CAPITULO 23
Capítulo, dedicado a mi mujer.
LULÚ
Y el calor que sus manos acunando mis mejillas y que yo sentía, se trasladaron no solo a estas, también a mi rostro por completo al escuchar sus palabras.
Sus dos pedidos.
No terminaba de comprender o si se quiere, asimilar su frase.
Porque yo sabía que ese sentimiento que nos unió desde que nos conocimos, siendo yo una niña y Clarence ese chico ya adulto años atrás y por más alejamiento que hubo, seguía intacto.
Enojada o lastimada, era así.
Y en mi caso, haya conocido hombres y aceptado algunas citas procurando intentar en estos y no solo probar.
Cual, fallé estrepitosamente.
Conseguir algún tipo de sentimiento por alguno.
A su vez.
Terminar de confirmar este creciente amor por la persona que tengo arrodillado frente mío y tras 8 años de no vernos, volver a hacerlo.
Y un suave viento constante, sea por no terminar de deducir lo que me está pidiendo o por culpa de la apenas abertura de uno de los ventanales de la habitación, acarició mis brazos desnudos.
Y con ello, un extraño como nervioso escalofrío de más calor recorrió mi cuerpo, sumándose su proximidad.
Pero con disimulo obligué a mi respiración a calmarla y salir lentamente de su perímetro de que me rodeaba, poniéndome de pie con éxito y cual Clarence no se resistió.
Dejó que lo haga, quedando él en esa posición y yo, mirándolo desde arriba.
- ¿Carta? - Fingí duda y con solo atención en eso, por temor a que termine de iluminarme por su segundo pedido. - ¿Cuál?
Y se sonrió.
No lo vi completo por permanecer en esa postura, porque tanto él como su rostro permanecía mirando a donde estaba sentada momentos antes.
Y hasta su rostro cayó algo, haciéndolo más imposible para poder jodidamente adivinar que pasaba por su mente ahora, ya que ese siempre pelo ondulado y que tanto adoraba, tapó más mi visión.
- La que te devolví, Luz... - Me responde. - ...la quiero.
Negué callada por más que no podía verme, buscando millones de excusas de su contenido.
Muerta, sospeche o no de su contenido, porque no dudé que me iba a preguntar.
Resoplé con aire de poca importancia, encontrando la correcta.
Media pendeja la excusa, pero lo único que se me ocurrió.
- Cuando fue devuelta, la rompí en pedazos. - Eso era verdad. - Y terminó en la basura... - Esto no.
Aunque paró al cesto de basura de la cocina y con las docena de pétalos de rosas que llevaba también como contenido, tanto mi cargo de conciencia y al igual que me estúpido amor por él, me obligó en plena medianoche sin poder dormir.
Cortesía de ello.
Llorando arrepentida y furiosa al mismo tiempo por mi poco carácter.
Ese cóctel emocional, existe.
Buscar cada pedacito de papel y hasta tomándome la molestia de limpiar los que vi con resto de salsa de la tomate por la cena desechada, manchado en algunas esquinas.
Pero no me desalentó.
Y con paciencia en la cocina y como toda iluminación la misma en la negrura de la noche, hasta tardías horas de la madrugada y con cuidado, me dediqué a unir cada pieza hasta recuperarlo por completo y satisfecha notando que lo había logrado, subí con ella abrazándola a mi habitación para por fin poder dormir.
- ...no te preocupes, Clarence. - Proseguí. - Solo decía cursilerías propias de mi edad. - Continué restándole importancia al contenido. - Y entre ello, que te deseaba buen viaje... - No soy de mentir, no me gusta y por eso involuntariamente mi sistema me me traiciona, porque mis últimas palabras tiemblan.
Yo lo noté.
No creo Clarence, pero siendo suficiente que lo perciba y acomodando mejor mi carterita atravesándome y como a modo despedida, sin más me doy la vuelta pretendiendo salir.
Pero cuando llego, lo escucho que se pone de pie y viene detrás de mí, y con eso, yo me apure.
¿Por qué?
Ni idea.
Me parece que es lo mejor.
Y alcanzando a abrir la puerta, su mano también la encuentra sobre mi cabeza y por la fuerza de su apoyo, la cierra de un golpe.
No es fuerte como brusca.
Solo se cierra.
Pero el sonido impacta, al igual que su pecho en mi espalda por la presión de su contacto.
No afloja su brazo reteniendo la puerta a que se abra.
Tampoco su actitud.
Todo lo contrario.
Clarence con su cuerpo se presiona más al mío, al notar como y por inclinarse, su rostro como sus labios se encuentran con mi oreja.
- No mientes nada bien, arbolito... - Mierda, se dio cuenta. - ...la quiero... - No es una orden.
Más bien.
Putas piernas que se me quieren aflojar.
Un ruego por la calidez con que me lo pide.
Y cuando creí que iba continuar con eso, jodidamente y todas las maldiciones incluidas.
Continuó con lo otro.
Su siguiente pedido.
¿O advertencia?
- ¿No me vas a responder por lo segundo, Luz?
Estoy a dos segundos de caer de rodillas, pero su suave y a la vez ronca voz, me detiene.
No puedo verlo por mi posición contra la madera con su largo que es la puerta y porque su rostro sigue inclinado y ahora su barbilla, se encuentra apoyado en la curvatura de mi cuello y hombro con la fuerza de su impulso.
Sin embargo, de a poco hago girar mi cuerpo para enfrentarlo como preparándome para cuales sean las palabras que estoy por decir, al igual de escuchar las suyas, descubriendo mientras lo hago, que Clarence tenía cerrado los de él.
Para y con un suspiro que suelta, abrirlos lentamente.
Los músculos de su pecho ahora rozan el fino género de la camiseta que llevo puesta, causando con ese contacto.
Su contacto.
Y que en tantas novelas leí, descubriendo que es real.
Como una descarga eléctrica, naciendo de mi pecho mismo para llegar a mi estómago.
Lo enfrento.
- ¿Lo que vienes por mí? - Pregunto sin titubear.
Logré hacerlo sin duda, pero toda yo lo soy.
Como mencioné en un principio, soy un mar de eso.
No soy mojigata, pese a que no logro terminar de comprender y justamente por eso, significando su regreso, lo que fuimos y ahora nos convertimos ya adultos los dos.
Como que, me es imposible, no sentirlo sexual cada condenado párrafo que Clarence me dedica.
Y mi vientre da más vuelco ante la idea de Clarence y la palabra "sexo" en cualquier oración.
Provocando y pese a toda esa emoción, que baje mi rostro algo avergonzada.
Pero dos de sus dedos para elevar mi barbilla como su voz se hicieron presente, para encontrarme que sonreía.
Animada, pero no, provocativa.
Divertida, pero tampoco burlona.
Simplemente, reflejando una vieja herencia de su familia.
La sonrisa.
Y como si presintiera que ese recuerdo azota mi mente, su mirada gris y alegre, se encuentra con la mía.
Me quedo sin respiración al tenerla a dos suspiros de distancia.
Cristo.
Imposible, no.
Por eso, intento permanecer tranquila sin mostrar nervios.
Nos miramos fijamente al rostro sin movernos.
Clarence aún con su otro brazo sobre mi cabeza y sosteniendo la puerta cerrada como si fuera a caerse y yo, contra ella y su cuerpo.
Me hubiera encantado volverme, escapar y correr, pero no consigo alejarme.
Soy totalmente prisionera de sus ojos grises como esa sonrisa genética que no lo abandona mientras y solo me afirma a lo que pregunto, maldita sea.
- No. - Niego.
- ¿No lo crees o no lo quieres?
Y quiero rascar mi cabeza, porque no entiendo.
¿Es lo mismo o diferente?
Y su mueca me dice, que lo captó.
- No lo comprendiste, aún...
Tenía razón y debía ser más inteligente, pero escuchar el ritmo de mi palpitante corazón no me dejaba pensar con claridad en eso.
Sí.
Culpen a eso.
Y Clarence, sonrió más.
Y con ello, su brazo bajó para que con ambos acunar con ternura mi cabeza por sobre mi pelo y más, cuando descubrió y yo olvidé que lo llevaba puesto.
Sus dedos se encontraron con mi hebilla puesta.
La que él, me regaló tiempo atrás.
Y si esa sonrisa era hermosa, ahora se transformó como consolidó esa herencia que venía de su tío, padre y hasta primo.
La a toda potencia dibujando sus labios.
- Lo voy hacer, Lulú... - Me habló. - ...vine a recuperar lo que fue mi aliciente por más que nunca la abrí, cada minuto de cada día con cada año para mí, porque para sentir no hace falta ver... - Me dice por la carta.
Sus manos no bajan, necesita que focalice en él, mientras sí, suelta mi hebilla de rosas para nuevamente mirarme.
Exhala.
- Soy el más diferente de los Monteros, pero mantengo como mi familia lo que nos importa y se nos hizo escudo por más tiempo que pase y estos, si es necesario a jodidos años...
- ¿Qué? - Me atrevo a preguntar, aunque logro llegar a saber de qué, habla.
Se sonríe más, mientras se acerca a mí, para decirlo mostrando dos dedos.
- ...al amor... - Baja un dedo. - ...y a nuestra futura esposa por más que ella no lo sepa todavía... - También lo hace con el segundo. - Concluyendo con un beso en mi frente.
Es suave y dulce, pero sintiendo en sus labios en mi piel, cientos de promesas cuando ocurra.
Como sus palabras cuando continúan, mientras se aparta de mí, devolviéndome mi espacio personal.
- No te voy a besar hasta que me lo pidas... - ¿Qué? - ...y no te voy a poseer, hasta que también lo hagas. - Doble ¿qué? - Pero ten presente, que cuando eso ocurra y salga de tus labios, arbolito... - Abre la puerta por mí. - ...no habrá vuelta atrás y voy hacerlo donde estemos, como prometiéndote mientras te poseo, un orgasmo de 8 segundos, pero sin caducación en cuanto a tiempo, de mi amor por ti... - Me dice.
Me jura.
Y no sé, en qué momento me encuentro fuera de la habitación.
Creo que escapé y cerré la puerta en su cara, ante ese voto o juramento dulce pero lleno de promesa cochina.
Y tuve que pararme en el pasillo durante diez minutos y mirando fijo el ascensor para controlar, no solo mi cabeza repitiendo sus palabras.
También, lo que cálidamente húmedo jugaba y empapaba entre mis piernas sobre mi agitada respiración, ante la imagen de Clarence cerquita mío y diciendo eso en mi oído, luego del besito en mi frente.
Necesitaba relajarme y me urgía además, una servilleta de papel.
Mucho y apenas lo conseguí, cuando este se abrió con gente adentro y no me quedó otra que entrar para no parecer en coma idiota frente a ellos.
Seguido.
A correr, al baño más próximo...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top