CAPITULO 6
ARTHUR
La súbita presencia de Didier en mi estudio, me hace apenas virar mi vista a la pintura que no dejo de retocar con el grafito, lo que comencé días atrás.
No pude dormir como se debe, casi nada en realidad.
Mucho por mi sistema que ante la euforia de volver a pintar, me sacaba el sueño.
Mi camisa pese a su calidad lo avala, porque gran parte está por afuera de mi pantalón como sus arrugas a la vista por recostarme sin desvestirme, cuando quería conciliar el sueño anoche, al igual que sus puños arremangados hasta la altura de mis codos con señales de pintura, por hacerlo sin siquiera limpiarme en el apuro.
Y mi pelo es otro tanto y no se queda atrás.
Ya que, lejano al peinado riguroso que llevo en reuniones, mis apariciones en la galería o cualquier reunión con potenciales clientes, ahora y como anoche en mi desvelada, lo siento revuelto a un costado, como cayendo ondulado por un lado, lejos de la ayuda de mi boina para retenerlo.
Escucho como deposita papelerío en el espacio libre de mis pinturas en la mesa a mi lado, distinguiendo algo de documentación del edificio finalizando su remodelación y otro tanto que no abandonan su manos.
- ¿La galería ya está lista? - Consulto, mientras mi lápiz retoca la ondulación de la figura con pequeños trazos.
- Sí, señor Arthur. Levantando y despejando todo. - Y sonrío complacido frente a mi dibujo.
- ¿Entonces a termino para la fecha?
- Con día y horario, ya haciéndose cargo la imprenta para las invitaciones, señor... - Eficiente y en el ínterin, chequeando la hora desde el reloj que cuelga de un bolsillo de su chaleco a través de una cadenita de plata y cual notando la que atraviesa, escucho que camina hasta otra, donde una jarra de cristal con agua fresca y vasos a juego descansan.
Sirve un poco en uno y retomando su vuelta hasta mí, me lo deposita acompañado del pastillero, obligando a dejar mi grafito.
- Debería descansar... - Me dice. - ...su semblante denota mucho cansancio. - Me dice con la tranquilidad que es su marca registrada mi viejo amigo.
Y lo miro por sobre el cristal del vaso que bebo.
- Ya habrá tiempo para eso. - Es mi respuesta dejando el vaso y señalando los papeles restantes de su mano.
Como una especie de carpeta.
Creo.
- Los seleccionados por usted para que exhiban sus obras en la inauguración. - Responde a mi curiosidad, seguido a sacar otras hojas bajo ellas y aparte. - Y lo que me pidió en averiguar... - Finaliza.
- ¿Puedes leerlo? - Pido y Didier no se hace esperar.
Comienza a hacerlo, mientras yo tanteando mi banqueta tomo asiento y cruzo mis brazos, para solo escuchar atentamente lo que su boca lee en detalle.
GLORIA
- Carajo... - Maldigo sobre la acera y al lado de la casetilla de correos.
Una linda versión en miniatura de una casita blanca con techo rojo.
Viendo entre media docenas de sobres, dos que causan mi maldición como ceño fruncido.
Facturas a pagar y una ya vencida hace meses, solicitando el banco que me haga cargo de la situación, ya que está a mi nombre.
Desinflada cierro la puerta una vez dentro y me desparramo contra esta sin mucho ánimo, pero a su vez, deliberando por una buena solución.
Una, que no me ilusiona mucho, pero otra no le encuentro.
Honor viendo mi estado como trasero en el suelo, se acerca y también toma asiento a mi lado y contra el piso.
-¿La hipoteca de tus padres? - Pregunta entendiendo y mirando uno de los sobres.
No hace falta que mi amiga tome lo que contiene su interior.
Es suficiente que note el rojo furioso del sello como advertencia que cruza el mismo, para que se de cuenta de que trata.
Miro a la nada, mientras afirmo y rasco mi nariz.
- Sabes que tengo un ahorro y... - Honor quiere decirme tomando mi mano, pero sacudo mi cabeza, sin dejar que prosiga.
- ...no. - Me niego a ello. - Honor ese dinero es tuyo...no y no...solo es cuestión de que consiga otro trabajo aparte de la cafetería...
- ¿Y tus estudios? - Su turno de interrumpirme muy contrariada.
Suspiro pensativa y la miro.
- Solo será por un tiempo hasta que me libre de la deuda...
- ¡Es injusto! - Exclama enojada y mi mejilla se apoya en su hombro.
Sí, tal vez lo es.
Pero, debo hacerme cargo.
Amo a mis padres y con la recesión que rige en todo el país, cual y por su edad, ya no es fácil encontrar trabajo permanente más que ocasionales, mi turno de procurar que no pierdan lo que tanto les costó y me vio nacer.
Nuestra casa.
Me abrazo a mi amiga.
- Poco tiempo, te lo prometo... - Le digo lo que siento.
Porque, así va ser.
Confianza y perseverancia es lo que me sobra.
Aparte.
Vuelvo a exhalar.
Creo que este impasse es lo que me hace falta para encontrar esa jodida transición o el significado de mi arte y encontrar mi verdadero yo como artista, según el viejo L'Rou.
El sol pega en mi frente y tengo que pestañear como utilizar mi mano para bloquear el reflejo calcino, al salir de un local que necesitan un ayudante de peluquería.
Y aunque doy con los requisitos, no con el que más demandan.
Experiencia y recomendación escrita que lo garanticen.
- Rayos. - Se me escapa en voz alta, mientras tacho con el bolígrafo otro fracaso en búsqueda laboral en el periódico.
En los tres anteriores no me fue mejor.
En dos ya habían contratado y el siguiente observando mi tamaño como poca altura, el encargado no me tuvo fe para el cargamento pesado del puerto con la llegada de los barcos, por más que y señalando mi espalda, le decía que podía ser muy buena en ello.
Por necesidad de algo dulce para motivarme y fresco por el condenado calor haciendo a esta hora de la tarde.
Tomo asiento sobre la misma acera de la primer tienda que encuentro, sin importarme lo que piensen los que me cruzo, destapando mi botella de cola helada y la bebo con muchas ganas y en el entretanto, masajeando algo cada lado de mis piernas por tanta caminata, como gimiendo un poquito por pies queridos que llevando mis adoradas botitas, están haciendo estragos mis tobillos ante el sudor y con su cuero.
Cosa y por tal sacando mi sombrerito de mi peinado, lo utilizo a modo abanico para airear parte de mi rostro por necesidad de un soplo de oxigenación, seguido a mis pies ardidos, para luego a mi lado de la acera y terminar de beber mi gaseosa antes de continuar.
Pero el tintineo de algo me hace voltear al instante.
Son unas monedas y hasta un billete siendo dejado en mi dentro de mi sombrero por alguien.
¿Eh?
Para encontrarme un chico y al chocar nuestras miradas, ambos neguemos al momento.
Él notando que no soy ninguna indigente al verme mejor y más detalle.
Y yo, procurando con ademanes y negando al mismo tiempo mientras me pongo de pie con ligereza, que no soy tal.
Por lo que lleva puesto.
Un uniforme muy bien cuidado.
Parece ser el chófer de alguien importante.
Y notando desde su parte, también inspeccionándome.
Que yo debo con urgencia renovar mi guardarropas.
Cual, lo admito y ni siquiera me molesto en ofenderme que me haya tomado por una especie de indigente, porque tiempo que no compro algo de ropa como vestidos y bonitos zapatos, más que mis queridos pantalones meses atrás y por tal, dejé un tiempo de cenar por ese costo.
- Lo siento... - Se excusa. - ...no debí, pero el sol de frente y verla...
- ...tirada en el suelo llevando un vestido algo desteñido... - Por tantas lavadas como usos. - ...sentiste la necesidad de ayudarme. - Cambio el final.
Me parece más educado como menos vergonzoso, así no se siente más culpable.
Sacudo su largo como sacando su donación de mi sombrero, así vuelve a mi cabeza y extiendo mi mano para devolverle su dinero.
- Aunque estoy buscando trabajo, no me hace falta. - Se lo entrego y lo acepta en silencio. - Porque tengo uno...
- ¿No tienes, pero tienes? - Se confunde y me hace sonreír.
- Tengo un empleo, pero estoy buscando un segundo. - Su expresión asintiendo ya me comprende.
Y acomodando mejor la gorra de su cabeza, me dice:
- Mi jefe está buscando alguien. - Murmura.
- ¿En serio? - Emocionada y nuevamente afirma muy sonriente en poder ayudarme.
Que lindo chico.
Agradable.
Toma mi periódico y hasta mi bolígrafo, y como haciendo memoria por un instante, prosigue a escribir con su puño y letra, mientras atenta lo sigo con la mirada.
Al finalizar me lo entrega.
- Se está hospedando en este hotel, en el piso presidencial. - Guau. - Solo di que vienes por la solicitud del empleo. - Me dice.
- ¿Así, sin más? - No me la creo tanta suerte.
- Así sin más. - Decreta sin dudar y con un saludo de mano antes de marcharse, dejándome asombrada y sin poder creer por el tamaño de mi buena fortuna.
Sin embargo otra cosa me sorprende o mejor dicho, me hace cuestionar y es que.
- No me dijo el nombre de su jefe. - Murmuro, una vez sola.
Mierda...
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