CAPITULO 30
LULÚ
1, 2, 3, 4, 5, 6, cuento mentalmente mientras veo a Clarence dormido, todavía en la cama.
Hace un movimiento involuntario, propio del sueño y me detengo.
Su ceño está algo fruncido.
Sus labios levemente abiertos.
Y la sábana que apenas cubre su cuerpo desnudo, suavemente se mueve sobre él, al ritmo de su respiración ralentizada.
Un espectáculo a la vista.
7 y 8...sigo contando.
Y dejo de hacerlo, cual acosadora me siento, para dejar caer mi rostro sobre la almohada.
No puedo creerlo.
Gimo silenciosa.
Pero de felicidad.
Definitivamente, Clarence me ama.
Él, realmente lo hace y aunque, no terminé de comprender su alejamiento.
Clarence, volvió por mí.
Y quiero patalear de alegría en la cama, pero supongo que eso es muy infantil, aparte de que lo despertaría.
Me incorporo un poco.
Yo, ya soy una adulta.
Y lo siguiente.
Pensando en todo lo que esto significa y conlleva.
Debo demostrar que soy toda una adulta.
- Rayos... - Minutos después, ya levantada y algo decepcionada en la cocina, miro a puertas abiertas de las alacenas como su refrigerador, que escasez de casi todo en cuanto a comida.
Solo el café que compró anoche o mejor dicho, esta madrugada y el par de paquetes de galletas.
¿Qué le pasa a lo hombres que viven solos, que nunca tienen víveres?
- Realmente, no lo pensamos... - La voz de Clarence se hace presente mientras me responde, como si hubiera leído mis condenados pensamientos.
Me encogí de hombros a su respuesta.
Porque debe ser así.
Y caminé unos pasitos por un par de tazas del fregadero volteando para mirar a Clarence.
Y la primer taza que tomo.
Mierda.
Casi se me cae de mis dedos al verlo.
Ya que se encotraba de pie y apoyado contra el marco de la puerta de la habitación, con sus ojos grises fijos en mí.
Y solo.
Respira, Luz María.
Llevando puesto su bóxer blanco colgado o mejor dicho, abrazando como un buen algodón lo hace en esos asuntos, sus estrechas caderas y mostrando con sutileza, no solo lo que cubre con sus dimensiones onduladas.
También y tragué saliva.
Parte de un bello oscuro que comenzaba justo debajo de su ombligo.
- ¿Incómoda? - Notando mis dedos flojos en la taza.
- Un poco nerviosa. - ¿Para qué, mentir? Pero me pongo rígida. - ¡No puedes andar por la vida así! - Ok, no me salió tan bien.
Y su sonrisa en lenta y sexy, indicando los que nos rodea.
Ok, otra vez.
Tiene razón.
- En mi vida... - Aclaro y mi mano sin taza lo señala, para luego el bonito reloj de pared. - Se supone que ya tendría que estar en casa por ropa limpia como aseada y trasformada en tu editora, verificar que hayas desayunado para pronto, ponernos con tu agenda...
Analiza por lo que digo y su respuesta al acercarse, causando ver a un respiro su adorable cara de recién levantado, pelo ondulado extremadamente desprolijo y con esa sonrisa de pecador.
Es besarme.
Y con nuestros labios palpitantes y húmedos, rompió el beso, para hablar.
- Tengo la solución al resto, arbolito... -
Y así, fue.
Estando a punto de gritar por la sorpresa, me aprieta contra él y dirije mis manos a su cuello para que lo rodee, seguido a que lo haga también con mis piernas abrazando su cintura y me gano su rostro divertido con cejas elevadas, al alzarme y llevarme a su habitación, por sentir lo duro que está por mí.
Rato después y como bien mencioné.
Seguía teniendo todo controlado.
Tras ducha, ropa limpia y llevarme como conocer mi departamento, a continuación estamos de regreso, pero por desayunar en la cafetería de abajo y cual me es familiar, ya que sin saberlo.
Jodida causalidad.
Fue muchas veces mi punto de partida en su momento para buscar trabajo meses antes o mera relajación.
CLARENCE
Me obligué a bajar la vista del periódico que abría, ya en la cafetería.
Imposible, no.
Soy adulto.
Hace bastante lo soy y justamente me recibí, el día que vine a vivir a la casa de Tatúm y Cristiano.
Ya era mayor por más juventud, pero también en esa época, arbolito una niña.
Y pese a que disimulo mientras la chica nos atiende y luego trae nuestros pedidos, para dejarlos sobre nuestra mesa y retirarse.
Jodidamente, vuelvo a bajar el periódico para mirarla.
Porque me cuesta creer todo esto, por más que la vida me concedió la aprobación de que se cumpliera.
- Tienes que concentrarte... - Me dice sin dejar de hacer anotaciones en su agenda, beber su taza y revisar mi itinerario de trabajo.
Doy vuelta una página del periódico como si nada y sin que me afecte que me descubrió mirándola embobado.
- Lo sé...
- Hay mucho para hacer, Clarence. - Prosigue, chequeando una hoja preocupada. - La fecha de lanzamiento de la novela está a la vuelta de la esquina.
- Lo sé... - Repito, dando un trago a mi taza y encendiendo un cigarrillo, cosa que hacerlo, llama su atención y me mira del otro lado de la mesa con su bolígrafo en mano.
- ¿Fumas? - Curiosa. - ¿Desde cuando?
- A veces... - Lo pienso. - ...cuando escribo o analizo bien las cosas.
- ¿Y supongo, que ahora es porque estás analizando? - Deduce llevando el bolígrafo a su boca.
Sonrío.
Dos lindo sustantivos en la misma oración.
- Bastante, arbolito. - Toda mi respuesta.
- Ok. - Se conforma con mi respuesta y volviendo a su tarea de papelerío. - Sigamos, estamos atrasados...
LULÚ
Deja el períodico para relajarse sobre su silla.
Su postura cambia a eso instantáneamente y hasta cruzando un pierna sobre la otra para con eso.
Creo.
Mirarme con toda libertad y fumando pausadamente y como dijo con ello, analizar las cosas.
O sea en este caso.
A mí.
- Llegaremos bien. - Me alienta, bebiendo otro poco de su café, pero vuelve hacia mí. - Tu libro, Luz María. - Dice de la nada y me toma de sorpresa.
- ¿Sabes que escribo uno? - Y sonríe.
- En tu departamento hoy mientras esperaba, noté escritos en tu habitación...
- ¿Los leíste? - Dejo todo y estúpidamente sé, que mis mejillas arden por vergüenza si lo hizo.
Ok.
Estudié para eso como amo la escritura y por más que Clarence es parte de la familia con la suficiente confianza para que lo vea.
Me pongo más colorada.
Y muy parte de mí.
No deja de ser quién es y solo saber que leyó parte de mis letras siendo novata, es muy embarazoso.
Niega apagando el cigarrillo para seguir en esa pose cómoda, pero cruzando sus brazos y muy atento en mí.
- Jamás lo haría, porque un manuscrito vírgen es muy importante para uno y a quién se lo muestra. - Me responde. - Reconozco uno y solo pienso que ya es hora.
- ¿Hora?
- Tu turno, Luz María. - Demasiado tranquilo para mi gusto. - ¿No te parece que ya es hora?
Y sacudo mi cabeza, volviendo a los papeles.
- No está terminado, Clarence... - Susurro, porque la fuerza de mi corazón desvocado en solo hablar de eso y por mi novela en vez de hablar del suyo que es lo importante, no me lo permite.
Se supone que soy yo la que tengo que ayudar como asesorar, siendo el gran escritor que es y se convirtió y desde que llegamos o mejor dicho, en mi primer día de este trabajo, solo Clarence habla de lo mío.
Y noto como su ceño se va frunciendo cada vez más al escucharme y por seguir analizando.
Pero luego, apaciguándolo y reemplazarlo por la comisura de sus labios torcerse una equina por una media sonrisa y diablos, porque todo ese conjunto era un espectáculo a la vista.
Estoy en problemas.
Se inclina a la mesa para poder apoyar un brazo y descansar su barbilla en un puño.
Más diablos.
- Cuando comienzas, ya tienes la mitad hecha, Lulú. - Reflexiona y dando a entender todo.
Y dejo el bolígrafo para mirarlo.
- ¿Por qué tanta insistencia?
- ¿No es tu sueño ser escritora? - Es serio. - ¿Escribir?
Y si mi latidos con toda esta conversación es fuerte, ahora lo es más, porque es mi pasión.
- Sí. - No le miento.
Clarence sonríe más.
- El mío también, arbolito... - Declara.
Me afirma y suelta con ese sincericidio que su apellido siempre avala.
Ya que y por su vida.
Llena de timidez le sonrío.
Siempre, pero siempre para Clarence y su última novela lo titula.
Todo, lo hace para mí...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top