera y evité en hablar y hacer contacto visual con ella.

—Llevas poco tiempo conduciendo —comenta después de unos minutos— y no es la primera vez que te preocupas por nuestra seguridad.

—Ya sabes, es lo más importante —argumenté — ya que soy la mayor y debo cuidar de ti.
Me miró entornando los ojos, como si no entendiera por qué iba a mentirle, a menos que quería que le mintiera.

—Bueno, gracias por preocuparte —anunció—pero ya soy muy grandecita para que me andes cuidando.

Sacó su celular y comenzó a escribir en él.

—Eres mi hermana —le susurré.

—No lo sé, es como si no lo fuéramos —respondió sin levantar la vista de su celular.

—A veces hablas sin sentido.

—No, es lo que siento y nada más.

Me quedé callada no quería discutir así que durante el transcurso que nos quedaba aún me quedé en silencio. Ojalá mi hermana no fuera tan molesta a veces, pero que podía hacer. Llegamos al colegio con diez minutos de tiempo Lucy se va casi corriendo mientras yo me quedé sacando mi mochila cuando sentí que alguien me agarró del hombro, me di vuelta y era Valentina.

—Hola.

—Hola, Alina.

—Bonito día ¿no crees?

—Sí.

Estaba un poco nerviosa hoy, Valentina estaba vestida con una camiseta celeste tres cuartos que combinaba muy bien con el color de sus ojos y unos pantalones negros rotos en las rodillas más un par de botas color marrón que la hacían ver muy bien.

—¿Cómo te fue el sábado con lo de Filo?
¿Tenía que mencionarlo? Me ruboricé en el acto puede que en estos momentos ella ya sabía lo que había pasado o tal vez no tenía idea.

—Pues, mal —tartamudee—. Quiero decir, yo... quizás... supongo que ya lo sabes, ¿no? Quiero decir, todos vieron lo que pasó.

—Me contaron algo, pero Alina tendrías que haberle dado una bofetada o tirarle algo por idiota.

—Supongo que tienes razón —miré hacia el suelo buscando un nuevo tema de conversación.

—¿Y a ti qué tal te está yendo en la tarea? —pregunté.

—Pues, bien no me quejo —respondió—Cam es un chico muy intenso, ya sabes.

—¿Intenso?

—Qué está ahí a cada rato mandándome mensajes para hacer la tarea y...
Me sujetó el brazo y comenzamos a caminar hacia nuestra aula.

—Creo que sabes a qué me refiero.

—La verdad es que no sé a qué te refieres.
Se echó a reír.

—¡Guau! Tranquila que no pasa nada ahí, igual no es mi tipo.

—Claro... En realidad me encanta que estén avanzando en su tarea.

—Gracias, verás que también te irá bien.

—Eso espero... ¿Por qué Demonios no me tocó hacer la tarea contigo o con Cam?

—¿Qué pasó? ¿Dónde quedó tu esperanza? —preguntó Valentina.

—No lo sé, y no tengo idea de cómo voy a solucionar todo este rollo.

—¿No sabes?

—Odio decirlo —respondí con pánico en la garganta. Pensar que tenía que hablar con Caleb, enfrentarlo.

—¿Qué hago?

—Mantén la calma —se apresuró a decir—verás que él vendrá a buscarte. No creo que quiera suspender.

—Oh, tienes razón.

—Relájate —me tranquilizó— te ayudaré.

Sé que lo haría en el poco tiempo que estaba aquí nos hicimos buenas amigas y me alegraba mucho de haberla conocido.

—Ahora vamos a clases. Y deja de preocuparte tanto.

Puedes hacerlo me dije mientras entrábamos a clases de Literatura.

                                                               (...)

Me la pasé toda la clase pensando cómo iba a reaccionar cuando viera a Caleb, mi amiga tenía razón que tenía que encontrar una solución y esa sería muy beneficioso para hacer la tarea y era que estábamos en el último curso y deberíamos lidiar con todo este problema. Sonó el timbre para el receso. Acto seguido salí de clases a ver qué hacer, buscar un método para no dejar que mis hormonas me ganasen cuando lo tuviera cerca. Cuando vi a Caleb aproximándose hacia mí me di vuelta y eché a correr por el patio buscando un lugar donde esconderme. Pero era inútil, él me seguía.

—¡Deja de seguirme! —le grité mirando por encima de mi hombro para comprobar cuanta gente nos observaba caminar casi juntos por el pasillo.

—Me gustaría hablar contigo —dijo con una sonrisa en la cara—. También que saliéramos no sé... por ahí ¿Qué dices?

Estaba a punto de perder los nervios y este tío me salía con esto, creo que quería sacarme de quicio o que me diera un ataque al corazón no lo sabía.

—Bien... Retiro lo dicho. No quise enojarte.

—Escucha Caleb —le dije dándome la vuelta lanzándole una mirada de hielo. — No salgo con chicos engreídos e irresponsables.

—Yo tampoco salgo con chicos de esa características —se burló acercándose a mí— y para que lo sepas no soy ni engreído, ni irresponsable.

—Si, claro ya me di cuenta.

—No me conoces.

—Sé lo suficiente —murmuré cruzándome de brazos. Pero me di cuenta de que en esa postura conseguía realzar mis atributos como si los tuviera, así que dejé caer las manos a los costados.

El idiota hacía un esfuerzo por no mirar mis pechos y dio un paso hacia adelante.

—¿Qué pasa contigo? ¿En serio estás enfadada?

—¿Y qué si lo estoy? —repliqué retrocediendo un poco.

—Nena, ¡No tengas miedo! —se burló.

—¿Tenerte miedo?, no te ofendas si crees que tú me das miedo porque no es así.

—Entonces soy el causante de tu miedo ¿Es así? ¿Y por qué no sales huyendo? Ehh.

—No tengo por qué hacerlo.

Acortó el espacio que nos separaba y me susurró en el oído.

—¿No es suficiente toda esta pelea? Sé que no te agrado, pero puedo apostar que te quedas toda la noche despierta fantaseando conmigo.

Mierda podía captar su perfume y me gustaba tenerlo tan cerca, hacía que mis piernas empezaran a temblar y sentir el deseo recorrer todo mi cuerpo. Este chico estaba jugando con juego y no sería yo quien se queme. O ¿Tal vez sí? Bajé la mirada avergonzada por sus palabras. Tenía que admitir que se había dado cuenta los miles de veces que me cachó observándolo. Claro, él tenía un cuerpo del que los modelos de ropa interior deberían tener envidia, y esos ojos podían lograr que una chica hiciera cosas locas. Pero aun así él era cruel.

—Estás invadiendo mi espacio personal y la verdad no quiero contraer alguna enfermedad de los idiotas como tú.

—O tal vez quieres espacio ¿Por qué te excita mi cercanía?

¿Cómo lo sabía? ¿Se notaba tanto? ¡Maldición! Tenía que disimular un poco al menos. Pero no sabía cómo hacerlo. Lo único que se me ocurrió fue querer darle una bofetada, pero fue en vano, ya que Caleb me agarró las manos a la hora de querer golpearlo para que se aleje de mí.

—Eres toda una fiera —dijo para luego hacer una pausa oliendo mi cabello— una que debe ser domada ¿No crees?

Sin poder evitarlo solté una risotada por lo estúpido que había sonado y es que era súper divertido ¿En serio pensaba que era toda una fiera que necesitaba domar?

—¡Eres un cerdo! ¿Lo haces a menudo? Y para tu información no necesito ser domada por nadie y menos por un idiota como tú —dije toda molesta, segura y firme. Aunque por dentro moría de nervios, vergüenza. Lo odiaba.

Caleb arqueó una ceja.

—¿Qué?

Él sabía lo que estaba preguntando. Lo estaba evitando. Se alejó un poco de mí para mirarme con esos hermosos ojos azules ¡No era justo! ¿Por qué tenía que ser tan hermoso y a la vez tan idiota?

—Eres un completo idiota, ¿Ya lo sabías verdad?

—¿Siempre eres así?—preguntó él ahora con voz calmada, ronca que me enviaba señales de PELIGRO y que me alejara de él antes de que siga mojando mis bragas. La cosa era que no quería salir corriendo, ni dejar de temblar ante su cercanía ¡Maldición!

—¿Así cómo?... Sabes, eso no debería importarte —le contesté toda curiosa.

—¡Alina! —Gritó Valentina— ¿Quieres venir un momento por favor?

Valentina estaba con Florencia y Dariana mirándome sorprendidas como si no pudieran creer la escenita que estábamos armando Caleb y yo.

—Qué no se preocupen, yo ya me iba —replicó Caleb.

Que vergüenza, los otros estudiantes nos estaban observando, no estaba preparada para esto y que luego inventarán cosas que luego iban a malinterpretar.

—Vale, enseguida voy.

—Bien, te esperamos entonces —espetó Valentina mirando a Caleb toda ceñuda.

—¿Qué les pasa? —preguntó Caleb mirando fijamente a mis amigas un poco sorprendido— si solo estábamos hablando. No es como que quisiera hacerte daño.

—No le hagas caso —dije.

—Claro que no pienso hacerles caso —se jactó el idiota antes de alejarse un poco más de mí.

—¡Idiota!

—¡Malcriada!

—¡Perdedor!

—¡Fiera!

—¡Cretino!

—¿Cretino? Eso ya me lo han dicho muchas veces —se burló— no entiendo por qué de ofenderme con ese adjetivo. ¿Qué las chicas no saben qué más decir?

—¡Malcriado y engreído!

—Eso lo soy sin lugar a dudas, no tengo culpa de ser un chico millonario, malcriado y engreído —dijo dando otro paso hacia mí haciéndome retroceder que choqué con la pared.

Justo cuando iba a responderle como para él su amigo Cam apareció.

—¿Todo bien Cal?

—Sí, Cameron —contestó Caleb—. Solo hablaba de la tarea nada más. Volviéndose a mí nuevamente añadió— nos vemos más tarde nena, estoy deseando hacer nuestra tarea.

No sabía como actuar ante sus palabras, así que le hice una mueca con la nariz como si no me importara lo que acababa de decirme. Dicho eso se marchó con su amigo charlando como si no hubiera pasado nada. Mierda como me hacía pasar tantas cosas este chico y al final no habíamos quedado en nada con respecto a la tarea.

                                                         (...)

Estaba junto a mi taquilla después de la segunda hora cuando veo que se acercaban mis amigas Valentina, Florencia y Dariana. Valentina llegó y me da un abrazo.

—¿Estás bien? —preguntó apartándose un poco el cabello y mirándome detenidamente.

—¿Así que Caleb y tú? Alina ¿Por qué no dijiste nada? —añadió Flor dando saltitos.

—No pasa nada chicas solo estábamos hablando de la tarea —dije preguntándome.

¿Qué estaría pasando por sus cabecitas locas?

—¿Y qué tanto te dijo Caleb? —preguntó Dariana.— Madison dijo que les tomo fotos donde parecían que estaban haciendo otra cosa que no era hablar. Cuidado que Megan vea esas fotos y se te arme.

—Será mejor que no la presionen con esas cosas a Alina —sugirió Valentina.

Vi a Dariana abrir su taquilla que estaba a lado de la mía y sacó sus libros.

—Me saca de quicio que le tengan miedo a Megan —mascullo malhumorada.

Cerré la taquilla y me dirigí hacia el campo de juego. Ya que hoy teníamos educación física.

—No le hagas caso está molesta porque tuvo una discusión con su novio.

—Sí, claro. Yo ni siquiera tengo novio así que no cuenten con mi comprensión —se burló Florencia haciendo una mueca.

—Como sea hay que tener cuenta —previno Valentina.

—¿Por qué?

Valentina posee una visión y un oído fuera de lo común se enteraba de todo lo que ocurría en el colegio.

—Se rumorea que Megan está buscándote —me informó mi mejor amiga.

Oh, no. Megan era la chica que estaba interesada amorosamente de Caleb. Intenté mantener la calma y no pensar en lo peor, pero con Megan había que tener mucho cuidado, lo decía todo el mundo. ¿Será que pensaba que le estaba bajando al chico que le gustaba? ¡Si solo era compañera de trabajo de Filosofía! La verdad era que no quería tener problemas con ella ni con nadie y ahora estaba muy nerviosa Megan podía acabar conmigo en cuanto se lo proponga.

—No me preocupa —contesté a Valentina.

—Te conozco Ali. Estás nerviosa —susurró ella negando con la cabeza.

Esa afirmación me ponía más nerviosa que la idea de que Megan esté buscándome y me haga un berrinche o algo peor. El profesor León de educación física nos hizo colocarnos en posición para que juguemos baloncesto. Mi cuerpo empieza a moverse al ritmo que van jugando las demás, me encanta este deporte y me hacía olvidar todos los problemas que me esperaban luego. Una hora y media más tarde cuando todos incluso yo estábamos agotados e irritables acaba la clase y me acerco a Valentina.

—Estuviste bien.

—¿En serio? —preguntó sorprendida.

—Juegas muy bien —contesté.

Era verdad para ser una chica que no le gustaba el baloncesto u otro deporte ha pillado muy rápido como jugarlo. Observé a Valentina que se había quedado boquiabierta de la emoción que me causa una risa que la hace reír a ella.

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