CAPITULO 26

LULÚ

Me quedo por bastante tiempo mirando la fachada de la casona de mis abuelos una vez que llego y bajo.

Y no por la duda, si la otra mejor opción era ir directo a mis padres.

Más bien, por el famoso minuto de silencio para mí, misma, y acomodar algo mis pensamientos.

Por lo menos, intentarlo.

Por la ventanilla baja y de mi lado de la chachita y antes de mi primer paso, se me escapa una última ojeada a la carpeta que Clarence me dio y todavía no abrí.

Y decidiendo no traerlo conmigo y cerrando mi puerta, me encamino a la casa.

Es pasada la tarde y abriendo la puerta de entrada y notando que nadie está en la sala principal como a las escaleras y su segundo piso, me dirijo a la cocina, ya que tampoco siento algún tipo de ruido arriba.

Y acierto.

No está el nana Marcello con sus siempre visitas y la abuela.

Sonrío.

Pero sí, mi abuelo.

Y creo que no me escuchó llegar, ya que como si nada y frente al refri abierto, husmea su interior con un resoplido aburrido, haciendo que vuele un rulito de que cubre su frente y distraídamente mientras, rasca su vientre por sobre la camisa que lleva.

- ¿No hay menta granizada?  - Mi modo de saludo al ver que mira con una ceja elevada la etiqueta de un pote de helado de color naranja con rosa chillón.

- No y este... - Me muestra el frasco, seguido de acomodar mejor sus lentes en el puente de su nariz. - ...sus colores son sospechosos... - Me dice, mientras llego a él y lo abrazo.

Río.

- Sabor naranja y cereza, abuelo. - Le digo sin soltar su abrazo y se sonríe. - ¿Hambre?

- De dulce.

- ¿Compartimos el pote? 

- Hecho. - Remueve mi pelo con cariño, mientras agrega una segunda cuchara a la suya que saca de un cajón.

Tomamos asiento de cada lado del desayunador y abriendo su tapa, directamente atacamos el helado.

- ¿ La abuela? - Pregunto al no verla aparecer por ningun lado, ni escucharla desde el jardín trasero.

Me mira triste, pero llenando su cuchara de la crema helada.

- Me abandonó. - Dramático come esa cucharada.

Y lo miro con cara haciendo que sonría.

Ya que con tantos años juntos y ya es leyenda en la familia, que mi abuelito, aún no supere que lo dejen solito por unos minutos y ese abandono sea ir por algunas compras.

Yo también como con ganas de los dos sabores con una risita, pero luego se me escapa un suspiro.

- ¿Querías hablar con ella? - Me pregunta al escucharlo.

- En realidad con los dos... - Es la verdad.

- Puedes empezar conmigo. - Me alienta.

- Sin la abuela y que lo sepas, tengo miedo a eso... - Le hago una mueca divertida y con mi cucharita en mano, lo señalo.

- ¿A mí?

Niego, pero lo vuelvo a indicar.

- A eso... - Su cuello.

Se toca la garganta y asiento.

- Tu vena...

- ¿Mi vena?

- La del aneurisma.

Y se aprieta la nariz, olvidando el helado.

- ¿Te tocaron?

Y antes que le agarre su famosa angina, lo detengo, riendo y pidiendo que se vuelva a sentar con ademanes.

- ¡No abuelo! - Y lo hace, esperando que me explique.

Cosa que me tomo unos segundos para explicarlo.

Y hago a un costado el pote y el abuelo Hero me imita.

Hora de conversar.

Sin embargo, no puedo evitar sentir mi estómago retorcerse de amor como de nervios por confesarle mis dudas, al igual y en notar, la forma que paciente me quiere escuchar de verdad.

- Nadie me tocó en ese sentido sin mi permiso, abuelo... - Le soy sincera. - ...pero sí, y mucho, en el corazón... - Analizo. - ...y desde hace mucho tiempo...

Mis ojos están fijos en la mesada que nos separa y en especial, en una pequeña gotita rosa por derretirse un poquito de ese sabor y que cayó de una de las cucharas.

Su silencio me incita a que prosiga.

- Desde hace 8 años... - Ese número siempre vigente. 

- Mucho tiempo...

Afirmo.

- Sí... - Sonrío y me encojo de hombros. - ...y lo que empezó con cariño de... - Busco las palabras. - ...de hermanos como Caylén. - Continúo. - Se fue transformando en amor. - Hago un gesto de distancia. - Con una gran diferencia de edad entre él y yo...

- Prosigue... - Se cruza de brazos, atento.

Y lo hago.

- Y aunque era una niña. - Lo recalco antes que todo. - Él me respetó, abuelo... - Me eleva una ceja. - Tanto... - Pero mi sonrisa antes eso, ahora se transforma en mueca. - ...que se fue sin un jodido adiós. - Contrariada por no perdonárselo. - Ni una carta, llamada, nada...de nada... - Y mis manos al recordar, de pura bronca se hacen puños sobre la mesa que no le pasa desapercibido. - ...para volver esos 8 años después como si nada y decir que me ama...

Los brazos cruzados del abuelo Hero de cruzados, pasan a elevarse para y con sus dedos entrelazados apoyar su barbilla.

Diría la abuelita Van, está en modo analítico.

Rumea algo que no comprendo, pero luego me habla.

- ¿Sientes que te engañó?

Sacudo mi cabeza.

- Que me decepcionó...

Y escucharlo lo hace cavilar más, cosa que atenta y también en silencio lo espero.

Se sonríe sacando su lentes para permitirse refregar sus ojos, como si esa acción acomodara mejor sus pensamientos.

Para luego y como yo momentos antes, el abuelito Hero, exhalar profundo aire de su pecho.

- Hace mucho tiempo por connotaciones parecidas... - Me relata. - ...corrí a alguien por todo TINERCA. - Guau, no sabía. - Como también y si mi memoria no falla, en esa misma época. - Sigue. - También por una semejanza, no lo corrí... - Me aclara. - ...pero le di una zurra, por ese motivo o conoctación semejante... 

Y quiero preguntar, la curiosidad me puede y más, cuando veo que se sonríe por ello.

Pero saber que opina y a dónde quiere llegar, me hace permanecer callada y expectante.

Y se pone serio.

- Lulú, el límite o diferencia de edad puede besar mi culo... - Me hace reír. - ...pero lo que hizo Clarence, yo no lo veo como decepción, si no y más bien, lo correcto en ese momento, hija... - Que lo nombre hace que me ponga de pie y el abuelo también, pero para guardar el pote en el refri.

- ¿Lo sabías? 

Se apoya contra este al cerrarlo.

- Lo sabíamos, hija... - Notando mi rostro, se sonríe negando. - Eras una niña y por negación, notábamos con el tiempo y siendo testigo, de tu creciente amor por el muchacho...

- ¿Mis padres?

Asiente, acomodando mejor sus lentes.

- También. - Afirma.

- Dios...

- Sí, Dios y todo los que están en el cielo... - Agrega. - ...cuando y con ello, asímismo nos dimos cuenta que el mismo muchacho, de igual manera por ti... - Relata. - ...fue una conmoción para todos notarlo de ambos, pero... - Acota. - ...y aunque tanto tu padre como yo, queríamos colgarlo... - Señala el segundo piso de la casona. - ...él nos detuvo con sus palabras y acciones...

No comprendo.

Bueno, sí, comprendo.

Pero, soy un océano de dudas.

- Lulú... - Prosigue. - ...no aceptábamos sus sentimientos hacia ti, por obvias razones. - Toma nuevamente asiento y me pide que lo haga. - Por eso y totalmente de acuerdo, el muchacho habló con tus padres y por ese respeto, también con tu abuela y conmigo, decidiendo marcharse. - Rememora ese tiempo, cual yo era ajena a eso. - Era lo correcto y lo que exígiamos y aunque enfurecía, su actitud fue intachable, ya que y solamente todo lo hizo por ti, hija. - Me dice mirándome a los ojos. - Pero...

Inclino mi cabeza.

- ¿Pero? - Repito y recolocando mejor sus lentes, responde.

- Clarence, prometió dos cosas.

- Qué son?

- Respetarte en ese transcurso y no interferir en tu crecimiento como emociones...

- ¿Y lo segundo? - Interrumpo.

- Por más ganas de colgarlo de una palmera... - Gruñe. - ...que en su regreso y con tu mayoría, notando vigente tus sentimientos. - Suspira. - Venir por ti...

- ¿Y papá y mamá, qué dijeron? - Duda existencial.

- Crsitiano a regañadientes lo aceptó...

- ¿Mamá?

Se sonríe negando.

- Digna hija de tu abuela... - Tapo mi boca para no reír.

Sin embargo, sigo con los más importante.

Él.

Sí.

Mi abuelito y su conclusión de todo esto.

Miro mis dedos.

- ¿ Tú, que piensas abuelo?

Mi pregunta hace que sus manos cubran las mías nerviosas con cariño.

- Hay una creencia en los antropólogos que dice, que uno debe entrar en un mundo ajeno para comprender el propio... - Palmea mis manos. - ...y aunque en un principio me costó, pero procurando saber ese mundo de Clarence y tuyo, cual él, lo respetó como cumplió... - Me sonríe. - ...yo lo acepto, hija... - Me tironea un dedito con diversión. - Eres mayor y para mi desgracia, toda una mujer... - Reímos. - ...por eso, la única respuesta que vale es la tuya. - Me eleva una ceja, la que le atraviesa una cicatriz. - Si quieres ahora, entrar en el mundo de Clarence para comprender el tuyo propio...

- ¿Vale tomarme un tiempito más?

Me da la razón.

- Por supuesto. - No duda y me hace gesto de teléfono. - Si no, llámame sin que rayo se entere y lo busco para llevarlo a la palmera... 

Reímos con ganas y rodeo la mesa para abrazarlo.

- Gracias, abuelo... - Sus fuertes brazos me reciben con cariño.

- Solo recuerda, que si tue abuela o madre preguntan que opino. - Besa mi frente. - Diles que estoy en contra, debo mantener la imagen del chico malo y rudo de la novela...

Y suelto una risita, haciendo promesa de dedito con él.















Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top