CAPITULO 3

GLORIA

Mi llegada a casa sobresalta a Honor por cerrar la puerta con demás fuerza y ver como asoma de la otra habitación, medio cuerpo para observarme desde su lugar como ingreso dejando mis cosas en en la entrada, me despojo de mis botitas y descalza, camino con pasos apurados a la cocina por algo de agua del grifo que bebo con ansias, seguido a desplomarme en una de las sillas que rodean la mesa y robando un cigarrillo de la etiqueta de mi amiga, enciendo para fumar largamente en mi silencio, ocultando parte de mi rostro y a su vez por un poco de calma, masajeando pensativa mi sien.

Toda yo, soy revolución y un cóctel de emociones por lo sucedido, tanto el rechazo del viejo L'Rou como mi atentado con la piedra al hombre de las escaleras.

- ¿Preguntar, cómo te fue, sería incorrecto? - Honor desde su lugar, pero más inclinada para verme me pregunta, sin saber si reír o mantenerse en una distancia prudente de mí.

Y creo que mi rostro, cual sea que tengo, lo dice todo al voltear a ella, exhalando el humo blanco de mi cigarrillo, porque hace un gesto entre triste y preocupación.

- Pero que, imbécil... - Larga desde su lugar en la otra habitación.

Ambas lo estamos.

Permanecemos así.

Honor desde su distancia, notando que está en la labor de cocer algo concentrada y yo, fumando el placentero sabor de la derrota multiplicado por dos de lo que fue este día.

- ¿Qué? - Solo repito por no entender.

Vuelve a sacar medio cuerpo, pero no me mira, solo continúa dando puntadas a lo que sea.

- El que te negó tus obras. - Estira el hilo con su aguja, para volver a clavarlo en la prenda y lo hace con vehemencia siguiendo su dicho, como si el viejo L'Rou en cuestión, fuera lo que cose.

Me hace sonreír, mientras apuñala la tela y apago el cigarrillo.

Suspiro.

- Dijo que no es lo que busca y que me falta algo... - Suelto más desparramada sobre mi silla para mirar el techo, como si las vigas con su madera tuvieran la respuesta del universo o por lo menos de como pintar mejor.

-¡Por Dios! Si eres increíble! - Mi amiga exclama al lado mío.

No la vi llegar y aunque dejó de coser, la blusa con la aguja colgando permanece en sus manos, siendo un manojo por apretarlos con dureza.

Misma energía que emana su lindo rostro por ira.

Palmeo su trasero.

- Tranquila... - Divertida, pese a que no llega a mi alma por frustración. - ...te saldrán arrugas si sigues con tu ceño fruncido. - Quiero calmarla y me mira más feo, dejando sobre la mesa la prenda.

- Me consuelas cuando tú, tendrías que estarlo... - Camina hasta un perchero en busca de su sombrerito. - ¡Pero no va a quedar así... - Prosigue como hablando con ella misma, mientras se lo coloca a un lado de su peinado. - La dirección, Gloria... - Voltea y me pide, chasqueando sus dedos por apuro.

Vuelvo a mi postura anterior en mi silla.

- ¿Qué? - Otra vez digo y me mira severa con una mano en la cintura y la otra ya con su cartera.

- La dirección de la galería, Gloria. Ese francés necesita que les acomode sus ideas o mejor aún... - Piensa, para luego mostrarme su cartera en alto. - ...que se las sacuda y vea la maravillosa artista que se va a perder.

Comienzo a reír poniéndome de pie, seguido a sacarle su bonito sombrero para que vuelva al perchero, como cartera al mueble y apoyar mis manos en sus hombros con cariño.

- Me encantaría, pero no hace falta. - Beso su mejilla, siendo suficiente para que se calme.

Camino a mi habitación y me sigue.

- No es justo... - Niega triste sobre mi puerta abierta, notando como me desvisto para ponerme mi uniforme de mesera, un bonito vestido en tono pastel con cuello y delantal blanco, incluido.

Sentada en mi cama, reemplazo mis botitas de siempre por unas zapatillas, también blancas.

La miro.

- Quiero creerte... - Lista, voy al espejo para ver mi rostro, ya que pronta mi entrada a la cafetería.

- ¿Qué dices? - Escucharme, la enoja. - ¡Eres grandiosa! - Eleva sus brazos. - ¡El que se quedó en la época de Cristo, es él!

La miro por el reflejo del espejo y la entiendo, pero girando a mi mejor amiga, reflexiono.

- El viejo L'Rou pese a que negó mis trabajos... - Procuro explicar. - ...no fue grosero, aunque el rechazo me dolió, Honor. - Ahora soy yo la que cuelgo mi carterita. - Solo me dijo que me falta algo...y le creo...

- ¿A él, si? - Indignada.

- No es cuestión de creer o no o a quién. - Me quedo pensando en lo último que me dijo. - Transición... - La reitero y sé, que Honor lo entiende.

Su rostro desencajado me lo dice, mientras con otro beso a su mejilla me marcho para no llegar tarde al trabajo.

Y porque hasta a mí, inclusive me cuesta asimilarlo o encontrar sentido a sus palabras.

Pero tomando un par de cosas que guardo en mi cartera.

Decidida.

Lo voy a encontrar...

Mi Elvis suena desde la fonola de la cafetería.

El estacionamiento al aire libre del lugar, revienta de coches con jóvenes dentro o apoyados en ellos, consumiendo sus batidos o pedidos de hamburguesas, mientras dos de mis compañeras atienden sus demandas sobre patines para mejor servicio.

Yo dentro con otro par, hacemos el resto anotando más encargos, sirviendo como llevando las consumiciones en bandejas, cobrando y por último, limpiando las mesas para que nuevos clientes tomen asiento.

Es de las cafeterías de moda, donde sus minutas son un auge en comidas rápidas con sus famosas malteadas de chocolates o diversidad de sabores licuados, acompañando al local, no solo su ubicación estratégica cerca de la estación central de trenes.

También.

La impronta de su decoración con temática alegre como musical, ambientándola con mobiliario incluido.

Y la no, menos importante.

La paga muy buena, cual y en mi caso no es lo que me sobra, para continuar viviendo tranquila y y poder seguir con mi arte.

Suelto un suspiro, desocupando una mesa por una pareja ya marcharse.

Por lo menos hasta que me haga un artista famosa y pueda vivir solo de eso.

-¡Gloria! - Volteo al escuchar la voz de mi jefe del otro lado del mostrador y llego hasta él, dejando a un compañero que tome mis trastos.

Eleva un pedido escrito en papel que saca de muchos que cuelgan por ganchos sobre la ventana interna y que une a la cocina, seguido a mirar la hora y recibiendo del cocinero la caja ya lista, voltea a mi dirección que espero del otro lado.

- Necesito que lleves este pedido que hicieron temprano a esta dirección, muchacha. - Me pide, recibiendo tanto el papel como pedido, cual despide un sabroso aroma a comida, recordándome que no almorcé y siendo tarde como cercana mi hora de salida, que no merendé nada, estando cerca el horario de la cena.

Y leyendo la dirección, noto que no es una casa como tampoco hotel o parecido, mientras asiento, porque me queda camino a casa.

Solo dice el nombre de la calle y su aproximada numeración.

Miro a mi jefe.

- Acá se encuentra el río... - No comprendo.

Se sonríe, acomodando mejor su gorra sobre su cabeza, ya que él también usa uniforme como todos nosotros.

- Para ser exactos, sobre el puente de los suspiros. - Me da la razón.

Es conocido y de los más pintorescos el lugar.

Un bonito puente de arquitectura italiana, ya que fue construido por uno que llegando de su país natal y enamorado de nuestra ciudad al radicarse y siendo de los primeros en habitarla cuando era solo un pueblo en crecimiento antes de la gran ciudad que se convirtió.

Para unir en su momento ambos lados que costeaban el río, levantando sus cimientos y utilizando la mismas piedras de la zona y aún se utiliza.

Y se podría decir, convirtiéndose en el corazón de nuestra ciudad, no solo por su gran diseño estilo veneciano y con el tamaño suficiente para la circulación de los autos hoy en día, como botes bajo él.

Además por su única ubicación, permitiéndote la vista maravillosa de la villa con su gran panorama y reflejando como espejo la misma con sus luces de noche.

Siendo llamada por eso y como tal, existe una en Venecia.

El puente de los suspiros.

Ya que este, es imposible al estar en él o sus lares, que no te robe una por su belleza propia como la que te regala con su vista.

- No será difícil. - Digo eficiente mientras tomo al mismo tiempo un vaso con batido sumándose al pedido, arrugando mi boca al sentir ese único aroma.

- ¿Menta? - Lo acomodo con el resto.

- Y chocolate... - Agrega mi jefe.

- Guau. - Murmuro, ya encaminándome hacia la salida. - Que gusto raro de malteada... - Es mi reflexión.

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