CAPITULO 28

LULÚ

Antes que me de cuenta y con un segundo estornudo, mis hombros son cubiertos por un abrigo que no tengo idea, dónde Clarence lo sacó, pero me abriga.

- Gracias... - Solo, atino a decir y me sonríe.

No vuelve a su lugar.

Toma asiento en el apoyabrazos de mi sillón y esa actitud me indica que vuelve a ser el Clarence de siempre y no, el famoso y caprichoso escritor de segundos antes.

Y con eso nuevamente, yo su Lulú.

- ¿Qué te prometí o dije ayer, Luz? - Me consulta y lo miro cubriéndome más con su abrigo.

- Que no me ibas a tocar hasta que te lo pid...

No puedo seguir, su risa me interrumpe y niega con gesto de más.

Y pienso.

Me da algo de vergüenza decirlo en voz alta, pero prosigo.

- Que me amas... - Miro los botones del saco que me abriga.

Muerta, antes que a él.

- ¿Y con eso? - Me incentiva y continúo.

- Que todo lo que hiciste, fue por mí. - Arrugo mi ceño por el desagradable recuerdo de esos 8 feos años. - Pendejo... - Se me escapa en un murmullo que Clarence lo escucha y me maldigo, porque era para mí, misma.

Cerebro traidor.

Pero no se inmuta.

Al contario, me indica satisfecho.

- Tú, ya respondiste el motivo del por qué, al título.

Y carajo, tiene razón.

No puedo refutar ante eso.

Porque la realidad, tanto el título como la historia en sí, concuerdan.

Es una bonita novela romance, donde la protagonista lleva mi nombre y su historia, aunque en diferentes matices del drama como conceptos, relata.

Lo miro.

Nuestra historia de amor.

Clarence se pone de pie, pero solo para tomar asiento frente mío y sobre le mismo piso.

- El título estaba al final, arbolito... - Habla. - ...porque, hasta días atrás no le encontraba el adecuado. - Es sincero. - Y me iluminó sin saberlo, Cristiano...

Pestañeo.

- ¿Papá? 

Asiente.

- Nos reunimos en una cafetería...

CLARENCE

Lulú me observa sin poder creer y yo, sin querer ocultarle nada desde el suelo donde tomé asiento.

- ¿Quiere que hable sobre eso? - Digo.

Y se toma la cabeza, gimiendo.

- ¿Cómo de minucioso fuiste, Clarence? - Me pregunta y hasta creo, verificando si tengo mis huesos sanos y la dentadura completa.

Es lindo.

Y sonrío divertido y para que note, que sigue cada diente en su lugar.

- Malditamente minucioso, arbolito. - Respondo inmediatamente.

-¿Le dijiste, exactamente lo mismo que a mí? - No se la cree y afirmo otra vez.

LULÚ

Digno hijo de su padre.

Un kamikaze.

Y aunque sigo siendo un océano de vacilaciones desde que volvió, me asusta lo frontal que este hombre es y en solo un poco.

Poquito, dije.

Imaginar esa conversación de Clarence con ese sincericidio muy Montero, frente a un Grands muy pocas pulgas, posesivo y extra protector.

Una tercera guerra mundial, suena a seda y flores, juntando la cumbre de dos hombres que hacen honor a sus apellidos.

Pero, recordando la conversación que tuve con mi abuelito, me relajo y comprendo.

Cierto, que siendo niña y por eso su partida.

Ya todo, estaba hablado como aclarado.

- Ok... - Murmuro y esa cortina en color gris que son sus ojos, me miran más profundamente.

Sabe que es por comprender el título de su obra y que lo acepto.

Y mis hombros caen al cruzarse algo en mi cabeza.

- ¿Sabes que mañana todos en la editorial, se preguntarán por eso, no?

Se pone de pie.

- No me incomoda la respuesta, Luz... - Ante mi cara, la dice. - ...dedicada a mi futura esposa... - Muy relajado y como si nada. - ...la mujer, que siempre amé...

- ¡Por Dios! - Oculto con mis manos mi rostro. - ¿Te escuchas? - Me mira natural.

Y con esa misma naturalidad.

Mierda, mierda y mierda.

De la nada se inclina hacia mí, causando que por acorralarme e invandiendo mi espacio personal, yo apoye toda mi espalda al respaldo del sillón y logre solo, una precaria distancia entre los dos.

Sintiendo a centímetro mío, el aroma a jabón y ducha emanando de todo su cuerpo, como enjuague de ropa de su camiseta con esos pantalones colgando e indescriptiblemente bajo sus caderas.

- No pienso huir, Clarence. Dijiste que no harías nada hasta que te diga sí. - Le recuerdo.

Confío en él.

Y la calidez de sus labios reposan en mi frente con un casto besito, pero acto seguido se deslizan a mi oreja.

No lo veo por la postura, pero creo que lo hace sonriendo.

- Me gusta perseguir, Lulú... - Me susurra bajito. - Y a ti también, cuando se trate de mí... - Besa en el espacio de mi lóbulo y mejilla.

Y la mierda.

A eso, ya no lo sentí como besito casto.

CLARENCE

Me alejo casi al instante.

Un segundo más y podría romper la promesa y le prometí esperar.

Mierda, esto va ser duro.

Chequeo la hora de mi reloj.

- Es tarde, Luz. - Busco otro abrigo de la silla para ponérmelo. - Te llevaré a tu casa. - Es lo mejor.

Tristemente o su antónimo, reitero, no confío en mí.

Bosteza un poco y mira por el gran ventanal.

Locamente y descubriendo que el tiempo voló, está a nada el alba.

Mira el reloj de pared de la sala.

- Olvidé mi móvil, pero que me lleves, solo será para desayunar, ducharme y regresar para cumplir el horario que me diste.

Y rayos.

Tiene razón.

La miro y no puedo evitarlo, lo hago sugerente.

- ¿Quieres dormir conmigo, levantarnos y trabajar?

Me gano sus cejas arqueadas mientras se pie, enderezando su postura y me mira ya no, como mi arbolito.

Si no, como editora.

- Lo primero, estoy segura... - Me lo recalca con una mano en su cadera. - ...que sea buena idea. 

Y afirmo contrariado, pero dándole la razón.

En ese punto, no había discusión.

Continuó.

- Creo que lo mejor. - Dejando el abrigo que le puse para mayor comodidad al sentarse en la silla del otro lado de mi escritorio y depositando la carpeta encima de la mesa. - Es que trabajemos en la edición con más café hasta que llegue la hora de ir a la editorial... - Se mira. - ...pero antes, vuelva a mi departamento por una muda más decente de ropa... - Ríe.

Y lo hago también.

Ya que, Luz hace a honor a su apodo con sus prendas.

Pero el de navidad.

Porque es un lindo manojo de colores con tamaño de talles, lo que calza y viste por llevar puesto algo de entrecasa.

Mención aparte.

Me gusta y mucho.

Su pelo alborotado y recogido a medias por una coleta.

¿Y lo que más me agrada y no se dio cuenta?

Que ríe sincera y despreocupadamente conmigo, por primera vez y como hace 8 años atrás.

Recordando el paquete vacío de café, tomo las llaves de la puerta.

- Voy al 24/7 de abajo por café y algo de desayuno. - Feliz. - No tiene contraseña... - Le indico la portátil. - arranquemos con la elección de la portada, ya que leíste el manuscrito...

- Está bien. - Lo gira hacia su lado y direccionando el mouse, busca el archivo.

Afuera me tomo mi tiempo, no solo de controlar mis pulsaciones por costarme creer que Luz la tengo conmigo.

También y ya dentro del local en elegir mi café de siempre como algo sustancioso para que desayunemos.

Y con las opciones en mano, camino a la caja para pagar.

Pero me detengo de golpe al pasar por la góndola de golosinas y verlo después de tanto tiempo, algo remueve mi interior en solo venir a mi memoria esa noche.

O más bien, la madrugada de su cumpleaños.

Cuando, no pude terminar de cumplir su deseo.

Sí.

Quedarnos la noche y ver el amanecer, como ser el primero en saludarla.

Yo había comenzado a notar que los sentimientos de Lulú se iban transformando y decidí que lo mejor, no alimentarlos por más ajeno a eso.

Y me dolió.

Pero, era por su bien.

 Y aunque me consumió hacerlo, creía correcto por más que me ganaba su tristeza y la excusa de mi promoción, como festejarlo con compañeros y finalizar en los brazos de Elisa, era lo mejor.

Pero, ahora no dudo y tomando la tableta más grande de nuestro chocolate favorito y sumarlo a las demás compras, voy a la caja.

Hoy sí, vamos a ver el amanecer y sin que lo note, cumplirle ese deseo que dejé en falta.

Pero ya en mi departamento y cerrando mi boca de golpe, me obligo a dejar la bolsa de compra sobre la encimera de la cocina.

Por ver a Lulú, aún sentada, pero su rostro descansando sobre sus brazos cruzados abajo y en la superficie de mi escritorio, totalmente dormida y reflejándola una parte, solo la tenue iluminación de la pantalla con el archivo abierto.

Me despojo de mi abrigo, mientras me acerco callado hasta ella y pese a que la toco apenas en un hombro, no abre los ojos.

- Luz... - La llamo, pero hace caso omiso.

Solo un dormido y relajado resoplido, es su respuesta.

La miro analizando, pero gana la sonrisa.

- Creo que al final, sí, dormirás conmigo... - Me corrijo. - ...por lo menos en mi cama. - Susurro, tomándola con cuidado como por abajo, para alzarla y llevarla a mi habitación.

Abriendo la cobija la recuesto con cuidado y no hace falta acomodarla, por reflejo lo hace a placer sobre mi almohada abrazándola.

- Demonios... - Maldigo. - ...eso es lindo... -Reniego, refregando mis manos por mi cara, negado y a la vez, jodidamente feliz, volviendo a la sala por la búsqueda de mi celular y mandar un par de mensajes.

Finalizado y dejando emi móvil en la mesa, miro el vacio, porque así, lo siento.

Mi estómago gruñe, desconcetrando lo que duro empezó a ponerse entre mis piernas.

Y me encuentro, sonriendo como idiota.

Ya que, quiero comer y echarme un polvo y no precisamente en ese orden.

Y haciendo apellido a mi familia, voy a sosegar aunque sea el hambre, pero referido al estómago.

- Joder... - Es mi conclusión inconclusa del lindo pero celibato momento y también ser un hombre de palabra, mientras abro un paquete de galletas y mastico con hambre, pero sin ganas una y sin dejar de mirar la puerta de mi habitación, donde descansa lo que más adoro en este mundo.









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