CAPITULO 25


CLARENCE

En un piso más abajo del edificio, me encontraba con todos los ejecutivos de la editorial, ultimando los detalles para cual era la reunión y lo coronaba lo que en copias y cada ejecutivo sentado en su lugar como al rededor de la gran mesa, leían en sus manos.

Misma habitación, donde se hizo la entrevista semanas atrás y yo, pero sin que Luz supiera presencié, tanto la suya como restos de postulante.

Mi manuscrito final de mi última novela, ya terminada.

No revisé en profundidad sus rostros.

Me era suficiente en solo ver como y cada directivo de los altos mandos, reflejaban con una sonrisa en sus rostros, estar complacidos con mi trabajo.

Siendo acto seguido a ello y cruzar comentarios positivos entre ellos, para luego conforme cada uno estrecharme la mano, continuar con una reunión como era de esperarse, tanto de ellos lo que esperan de mí, en este nuevo lanzamiento, como el mío propio que sin ya Ismael a mi lado, negociar lo que quiero de ahora en adelante en un piso más arriba.

Y como era de esperarse cuando un negocio era exitoso en ambas partes, los resultados iban a ser favorables como mi demanda sin oposición, tras retirarme y en compañía del supervisor en jefe de la estación de edición de la editorial, los dos nos dirigimos para terminar con ello.

En realidad, ella.

Contar y la verdad, notando la capacidad de todo este grupo humano eficiente en cuanto a eso, hace que tenga total confianza y siendo mi mayor secreto o mejor dicho, mi mayor tesoro.

Luz María, en este grupo laboral.

LULÚ

- ¿Qué? - Le digo a una compañera de piso, mientras recargo mi botellita de agua del dispenser.

Creí que al retirase Clarence como mi supervisor luego de ese momento, mis últimas horas de jornada iban a culminar algo más tranquila, pese a que moría de ganas de correr hacia él y gritarle, cual loquita y con todas mis fuerzas, un enorme sí.

Pero, no.

Ese ínfimo momento de tregua, solo duró los minutos que ellos usaron en seguir su trayecto a la oficina, para luego agregando otro tanto, mandarme a llamar por ellos.

Y por eso mi cara de estúpida.

Sé que la tengo, ya que mi compañera con la suya me lo confirma por el simple hecho de no comprender un simple, "Lulú, te mandó llamar el supervisor".

Y en cambio la miro con horror, como si me hubiera invitado a patear gatitos recién nacidos por puro deporte.

Pero me recompongo y asiento, como sin pérdida de tiempo y dejando mi botella de agua, me encamino a la oficina del supervisor sin dejar de tomar pequeños golpecitos de aire para calmar mi nerviosismo de tener a Clarence entre cuatro paredes, pero con la gracia de Cristo el jefe de piso entre nosotros.

Golpeando antes de entrar, encuentro a mi supervisor recibiéndome con una amplia sonrisa, sentado tras su escritorio y a Clarence en una esquina sin tomar asiento.

Y pese a que su rostro voltea al sentirme, antes estaba con su vista fija.

Parece.

Mirando la vista desde el ventanal, muy tranquilo.

Para mi gusto, demasiado tranquilo como lo hace ahora, pero con sus jodidos ojos grises sobre mí.

Porque, se ve caliente en esa postura con manos en los bolsillos de su pantalón sastre.

Fuerte.

Y hasta.

Dios...

Tierno, causando y olvidando preguntar para qué soy útil, por encontrarme involuntariamente memorizando, desde cada uno de sus lindos rasgos serios, como lo que todo él, ocasiona en mí.

Pero el golpe de carpeta que mi jefe tenía en una mano y aterrizando sobre su escritorio como en mi dirección, hace que se rompa mi encantamiento para que dirija mi mirada a ello.

- Luz María. - Me habla. - Aunque, sigues trabajando para la empresa... - Presto más atención. - ...desde hoy, lo harás exclusivamente para el señor Montero.

¿Eh?

No contesto, quiero, pero no lo hago, porque no termino de entender y por eso prosigue.

- Después de muchos meses mostrando tu interés y dedicación a la editorial y conlleva eso... - Sus ojos brillan de felicitación. - ...serás parte del equipo... - Indica a Clarence, que aún no emite palabra. - ...del señor Montero...

- ¿Equipo? - Repito y afirma, poniéndose de pie y con gesto, señalar la carpeta para que la tome.

Y lo hago, abriéndola para ojearla algo.

- ¡Exacto, muchacha! - Sigue. - En tu caso, editor y el resto, el que convertirá en realidad que su nuevo manuscrito salga al público. - Decreta caminando por el lugar muy satisfecho.

Levanto mi vista de las hojas, para mirar al hombre como a Clarence y solo se sonríe en voz baja.

Mi supervisor, se encarga de continuar.

Y pese a que lo escucho, estoy totalmente analizando la situación y mi futuro.

Sigue hablando y no me toma mucho tiempo pensar en lo que se refiere, cuando por fin termina su bendito discurso, al igual que ver, cuando se retira y nos deja solos.

Reitero, solos.

- ¿Cómo estás? - Al cerrarse la puerta, me dice.

- Excelente. - Dudosa. - Muy bien. - Disimulo.

Y Clarence permanece callado ante mi reacción, ya que sabe que mentí.

Sigue en ese rincón junto a la ventanal y contrario a lo de la habitación del hotel, respeta mi perímetro.

Sin embargo y es suficiente con su mirada, sentir que me acorrala.

Para luego, caminar ciertos pasos y deliberando lo que sea por su cabeza bajando su vista al piso, mientras su mano sube a su boca a modo reflexión.

Segundos.

A lo mejor, un minuto.

Y tras ello y sin dejar de caminar por el recinto mientras yo y estática, solo observo cada uno de sus movimientos en silencio, por fin veo que eleva algo su rostro para mirarme a través de sus pestañas muy pensativo, cuando se detiene.

Y mi turno de moverme.

En realidad, retrocedo hacia el escritorio y no tengo idea el motivo.

Y verlo, hace que Clarence frunza su ceño, pero suspira como conclusión.

- Luz María, no voy hacerte nada y aunque... - Señala alegre en dirección a la puerta, cual muestra el pestillo de cierre si se desea. - ...esa jodida puerta me dice que nadie podría molestarnos, no voy a hacerlo hasta que escuche tu sí... - Rodea el escritorio para sentarse en la silla del supervisor, obligándome a girar del otro lado. 

Apoyando sus brazos en su madera, entre cruza sus manos frente a él.

- Me levanto a las 6AM, salvo que mis escritos me hayan hecho ver el alba, cosa que entonces si no puedo dormir por asuntos laborales, me lo permito hasta el mediodía... 

- ¿Qué? - Lo interrumpo y me explica.

- Desde mañana serás mi Ismael...

- ¿Tu editor?

- Sí y mi sombra, hasta que salga a la luz mi novela...

Y quiero negarme.

Sacudo mi cabeza.

En realidad, no, Santo Dios.

Lo que me proponen es lo que desee como penúltimo paso para aprender, saber y terminar a modo ensayo y práctica, en saber el mundo de las letras y convertirme en escritor.

Y nada más como menos, de hacerlo a la par de Clarence Montero.

El autor del momento por casi 8 años consecutivos.

Y por eso, soy una lucha interna y no por lo que me jode de estar casi 24/7 con él.

Sino.

No mezclar lo que me apasiona con lo emocional.

Mis dos cosas favoritas, juntas.

- No te preocupes... - Que hable nuevamente, me saca por segunda vez de mi ensoñación.

Tanto.

Que lo descubro de pie, sin saber en que momento lo hizo y como frontera, el bendito escritorio interponiéndose, pero inclinado hacia mí, con ayuda de sus manos apoyados a los lados de la mesa.

- ...te amo Luz, pero separo las cosas... - Me murmura sobre la poca distancia que nos separa, interrumpiendo su diálogo para alejarse de golpe y es para rodear el escritorio, mientras observo como y ligeramente, palpa un lado de su hombro y retomar a esa pequeña distancia sin ya mesa que nos divida, continuar.

- ¿Qué vas hacer? - Mi turno de impedir que prosiga. 

Sonríe divertido.

- Voy a besarte, Lulú...

Niego, bajo su acorralamiento.

- Dijiste que esperarías mi sí...

Y se sonríe más.

- Si es en la boca, Luz María... - Responde, mientras deposita sus suaves labios en un lado de mi mejilla.

Uno cálido y largo, que por más resistencia que quiero hacer, repercute en todo mi cuerpo por nuevas sensaciones como las viejas, cuando sus demostraciones de cariños eran todo para mí.

Igual que ahora.

Abro mis ojos al sentir como su boca se aleja de mi cara, para luego el peso de su mano descansar en mi cabeza.

Está frente mío y con su mirada enteramente en mi persona, mientras revuelve mi pelo.

- ¿Me das ese sí? - Me sorprende y me sonrojo estúpidamente, porque es entre infantil y a la vez llena de promesas explícitas, cuando se concrete.

Vuelvo a negar y se le escapa una risa.

Camina hasta la puerta, pero se detiene de salir al abrirla a medias para mirarme por sobre un hombro.

- ¿Lo comprendes, verdad?

Lo miro.

- ¿Lo que viene si te digo, sí? 

Se apoya algo en la puerta.

- Que te amo, Lulú... - Me corrige y no espera mi respuesta, poniéndose serio y ya lejos de esa mirada alegre. - 6AM en mi departamento, no olvides tus cosas. Soy puntual y muy exigente...

- No tengo tu dirección... - ¿Se fue del hotel?

¿Y tiene departamento propio?

- En la carpeta... - La mira en mis manos. - Está toda la información que necesitas. - Lo dice, mientras se va.

Y la miro sin abrir.

Debe tener toda la respuesta, sí, lo creo.

Pero no, la de todo mi universo.

Por eso y llegando a mi box con Clarence ya sin en el piso y esperando que se haga la hora de la salida, sin pérdida de tiempo mientras tomo mi abrigo como cartera de mi silla.

No dudo y subiendo a la chachita, me dirijo al único lugar que la voy a encontrar.

Y no, no es a la casa de mis padres.

Adivinaron.

A la casona para ver a mis abuelos.





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