CAPITULO 19

LULÚ

Hago deslizar con ganas la ventana de mi departamento y al momento la brisa mañanera entra y me dejo terminar de despertar por ella, como cada día hago al levantarme y antes de prepararme para ir al trabajo.

Y cierro mis ojos por unos breves segundos para aspirar todo lo que mis pulmones me permiten, una fuerte respiración vigorizante, para luego exhalar fuertemente.

Abro mis ojos, mirando todo y dando mentalmente los buenos días a la ciudad y al mundo.

Sonrío feliz.

Hoy va ser un gran día...

CLARENCE

La lluvia de la ducha, golpea mi cuerpo mientras enjuago del champú mi pelo con ganas como cuerpo del jabón.

Minuto después, salgo ya envuelto en una toalla mi cintura mientras con otra seco con fuerza mi pelo húmedo, yendo a la habitación del hotel.

Sobre la cama, ya descansa la camisa blanca perfectamente planchada por el servicio como en un pie colgando de su percha, el traje con su corbata a tono n color gris tiza.

Terminando de secarme, me acerco al gran ventanal con vista panorámica desde la altura que me encuentro, para mirar el paisaje en sus 180 grados que me regala de la ciudad con sus primeras horas de la mañana.

Sonrío.

Hoy, es el gran día...

LULÚ

Comiendo unas cucharadas de granola con yogurt de pie y mirando la hora.

Muy a tiempo.

Dejo de desayunar para terminar de secarme el pelo tras una ducha, alisando lo más que puedo mi pelo largo y en el proceso en ropa interior, abro mi armario por la ropa de hoy.

Satisfecha, saco mi falda favorita y una camisa entallada que juntas hacen una bonita pareja, seguido a buscar mis zapatos abajo de mi cama.

CLARENCE

Con el pantalón de vestir ya puesto y calzado, tomo la camisa frente al espejo y de un movimiento, me lo pongo en el momento que tocan con suaves golpes la puerta.

- Adelante. - Digo, mientras de un maletín personal arriba de un mueble, selecciono los gemelos para los puños como reloj para ponerme.

El chico del servicio entra dándome los buenos días y con él, empujando una mesita con ruedas con el desayuno, cual agradecido le indico que lo deje en la mesa de la sala que tiene la habitación.

No pedí mucho ayer cuando llegué.

Solo café cortado con leche, fruta y unas masas.

Le entrego una propina caminando hacia él, mientras me abotono la camisa y su turno de agradecerme cordial, para luego retirarse y volver a quedar solo.

LULÚ

Ya lista y como última cosa ante de salir y chequear por última vez mi rostro, apenas maquillado con brillo labial en un espejito que dejo sobre la mesada de mi pequeña cocina.

Me pongo a un lado de mi pelo suelto, mi hebilla de rosas.

Y mi boca dibuja una sonrisa, mirándome y colgando mi carterita.

- Lista... - Me digo, tomando las llaves para abrir y marcharme.

CLARENCE

Mis zapatos de vestir son el único sonido por el lustroso piso del hotel al salir de mi habitación.

Cruzo un par de personas que se hospedan y saludo cortés como ellos y en el intervalo, poniéndome mis lentes oscuros, caminando en dirección a los ascensores.

Es uno de los mayores categoría de la ciudad y por ende, la mayoría, gente pudiente o de renombre, corriendo el riesgo que haya a la espera por noticia algún reportero a la caza por una primicia.

Y al ver llegado hasta acá, sobre mucho sacrificio.

No quisiera correr el riesgo que todo se vaya al tacho de la basura, anunciando mi llegada antes que Luz María.

Cerrándose las puertas del elevador ya dentro y haciendo a un costado mi pelo ondulado, hago unas últimas llamadas para terminar de tener todo bajo control este día.

LULÚ

Mis dedos no dejan de teclear frente a mi computadora en el trabajo.

Tan concentrada y sin parar con mi lápiz en mis labios jugando, que luego de varios minutos y por recordar que dejé mi vaso de café.

Uno muy frío ahora.

No bebí y siendo mi predilecto en el local a pocas cuadras de mi trabajo.

Extra espuma de leche como crema batida con ralladura de chocolate amargo arriba.

También noto y por el pequeño tilde de luz roja que no deja de pestañear por mensajes acumulados, mi celular a poca distancia de una de mis manos en mi mesa de trabajo.

Lo tomo para chequear.

- Guau... - Murmuro, al ver que son varios de mi madre.

Dos, preguntándome como estoy.

Otro tanto con imagen incluida del regalo de aniversario de matrimonio del tío Fresita y Connor, elegidos en conjunto con la abuelita Vangelis y la tía Hope, cual la fiesta será en pocos días.

Y sin abandonar el lápiz en mi boca que mordisqueaba con ganas.

Y hasta babeando, lo incluyo.

Le respondo rápidamente a todo lo que me consulta con una cadena de emojis con colores y formas que demuestren por sobre todo, que estoy muy bien.

Seguido a dejar mi móvil con un suspiro tranquilo y mirar mi nueva como quién dice, realidad.

La que me rodea y veo por sobre mi box en esta inmensa oficina de la editorial en su piso y soy una más, de muchas docenas que hay a metro y nada de distancia de uno junto a la otra.

Un hormigueo constante de voces como masa humana por compañeros de trabajo que sumergidos en este, sea sumergidos en su labores y muchos a contra reloj, van y vienen o simplemente, estacados en sus sillas y como yo, frente a su computadora y olvidándose hasta de comer o el mismo mundo.

Y cual muchos dedicándose a los que le gusta y recibieron y otros en el tema como yo.

Esperando su turno en el tiempo, pero dedicándose a lo más cercano.

En convertirnos algún día en un autor consagrado y con nuestra primer obra al público promocionada.

Pero, lejos todavía de pasar al siguiente nivel o escalón, una editora.

Ahora solo y simplemente, una junior y que todo el jodido mundo pide.

Reclama.

Y demanda.

Como la secretaria de todo y aunque es agotador y más de una vez me interrumpen por mandados y pedidos.

No me quejo.

A lo mejor mis pobres huesitos.

Porque, todo tiene su precio y como mencioné antes.

Un derecho de tiempo con su paciencia para llegar más lejos.

CLARENCE

Al llegar al vestíbulo principal, me encuentro que ya y a mi espera, me recibe el director en persona como un séquito de su gente en la planta baja del edificio para darme la bienvenida y ser parte de ellos al estrechar mi mano como la Ismael a mi lado tan alegre como ellos por haber cerrado contrato definitivamente.

Me muestran con orgullo parte del lugar mientras lo sigo al ascensor y en el proceso me augura los cientos de beneficios como esfuerzo que van a poner al firmar con ellos.

Creo.

Ya que, sinceramente no le presto mucha atención.

Eso se lo dejo a Ismael que se encargue, porque jodidamente yo por más seriedad que demuestro y asintiendo a lo que carajo diga el hombre como su activos.

Mi cerebro como corazón y con cada piso que subimos, solo palpita ante la idea que en nada, Luz María y yo nos veamos frente a frente.

He intento respirar pausado por eso.

Lulú...

LULÚ

- Lulú, necesitaría que hagas copia en la fotocopiadora de todo esto... - Una compañera, me habla. - ...el director lo necesita antes de la reunión del mediodía... - Sin esperar mi respuesta y por sobre mi box asomándose, deja una montaña de hojas para copiar.

Interrumpiendo mi trabajo propio de una reseña que hizo otro compañero y yo paso en limpio.

Una de varias que tengo que hacer, mención aparte.

Solo asiento y quise responderle, pero olvidando que aún llevo el lápiz en mi boca, me sale algo intangible mezcla con baba y ella me mira desagradable antes de irse.

Escupo el lápiz notando, no solo que lo babee.

También, que en su centro está todo mordido.

Mierda.

Pero sin perdida de tiempo y tomando desde mi escritorio un post-it y sabiendo como va a seguir la mañana, anoto ese pedido, seguido ponerlo en un lado de mi brazo.

Brazo que ya tiene otros tres pegados con más encargos de otros compañeros que lo hicieron antes que ella y cada uno como siempre y por eso los amo.

Como todo lo que es librería.

Lo que sería en mi mundo, una juguetería.

Por ser pequeñas hojitas autoadhesivas de varias dimensiones, formas y colores.

Y siendo mis predilectas las cuadradas con tonos brillantes.

Notando la hora, deslizo mi silla para ponerme de pie y dejar por el momento en pausa mi propio trabajo, así mis compañeros tienen a tiempo sus demandas.

Cosa que al hacerlo y en el trayecto a la fotocopiadora, otro compañero me pide el favor, si a mi vuelta le puedo traer un café de nuestro propio lugar y al venir sobre uno de los corredores que los mismos box hacen por sus espacios, una compañera me suma a la pila de papeles que ya cargo, otro montón para que también se haga copia con necesidad de urgencia.

Solo afirmo a cada uno eficiente y porque de eso se trata mi vida laboral por el momento, cosa que para no olvidar, sumo a mi brazo otro post-it dejando un segundo mis acumulado papelerío para escribir.

CLARENCE

Llegando al piso, salimos y el director como siempre y fuera esto un paseo didáctico, sigue mostrándome el lugar.

Bastante grande, ahora que miro con detención.

Entre ello y lo que reconozco al pasar por el pasillo, la puerta, cual lleva a la habitación donde se hizo la entrevista meses atrás y Luz María como otros dieron su entrevista laboral.

Para luego y al seguirlo por otro corredor, la vista de una pared plasmado en retratos sofisticados y prolijamente puesto uno al lado del otro, las portadas de las novelas que hicieron y cual en una y entre las mejores, ahora en blanco por no haber elegido todavía la portada, figurará la mía.

Con Ismael nos miramos y nos sonreímos.

Niego divertido.

Su comitiva tras eso, abre la puerta siguiente por nosotros y pasamos.

A lo que realmente quería y esperaba.

El de edición.

Y por fin, sonreí de verdad y a gusto.

Y ahora, era yo el feliz viendo todo y el que quería ir adelante de todo reemplazando al director, pero contuve mis ganas dejando que todo siguiera su curso, pero sin dejar sobre el mundo de personal que era el lugar, si divisaba a Luz en alguna parte.

Porque, quería ser el primero en localizarla antes que ella.

Y lo hice siguiendo la comitiva y al divisar en una pequeña habitación lateral que era el de fotocopiado. 

Latidos.

Que ella estaba ahí, sin darse cuenta de nada por estar a espalda y muy concentrada frente a la máquina haciendo copias.

Hice un gesto a Ismael que siga al director como su gente, que sin percatarse de mi breve ausencia, siguió con su bla bla y con esos segundos.

Me apoyé feliz contra el marco de la puerta y a medio esconder.

Yo, disfrutar a dos pasos de distancia, de la mujer que amaba y nunca se lo pude decir.

LULÚ

Minutos después y la luz con su ir y venir con su sonido característico, va haciendo copia de mis pedidos.

Y terminando el primero agradeciendo que era el más extenso.

Cientos de páginas.

Tacho mi primer post-it pegado de mi brazo a modo trabajo hecho, para seguir con lo siguiente y en el proceso, saludando a un compañero que en otro culminando lo suyo quedando sola.

Y aprovechando que nadie está y bajo ese siempre ruido de la fotocopiadora que fehaciente no deja de reproducir hoja que voy poniendo, arreglo como aliso algo la camisa que llevo puesta dentro de mi falda clásica como mi pelo bastante largo, pasando de llevarlo suelto y tomando una coleta que decoraba mi muñeca, a llevarlo recogido con una cola para mayor comodidad y por comenzar a sentir calor.

Terminando el segundo pedido que este no era descomunal.

Cosa que agradezco.

Comienzo con el tercero y último en copias, que siendo bastante, sin pérdida de tiempo prosigo.

Me hago aire en mi nuca, cual ahora despejada de mi pelo y con una exhalación de alivio, siento fresco por mi mano libre abanicándome sobre mi piel por ese continuo calor.

Y carajo.

Doy vuelta una misma hoja, ya que me piden de este, copia de ambos lados.

Porque, jodidamente siento demasiado y para mi gusto calor.

Como si fuera un pleno verano, cuando apenas arrancamos la primavera.

Ilógico.

Más, ya que todo el piso cuenta con aire acondicionado centralizado.

¿Sera hormonal?

Me digo con una mueca pensativa, buscando en mi cerebro mi fecha próxima menstrual.

Pero niego, porque falta sus buenos días y no tengo para nada cuando se acerca, esas ganas descomunal y voraz de comer chocolate, cosa que lo hago cuando llega.

No.

Eso no puede ser.

Llegando a mi segunda opción, quedando petrificada.

Este escalofrío lleno de calor.

Sí, eso existe.

Difícil de creer, pero les juro que real.

Ya que es y me doy cuenta, cuando sientes que te observa alguien.

Sí, tal cual.

Y por eso y dejando un momento de seguir fotocopiando, me volteo sobre mi lugar para mirar la puerta de entrada que siempre estaba abierta.

Pero en ese momento y velozmente, solo noto por su ligereza una especie de sombra con una porción rápida lo que parece que fue una espalda vestida con algo gris.

No sé, si era hombre o mujer.

Pero sugiriendo lo primero, ya que lo poco como veloz que observé, parecía el género con su textura de un saco.

Como los de vestir de hombres con sus trajes.

Sacudo mi cabeza.

Creo.

Ni idea.

Porque vuelvo a citar y todo fue como a la velocidad de la luz que apenas divisé y a lo mejor, tranquilamente mi mente pudo imaginar y me lo confirma sin dar tiempo a seguir analizando, no solo al ver que un grupo de compañeros pasan seguido a ello.

Me encojo de hombros, retomando mi trabajo a la máquina de fotocopiar.

Capaz lo imaginé.

Sino, también.

Que mi celular vibra con otro mensaje.

Lo saco presta del bolsillo de mi camisa para leer y sonrío, olvidando completamente lo sucedido hace un rato, al ver que es mi hermano menor por dos años.

Caylen pidiendo si le presto su coche, porque una de las ruedas de su motocicleta quedó en llanta y necesita tras salir de su entrenamiento de fútbol ir con urgencia por un amigo al aeropuerto.

No pregunto por quién mientras le confirmo que sí, porque mi hermano y perteneciendo a un plantel de segunda división, pero con futuro a pasar a primera, tiene cientos de amigos que como él y por cuestiones de su club, van como vienen haciendo amistad.

Río.

Con millones de amigos que hace honor la canción antaña del cantante Roberto Carlos y papá gusta.

Y culminando lo último de mis fotocopias, le confirmo que sí, seguido a tomar otra vez mi montaña de hojas.

Ahora con sus copias y tras tachar mi última labor en mi papelito multicolor adherido a mi brazo.

Guardo mi celular para retomar mi vuelta a mi box.

Y el movimiento casi llegando es más movido.

Más bien revuelto, podría tranquilamente confirmar.

Y por eso, camino con prudencia de que no caiga todo mi papelerío entre mis manos y por la poca visión con su alto entre compañero y compañero pidiendo paso.

Entregando en el escritorio del primer pedido puedo ver, que no solo no está mi colega, también un poco más por ser menos mi montaña, observando en lo que es este inmenso piso, que en un extremo y sobre la puerta de vidrio de nuestro superior gran parte de trabajadores como el mismo director rodean y conversan con alguien ajeno a nosotros y pareciendo que con su llegada o aparición.

Sincera, no lo sé.

Todo el mundo le habla extasiados como compenetrados a lo que él va respondiendo.

Y digo él, porque es un hombre.

Su espalda a nuestra dirección lo delata, vestido de traje prolijo en tono gris, cual debo admitir que lo calza muy bien, ajustando y entallando donde debe perfectamente en su altura que sobrepasa a varios compañeros.

Sigo entregando mis pedidos para liberar mis manos y poder ir por el bendito café que me pidieron y pasando a otro corredor de box, sin dejar de ver al tipo que antes llevaba sus manos en los bolsillos de su pantalón de vestir, ahora y por algo que el director le dice haciendo reír a los que lo rodean, él solo asiente con una mano a su vez, peinando tipo tic, su pelo castaño y algo ondulado hacia atrás.

Lindo gesto debo admitir.

Y la curiosidad como todos en el piso, sea en el entorno que lo rodea a distancia nuestra como resto de nosotros me puede, al igual y sin saber por qué, algo familiar en toda su persona.

Y procuro hacer memoria, depositando el último monto de hojas fotocopiadas en su respectivo escritorio.

Cosa, que mi mente no quiere cooperar para nada.

Pero de lo poco que distingo en su presencia, todo él me dice que sí.

Su piel que porción de su nuca despejada me deja ver, es más dorada.

Como aceitunada o propia de haber estado una buena temporada bajo el sol y lo poco de su perfil que puedo captar por seguir siempre a espalda y realmente, desde donde estoy la distancia no ayuda mucho.

Su ángulo de esa barbilla apenas visible como la línea de su nariz, acusando ser recta.

Lo parece.

Me dice y repito.

Familiar.

Y por eso, me inclino a mi compañera que como yo y entregué dos segundos antes sus fotocopias, también mira absorta y puedo decir hasta fascinada al hombre como yo.

- ¿Quién es, para tanto alboroto? - Le pregunto intrigada.

Y por hacer esa simple pregunta me mira desde su silla, entre horrorizada como asombrada y la misma, hubiera sido la más tonta del mundo.

Ladea su cabeza hacia mí.

- Lulú, aunque arrancaste hace poco, pero estudiaste mucho y siendo amante de los libros... - Lo señala con el bolígrafo entre sus dedos. - ...y no sabes quién es? - No se la cree.

Y sincera le niego por más que achino mis ojos como si fuera que eso, me daría una mejor visión.

Lleva toda su espalda al respaldo y así, hacer girar su asiento por las rueditas del mismo al costado de su box donde estoy, pero con un último vistazo y hasta creo que gimiendo por eso, porque les recuerdo que lo poco que se ve, es muy atractivo a los ojos femenino.

Y masculinos por qué no, también.

Para mirarme con aire de desaprobación.

- Él es... - retoma su mirada hacia chico. - ...el dueño de nuestros suspiros, el amo de nuestros prototipos de hombres... - Sigue, totalmente revolucionada y con pasión. - ...el cacique por excelencia de los escritos New Romance del género erótico o vainilla del mundo...el maestro de los maestros, siendo envidia de sus colegas y amor inalcanzable de cualquier mujer... - Y su boca sigue explayando todo tipo de adjetivos amorosos, fans y hasta sexis por él, mientras ambas lo miramos. - ...y la codicia por tener la exclusiva de su próxima novela, cual toda editorial la disputa... - Lo vuelve a señalar llena de admiración. - ...porque él es...Clarence Montero... - Y mi boca cae.

Como parte de mi cuerpo.

Mejor dicho.

Mi trasero hacia atrás, causando que en el retroceso colisione con un lado de otro box y por ello con su empuje, la silla vacía de este, golpe violentamente a un lateral tambaleando el mismo y algunas cosas caigan de su superficie.

Ruido y vibración que hace.

Maldita sea, no.

Que todos.

Repito.

Absolutamente todos, miren a mi dirección.

Incluido, mi director con su séquito y Clarence.

Ay, no...

Y veloz como hasta simbiótica con ellos a darse vuelta, yo cobardemente me acurruco.

Ok, me escondo.

Abochornada sobre mis rodillas por bajar de golpe y hasta rogando que el piso me abrace.

O mejor, me trague.

Un bullicio se arma por eso, cual nuestro jefe pide explicación.

Lo bueno, sin venir hasta donde estoy refugiada.

Y agradezco con un inmenso respiro eso, mientras escucho que mi compañera pide disculpas.

Pero, ese respiro se corta a mitad de largarlo.

Porque mierda, los siento acercarse y no solo a ellos.

A todos.

Carajo.

- ¿Qué hace, señorita Grands? - La voz del director me habla espalda a mí.

Sí, por seguir agachada y refugiada en el maldito escritorio que no me cubre toda.

- Lo siento... - Es lo que me sale, recogiendo las cosas y sin jamás verlos. - ...trastabillé y cayeron cosas... - Me excuso, acumulando un retrato del suelo que gracias a Dios no quebró su cristal, una perforadora, un par de papeles y en el proceso, rogando que se vayan.

Y no puedo seguir dando excusas, porque al tomar lo último del piso.

Dos resaltadores.

Una mano dorada y masculina toma una, para entregármelo personalmente al estar inclinado sobre una de sus rodillas a mi lado y en actitud de ayuda.

Ni siquiera lo miro.

Pero siento como él hacia mí, sí.

A nada de distancia y hasta rozándose levemente mi rodilla con parte de su muslo trabajado flexionado en su exquisito pantalón a juego y vestir de su traje de género gris claro.

Calor y vergüenza.

- ¿Arbolito, estás bien? - Y su jodido tono de voz, me pregunta.

Rayos.

No.Puede.Ser...


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