8
Me encontraba saliendo del despacho del director; entregué la llave de mi locker y él me entregó el diploma y mis calificaciones. Fue un alivio que aprobara todo, aunque las notas fueran más bajas de lo esperado. Metí todo en mi bolso y me encaminé a la salida.
-Hola- me saludaron a mis espaldas y me sobresalté. Hoy sentí que no me quitaban la vista de encima y eso me tiene más nerviosa de lo normal.
Al girarme me contuve para no soltar un suspiro y lloriquear un poco. Sí, Mauricio estaba allí.
-¿Qué tal?
-Todo bien- respondí y seguí caminando a la salida.
-¿Quieres ir a la nueva cafetería? La innauguraron ayer- mencionó y agrandé los ojos.
No sabía nada sobre una nueva cafetería, pero lo que más me sorprendió es el hecho de que me haya invitado. Me vi tentada a aceptar solo para saber por qué quería ir conmigo; si no lo conociera, pensaría que está tratando de ligar.
-De acuerdo, vamos. Se me antoja una dona- le respondí y sonrio. Se me hizo imposible no devolverle la sonrisa.
<<¡Contrólate!>>.
Nos subimos a su camioneta y arrancó; encendí la radio para relajarme un poco. Cuando paramos en un semáforo me di cuenta de que me estaba observando.
-¿Qué tanto me miras?- Pregunté con la vista clavada en la ventanilla.
-¿Te incomoda?- Asentí insegura- ¿Me quito los ojos para no verte?
Solté una carcajada y volteé a mirarlo, tenía una sonrisa depredadora y contuve la respiración.
-¿Qué dirías si te dijera que sí?
-Que estás completamente loca- ambos reímos y el semaforo cambio de color.
Me gustaba estar así con él. Es obvio que no olvidaré lo que me hizo, pero si quitamos eso más todo lo que dicen de él, queda un chico bueno, divertido y ocurrente. No tiene nada de malo que esté con él, solo debo evitar mezclar mis sentimientos en esto.
No me vendría mal un amigo.
Pasamos las calles hasta que se detuvo en una bonita y pequeña cafetería. Bajamos y caminamos hasta la entrada, nos adentramos y de inmediato el olor a café y pan recien sacado del horno embriagaron mis fosas nasales; sonreimos de manera inconsciente. Nos sentamos en una mesa y de inmediato una amable señora de sonrisa encantadora nos preguntó si deseábamos algo; pedí una dona con glaceado de chocolate rellena, una malteada y Mauricio pidió solo un café amargo.
-Es muy lindo este lugar- comenté mirando a mí alrededor- Tiene un aire juvenil y clásico a la vez.
-Sí, le pedí a mi padre que fuera así.- Me atraganté con la saliva- ¿Estás bien?- Carraspeé.
-Sí- contesté con los ojos llorosos- ¿Cómo es eso de que le pediste a tu papá lo de la cafetería?
-Ah, pues... él la innauguró- Agrandé los ojos.
La señora llegó justo para alivianar la tensión que se había formado, nos dió nuestros pedidos y luego se fue no sin antes regalarnos una sonrisa. Le di un mordisco a mi dona y solté un gemido.
-¿Está buena?- Preguntó mirándome raro junto con una sonrisa torcida.
-Mucho con demasiado- lo oí soltar un pequeña risita y sonreí- ¿Quieres probar?- Pregunté poniéndola frente a él.
Se acercó mirándome a los ojos y la mordió. Mi corazón golpeteaba contra mi pecho con tanta rapidez que me sentí agotada, y mi estómago se revolvió. El italiano se relamió los labios y sentí una punsada en el vientre, me estaba poniendo muy nerviosa el que no apartara la vista de mí.
Le di un sorbo a mi malteada para tratar de relajarme, aunque no sirvió de nada.
-Mm, muy buena- comentó en voz baja y bebió un poco de su café.
<<Agh, quiero escapar>>.
Siento que lo hace para torturarme, y lo está consiguiendo. Ay, no debí haber aceptado su invitación en primer lugar.
-¿En qué tanto piensas?- Preguntó y lo miré, sé me hizo dificil consentrarme para contestarle. Sus ojos son tan hipnóticos.
-En todo y en nada.
-Interesante, alguien que puede pensar en más de una cosa a la vez- reí un poco y él sonrio.
-¿Te gusta el café fuerte?
-Sí, si se le hecha azúcar pierde su sabor original.- Ennarqué una ceja y sonrio apenado- No te convencí, ¿cierto?
-Para nada.
-... A mi abuela le gustaba tomarlo así- murmuró y en ese momento quise que un camión me atropellara.
-Lo siento- musité y me regaló una sonrisa capáz de enamorar hasta al mismísimo Lucifer.
-No te preocupes... ¿Por qué no vives con tus padres?
-Esa señora es muy dulce, se ve que debe consentir mucho a sus nietos y, si le atinamos a la lectura mental, está pensando en si su gato no tumbó un jarrón de la encimera.
No quería contestarle, así que preferí marearlo con algo y hacer de cuentas que no lo escuché.
Siempre funciona.
-¿Y si le preguntamos?- Sugirió con complicidad y sonreí macabra.
La llamé y se nos acercó tan dulce.
-¿Desean algo más, chicos?
-Por el momento no, gracias- contesté.
-¿Cómo se llama?
-Pámela.
-Que lindo nombre- le adulé y sonrio.
-¿Le gustan los gatos, Pámela?- Le preguntó Mauricio y me mordí el labio inferior para no reír. No puedo creer que en serio estemos haciendo esto.
-Sí, en casa tengo uno. Se llama Tom, y temo que acabe con los jarrones. Le encanta pasearse por los estantes y la semana pasada aventó tres, creo que no le gustan. ¡Y tan bonitos que son!
Un señor pidió su atención unas mesas retiradas de nosotros y se despidió con la mano. Nos miramos y soltamos unas cuantas carcajadas. Se me salieron algunas lágrimas y eso solo motivava a que siguieramos riendo.
-No... no...- reventé a reír de nuevo.
-Ppff- él tampoco podía hablar.
Respiré profundo un par de veces hasta que me pude tranquilizar, vi que Mauricio estaba haciendo lo mismo. Su rostro estaba sonrosado, hasta sus orejas; solté un suspiro de fascinación y me di una bofetada mentalmente.
No, no volveré a caer.
-Vaya, no sabía que me encontraba en presencia de una hechicera.
Su comentario me hizo gracia, puesto que Grace pensaba lo mismo. Talvez solo sea que estoy conectada al mundo espiritual, o simplemente he acertado lo que he dicho. De igual forma me parece una estupidez.
-¿Nunca has pensado estudiar magia?
-¿Acaso existen escuelas para eso?
-¿Crees que no?
-Rotundamente.- Por un momento sentí que me miraba de una forma distinta, sus ojos brillaban y... parecía como si me viese con ¿ternura? ¿cariño? No lo sé, es tan confuso.
Pámela volvió y nos preguntó si deseabamos algo. Ambos pedimos algunas donas con malteadas y pedí algo para llevarle a la morena.
-¿Nunca te ha interesado cantar?
-Mm no, me siento en más confianza con la guitarra- mordí una dona y gemí bajito. Dios mío, esto es una delicia.
-A veces me pregunto por qué dicen que los adolescentes somos tan impulsivos. Es probable que tengan razón, pero no todos somos así.
-Y eso es cierto- acoté. Yo no me consideraba para nada impulsiva.
-Me pregunto que pensarán las personas, digo, no siempre lo manifiestan, pero me encantaría- dijo mirándome directamente a los ojos y sentí como si eso fuese dirigido a mí. No pude evitar que mis mejillas se encendieran.
Rayos.
-Yo me pregunto por qué eres tan perspicaz.
Levantó las manos con obviedad.
-Nos hacemos muchas preguntas sin respuesta, ¿no crees?
Sonreí y miré por el ventanal, ya está oscuro. Miré la hora en mi celular y me dí cuenta de que eran las 7:15pm y tenía 22 llamadas perdidas y 57 mensajes de Grace.
Uy.
-Creo que ya deberíamos irnos- murmuré y me sonrio.
-Okey, iré a pagar la cuenta.
Quise decirle que yo tenía dinero, que yo podía ayudarlo a pagar, pero ninguna palabra salió de mi boca. Fui incapaz de siquiera emitir un sonido con la garganta. Y, ¿por qué? Porque me había guiñado un ojo.
Me regañé y golpeé en mi mente por ser tan débil ante su galantería, pero sonreí al darme cuenta de que me quedaría dinero para salir mañana. Nos subimos a su camioneta y condujo directo al departamento; cuando llegamos me despedí con el típico "Adios" y me bajé.
Hay algo que aún me deja pensando, y es el hecho de cómo me mira. Es extraño, porque no lo he visto mirando de esa forma a nadie, ni siquiera a su ex, pero eso es algo que no debe de importarme.
Yo no tendré nada con él.
Al abrir la puerta me encontré a la morena sentada en el sofá y volteó a mirarme entre preocupada y enojado.
-Maldita sea, Rebecca. ¿En dónde mierda te metiste?- Sonreí con inocencia.
-Te traje malteada y donas.
***
Estaba vaciando mi mochila cuando la morena irrumpió en mi habitación, se acercó a mí y rodeó mi vientre con sus brazos, dejó un beso en mi mejilla y se separó. Me giré para verla y me regaló una sonrisa enorme.
-Descansa- me dijó y salió.
Mi celular emitió un pitido y lo cogí, era un mensaje.
Mauricio:
La pasé muy bien hoy contigo. ¿Te gustaría salir mañana?
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