Día 5.75


N/A: La canción que canta Will está en multimedia, para los que quieran escucharla.

No solo fue una vez cuando casi rompimos con Will. La primera vez las cosas fueron más... peliagudas. Ese día era mi cumpleaños y Will decidió obsequiarme mi primer concierto con dedicación exclusiva como regalo. En vista de que habíamos empezado a salir hace poco tiempo, yo no sabía que también cantaba, por lo que me tomó por sorpresa. Avergonzado, me di cuenta de que había pensado que su único talento era curar.

Will lo había arreglado con algunos de sus hermanos, quienes se habían ofrecido a ser su acompañamiento en vista de que no sabía tocar ningún instrumento, solo cantar, cuestión que había aprendido gracias a su madre. Al menos en aquel entonces. Luego aprendió lo básico de guitarra y yo lo acompañé mientras aprendía, asimilando también los conocimientos. Ese aprendizaje juntos significó algo especial para ambos, fue un logro compartido que nos hacía sentir, no solo ufanos, sino conectados. Pero eso es otra historia.

Ese día Will se vistió con un traje completamente blanco con el que resaltaba más que de costumbre; me hizo recordar a cuando nos conocimos formalmente en la misión con los onagros. Montó el espectáculo durante el desayuno, en frente de todos, caminando resueltamente al pabellón y posicionándose en medio, con sus acompañantes atrás. Los campistas se quedaron en silencio, curiosos de qué estaba pasando. Will, quien había llevado en la mano un pequeño parlante y unos cables, dejó el parlante en el suelo y se acomodó un micrófono de diadema en la cabeza antes de dar la señal a sus hermanos y que comenzara la música, no sin antes aclarar que todo iba dedicado a mí.

No pude menos que sentirme azorado e incómodo a un nivel infernal. Que la letra de la canción hablara de un amor tan devoto no ayudó. Por el amor de Hades, llevábamos apenas un mes saliendo, ¿qué tenía en la cabeza? ¿Es que no me conocía en lo absoluto?

No I'm never gonna leave you, darling
No I'm never gonna go regardless
Everything inside of me, is leaving in your heartbeat

Me señaló con la mano mientras se subía encima de la mesa de su cabaña y me sentí enrojecer.

Even when all the lights are fading
Even then, if your hope was shaking
I'm here holding on

I will always be yours forever and more

En este punto, una mueca grave estaba despuntando en mi rostro, como si las palabras de Will me causaran un dolor físico. Sentía un pitido lejano en mis oídos, con lo cual parecían negarse a seguir escuchando.

For the push and the pull
I still drown in your love
And drink till I'm drunk
And all that I've done, is it ever enough?

—Will... —susurré, pero él no podía oírme, estaba muy enfrascado en su número. Quise gritar, pero no encontraba mi voz. Era como si le hubieran hecho un torniquete mis cuerdas vocales.

I'm hanging on a line here, baby
I need more than ifs and maybes
We'll come down from the highest heights
Still searching for the reason why

«Para.»

And now I know what it's like,
Reaching from the other side
After all that I've done

I will always be yours forever and more
For the push and the pull
I still drown in your love
And drink till I'm drunk
And all that I've done, is it ever enough?

«¡Para!»

For all that it's worth, is it worth it'
Cause more than it's hard to desert it
For all that it's worth, is it worth it'
How do we know without searching'

I will write you this song to get back what's ours'
Would that be enough'
I will always be yours forever and more
For the push and the pull
I still drown in your love
And drink till I'm drunk
And all that I've done, is it ever enough?

Apretaba los puños tanto que se me entumecieron y el pitido en mis oídos se había vuelto más fuerte, convirtiéndose en una jaqueca aguda. Una oleada de ansiedad se disparó en mí y por un momento, temí que mis poderes se salieran de control y causaran un temblor.

For all that it's worth, is it worth it'
Is it ever enough'
How could we know without searching'
Is it ever enough'

Con eso, por fin terminó, y yo pude relajarme. Will me miraba sin aliento, expectante y sonriente mientras los campistas a su alrededor le aplaudían. Sin embargo, la sonrisa se fue borrando de su rostro cuando me levanté, con la cabeza gacha, y sin mediar palabra con nadie, desaparecí en las sombras.

No volví en todo el día. No quería hablar con Will, ni verlo. Estaba fastidiado con él. Me había dejado en ridículo. Se había dejado a sí mismo en ridículo. Eso me molestaba más que lo primero. Además, ¿cómo se atrevía a decir todo lo que dijo? ¿A cantar mentiras bonitas, de esas que se dicen los enamorados cursis que no duran ni tres meses juntos? La idea de que fuera uno de esos novios que juran el cielo y las estrellas para luego abandonar la relación como si nada me enfermaba.

Volví a mi cabaña en la madrugada. Había vagado todo el día por un bosque en el que aparecí sin pensar en mi destino. Debía ser un bosque del hemisferio sur, porque se mostraba en todo su verde esplendor, con flores abiertas de pétalos de colores vibrantes y lianas colgando como serpentinas de las ramas húmedas. Caminé y caminé, y cuando me topaba con algún animal peligroso, incluso si se trataba de un insecto, aplicaba en ellos mi mirada del terror, en el caso de que no se alejaran por mi misma aura de muerte. Allí, sin la compañía de ningún humano y rodeado de toda la vida discreta y a la vez majestuosa de la naturaleza, pude encontrar el sosiego que necesitaba. Terminé trepado en un árbol, descansando las piernas mientras miraba las estrellas en medio de sus hojas.

No fue una mala manera de pasar mi cumpleaños. Pero cuando llegué a mi cabaña, ahí estaba Will, con cara de preocupación. Trastabillé, y se adelantó para ofrecerme soporte.

—Tonto —musitó—. No debiste viajar por las sombras.

—Fue culpa tuya —rebatí, sintiendo cómo mi cara se calentaba de furia. Era como si mi visita al bosque solo hubiera dejado mis emociones en suspenso y la presencia de Will las hubiera activado, con el mismo furor inicial—. ¡Fue culpa tuya por lo que hiciste! ¡Me avergonzaste frente a todos! ¡Y más importante, te avergonzaste a ti mismo!

—Lo siento —dijo, haciendo una mueca—. Solo quería darte un detalle.

—¡Pues no pedí ningún detalle! Además... esa canción. Fue... —Logré contenerme antes de decir "asquerosa" u "horrible"—. ¡No puedes sentir eso de verdad!

—Nico, tú no puedes saber eso.

De haber estado más atento, habría notado en su tono de voz que había entrado en territorio sensible.

Lo miré a los ojos, reprochándole.

—Hemos sido novios un mes. No me vengas con esas mierdas tan bajas de que me amas y no me vas a dejar nunca. ¡Es ridículo, Will!

Entonces él me soltó. Caí al suelo, golpeándome las rodillas y las palmas de las manos mientras mi garganta expulsaba un sonido gutural de dolor. Cuando levanté la mirada, encontré la puerta de la cabaña abierta y Will ya no estaba.

No nos hablamos en semanas. Esperaba que Will se acercara, pero nunca lo hizo, y yo tenía demasiado orgullo como para acercarme por mi cuenta. En ese entonces, pensaba que Will tenía que siempre dar el primer paso, estaba acostumbrado a ello; aunque más que eso lo quería, porque significaba que yo le importaba lo suficiente y que no lo hiciera significaba que no le importaba lo suficiente. Al verlo continuar perfectamente sin mí, no pude evitar sentirme herido y solo. Frecuentaba en mí una incomodidad deprimente conectada a la idea de seguir en el campamento. Empecé a ausentarme, cada vez por más largos períodos hasta que decidí que ya no volvería. Ese día Will apareció en mi cabaña, como si hubiera sabido de mis intenciones.

—Haz un viaje de sombras más y te juro que iré a buscarte al Inframundo para golpearte el trasero. Mírate. Das pena.

—Déjame en paz —siseé. Me sentía cansado por los constantes viajes de sombras que había hecho en las últimas semanas, pero no quería decírselo a Will.

—Morirás —afirmó—. Haces uno más y te mueres.

—Eso no es cierto.

—Bueno, quizá te queden dos. Pero de ahí no pasa.

—Solo necesito de uno para irme de aquí.

El ceño fruncido de Will se aseveró.

—¿Qué demonios te pasa, Nico? ¿Quién te crees que eres?

—No pertenezco aquí —murmuré—. Tú... me dejaste de lado cómo todos los demás.

—¿Y qué querías que hiciera? ¿Que dejara que me faltaras el respeto así nomás? Yo también tengo mi orgullo, también tengo que mantener mi integridad. Despreciaste un regalo que te hice con tanto amor... eres un desagradecido egoísta. Eso eres. Solo piensas en ti, te autocompadeces y culpas a los demás.

—Si tanto te disgusto, ¡¿por qué no me dejas matarme?!

Abrió mucho los ojos. Era la primera vez que yo admitía abiertamente mis deseos de desaparecer del mundo. No esperaba que fuera así.

—Porque te amo, idiota. Con todos tus defectos y virtudes, yo en serio te amo, Nico. Al menos eso es lo que siento. Escogí la canción porque se amoldaba a lo que sentía. No lo hice por magnificar mis sentimientos. Puede que solo hayamos salido por un mes pero... te conocí desde mucho antes. Te... quise desde mucho antes y tú nunca te diste cuenta porque estabas muy ocupado pensando que nadie te quería. —Levantó la barbilla—. Y aquí me tienes, dando el paso que me prometí que no daría porque no quiero que cometas una locura.

De repente, una fuerte oleada de cansancio se asentó sobre de mí. Me tambaleé y cuando las rodillas se me doblaron, los brazos de Will me atraparon, sujetándome por la cintura mientras yo me agarraba débilmente de su cuello. No recuerdo lo último que alcancé a susurrar antes de desmayarme y Will nunca me lo dijo.

Cuando desperté, Will estaba conmigo. Me preguntó de buenas a primeras si hablaba en serio con la idea de suicidarme, sonando mortificado. Tenía ojeras y un aspecto desaliñado, no del tipo que puede resultar incluso atractivo, sino como los mendigos, de los que dan pena a la vista. El cabello aplastado y grasiento de la suciedad, las mejillas pálidas y hundidas, los labios resecos y blanquecinos, la nariz enrojecida. Le respondí que no sabía, que había hablado más por el calor del momento. Will se cernió sobre mí en un abrazo que me estrujó los huesos. No dijo nada, pero su actuar lo decía todo.

Y en su momento yo no lo comprendí.

No pensé en el susto que le pude haber provocado, porque en ese entonces estaba centrado en mí. Siempre se trataba de mí, pero nunca de manera positiva. Siempre se trataba de mis necesidades, que venían de la creencia insana de que las requería. Siempre me autosaboteaba, y lastimaba a quienes me querían en el proceso. Siempre me encerraba en mi mundo, y aún así precisaba que me prestaran atención, porque no tener esa atención era una excusa para creer que a nadie le importaba y condenarme más a mí mismo.

Ahora me arrepiento. Quizá Will vivió lo mismo que estoy viviendo yo ahora. Quizá aquí estaba otra vez el destino diciéndome: «¡Lo merecías, tonto!». Incluso merecería que él muriera...

No.

Esto no era cuestión de merecerlo o no. Era cuestión de los hilos del destino y de mí aceptando la resolución de las Moiras, en lugar de culparme por ella. Porque yo no tenía voto en esa decisión. Ni siquiera Will lo tenía. Y las Moiras tampoco tenían la culpa, porque ellas solo cumplían las órdenes de Destino, y Destino debía mantener al mundo en orden todo el tiempo, con lo que elige quitar y poner. Era todo parte del orden natural con el que se debían desarrollar las cosas para mantener un equilibrio. Yo, como hijo de Hades, debía saberlo mejor que nadie.

Si Will moría era porque debía ser así, por algo más grande que mi persona que no tenía nada que ver conmigo.

Le volví a pedir disculpas y Will las aceptó. Desde entonces aprendí que me quería de verdad y procuré no desestimar sus esfuerzos por mí. Will procesó lo sucedido con madurez y tampoco dejó de darme serenatas, ni de hacerme buenos regalos. No se dejó amedrentar por un posible trauma, cuestión en la que nos diferenciábamos por mucho.

Pero pensando en eso me nació la duda. Antes de ir a cenar, aparté a Lara para resolverla.

—Lara. Necesito que te centres y me digas algo.

Ella me miró con curiosidad.

—¿Estás bien?

—Hace dos años, ¿estabas operando en la enfermería?

—Me ofende la pregunta.

—¿Y no sabes si...? ¿Acaso no...? ¿Si Will...?

—¿Tuvo que pasar lo mismo que tú estás pasando? Pues sí. —Me sonreía con pena—. Creí que nunca te darías cuenta pero aquí estás.

—¿Cuánto tiempo...? ¿Cómo...?

—Fueron dos semanas, Nico. Dos largas semanas para Will. La primera semana fue la peor. Estabas demasiado débil y a veces parecías debilitarte más y empezabas a volverte incorpóreo. Will tenía que estar al pendiente tuyo todo el día porque lo único que podía salvarte cuando te ponías así era su poder sanador. No durmió bien en toda la semana, y también se debilitó mucho, y temía lo peor. Estaba asustado y se sentía culpable. Pero yo le dije que el idiota habías sido tú.

—Gracias por eso —comenté con sarcasmo.

—En cierto modo... es curioso ver cómo los papeles se invierten. Will dudó si sobrevivirías, pero yo no, así como tampoco dudo que Will sobreviva ahora. La fe es poderosa, Nico.

Súbitamente, sentí que una pulsión me confería cierto poder que me permití saborear. Ya no tenía miedo. Y tenía algo que decir, algo que quería decir, que me había guardado por razones que escapaban de mi entendimiento. Era algo que ahora podía hacer porque esas razones inenarrables se habían desintegrado.

—¿Y si muere?

Lara se quedó pasmada. Seguramente no pensó que la contradeciría.

—¿Qué harás si Will muere?

—No va a morir.

—¿Y si sí?

Me miró a los ojos. Encontré en ellos un atisbo creciente de miedo. Pero los míos eran pétreos.

—No va a morir —repitió, pero esta vez con más inseguridad.

—Podría morir —insistí—, entonces, ¿qué harás?

Lara apretó los labios.

—¿Qué harías si muriera? —volví a insistir.

—¡Deja de decir que va a morir! ¡Parece que eso quisieras! —Si ella esperaba afectarme con sus palabras, no lo consiguió. Yo tenía la situación bajo control. Ya no estaba dominado por mis emociones y por primera vez en mucho, veía claro el panorama—. Tienes que pensar en que va a vivir y punto.

Negué con la cabeza. Ya era hora de terminar de aceptar que lo que había soñado no lo había soñado por gusto. No aseguraba nada, pero dejaba marcada una alta probabilidad que se avecinaba como una tormenta, la cual tenía que prepararme para enfrentar, y de paso podía preparar a los demás también. No podía seguir confiando en una vana ilusión que me perjudicaría a largo plazo, por mucho que esa ilusión pudiera cumplirse.

—Solo intento prepararme para todas las opciones, —expresé. Era una verdad a medias— ¿y tú?

Fue como si la hubiera golpeado físicamente con la pregunta. O como si la hubiera empujado a un abismo. Quedó en el aire, aleteando con los brazos en un desesperado intento de no caer, aún a sabiendas de que la caída era inevitable.

—Si muere —dijo finalmente y con la voz disminuida—, entonces veré qué hacer en ese momento. Por ahora seguiré pensando en que va a vivir.

Sopesé un poco sus palabras. Luego escapó de mi garganta una risa seca.

—Esa resolución tiene algo de inteligente y algo de tonto. Inteligente porque mantienes tu integridad. Tonto porque confías en una ilusión.

—¿Qué sucede contigo hoy, Nico?

—Nada. Como dije, solo intento prepararme para lo peor.

—No. No me refiero a eso. Estás más... sagaz. Como si no te importaran más las consecuencias de tus palabras.

—No es eso. Me siento más sólido. Como si por fin pudiera tener control sobre lo que digo y cómo encamino las conversaciones. Como si estuviera listo para todo.

Lara articuló un pequeño resoplido.

—Supongo que eso es bueno.

—Lo es —convine—. Gracias por colaborar conmigo. —Ahora esas palabras salían con más facilidad. Había adquirido la refrescante sensación de que estaba haciendo las cosas bien y por un momento aterrador, temí que eso terminara, pero sacudí el pensamiento, concentrándome en hacerlo perdurar.

Lara se dio la vuelta para retirarse, pero cambió de idea a último momento y regresó a mirarme una vez más.

—¿Quieres... saber qué hizo Will? ¿Cuando estabas inconsciente?

Asentí, conmovido por la idea.

—Esperó. Como tú. No tenía de otra. Como trabajaba en la enfermería tenía un ojo puesto en ti todo el tiempo y te cuidaba personalmente. No dejaba que nadie más se encargara de ti, ni si quiera Ben, o yo. Fue el momento en que Will se demostró más territorial que nunca. En las noches se quedaba en la enfermería, sentado en una silla a tu lado, durmiendo con la cabeza sobre tu regazo. Tuvo que pasar una semana para que lo convenciera de dormir en la cabaña. Le desesperaba que no despertaras, que ni si quiera mostraras signos de que despertarías. Yo quería hacer algo para hacerlo sentir mejor, pero nunca se me ocurrió qué, aparte de apoyarlo. A veces lo pillaba mirándote fijamente a la cara, conteniendo todo tipo de emociones, como si deseara comunicarse contigo. Pero nunca, que yo sepa, se animó a hablarte, ni a hacer todo lo que estás haciendo tú ahora por él. Él simplemente no cogió ese camino. Y que tú precisamente lo hayas tomado me sorprende.

No supe qué responder.

—¿Vas a pasar a despedirte de Will?

—Sí, lo haré.

—Otra cosa, Nico. —Lara levantó el dedo índice, reclamando mi atención una vez más—. Tienes que saber que Will se sentía tremendamente culpable. Ya sabes, uno tiende a culpabilizarse en situaciones como estas. Pero es por eso que Will procuró no volver a tocar tu nervio sensible. Aprendió a ser más comprensivo. Estaba muy asustado de perderte.

—¿Dices que... —recapitulé— la razón por la que Will siempre era tan compresivo era por miedo?

Lara asintió, algo apenada.

Enterarme fue en parte decepcionante y en parte preocupante. Nunca pensé en que Will pudiera tener miedo de perderme como yo tenía miedo de perderlo a él. Descubrí que me había hecho una idea idílica de Will en la que él era una especie de ser sobrehumano, con una calidez inagotable y paciencia infinita. Will, solícito como ninguno, quien siempre lo tenía todo bajo control, quien siempre solía tener la razón. Ese mismo Will estaba muerto de miedo. Por mí. Yo tomaba todos los atisbos de vulnerabilidad de Will y los ponía aparte, restándoles importancia. Como cuando cantó Save myself. Como cuando estalló conmigo por desmerecer su concierto.

Entendí que Will Solace solamente es un ser humano más del montón. Un ser humano que siente, que tiene momentos de debilidad. Un ser humano que me había negado a conocer y aceptar, por aferrarme a la idea de que su imagen lumínica no podía dañarse, porque esa imagen me brindaba consuelo y seguridad.

—Will, lo siento tanto —le dije cuando lo tenía frente a mí—. Todo lo que hice contigo estuvo mal.

No recibí respuesta, pero continué hablando.

—Pero ya no importa el pasado, ¿no? Quiero que sepas que estoy mejor y que agradezco todo lo que has hecho por mí. En su momento no lo supe valorar. Pero eh, que este no es el día en que debía darte un discurso. Lo tengo todo planeado hasta el último día. —La voz se me quebró y carraspeé para recuperarla—. Pero quería que lo supieras desde hoy. Estoy aprendiendo más de lo que esperabas.

Lo miré. Lo miraba y lo miraba y seguía sintiendo la misma urgencia de seguir mirándolo. Me pregunté si alguna vez me cansaría. Probablemente la respuesta fuera sí. Todos nos cansamos en algún momento de todo. Pero en ese momento la idea de cansarme era ridícula. Will significaba tanto para mí que su rostro se había transformado en mi obra de arte favorita, aquella que aunque no se alterara en lo absoluto se hacía cada vez más fascinante.

—Bueno. Nos vemos mañana. —Me acerqué a su cara para besar su frente, pero no regresé a mi lugar después de hacerlo. Me lo quedé mirando de más cerca, apreciando la sutil belleza de cada detalle de su rostro por separado. Mis labios se desplazaron hacia abajo y lentamente se presionaron sobre los suyos. Cerré los ojos, extendiendo el momento, imaginando que mi beso me era devuelto. Los labios de Will estaban suaves, aunque agrietados por la resequedad, por lo que me regañé internamente. Debí haber usado un bálsamo en ellos. Enmarqué su rostro con ambas manos y gemí contra ellos, volviendo a besarlos, aunque más que un beso fue una caricia. Y eso fue suficiente.

Siénteme, decía ese beso. Estoy aquí. Y aquí seguiré.

Hasta a el final...

Cuando me di cuenta, la cena ya había terminado y caminaba con Hazel de vuelta a la cabaña. Me detuve en seco y ella caminó un poco más antes de darse cuenta y girar la cabeza hacia mí, desconcertada. Le extendí una mano y le dije que confíe en mí. Hazel vaciló, pero solo por un segundo. Luego sonrió y me tomó la mano. Estaba a punto de llamar a las sombras cuando recordé algo. Solté la mano de Hazel.

—Aguarda aquí un segundo —la tranquilicé y eché a correr al comedor, rezando por que siguieran allí.

Mis amigos.

Estaban ahí. Solo quedaban ellos, reunidos alrededor de una mesa, hablando en voz baja. No me detuve a preguntarme de qué estarían hablando, pero sí me detuve en mi caminar, mordiéndome el labio inferior por dentro, no sabiendo cómo hacerme notar. No fue necesario, Percy me vio y todos giraron la cabeza hacia mí. Me sentí expuesto, pero no fue un mal sentimiento.

—¡Nico! —exclamó Leo—. ¿Qué te trae por aquí, amigo?

¿Amigo? Eso era nuevo. Leo normalmente solo me decía sombritas o chico muerte.

Me revolví en mi lugar, cambiando el peso de una pierna a otra mientras revisaba a cada uno de los rostros que tenía adelante. Hacía falta Jason. Pero Piper se había vuelto muy unida a mí después de su muerte. Todos nos habíamos vuelto más unidos, intentando superar como unidad el luto. Repentinamente me sentí terrible por no haberlos dejado acercarse a mí desde que sucedió lo de Will, cuando ellos me dejaron acercarme cuando sucedió lo de Jason.

—Quiero llevarlos a un lugar. Acompáñenme. —Añadí, en voz más baja—. Por favor.

Ellos se mostraron recelosos, mirándose unos a otros para deliberar en grupo. Finalmente, Percy asintió en el nombre de todos. Me siguieron hasta donde estaba Hazel.

—Tómense de las manos —instruí.

—¿No deberíamos no dejarte hacer viajes de sombras? —preguntó Piper.

Sonreí tenebrosamente.

—Will no tiene por qué enterarse.

Y las sombras nos engulleron. Aparecimos en un espacio a oscuras, donde no se podía ver nada. Seguía sosteniendo la mano de Hazel, de modo que sentí cuando su pulso se alteró.

—Tranquila —susurré.

A ella no le gustaba la completa oscuridad, algo irónico siendo hija de Plutón, pero mis ojos ya estaban acostumbrados a ella y podía distinguir las formas que nos rodeaban. Ayudé a todos a ocupar las sillas, en las que ellos aceptaron sentarse, extrañados. Podía adivinar lo que estaban pensando, ¿un lugar con sillas? ¿De qué se trataba?

Hasta que prendí las luces. Entonces la expresión de sus rostros no tuvo precio. Sobre todo la de Annabeth. No había nadie que valorase más las joyas de construcción como ella.

—Es el Winter Garden Theatre —dijo, anonadada—. Quería venir aquí desde que era una niña, pero el deseo se fue posponiendo hasta que casi no lo recordaba.

El Winter Garden Theatre es una joya cultural de Canadá, ubicado en Toronto. Brinda la atmósfera de un jardín campestre bajo las estrellas. Hay murales pintados con acuarela de plantas y enrejados de jardín. Columnas de tronco de árbol emplazadas en las esquinas sirven de decoración complementaria. Pero lo mejor es la parte de arriba, con linternas enredadas entre hojas secas de haya y flores silvestres que cuelgan del techo. La vista de esto, aunque suene en cierto modo simple, es espectacular. Te hace sentir un cosquilleo de impresión que recorre los nervios de tu cuerpo, a la vez de transmitir la calidez propia del hogar ancestral, una conexión con la tierra y la naturaleza.

Metí las manos en los bolsillos de mi chaqueta.

—Los lunes en la noche no hay atención, así que estará vacío y nadie nos molestará.

A Percy le brillaron los ojos. Después de haber sido un niño «problemático» y pasado a ser un casi adulto más o menos responsable, la idea de hacer algo ilícito le producía la misma emoción que si hubiera vuelto a ser un niño otra vez.

Annabeth se emocionó tanto que terminó contándonos la historia del lugar, como si fuera una guía. Nos habló de Thomas W Lamb, el arquitecto americano responsable, famoso por ser uno de los principales diseñadores de teatros y cines del siglo XX. Nos dijo que el Winter Garden en conjunto con el Elgin (teatro que está siete pisos por debajo), son los últimos teatros apilados eduardianos supervivientes del mundo. Incluso nos contó sobre la silla en la que asesinaron a John Dilinger, quien solía ser un gánster famoso en Norteamérica. Resulta que el teatro compró las sillas a otro teatro y una de las sillas estaba tapizada en rojo para recordar el asesinato y, como el teatro no lo sabía, la mandó tapizar del mismo color que las otras. Así que uno de nosotros podría estar sentado en esa silla y nunca lo sabríamos.

Me parecía impresionante que siguiera recordando todas esas cosas cuando se la aprendió de niña. Pero era hija de Atenea y su verdadero poder estaba en su intelecto, así que no me sorprendió demasiado.

Estando allí, escuchando las palabras de Annabeth me hizo recordar a cuando estábamos en Epiro, dispuestos a separarnos para combatir a Gea y detener la guerra entre los campamentos. En ese entonces, tuvimos un momento de asueto juntos que difícilmente se repetiría, y recuerdo que la idea me agradaba, pero que no sabía cómo expresarlo ni cómo canalizarlo, de modo que me mantuve prácticamente al margen y no pude disfrutar mucho del sentimiento. Ahora era distinto. La calidez, que no era precisamente caliente sino luminosa, me enajenaba. Como una incubadora que contiene al corazón, preparándolo para una metamorfosis a una mejor versión de sí mismo.

Me preguntaron por Will, con algo de miedo. Pero yo respondí con tranquilidad lo que me había dicho Ben respecto a su estado y luego comencé a relatar todos los recuerdos que he mencionado a lo largo de este día.

Y se sintió bien.

Lo había logrado. Había aprendido a recordar sin que doliera. Y todos me escuchaban atentos, sin interrumpirme a excepción de Leo, quien siempre parecía encontrar la manera de satirizar las cosas. No obstante, por una vez no me importaba. Incluso me permití reír. Y con la historia de Will y su granja, Leo no tuvo que intervenir para que nos riéramos.

Tuvimos un momento de vinculación maravilloso, en el que nuestras almas parecían estar sincronizadas y nuestras bocas eran el medio por el cual lo expresábamos. En ningún instante dejó de sentirse plácido, al menos hasta que apareció un guardia de seguridad gritando «¿Quién anda allí?» y tuvimos que salir pitando por las sombras.

Entonces nos reímos en la vastedad del aire libre del campamento, en conjunto y sin mesura. Luego nos despedimos, más contentos y más unidos que antes de nuestra pequeña expedición.

Nos quedamos conversando hasta tarde con Hazel. Ella me preguntó qué había sido de mi vida en los últimos años y le conté más historias sobre Will y mí. Luego ella me contó su parte, que incluía días mortificadores de entrenamiento romano, peripecias de la Quinta Cohorte y salidas a hurtadillas con Frank.

El estímulo de hoy fue el tacto. Eres motivo de caricias y mimos, Will. Es curioso que en tu estado vegetativo tenga que estar pendiente y hacerte recortes al igual que a una flor.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top