CAPITULO 17
GLORIA
¿Intentar conciliar el sueño con semejante propuesta?
Mirando recostada de lado hacia la ventana, procurando que mis ojos cierren.
Imposible.
Por eso me incorporo soltando un aire y rotando mi cuello.
Nunca apagué la luz, cual es satisfactorio para levantarme e ir a la cocina por un vaso de leche tibia y rogar que me haga un poco de efecto y llame al sexy Morfeo y me lleve a la cama.
Creo que pasó poco más de una hora desde que Arthur se fue y pasando por el descanso, noto por más velador de pie y adorno encendido que siempre Didier deja en las noches antes de marcharse y descansar, que la puerta anexa del despacho del ático de Arthur y estando entreabierta, no solo otra luz señala que sigue allí.
También su voz hablando con alguien que desde mi distancia es intangible.
Me encojo de hombros mientras rascando mi trasero por sobre mi camisón, busco de una gaveta un hervidor, para luego la leche seguido a calentarla y matando el tiempo, robando unas de uvas de la frutera de la mesa ojeando algo que Didier dejó.
Una especie de revista de sastrería masculina junto a una pluma.
Tomo asiento curiosa ya con mi taza de leche servida y mientras la bebo, husmeo su interior.
Y sí.
Me reciben páginas mientras volteo una tras otra, de ejemplos de trajes de hombre con definición de su corte, género y talla.
Como además, abanicos de camisas con corbatas y accesorios como gemelos para acompañar, tales.
Noto como un par fueron señalados por Arthur, ya que identifico su letra.
Supongo para la gala de inauguración de la galería.
Son exquisitamente seleccionados y le doy la razón afirmando en silencio con mi barbilla mientras doy un sorbo a mi leche tibia, porque mi mente imaginándolo con ellos puestos, le da la derecha.
- Muy guapo. - Susurro a mi cerebro, dando vuelta otra página y asombrándome que también hay una sección de mujeres.
Y mis ojos brillan.
No por los vestidos elegantes que uno más lindo y elegante que el otro con lo último de la moda europea, que al igual que el de hombres, también con sugerencias de accesorios, zapatos y hasta joyas que necesitaría tres vidas para pagar un juego.
Más bien.
Y babeo.
Porque también y aún por cierto rechazo de la sociedad.
Elevo la revista para mejor visión, abandonando la taza.
Pantalones para mujer.
Sí.
Estoy maravillada.
Una media docena de ellos se exhiben con sus modelos dibujados y acompañados de camisas de corte entallado como cortes más elegantes para determinadas ocasiones y veladas.
Y me imagino con el que más me gusta puestos, absorta y hasta tomando la pluma para dibujar por sobre el rostro de la mujer, imitando mi corte de pelo ondulado y corto.
Y río feliz con mi obra de arte finalizada.
Pero, notando que sobre las tres elecciones de colores que hay.
Negro, caqui y marrón.
No el que elegiría.
La punta de la pluma entre mis dedos vuelve hacer caso a mi imaginación y le añado trama y por escrito el color que me gustaría.
Sin embargo, rápidamente cierro el catálogo al sentir ruidos.
Sonidos que vienen del despacho personal de Arthur.
Y deslizando ligero la silla para ponerme de pie y bebiendo lo que queda de leche en mi taza, apuro mis pasos a mi habitación.
Pero llegando a mitad de mi destino, los cruzo.
Ya que es Arthur y la otra persona.
La miro con disimulo.
Es una mujer.
Y mi aire del pecho que siempre era grande, siento que ahora se hace chiquito.
Tanto, que me ahoga estrangulando mi cuello y por eso palmeo me lo rodeo con mi mano.
Ella es alta.
Mucho.
Hermosa con su maquillaje y muy elegante con su pelo oscuro a medio recoger como los peinados de moda ahora.
- Lo siento... - Solo les digo a los dos, avergonzada y recordando que estoy en camisón y sin dar tiempo a que ambos digan algo, porque corro a la habitación cerrando la puerta.
¿Quién es ella?
Palpita mi mente y mi corazón, mientras me apoyo sobre su madera pensativa e intentando hacer memoria de la lista innumerable del cuadernito con nombres que me dio Didier la otra vez.
Pero es ilógico, ya que por más nombre escrito jamás tuve el placer hasta ahora de ver alguna.
Resoplo, descontenta.
- ¿Pero, por qué, me es familiar? - Murmuro muy bajito para mí, misma.
ARTHUR
- Es muy bonita. - Acacia me dice llegando a la puerta de salida y a modo despedida.
- ¿No tienes alguna película que filmar? - Le digo sin ganas y hasta avergonzado en solo recordar lo sucedido con Gloria hora antes en su habitación si Didier no nos hubiera interrumpido.
- En realidad, tres. - Me corrige con arrogancia divertida y mirando su rostro en un espejito pequeño que saca de su fina cartera.
Acacia es actriz y en crecimiento.
Su belleza única como talento arriba de las tablas, lo avalan con productores de alto rango como reconocimiento público, disputándose por ella en sus personajes principales.
Palmea mi hombro mientras besa mi mejilla con descaro.
- Pero, no me va a impedir que vaya a tu fiesta de inauguración, Arthur. - Me promete y niego, mientras la veo marcharse acompañada de Didier.
- Carajo... - Es lo único que digo volviendo a mi habitación y preguntándome al pasar por el de Gloria ya que no pude verla bien y todo fue tan rápido.
Y suspiro entre divertido como nostálgico, abriendo mi puerta.
GLORIA
¿Será una amiga?
Pienso, mientras guardo unos libros contables en la biblioteca.
- Estos también por favor, Gloria... - Arthur me pide extendiendo unas carpetas que agrego en el estante.
Familiar, no.
Didier me dijo que eran solo él y su madre fallecida.
Llevo una mano a mi boca por el siguiente pensamiento.
¿Una novia?
- Gloria... - Siento lejano.
¿Será?
Sigo con mis conclusiones inconclusas, debatiendo con mi cerebro.
- Gloria.
Pensativa mientras me dirijo a la mesa de té y sirvo un poco, seguido a agregarle dos terrones de azúcar, remover y depositar un par de masitas de limón.
¿Pero si lo fuera, Didier si Arthur es reservado en ello, me lo hubiera informado?
¿No?
- El té. - Lo deposito frente a Arthur en su escritorio.
Me mira extraño.
- No te pedí té.
Ahora yo, lo miro raro.
- ¿No lo hiciste?
Niega.
- Solo te llamé...
Rasco mi cabeza.
- ¿Lo hiciste? - Pregunto y me muestra tres de sus dedos.
- Tres veces.
Calor.
- Lo siento. - Me disculpo.
- ¿Te encuentras bien? - Refleja preocupación y me apuro en sacudir mi cabeza.
- Creo que no dormí bien... - Porque no lo hice.
- ¿Te duele el pecho? - Su pregunta me descoloca, pero siguiendo su mirada, me doy cuenta que mi mano sin mi permiso palmea esa zona. - Gloria, aún puedo y estando cerca en el día notar ciertas cosas, como tu mano en el pecho por algo ¿Estás enferma?
- No es por un mal. - Si supiera. - Es solo una costumbre. - Invento.
- ¿Estás segura? - Arthur sigue poco conforme y antes de que continúe con sus dudas, tomo los sobres que faltaron de la lista y me encamino a la puerta.
- Solo necesito aire... - Elevo el recado. - ...de paso mandaré a que sean enviados...
ARTHUR
Apoyo mi puño en mi barbilla tras irse Gloria y dejarme solo en la oficina muy pensativo.
Pero termino sonriendo como tonto.
- Es linda... - Susurro como idiota deduciendo lo que le pasa y por culpa de anoche.
- ¿La señorita Gloria? - La voz de Didier me indica que entró y ni siquiera me molesto en cambiar mi postura como ocultar mi alegría.
- Toda ella, mi viejo amigo. - Confirmo. - ¿Sucede algo? - Pregunto, al notar que deja algo sobre mi escritorio.
Por la textura de las hojas, tamaño y hasta el olor de esa típica tinta de imprentas, veo que es.
La revista de catálogos que me trajeron ayer y con ayuda de Didier seleccioné las opciones para la fiesta.
- Observe esto, señor. - Me pide abriendo una determinada página y me la acerca a la luz de mi escritorio. - Parece que la señora sin darse cuenta y a modo juego, mostró sus preferencias.
Hago caso omiso a como la llamó aunque hizo latir cálido mi corazón escucharlo, ya que curioso acerco la revista para poder hacerlo.
- ¿Pantalones? - Solo digo y suelto una risa, mientras me indica su anciano índice y siendo una maravillosa artista, que se dibujo por sobre la modelo ilustrada.
Pero otra cosa llama más mi atención, cual al elevar mi vista, Didier asiente por notarlo.
- ¿Ese color de género, existe? - Le pregunto.
Ya que, es inusual ese tipo de gustos.
- La señora es muy aficionada a los colores puros y fuertes. - Procura ser delicado y otra risa se me escapa y le doy totalmente la razón.
Porque Gloria ama los colores intensos y me di cuenta de ello, conociéndola con cada día transcurriendo entre ambos.
Mis carpetas aunque mantienen sus tonos ocres y marrones los decoró con colores llamativos y texturas diferentes porque le gusta, pero también para que yo y como diría ella anoche.
Mi capacidad de no ver, pero sí, sentir.
Me sea más fácil identificarlas.
Y entre cosas, su afición a los labiales de rojos intensos como todo maquillaje sobre su único y lindo pálido rostro.
- Intentaré encontrarlo, señor. - Me dice ante mi consulta.
- Si es necesario llama a todas las tiendas de géneros del mundo o manda hacerlo, Didier. - Pido y asiente totalmente confiado.
Y relajo mi espalda contra el respaldo de mi silla feliz por eso.
GLORIA
-¡Tonta!¡Tonta! ¡Tonta! - Me recrimino tras dejar los últimos sobres de invitación y saliendo del cubículo del baño porque me hacía pipí.
Enjabono mi manos en el agua, negada a lo que resulta que ahora me pasa y toda la culpa la tiene el condenado aire que por más que respiro muy fuerte para que salga con esa misma potencia de mi pecho, no lo hace.
¿Conclusión?
Me miro por el reflejo del enorme espejo frente mío.
Resulta que estoy llenita de Arthur.
Sí.
Ese jodido aire que retengo.
Mierda...
Es por lo que empezó con admiración, para luego cariño y resulta que finalizó por más que me negué.
En amor.
Amor por Arthur y del bueno.
Me seco las manos, antes de salir.
Tan bueno, que siento que lo amo sin caducación.
Rayos.
Y más rayos con truenos y todo, cuando me viene el recuerdo de él con el sexy poste telefónico de vestido ceñido y rojo de anoche.
¿Puede ser una mujer tan alta, de piernas kilométricas y de belleza única, al mismo tiempo?
Y sin poder evitarlo, comparo mi diminuta altura haciendo a un lado mis altos tacones, verificando que apenas soy visible frente al espejo del baño y los lavados.
Y mueca triste, ante otra duda.
- ¿No te agrada? - Horas después, Arthur con cierta alarma me dice por esa duda que me colma.
Vivir con él.
Incertidumbre que ahora me embarga desde que los vi y sumado a lo que siento por él y no sabe.
Frente a mi caballete y en su taller dibujando mi nuevo proyecto.
Sí, pasé de nivel señores, felicítenme.
- ¿Es por no abandonar a tu compañera de casa? - Insiste desde el suyo dejando de seguir con su obra, cual creo que hoy la finaliza según lo que me comentó días atrás y muero por verla cuando me lo permita.
Sigo pintando y hasta escondida en lo posible detrás de mi lienzo.
Idiota de mi parte, lo sé, porque es imposible que Arthur note mi cara apagada, pero tiene un radar imposible para las emociones y no pienso arriesgarme.
- No. No es eso... - Respiro, dando otra pincelada de color. - Honor es feliz por mí y ya no somos niñas, tenemos bien definido que tarde o temprano haremos carrera como vidas separadas, Arthur.
- ¿Entonces?
Mezclo dos colores para que se transformen en una sombra cálido.
Raro, pero eso existe.
Pinceleo.
- ¿Crees que es prudente con lo que pasó anoche? - Digo sincera y sin detenerme, como mirarlo por mis sentimientos encontrados.
Alegría de saberlo que quiere que viva con él, pero dentro de una tristeza por mis tontos celos.
Como el pigmento que formé.
Cálido sobre oscuridad.
Piensa largamente mis palabras y asomo un poquito un ojo por sobre un lado de mi lienzo para mirarlo y lo encuentro que retoma su obra con energía.
Inclino mi cabeza dudosa.
Y hasta sonriendo.
¿Feliz?
Vuelvo a acomodarme en mi postura inicial y más confundida que antes.
Arthur es hermoso y caliente como cinco o tal vez seis infiernos juntos, pero que hombre extraño...
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