2

Me desperté al escuchar como mi nombre era repetido por una voz chillona y a la vez afónica, supongo que la morena se acababa de despertar. Bostecé somnolienta y aún dormida caí de bruces al suelo, sobé mi cabeza adolorida y Grace abrió la puerta de la habitación de forma apresurada y al visualizarme explotó en carcajadas y se llevó sus burlas a otra parte. Me levanté lentamente y salí en dirección al baño; aventé la pijama al inodoro y me di una ducha de agua fría para espabilarme, lavé mis dientes y volví a mi dormitorio para ponerme una muda de ropa improvisada que gritaba lo cansada que estaba en ese instante.

Fuí hasta la cocina y saqué el pastel de manzana del refrigerador, corté una buena rebanada y comencé a devorarla. A los pocos minutos apareció la morena metida en un vestido floreado que lo acompañaba una chaqueta de cuero roja.

Al menos había despertado sin resaca y no tendría que faltar a clases.

Me lanzó una mirada burlesca y la ignoré, es muy temprano como para que me recuerden mi torpeza. Salimos del departamento sin prisas y nos subimos a mi auto; conduje mientras la morena me contaba lo "divertida" que había sido la fiesta. Alcohol por aquí, alcohol por allá, y todo se reduce a un rubio que se hubiera follado si la policía no hubiese aparecido y todo el mundo escapara de las garras de la justicia.  

Aparqué en el estacionamiento de la preparatoria y nos bajamos, pasamos por nuestros casilleros a recoger nuestras cosas y nos dirigimos a nuestra primera clase. Ella se sentó al fondo junto a algunas chicas y yo me senté en la segunda fila al lado de la ventana. El salón se fue llenando a medida que los minutos pasaban hasta que... lo vi.

Entraba con ese aire de chico imponente que lo hacía ganar el respeto del instituto entero; caminaba con elegancia y estilo, y sus pasos eran confiados y parecían calculados. Su cabello alquitrán se movía al compás de sus zancadas y sus ojos verdes tenían una pizca de cansancio en ellos, aunque de igual forma mantenía su ladina sonrisa de siempre, pero no pude evitar preocuparme. ¿Estará bien?

Se sentó al fondo como de costumbre y volví mi vista al frente; no puedo dejar que me cache viéndolo, sería más obvia de lo normal. Al poco rato el profesor entró, comenzó a dictar su monólogo y procedí a tomar mis apuntes; pasada la media hora, salió diciendo que volvería dentro de quince minutos.

Suspiré pesadamente y miré por la ventana, imaginándome una dimensión alterna, una dimensión en la que pudiera acercarme a Mauricio sin temor a su rechazo. Una en la que él sintiera así fuera una mínima atracción por mí.

Sentí una mirada intensa posada en mi nuca y me causó escalofríos; no era la primera vez que me pasa. De hecho, esto me sucedía desde la primaria e inclusive fui a un psiquiatra en secreto, creía que me había vuelto loca, pero el especialista me dijo que no tenía nada y me recomendó que ignorara mi suposición. Lo he estado haciendo desde hace mucho, pero de igual forma no podía apaciguar mi curiosidad.

Miré hacia atrás, nadie me observaba; por instinto miré a Mauricio y él estaba revisando su celular con una gran sonrisa en sus labios.

Me pregunto qué verá.

El profesor regresó y continuó con la clase. Cuando el timbre sonó fui una de las primeras en salir, el próximo bloque de hora era de las clases de selección individual, en la que yo estaba anotada para música. Caminé a pasos apresurados hacia el aula para poder adueñarme de la guitarra acústica que más me gustaba y me senté en una butaca para afinarla. A los minutos llegó el resto de la clase, y también, mi italiano; la profesora Kendrah era la versión de un turrón de azúcar humanizado, poseía un encanto empalagoso y una voz de terciopelo. Le tenía un cariño tan grande que podría llegar a considerarla una madre, pero claro, no compartíamos ningún enlace genético.

Nos puso en distintos grupos dependiendo del instrumento; los de cuerda, los de percusión, los de aire, y luego estaban los vocalistas. Hicimos algunos ejercicios de entonación y luego procedimos a interpretar una de las canciones que compuse para nosotros. Sí, soy la compositora de la clase. Tenía notas altas y bajas con tiempos variados, era una de mis mejores canciones- había que admitir, porque no era tan buena comparada a las que no eran para las prácticas-.

Mauricio tenía una melodiosa voz bastante peculiar, podía cantar dentro de cualquier escala, más se le dificultaba brincar de una nota baja a una alta; era uno de los tantos defectos que me fascinaban de él, sin contar que idolatraba la manera en que se defendía en cualquier situación sin la necesidad de golpear. Sin duda era un chico fuera de lo común.

Traté de no perder la concentración cuando por una milésima de segundo sus ojos se encontraron con los míos, contuve la respiración y solté el aire contenido cuando desvió la mirada. La canción acabó y pasamos a otra; así estuvimos toda la clase hasta que terminó, me levanté de mi asiento y estiré las piernas, sonreí al pensar en que Mau me había notado y salí con una alegría que no se desvanecería así mi madre me gritara delante de mis compañeros justo ahora.  

Recorrí los pasillos en busca de los casilleros y en el trayecto me topé con Grace.

-¿Y esa sonrisa?- preguntó mirándome ceñuda sonriendo, negué sin querer contarle.

Las horas pasaron y la jornada acabó, volvimos a casa y me dejé caer sobre el sofá, encendí la televisión y busqué algo bueno que ver. Grace se sentó a mi lado con una bolsita de frituras que comimos mientras perdíamos el tiempo viendo algo que ni siquiera estaba en nuestro idioma e inventamos un diálogo cómico y sin sentido entre nosotras.

Pasado el rato, me encerré en mi habitación, me senté sobre la cama y me quedé viendo fijamente la guitarra, me fue imposible no pensar en mi situación. Grace se iría a Canadá cuando acabara la preparatoria, y si yo me quedaba... me quedaría sola. Podría aceptar la propuesta de papá, pero había algo más que me tenía atada a esta ciudad: él. Estoy tan enamorada que no me imagino una vida en la que no pueda escucharlo, ni verlo.

Me siento patética porque ni siquiera le hablo, son muy pocas las veces que he conversado con él que podría contarlas con una mano, y siempre es "¿Podrías componer otra canción para la clase?".

Podría soportar la soledad, pero lo cierto es que la detesto, me hace recordar todos los momentos tristes de mi vida y... no me quiero derrumbar ni tener que volver con mamá.

Encendí mi teléfono y me sorprendí al ver un mensaje de un número desconocido, lo abrí de inmediato. Solo era un simple Hola.

¿Quién eres?

Lo envié y tan solo esperé unos segundos, ya me había respondido.

Soy Mauricio, pedí tu número ya que se me ocurrieron unas cuantas ideas para una nueva canción y la señorita Kendrah me pidió que me comunicara contigo.

¿Lo hablamos mañana?

Mi corazón se aceleró por una milésima de segundo y volvió a su ritmo normal con algo de desilusión, solo me texteó por eso; era de esperarse. Le mandé un simple Claro y no resiví nada más. Me recosté y miré hacia el techo, sentí como mis ojos comenzaba a picar y mi visión se nublaba; pestañeé un par de veces y se me pasó.

Debería intentar superarlo de una vez por todas.

---------------

El salón de historia se hallaba vacío, tan solo era habitado por una planta que pertenecia al señor Freeman. Me senté del lado de la ventana y clavé mi vista en el crital; afuera el cielo lucía gris y trite, parecía que comenzaría a llorar en cualquier momento. No pude evitar pensar en que faltaba una semana para que acabaran las evaluaciones y yo aún no sabía que hacer.

Mis pensamientos se esfumaron al escuchar como colocaban una silla a un extremo de mi mesa y alguien se sentaba, volteé a mirar. Contuve la respiración y sentí la sangre subir a mi rostro, se me escapó una sonrisita boba.

-¿Qué haces aquí?- Murmuré avergonzada.

Mauricio estaba muy concentrado sacando algo de su mochila y lo colocó frente a él. Era una libreta.

-Freeman no viene, así que tenemos hora libre.- Agrandé los ojos con sorpresa, por eso no había nadie cuando entré.

-Ah.

Él levantó la vista y nuestras miradas se encontraron, contuve el aliento al apreciar aquel par de aceitunas y me fijé en que había un brillo peculiar en ellas.

Quedé fascinada.

Cortó la conexión y abrió la libreta pasando unas cuantas páginas, sentí una sensación extraña desalojar mi cuerpo y se me puso la piel de gallina.

Dios.

-Hice unas cuantas anotaciones. No se mucho de melodías, pero talvez te pueda servir esto que escribí- mencionó y me pasó el apunté, lo tomé un poco nerviosa y comencé a leerlo. La letra es muy buena.

Al instante su voz embriagó mis tímpanos y sonreí embobada. Tiene una voz tan dulce.

Volteé a mirárlo y supe en ese instante que tenía una razón para quedarme: enamorar a ese italiano.

~~~~~~~~
Vota si te ❤

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top