CAPITULO 21
LULÚ
Y la cuchara que removía mi taza de café y chupaba su sabor, quedó estática en mi boca.
En realidad, casi me la trago y por una violenta tos que me agarró al escuchar lo que me pide la abuela cuando me llamó.
- ¿Estás bien? - Me dice del otro lado al escuchar mi ahogo y que dejé de hablarle, quedando solo la radio hablando y anuncia lluvia, mientras bebo sin importar que me queme un poco, un gran sorbo de mi taza.
- Lo siento... - Murmuro, ya mejor e hiperventilándome. - ¿Qu...qué, vaya al Holding por un coche y llevárselo a Clarence hasta el hotel donde se hospeda?
- Si puedes, te lo agradecería. - Me responde. - Todos siguen en horario laboral, universitarios o guardias... - Habla por el resto de la familia.
¿Yo, llevarle el auto, después de lo que pasó en la editorial ayer?
Y mi frente reposa en mi rodilla flexionada arriba de la silla.
No, no y no...
Preguntar por un chófer de la metalúrgica, quedaría que no quiero y busco una excusa.
Y no quiero que piensen eso mis abuelitos.
Dejo la taza y me masajeo el cuello.
Mierda.
No se me ocurre nada.
Resoplo para mí misma y resignada.
- Sí, puedo, abue. - La que me parió. - No tengo problema... - Que mentirosa soy.
Feliz y con besitos me despide y yo me quedo mirando mi móvil como si él, me diera la respuesta que necesito.
Obviamente y por más tecnología, no lo hace.
Sin ganas, lo dejo en mi escritorio de mi habitación como cerrando mi laptop.
Ya no hay más escritos de mi novela.
Miro la hora.
Cuando en un rato ya tengo salir.
Tomo del mismo escritorio y que contra la pared, mi espejito.
Lo atraigo hacia mí, para mirarme y lo que me devuelve la imagen me hace gemir lastimera.
Un rostro cansado por poco dormir.
Un pelo con un importante frizz por la jodida humedad del día y algo despeinado como recogido con un broche.
De mi ropa, ni siquiera la describo a grandes rasgos.
Solo voy a decir dos palabras.
Indigente y hogareña.
Y lo que más me hace gemir y mi dedo palpa, mientras lo chequeo por el espejito.
Un mega y archi grano, cual unicornio se cree, pondera el medio de mi frente por culpa de comer.
Cortesía de Clarence Montero, tras vernos ayer.
Dos tabletas de chocolate con sus ocho cuadraditos completas cada una, por angustia oral a la noche.
Pero sin rendirme y tomando nuevamente mi celular, llamo por una última posibilidad.
- Digan que sí...digan que sí... - Ruego, mientras espero que atienda y asesino en el proceso la uña de mi pulgar.
Pero al atender unos de mis tíos, pero la realidad es como un trato de primos.
Risa.
Ya que, soy mayor que ellos.
Esta se me va al contestarme que ninguno puede, pero Denicio ofreciéndose por estar en el Holding del abuelo, que me espera con las llaves.
Decepción mientras me levanto sin pocas ganas y casi arrastrando mis pies para vestirme un poco más decente antes de salir.
CLARENCE
Notando como el cielo se embotella por nubes grises que amenazan con un aguacero por la ventana, termino de hablar con el director de la editorial, ante mi pedido.
Quiso en un principio asesorarme como ofrecerme a su parecer algo más acorde.
Pero notando mi negativa y decisión dando mi argumento, comprendió y respondió a mi gusto como comodidad.
Cortando la llamada, sonreí satisfecho ya estando todo en orden.
Mis directivas.
Miro la habitación.
Como lo a venir de ahora en adelante.
LULÚ
- ¿Llego tarde? - Le digo a Denicio al llegar al estacionamiento y bajar de la chachita, algo preocupada por si me demoré mucho.
- Justo a tiempo. - Me tranquiliza, mientras saca un juego de llaves y con su control a un coche frente nuestro, desactiva su alarma.
Pero mira mi auto, seguido a mí.
- ¿Cómo harás para volver del hotel? - Ya que, dejo este a Clarence.
Y le sonríe, mientras acepto la llave, disimulando el manojo de nervios que soy.
- Tomaré un taxi... - Digo.
Y duda, predecible y por eso su pregunta.
- ¿No te quedarás un rato? Mucho que no se ven... - Porque a nadie es ajeno lo unida que era a Clarence y reconozco que me comporto bastante fría y lejos de demostrar una emoción por verlo.
Y por eso, un arañazo helado a modo escalofrío, recorre mi espalda por lo que dice Denicio.
¿Con Clarence a solas?
Y el recuerdo escribiendo 8 años atrás con puño, papel y alma esa noche, para luego lo sucedido el día siguiente y quedando en mi mente grabada como si fuera lluvia.
Esos pétalos rojos, cayendo.
No, gracias.
Niego.
Y disimulo interrumpiendo, mirando la hora desde mi celular, porque noto una elevada de ceja de mi tío por mi efusiva y por demás negativa.
- ¡Estoy sobre la hora! - Camino hacia el coche. - ¡Gracias!
- ¡Maneja con cuidado, anuncian lluvia! - Solo me dice, mientras me monto y tras asegurar el cinturón, encender el motor.
- ¡Ok! - Exclamo.
Miro por el espejo retrovisor y su imagen sigue de pie hasta que lo pierdo de vista subiendo la rampa de salida.
Recién afuera y ya en la calle, me permito exhalar el aire retenido de mis pulmones en consecutivas series por sentir mi estómago que se retuerce locamente y por solo pensar que en minutos, mientras me interno en pleno tránsito y notando como pequeñas gotas lluvia golpean el parabrisas que anunciaban el día nublado y en dirección.
Carajo.
Al jodido hotel y lo voy a volver a ver.
CLARENCE
Gotas que chocan el ventanal de mi habitación de hotel, se deslizan por inercia y gravedad hacia abajo en su cristal.
Lejos de una tormenta, pero constante con su caer, provocando que los transeúntes que observo desde el tercer piso que estoy , muchos sin paraguas escapan de ella por la acera y otros se escabullen hasta que pase, guareciéndose bajo el techo de un negocio comercial.
No lo veo gris.
Tampoco, melancólica la tarde.
Sonrío.
Ya que desde mi país natal, la experiencia de este clima muy pocas veces en el año se disfruta y es como una bendición.
Poco más de un día que llegué.
36h.
Supuestamente.
Tal vez un poco más.
Y la expectativa me colma.
Una ya consumada, ayer cuando la vi.
Segundos y a mi placer desde la fotocopiadora.
Para luego otros segundos, cuando notó mi presencia en en su piso.
Y sonrío feliz, ante su ingenua reacción.
Por como luego, escapó ante mi aparición en el baño de mujeres.
Golpes suaves en la puerta de mi habitación, hacen mirar por sobre mi hombro y caminar hasta ella.
Al abrirla me encuentro con un personal del servicio del hotel en su perfecto uniforme en azul oscuro.
- Lo esperan abajo, señor... - El chico me habla.
- ¿Quién? - Pregunto ante la posibilidad que aparte de la editorial, otros y por infiltración, se enteren de mi llegada, por más que usé para registrarme con el apellido de mi madre.
Abre el la esquela de recepción para leer el nombre.
- Su hermana, la señorita Luz María...
¿Qué?
¿Se hizo anunciar como mi hermana?
- Mi pequeña... - Gruñí bajito y divertido por su ocurrencia, buscando mi saco del respaldo de uno de los sillones, seguido a salir y seguir al muchacho.
Todo fríamente calculado.
Llegó el día para disfrutarla unos minutos a solas antes que todos me reciban y no sé, ante esto que dijo si morirme de risa, a carcajadas o de vergüenza.
Opto por lo primero mientras ingresamos al elevador.
No podría haberlo hecho mejor, arbolito.
LULÚ
Bajé del coche, deteniéndome en el medio de las escalinatas que te llevan a la entrada de este hotel.
Majestuoso y cuatro estrellas, aclaración aparte.
Para tomar por segunda vez, otra exigida respiración antes de proseguir, tranquilizando con unas palmaditas mi pecho y repitiéndome una y otra vez que solo era dejar la llave del auto e irme.
Y para mi alegría, algo funcionó.
Sacar el aire, ayuda.
Ya en su lujoso vestíbulo y recepción de entrada a una de las dos sofisticadas recepcionistas, me anuncio con el mensaje bien claro y conciso que estoy a su espera.
Entregar la llave y te vas Lulú, me digo apoyada contra este mientras veo como a un chico que llama por su servicio y entregando el mensaje, asiente y va por Clarence.
Y carajo.
Porque en solo decir su nombre mentalmente, ya palpitaciones que intento controlar.
CLARENCE
El ascensor anunció su llegada al piso, tomamos el que estaba cerca de la mesa de entrada.
Y por eso, ni siquiera hizo falta buscarla.
Bastó mientras estas se abrían, que lentamente levantara la vista, para ver a Lulú junto a ella.
El cansancio del supuesto viaje con su jet lag, solo es adrenalina, porque que la vi ayer.
Y ahora nuevamente, pero a tiempo y placer que me iba hacer.
Alcé una comisura de mi labios.
Porque, soy sudor y latidos combinados...
Ya que siendo una dulce de niña, para luego crecer y convertirse en una adolescente y estos últimos 8 años en toda una mujer.
Lulú era y seguía siendo por más granito que diviso en su frente y quiere tapar con su pelo, la imagen más linda para mí.
Y tomándola de sorpresa, por seguir la etiqueta que me puso.
Al llegar hasta ella y sin aviso, la estrecho con fuerza contra mí.
Lo que no pude hacer en en un principio en la editorial por tener como moscas encima mío a ese séquito besa trasero, por ver mi firma final en su contrato y apenas por tiempo en el baño.
Para nuevamente inhalar en la marcha, el aroma de su pelo y por lo que siento que sucedió.
Que nos separamos una eternidad.
Seguido a inclinarme para besar su mejilla, percibiendo con eso, un diminuto y mal disimulado estremecimiento ante mi toque, después de todo este tiempo.
Pese a que sigue entre mis brazos, no levanta su mirada todavía.
Sus mejillas están rojas, su pecho respira rápido y su mirada más celeste que nunca y como ayer, no se nivela con la mía.
No se atreve a mirarme, pudor y timidez la consumen mientras hago un gesto de costado a mi pelo, que por mirar hacia abajo tapa mi visión.
Y se lo comprendo, ya que en el abanico de muchos infiernos que tiene el humano, el emocional es el peor.
Y el que la consume a Luz en este momento y después de que me fui, fue rabia y me debe odiar mucho por más que está fuera de toda maldad.
Y mi boca tuerce, otra vez una esquina de mi boca por una media sonrisa.
Pero la realidad.
Es que tanto ella como yo, sabemos que estamos locos el uno por el otro...
LULÚ
- Las llaves... - Salgo del apretujón de su abrazo como ayer y por las miradas de la recepcionistas ante eso.
Como mucho, viniendo de hermanos.
- Es el negro... - Le indico por su llavero la marca que es, cosa que la toma.
Pero con el llavero, mi mano.
- Almuerza conmigo, Lulú... - Me pide y niego.
Lo hago decidida.
- No puedo.
- ¿Por qué?
- Porque es tarde y ya lo hice...
- Yo no, hazme compañía...
Interrumpo negando otra vez.
- Lo siento... - Logro sacar mi mano de la suya y doy los primeros pasos para irme.
- ¿No me vas a de dejar, siquiera explicarte? - Pero su voz me detiene. - Por favor Luz, solo el almuerzo y te dejo ir... - Me ruega.
Y sé, que su voz es sincera con su tono de súplica.
Y dentro mío es una lucha interna de dolor y ganas de estar con él.
Si hubiera sido de otra forma su despedida y por más años que pasó entre nosotros, estoy segura.
Cosa, que celosa por no poder hacerlo.
Y por estar fuera del ambiente laboral, ya me hubiera lanzado a sus brazos con comodidad y no solamente planear este almuerzo tardío.
También, las cenas como meriendas de lo que nos quedaba de nuestras vidas, sin poder conciliar que me aleje nadie de él.
Nunca más.
Pero y por sobre mi negación, al fin y girando mi cuerpo hacia él, solo asiento en silencio.
CLARENCE
Pedí un paraguas en la recepción, porque no llevé a Luz María hacia el estacionamiento.
Mi objetivo no era conducir.
Ya que no estaba en mí, darle tras el almuerzo y estando en él, la garantía de llevarla después de la comida a su casa.
Y aunque, cabía la gran posibilidad que se pueda tomar un taxi.
Me jugaba a favor la lluvia y con ello la alta demanda.
Yo quería, que se vuelva al hotel conmigo y estar más con ella.
Convencerla y devolverle estos 8 años de ausencia sin mí, y que toda ella sin saberlo me lo reclama.
Por eso y antes que su cabecita trabaje más horas extras de todo esto y tomando el paraguas como nuevamente su mano que entrelacé a la mía con cariño, le indiqué que fuéramos en dirección a la salida frontal y principal del hotel.
Una vez fuera, abrí el paraguas para ambos y rodeando su hombro con mi brazo para que no se moje.
Y por volver a sentirla cerca mío.
Caminamos por la acera poca distancia.
Solo a un restaurant cerca del hotel.
Como dije, no deseaba que se aleje y quería que regrese conmigo.
LULÚ
Tomé asiento frente a él al entrar, mientras un mesero nos indicó nuestra mesa.
No me pasó desapercibido que Clarence ya lo tenía reservado, porque el chico al verlo y decir algo, sin dudar nos condujo a ambos a esta mesa solitaria en una bonita ubicación, sobre las restantes ocupadas de comensales.
Negué en pedir algo de comer, pero sí, algo para beber mientras Clarence solo se limitó a pedir un café.
- Mentiroso... - Dije. - ...si almorzaste...
Sonrío, dando una última indicación al mesero y entregando la carta.
- Mentirosa... - Me dijo él. - ...tú, no almorzaste... - Apoyó tranquilo su barbilla en un puño divertido.
Era verdad, no lo hice.
No tuve hambre por todo esto y alguito de cargo de conciencia, por mis megas barras de chocolate de anoche, gracias a él.
Y me permití sonreír un poco, inspeccionando la servilleta de tela entre mis dedos.
El camarero, apareció nuevamente trayendo los pedidos.
El café de Clarence y para mi asombro con mi vaso grande de jugo de naranja exprimido, una porción de tarta de carne.
Y no puedo negarme, ya que mi estómago vacío y al sentir el aroma de la comida recién hecha, gruñó un poquito, causando que me avergüence y Clarence sonriendo, me incentive que tome el tenedor.
Y lo hice entre indecisa y hambrienta, como él bebiendo un poco de su taza.
- Lulú... - Me llama, dejando la taza en el platito.
Y del otro lado de la mesa, volví a negar.
- Clarence... - Murmuré, dejando yo mi tenedor. - ...soy feliz que regresaste y lo soy también, al trabajar en la editorial que firmaste, ya que es éxito para ella por haberlo conseguido, siendo el gran escritor que te convertiste en estos años... - Hablo, mirando como otro mesero sirve a la mesa de al lado. - ...pero, solo quiero hablar de trabajo. - Le digo con firmeza. - y como tal y aunque sea solo una empleada, prometo poner lo mejor de mí, para que estés conforme... - Finalizo, retomando mi comida y ahora ver como y por la gran vidriera, aumentó la lluvia y con eso, las personas que transitan apuran sus pasos.
Cuando creí que se podía resistir en conversar de nosotros, noto que se sonríe complacido.
- No esperaba menos de ti, Luz María... - Responde, dando otro sorbo a su café.
Y que me llame con mi nombre completo, no me alerta.
Pero sí, llama mi atención para bien.
Ya que me hace comprender que escucha y respeta lo que dije.
Creo.
- ¿Entonces, me ayudarás? - Habla en lo profesional.
Creo, de vuelta.
Sin embargo, afirmo determinante.
- ¿Segura? - Jodida palabra que dice y me hace sentir rara, sin saber el por qué.
Pero vuelvo a asentir y percibo que sonríe.
Y en este punto, ya no sé, si es en lo profesional y por eso, siento que mis mejillas arden y para disimular, me pongo de pie.
- Voy al baño... - Le digo y no espero siquiera a que me conteste.
Me encamino veloz, donde un cartel lo señala.
Aire.
Aire repite mi cerebro como pecho, una vez dentro y por necesidad a lo fresco, abro la canilla para mojar mis manos y pasar algo del agua fría por mi nuca.
Seguido a secarme con las toallas de papel sacando varias, para luego y apoyada contra el lavado, intentar calmar los latidos acelerados de mi corazón como analizar todo esto.
Ya que y por más conversación tranquila y pese a tanto tiempo, ver a Clarence, sumado a lo que me dijo ayer.
Que vino por mí.
Soy una sola palpitación.
Y a mi mente viene mi carta, que nunca leyó y yo rompí en docenas de pedazos hace mucho tiempo con intenciones por más pétalos de rosas y todo, tirar a la basura.
Que, inútilmente por falta de coraje.
Pero, con exceso de amor.
Nunca pude y guardo en un cajón.
Salgo del baño, observando mi demora y con temor a que entre acá, también por mi ausencia.
Pero Clarence, sigue sentado y eso me alivia.
El tema, es aliviar la locomotora que es mi corazón.
Y caminando hasta donde está como si nada y sobre una exigida exhalación antes, no puedo continuar, ya que al pasar por su lado, su mano otra vez sujeta la mía y me conduce, jalando suave a que pase por atrás suyo para que tome asiento al lado de él y no frente suyo como antes.
- ¿Qué haces, Clarence? - Murmuro sorprendida, mientras corre la silla para que me siente.
Se sonríe, atrayendo la silla y ya conmigo encima, más a él.
Seguido a dejar descansar su cabeza en mi hombro, sorprendiéndome más su actitud.
Y suspira largamente, como si por fin pudiera descansar plenamente.
- Ahora puedo hacer esto, después de tanto tiempo... - Murmura, mirando unas parejas sentadas a la par mientras comen y conversan divertidos, mientras acomoda más el lado de su rostro en mi hombro.
Yo, también los miro.
- Pero, no somos nada... - Muerdo mi respuesta por decir eso en voz alta.
- Por ahora... - Me responde y vuelvo hacia él por lo que dice, llegando a mi tope de asombro por si algo faltaba.
Pero Clarence no se inmuta.
Se limita a cerrar sus ojos un rato y acurrucarse más contra mí, y sin importar si muchos nos observan o hasta lo reconocen.
- ...no te muevas, Luz María. - Me pide. - Solo quiero sentirte así, un momento, no me rechaces por favor... - Me ruega, lleno de felicidad tranquila.
Y permanezco inmóvil, sin saber que diablos hacer.
Pero, me atrevo al fin.
Dios.
A mirarlo de lleno y volteando mi rostro hacia el de él, descansando sobre mí.
Un suspiro es la poca distancia del mío con el suyo.
Y otro tanto, de sus labios con mi boca.
1, 2, 3, 4, 5, 6, 7 y 8, cuento interiormente mientras me lleno de él, aprovechando que mantiene sus ojos cerrados.
Y mierda con mi corazón y sus interminables latidos, más acelerados ahora y como esa vez.
Porque, me confirma lo de 8 años atrás.
Que solo, me basta darme cuenta nuevamente y con solo 8 segundos, que sigo tan enamorada de Clarence como siempre.
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