Metraje encontrado

Me gustan las películas de terror de metraje encontrado. La bruja de Blair, Recuerdos Perversos, REC. Toda esa buena mierda. Cuando era niño solía decir que de adulto me dedicaría a dirigir ese tipo de filmes, pero la vida me odia, así que terminé siendo dependiente en una librería especializada en manga donde siempre hay pubertos sudorosos. Al menos tengo novia, creo que eso me hace menos perdedor que ellos. Y no es cualquier tipo de chica: es una gótica de tetas grandes. Y tiene los pezones perforados. Es el paquete completo.

Bajo la mirada al tazón de dulces que tengo en el regazo y hurgo hasta encontrar una bolsa pequeña con caramelos de maíz. Son mis favoritos.

La sala está en total silencio. Mi novia sigue en el baño.

—Oye, Sadie, ¿ya terminaste?—le pregunto antes de meter un puñado de caramelos a mi boca.

—¡No, solo me falta ponerme la peluca!

Sadie siempre cuida el más mínimo detalle de su disfraz. Le gusta Halloween tanto como a mí. De hecho nos conocimos en una fiesta de Halloween. Mastico los dulces con una sonrisa, recordando la primera vez que la vi.

—No es por apurarte, pero me gustaría seguir viendo la película—digo.

—Puedes hacerlo—responde Sadie—. Y ya que termine de arreglarme la pones desde donde nos quedamos.

—Me parece bien.

Esta no es una de mis favoritas, pero no me molesta verla una y otra vez. Escucho a Sadie abrir su estuche de maquillaje y sé que hará más cosas que solo ponerse la peluca. Supongo que casi todas las mujeres son así. Eso tampoco me molesta. Tomo el control remoto a mi derecha y veo el televisor: en él aparece una mujer atada a una silla y amordazada. Está viendo algo fuera de cámara que la llena de horror. Sus ojos están muy abiertos y sus piernas tensas. Las lágrimas han arruinado su maquillaje de geisha. Una chica blanca disfrazada de Geisha en pleno 2018, eso es algo bastante temerario. Y no solo es una geisha a secas, sino una geisha puta. El kimono apenas le cubre los muslos y el escote deja poco a la imaginación.

Me alegro de que Sadie nunca se disfrace de algo en versión puta, pienso. Y presiono el botón de play.

La geisha se retuerce en su lugar y gime. Aparece un tipo con máscara de calabaza que sostiene un teléfono. Pone el remix de Spooky Scary Skeletons y empieza a bailar como una caricatura de los años veinte. La chica lo mira con horror. Él le ordena que baile también, ella solo baja la mirada. Molesto, el tipo calabaza la jala del cabello y la obliga a verlo a los ojos. Entonces la pobre mueve sus hombros al ritmo lo más que le permiten las ataduras. Esto parece complacer al hombre, quien reanuda su baile. Sé que la situación es muy bizarra, pero aún así me río. Es una buena película, o eso creo. No tan buena como Recuerdos Perversos, eso sí. La canción termina y el tipo le quita la mordaza a la joven, quien grita y le implora que no le haga daño. Él la abofetea una y otra vez hasta que se calla.

Tomo una barra de chocolate del tazón y la termino en dos bocados. El hombre calabaza va por una bolsa de dulces surtidos y le pide a la geisha que diga dulce o truco. Ella hace lo que le ordena y entonces, con una carcajada, él le mete un dulce tras otro a la boca hasta que empieza a ahogarse y toser. Eso lo molesta.

—¡Puedes tragar vergas enteras pero no dulces!—exclama con voz gutural—. ¡No bailas ni comes dulces! ¿Entonces por qué festejas Halloween? ¿Y por qué cometes apropiación cultural?

—L-Lo siento tanto...yo...yo solo...

Él le pide con un gesto que se calle. Pone la canción de Ghostbusters en su teléfono y baila. Intenta imitar los pasos de un robot, pero falla miserablemente. La chica se mueve con el rostro aún colorado y los mocos resbalando hasta su mentón.

Qué buen reparto, digo para mis adentros.

El sujeto sigue haciendo el ridículo ante los ojos aterrados de la joven. Él hace unos movimientos pélvicos al estilo de los años 70s y pausa la canción.

—Muy bien, suficiente—dice—. Ahora sigue la trivia.

—¿La...la qué?

—La trivia. Veamos...

Él se ajusta la máscara para ver mejor y se dispone a teclear en su teléfono. Tras unos segundos carraspea y empieza a leer:

—Pregunta número 1: ¿Qué mago famoso murió en Halloween?

—¿Eh?

—¿Qué mago famoso murió en Halloween? Tienes treinta segundos para responder.

La mujer baja la mirada. No deja de temblar.

—Uh...creo que...creo que...¿Houdini?

El tipo la contempla sin decir nada. Ella solloza.

—¡Cooorrecto!—exclama él, con el mismo tono de los presentadores de televisión—. Ganaste esta, puedes seguir con todo por ahora.

—¿De qué estás...?

—Siguiente pregunta: ¿En qué año se estrenó Abracadabra?

—¿Abracadabra?

—Sí, la película de las hermanas Sanderson. Vamos, esta es fácil.

Hago memoria de mi conocimiento general mientras abro un paquete de Reese 's.

—1993—digo, y me como uno.

La geisha aprieta los labios. Puedo ver en sus ojos que no tiene ni idea.

—No lo...yo no lo...

—¡Te quedan 13 segundos!

—Es que yo...

—¡Ahora son seis!

Ella cierra los ojos y los frunce.

—¡1995!—exclama—. ¡1995, 1995!

De nuevo silencio. El hombre calabaza suspira.

—Bastante cerca, pero no. Lo siento.

Él va a una esquina de la habitación y lo veo arrodillarse junto a una pequeña maleta. De ella extrae un afilado cuchillo de carnicero. Regresa con la geisha y ella vuelve a gritar. Le dice una y otra vez que no quiere morir.

—Oye tranquila—dice él, notablemente fastidiado—. No morirás si te va bien en la trivia. Aún te quedan otras ocho preguntas.

—¡No quiero morir! ¡Por favor! ¡POR FAVOR!

Él ignora sus gemidos y se inclina hacia ella. Le quita las horquillas que tiene en la cabeza y deshace el ya flojo moño. Descubre una de sus orejas. La toma y aprieta firmemente con una mano, mientras que con la otra acerca el filo. La chica, al entender la situación, gime aún más fuerte y se orina sobre la silla. El hombre calabaza le corta la oreja de un solo tajo. Ésta cae al suelo y la sangre empieza a brotar de la herida y mancha el kimono. El sujeto deja el cuchillo en el regazo de su víctima y toma su teléfono de su bolsillo trasero. Lo desbloquea y mira la pantalla por unos segundos.

—Siguiente pregunta.

—¡Ayuda, voy a morir! ¡VOY A MORIR, NO QUIERO MORIR! ¡Duele!

Él se rasca la nuca.

—Oye, no te vas a morir. ¿Podemos continuar?

—¡AYUDA!

—Siguiente pregunta...

—¡POR FAVOOOOOR!

La chica se retuerce. Mira su sangre, mira su oreja. El cuchillo cae al suelo y el clac la hace estremecer. Él lo toma y, cuando la apunta con él, ella guarda silencio.

—Pregunta número tres—dice él. Ella asiente.

Pero, cuando está a punto de leerla, la geisha vuelve a gritar y pedirle que no la mate. Entonces él no puede contenerse más y grita también.

—¡PUTA MADRE, DEJA DE ARRUINARLO!

Los gritos de ambos se mezclan. Es una escena magnífica. La cumbre de la desesperación, tanto del captor como de su víctima. El tipo no puede más, está derrotado. Se acerca a la chica y la sostiene del cabello. Ella grita tanto que se está quedando sin voz. El hombre pasa el cuchillo por su cuello y la sangre que brota le ensucia la máscara y parte de la camiseta. Él se aparta dejando su cabeza hacia atrás, como una muñeca rota. Maldice por su noche desperdiciada, porque todos sus esfuerzos fueron en vano. Pone la canción de Sally del Extraño Mundo de Jack en su teléfono y canta sentado en el suelo. Le pone mucho sentimiento a su interpretación, aunque desafina. A media canción se quita la máscara y su largo cabello negro cae sobre sus hombros. Veo su rostro. Mi rostro, y vuelvo a deprimirme por esa noche. Creo que fue el peor Halloween de mi vida.

Sadie por fin sale del baño y me ve en la pantalla. Está vestida de Morticia Addams, un disfraz muy trillado, pero sexy.

—Esa noche te excediste—comenta.

Asiento.

—Fue un desastre. Pero siempre puedo volver a intentarlo.

Ella sonríe.

—Sí, además ahora me tienes a mí.

Ella me entrega la máscara de calabaza. Le regreso la sonrisa.

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