CAPITULO 10
GLORIA
- Contratada. - Larga de la nada y me sorprende con mi tercer bocadillo eligiendo.
Esta vez uno salado que y al escucharlo, lo dejo en el plato feliz por costarme tragar de la emoción.
- ¿De veras?
Asiente.
- Necesito una asistente. - Continúa. - Aunque no tengo fecha de regreso a Francia por todo lo que conlleva la galería, quiero a alguien capacitado y de confianza a mi lado.
- Te recuerdo que me rechazaste en cuanto a la valoración y materia del arte... - No me aguanto, sea mi nuevo jefe o no.
- Si que eres directa. - Lo reafirma y sí, para que mentir.
Y sus ojos que no ven, pero para mí, sí y mucho, se depositan con esa calma azul en mis manos sobre la mesa.
- Así como mencioné mi confianza en ti ahora, lo hago en Didier. Su criterio en cuanto a obras puedo asegurar que es plenamente la mía y por mi ceguera, me fío plenamente en él. - Me explica. - Didier aunque negó tus trabajos, sabe que tienes potencial, eres muy buena, solo que te falta encontrarlo, Gloria...
- ¿Puedes ayudarme? - Suspiro esa pregunta.
Más bien es una necesidad.
No me siento mediocre en lo que amo, el arte.
Pero reconozco que por más condición y actitud naciendo conmigo y otro tanto estudiando, no llegué la perfección con la edad adulta que ya tengo, por carecer de recurso económicos para esto último y optimizarme.
- Haremos un trato. - Habla. - Serás mi asistente y mi guía. Debo recordarte que no será fácil, pero nada imposible. Lo que mi salud como negocios demandan y yo, te voy ayudar a encontrar lo que no muestras o representas en tus obras.
Me desinflo.
- Suena a muchas horas y con solo enseñarme, ya me tienes. Se aprendiz del gran pintor Arthur L'Rou es hasta utópico... - Irreal de maravilloso. - ...pero por trabajo en la cafetería, no podría cumplir...
Se pone de pie y lo imito, ya que hace rato finalizamos con la merienda.
Camina la breve distancia de su silla a la mía y sin llevarse nada por delante esta vez.
Llegando hasta donde estoy y asegurando su sombrero en su cabeza, su brazo se abre a modo que lo rodee y comprendo.
Mis manos lo hacen y sensaciones ante su tacto.
Pese a compañía y guía como me pidió, sus pasos al igual que su brazo, mucho poder.
Altivez.
¿Pero la sensación más llamativa y que más me agradó, porque cruzó la frontera hasta el mío?
Es esa siempre calidez y protección, haciéndome dudar mientras caminamos hacia la salida del hotel.
Quién realmente en quién, se apoya y protege de verdad.
- Deja la cafetería... - Me sugiere y estoy por negar, pero continúa. - ...aunque ser mi asistente será por el tiempo que transcurra en la ciudad, tendrás una vacante en la galería luego.
- ¡Qué! - Si pudiera retroceder unos buenos pasos ante la sorpresa, lo haría.
Pero, dentro del coche y por más tamaño.
Que dicho sea de paso, jamás tuve la gracia de estar montado en uno de esta índole.
Mi espalda se aferra contra la puerta de mi lado para mirar de lleno a Arthur y con cara, como si me hubiera ofrecido que hagamos contrabando de órganos.
- ¿Eso es justo?
No me responde, porque su vista va a Didier que callado al lado del chófer en la parte de adelante, lo hace.
No se incorpora, pero la voz del anciano sin dejo de duda, me habla.
- ¿Es justo que un artista potencial lo haga en una cafetería?
- Créeme, Gloria. Estarás muy capacitada cuando llegue ese momento. - Arthur me garantiza.
Tal, que no hace cambiar mi rostro cuando desciendo del auto al traerme amablemente hasta mi casa y tampoco, cuando mi mano en alto los saluda a ambos.
- Mañana a las 9:00h en la galería. - Arthur por sobre su ventanilla abierta, me da la primera indicación.
Y sigo estática y procesando.
- Ok. - Lo primero que mis labios responden.
Siendo suficiente para que el coche emprenda su viaje con el chófer al volante, el falso Arthur a su lado y atrás.
Sonrío estúpidamente.
Y el verdadero, Arthur.
En la noche, prácticamente no dormí.
La cena se prolongó más de lo debido en la sobremesa contando todo con lujos de detalles a Honor, pareciendo todo como una jodida novela por el paso de las cosas, pero sin el ansiado final a la vista, que espero, solo de cosas favorables.
Lo bueno y pese a tantas sorpresas, Honor siendo enfermera y teniendo trato en el tema, con copita de vino a modo festejo con brindis, me disipó algunas dudas en cuanto al trato como cuidado en personas carentes del sentido de la vista.
- No encuentro la palabra. - Murmuro, aún indecisa ante ese término y apoyada contra la mesa.
- ¿Él se molestó? - Honor curiosa y levantando las copas vacías me pregunta, dándole una lavada.
Pero niego en mi silla y jugando con la tapa de la botella.
Porque en realidad, soy yo la molesta.
- Arthur dijo discapacidad y yo utilicé condición...
- El tuyo me agrada más. - Sin dejar de enjuagar. - Sabes lo que pienso con ese tipo de cosas...
- ...por eso. - La interrumpo. - Sin embargo... - Pienso más de la cuenta. - ...no sigo conforme.
Honor me escucha atenta mientras se seca las manos y camina hasta mí, para darme un besito por sobre mi pelo.
- El no estar conforme, es de valientes. - Me susurra. - Sigue buscando, amiga...
Y le doy la razón con las buenas noches.
Las luces principales se apagan, quedando solo la del pasillo haciéndome compañía y así, me quedo sin moverme de mi silla y todavía jugando con la tapita del vino entre mis dedos.
Pensando en la oscuridad.
Haciéndolo, mucho.
ARTHUR
A través de Didier voy asintiendo satisfecho las reformas ya hechas en el edificio mientras ingresamos.
Todo quedó en tiempo como forma en base al proyecto y en manos del arquitecto con sus hombres.
Y sorpresivamente al abrir la puerta de mi despacho y momento que lo hago, Gloria sentada en una silla, se pone de pie al instante.
La veo.
Sonrío.
Sí, lo hago a mi manera por la luz y no solo, por estar ya corrida las cortinas de cada ventana que compone la habitación y con ello, atravesando por sus cristales cada jodido rayo de sol.
También.
Por la de ella propia y que solo yo, veo.
Claridad natural y que me muestra toda su belleza rubia con su pelo esponjoso y corto a los hombros.
Bajita.
Muy bajita.
Y hoy vestida de falda y saco en tono rosa, porque puedo ver hasta su color.
Un tono pálido que contrasta la de su lívida piel, pero resalta con el rojo intenso del labial de sus labios.
Y por segunda vez lo admito o más bien, ya lo confirmo rotundamente.
Si Gloria está.
Miro a su alrededor.
Yo, veo a través de sus ojos.
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