CAPITULO 24
LULÚ
Siete días que no supe nada de Clarence, después de ese encuentro en su hotel.
Y aunque sé, que no fue abducido, secuestrado o cabiendo la posibilidad de que arrepentido por todo lo que me dijo, decidiera nuevamente y digamos.
Escapar con otro viaje.
Nop.
Seguía con vida y continuaba en la misma ciudad que yo.
Y hasta definitivamente con firma y todo, nuestra editorial trabajando para él.
Solo, que no hacía su acto de presencia con su demasiado y por demás, agradable y caliente como el infierno, apariencia.
Sip.
Ahora, me explayo a lo sucio se puede decir.
Porque resulta que este hombre desde que me dijo esa promesa.
La tipo porno.
Resulta, que los agonizantes seis días atrás.
Incluyendo el de hoy, como supongo el de mañana y hasta pasado.
Y aunque, me sentía una chica más curiosa que activa, la realidad, por carecer de ciertas y profundas experiencias en cuanto a lo sexual con el abanico de colores que puede ofrecer.
Algo en mí, cambió.
O mejor dicho, se activó.
Mental como físico.
¿A qué, me refiero?
Diría mi abuelo, simple.
Mi cuerpo no es el mismo desde ese día.
No solo, tuve que recurrir a una servilleta de papel como mencioné en el ascensor.
Los días restantes, también.
Y aquí, entra lo mental, ya que en perfecta sincronía con lo otro, juegan.
O más bien, juego contra mí.
Pensando en las palabras de Clarence, cual junto a ese juramento, tanto ellas como la suavidad que me las mencionó, soy un manojo y no solo de nervios.
Mucho además.
De expectativa y tensión en el terreno sensual.
Porque él me dijo, que espera mi sí.
Y que solo una palabra mía bastaría, para que de rienda suelta a lo que claramente nos debemos.
Amor y entrega.
Y se me escapa una risita nerviosa desde mi escritorio de trabajo.
Por lo mucho de este último.
Un océano de sensaciones femeninas lo que me embarga, que, pese a nunca carecí de estos.
Esta semana que pasó, descubrí el verdadero valor como intensidad.
Comprendí que él, realmente vino por mí.
Clarence Montero, me amaba y ahora sí, nada lo iba a detener.
También que en buscar un orgasmo placentero unilateral, existía una delgada línea en cuanto al nivel de sentirlo, dedicado a la misma persona, estando a miles de kilómetros de distancia que saber que está cerca.
Y sumado.
Como ahora, que sin dejar de jugar con mi bolígrafo entre una de mis manos.
En solo imaginar ese suceso consumado con su cuerpo y sin ayuda de mis dedos o un vibrador.
Y jodidamente me obligo a cruzar mis piernas, cosa que me excita más ante el roce, maldita sea y busco la solución, en beber mi jugo frío de mi botellita cargada.
Que falla, aunque beber largamente y continuo, sacar algo de aire, me calma.
Pero esa poca estabilidad, me dura poco y le endoso el piso que sostiene mis pies.
Ya que, estos tambalean por más sentada y se sacuden con mundo y todo, cuando aparece en el piso de la editorial.
Sí.
Mi otro mundo.
De la nada y acompañado de mi supervisor en jefe.
Santo de todo lo hermoso.
Clarence.
CLARENCE
Intenté concentrarme en los días siguiente en el final de mi novela, después de despedirme de Ismael, no solo sobre la acera y frente del consultorio.
También y con un gran abrazo que al quejarme lo hizo carcajearse, por finalizar su etapa de editor mío para ser únicamente un gran amigo.
Pero fracasaba miserablemente, cuando empezaba a soñar despierto con arbolito otra vez.
Siempre la misma escena, pero variando el final.
Uno intenso con cada versión, donde los personajes principales eran su cuerpo y el mío, desnudos.
Semana que necesitaba cumplir por demanda de la editorial y por tal, cada vez que mi mente conspiraba en Lulú, mentalmente me cacheteaba y me obligaba a concentrarme en la condenada pantalla de la computadora con mi manuscrito a medio final, sobre el consuelo que mismos días, Luz María le hacía falta para terminar de procesar mi promesa.
El mouse comandado por mi mano va a otra pestaña emergente.
La del sitio de libros y donde Lulú es rosas rojas y yo, Afrik38.
Y con una mueca de desagrado, otro día se suma a que ella no aparece.
Quería conversar.
Saber algo de ella.
Tal vez y a favor de que no sabe que soy yo, me diga algo de lo que piensa y me nombre en nuestra conversación.
Pero, nada.
Defraudado retomo mis letras, aunque con el consuelo que pronto nos volveremos a encontrar en la editorial.
Le guste, pero lo niegue, no lo demuestre y hasta aún no me de ese sí, todavía.
Mi arbolito y yo.
LULÚ
El piso y como era de esperar, se alborota ante la presencia de Clarence de la nada, por fanáticos en el área y él, siendo un escritor consagrado obteniendo la exclusividad de su próxima novela, como y me incluyo, de suspiros bajos con exclamaciones por mis compañeras, por todo lo que este hombre es vestido con el exquisito traje que lleva puesto.
En un azul oscuro.
Catapultándolo peligrosamente, no solo de seductoramente sensual por llevarlo como Dios manda en marcar, donde tiene que hacerlo en su alta y definida figura.
Admiración también, ya que todo él, emana presencia como seriedad.
Y juro que necesité verificar mi nariz, para saber que no padecía de algún tipo de sangrado nasal por culpa del orgasmo visual que sentí.
Y más, cuando mis pensamientos que en conjunto con esa latente palabras suyas sin dejar de repetirse en mi cerebro, afirmando que solo depende de mí, y mi sí, acoplé imaginando de rodearlo con mis brazos y recorrer su espalda con mis dedos, aprendiendo su contorno de memoria.
Cual, repentinamente se interrumpieron al ver, que no solo se detiene de su andar con el jefe.
Además, que gira sobre sus pies a mi dirección mientras no deja de hablar con nuestro supervisor como explicando no sé, qué.
Lo siento, la realidad.
Ya que no llega a mi mente la información o al menos procurar leer sus condenados y lindos labios que gesticulan, mientras explican sin dejar de mirarme ambos y fijamente Clarence.
Mierda.
Y sabe que soy un manojo de nervios, porque me sonríe con satisfacción sin dejar de explicar lo que está diciendo y sin importarle, si mis compañeros o jefe lo notan.
Gimo para mí, misma.
Madre de Dios, la que me espera...
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