5

Habiamos vuelto al departamento y, como de costumbre, me dejé caer en el sofá soltando un bufido exasperante. Me sentía agotada de tan solo pensar en todas las evaluaciones que tendré mañana.

-¿Qué prefieres ponerte? ¿Este... o este?- Preguntó la morena mostrándome unos vestidos.

El que tenía en la mano derecha era color rojo y muy corto. El otro era más reservado, con la falda al vuelo y dejaba ver la espalda.

-El negro... pero no iré.

-¿Qué? ¡Estás loca! ¡No puedes dejar pasar una oportunidad así!- Ebociferó y por un momento creí que estrellaría su palma contra mi mejilla.

-Loca estás tú queriendo ir a una fiesta en pleno martes. Además, mañana tengo cuatro exámenes y quiero estudiar.

-Puedes estudiar ahora- propuso y rodé los ojos- Tu último año de preparatoria está por acabar, ¿y no irás a la última fiesta? Por no mencionar que núnca has ido a una- habló con ironía y una sonrisa victoriosa sabiendo que iba a ceder.

-Detesto que siempre puedas conmigo- mascullé y me metí a mi habitación escuchando como se carcajeaba fuertemente.

Pero qué hilarante.

Estuve al rededor de cuatro horas estudiando y, a pesar de no estár satisfecha— pues no es mucho lo que logré memorizar— sabía que al menos conseguiría aprobar todo. Me encerré en el baño y dejé que el agua caliente se llevara toda la tensión de mis musculos. Cerré los ojos y solté un pequeño suspiro.

Agh, no quiero ir a esa fiesta.

Enrredé la toalla en mi cuerpo y salí. Para mi sorpresa, me encontré a Grace sentada sobre mi cama con su caja de maquillaje; le dediqué una mirada extrañada y ella sonrio emocionada.

-¿Lista para quedar como princesa?

-No.

-¡Ay, eres una aguafiestas!- Reí un poco y me jaló del brazo hasta sentarme a su lado- Ahora quedate quieta y déjame hacer mi trabajo.

No protesté ni me quejé, sabía las consecuencias que eso podía acarrear. La morena tiene un carácter fuerte. Duró unos veinte minutos hasta terminar, me pasó un espejo y quedé sin palabras; le había dado mucha iluminación y mis ojos se veían increibles.

-Wou- murmuré y la sonrisa de Grace se ensanchó- Te luciste esta vez.

-Siempre lo hago- me riñó y soltó un bufido al ver que no me retractaba- Ahí está el vestido y las plataformas- señaló la silla en la que los había puesto- Iré a alistarme.

Salió y me dejó sola. Me vestí exageradamente lento para alargar el tiempo y me miré al espejo, me solté el cabello y chocó contra mi espalda alisado. Comenzaba a extrañar mis ondas.

Dí un paseo por todo el departamento hasta que Grace salió de su habitanción vistiendo unos shorts y una camiseta corta escotada. Nos miramos a los ojos tratando de descifrar los pensamientos de la otra, hasta que suspiré y ella sonrio victoriana.

-Llamaré un taxi- dijo y me senté en el sofá de mala gana. Yo quería ir en mi auto.

Pasados unos minutos, ya nos encontrabamos camino a la fiesta de una tal "Cassandra". Le pagamos al taxista y nos encaminamos a la entrada de la casa; le dediqué una mirada de pánico a la morena y suspiró derrotada. Me tomó de ambas manos y me miró con ternura, sentí mis mejillas arder levemente.

-Tranquila, está bien que te sientas nerviosa. Estaré contigo hasta que llegué el momento. ¿De acuerdo?- Asentí un tanto insegura.

Grace sonrio y pasó su brazo por mis hombros dándome algo de valor. Nos adentramos a la casa y de inmediato el olor a alcohol llegó hasta mis fosas nasales y la música inundó mis oidos; solté un pequeño jadeó. Había demasiado ruido. Nos dirigimos hacia una barra improvisada y nos sentamos en las butacas de en frente; la morena pidió seis shots de tequila y agrandé los ojos. ¿En qué está pensando? ¡Eso es demasiado!

El bartender los puso ante nosotras y nos sonrio con galantería. Obviamente esa Cassandra tenía mucho dinero. Grace me tendió uno y lo tomé con una mueca de confusión.

-¿Esperas que me beba esto?- Me dió una mirada severa y asentí evitando que me regañara.

Ella cogió otro, lo alzó un poco y se lo bebió de golpe, hizo un pequeño gesto de disgusto y me sonrio alentándome a hacerlo. Miré dudosa el trago y luego a ella, asintió enérgica y lo bebí de golpe antes de que me arrepintiera. El líquido me quemó la garganta y cerré los ojos temerosa; al abrirlos, la morena soltó una estruendosa carcajada, aunque por el alto nivel de la música apenas y logré escucharla.

-¿Ves? No es la gran cosa.

-Eso lo dices porque ya estás acostumbrada- murmuré y la morena me tendió otro.

Lo bebí y de inmediato sentí como si hubiese un pequeño incendio en mi estómago. Me dió un pequeño mareo y reí un poco, la morena volvió a estallar en carcajadas.

-¿Cómo te sientes, Becca?

-Me... siento... viva.- Grace volvió a reír y me le uní a sus risas.

Comenzamos a hablar sobre lo mucho que anciabamos bailar hasta que la morena miró hacia un rincón y agrandó los ojos.

-¿Qué? ¿Qué viste?- Pregunté curiosa.

-Es... Mauricio. ¡Y está solo!- Una oleada de nervios me golpeó.

-¿Qué? ¿Dónde?

Me tomó de ambas mejillas y me hizo mirar hacia un sofá en el que estaba sentado con una lata de cerveza entre las manos, junto a una soledad que me comenzaba a aterrar.

-Te llegó la hora, pecas- murmuró en mi oído y tragué grueso- Toma, para los nervios- dijo tendiéndome el otro shot y sonrio divertida.

Lo bebí y me levanté, me sostuve de la butaca para no caer y, cuando mis piernas dejaron de flaquear, caminé hasta el italiano con una seguridad que no creí existente. Me senté a su lado en el sofá y él volteó a mirarme, me sentí diminuta ante su mirada socorrona; sonreí con picardía actuada.

-Hola.

-Hola.

-¿Por qué tan solo?- Pregunté.

-¿Por qué tan curiosa?~ Preguntó de vuelta y me quedé en blanco. Sentí como mis mejillas comenzaban a calentarse. Él soltó una risita y volvió a mirarme- ¿Por qué viniste?

-¿Por qué tan curioso?- Repetí sus palabras y lo dejé pasmado. Solté una fuerte carcajada.

-¡Hey!- Se quejó y rio conmigo.

Nos quedamos en silencio un rato y miré hacia la barra, Grace no estaba. Por un momento me sentí insegura, hasta que Mauricio se levantó.

-¿Quieres bailar?- Sonreí y me levanté.

Comencé a moverme de manera sensual y el sujetaba mi cintura con firmeza, provocando un cosquilleo en toda mi médula espinal. A medida que las canciones pasaban agarraba más confianza y soltura a mis movimientos, hasta que pusieron una canción electrónica y comenzamos a saltar. Me estaba diviertiendo, y eso me extrañó; creí que pasaría toda la noche aburrida.

Algo cansados y sudorosos, nos dirigimos a la barra, seguí el consejo de Grace y continué bebiendo los shots. El italiano me contaba sobre lo mucho que odiaba tener que estudiar administración para tomar el mando de la empresa de su padre dentro de unos años. Me sorprendí cuando me contó que la empresa tenía cedes al rededor del mundo y era muy famosa. Llegué a considerar inmaduro de su parte el no querer formar parte de eso.

-¿Sabes por qué le tenemos miedo a la oscuridad?- Pregunté, estaba ya muy ebria.

-¿Te digo un secreto?

-¡Por supuesto!

-La oscuridad es luz.- Comenzamos a reír escandalosamente y hasta dimos golpes a la barra.

-Eso no tiene sentido.

-Así como nuestra conversación en sí- acercó mucho su rostro al mío y nuestras narices de rozaron.

Nuestros alientos se mezclaron y el olor a alcohol me resultó demasiado agradable. Y en un momento de debilidad, lo besé.

Lo besé.

Nuestras lenguas batallaron y él apretó mi cintura, robándome un suspiro.

¡No puedo creer que lo estoy besando!

Nos separamos unos segundos para tomar aire y volvió a apresar mis labios; me estremecí entre sus brazos.

Me alejé un poco y lo miré a los ojos, sonreí nerviosa y sus mejillas estaban bañadas en un leve sonrojo. ¡Se sonrojó! Me tomó de la mano y sentí como una corriente se expandía por todo mi brazo, y me jaló hacia las escaleras. Las subimos corriendo y le dediqué una mirada confusa, aunque la ignoró. Entramos a una habitación y cerró la puerta de una patada tras él; me acorraló contra la pared y estampó sus labios contra los mios desesperado, efusivo. Agresivo.

Traté de seguirle el paso, aunque me estaba costando un poco, hasta que se dió cuenta y bajó la intensidad volviéndolo mas apasionado. Llevó sus manos a mis muslos y enrrosqué mis piernas en sus caderas; caminó cargándome hasta la cama y me dejó caer con cuidado. No sé en que momento bajó mis bragas, ni cuando fue que se bajó la cremallera y se colocó el condón, de lo que sí estoy consciente es del momento en que me penetró. Solté un pequeño gritó ahogado, fue demasiado doloroso.

Oficialmente ya no era virgen.

Se quedó inmovil por un tiempo, hasta que comenzó con su va y ven de forma lenta; jadeaba por lo bajo. Muy pronto el dolor pronunsiado fue menguando hasta dejar una sensación embriagadoramente placentera y comencé a acompañarlo con sus embestidas. Incrementamos la velocidad hasta que nos corrimos; él cayó sobre mi pecho y lo abracé. Le hice unas caricias en la espalda con mis dedos y lo oí suspirar agotado. Sonreí extasiada.

De un momento a otro él se levantó y me desconcerté.

-¿Qué sucede?- Pregunté un poco ida.

-Quedé en verme con Adriana- dijo abotonándose los pantalones y caminando hacia la puerta- Baja cuando estes lista.

¿Qué?

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