Día 3.75



Ben me dijo que con toda seguridad ya estaba fuera de peligro respecto a los efectos del veneno y que Billie ya había encontrado un tratamiento para Will, el cual estaba recibiendo en ese mismo momento.

Le pregunté, emocionado, si eso significaba que despertaría. Ben me bajó de la nube rápido. Aclaró que un coma es impredecible, aún más en los semidioses, y que podría seguir por días, semanas e incluso meses, exagerando un poco. Me desinflé como una pelota con fuga, pero Ben apoyó su mano en mi hombro y me reconfortó con la mirada.

—No solo Will es fuerte. Ambos lo son. Si el destino quiere hacerte pasar por esto es porque sabe que podrás soportarlo.

Le ofrecí fue una sonrisa lacónica en agradecimiento. No se me hacía difícil sonreírle.

Lara se había sentado a mi lado en la sala de espera, asiendo su vaso térmico de menta capuchino en dirección a sus labios. Habría tomado cinco vasos de café al día, todos con un distinto tipo de los estipulados en la máquina. Lara utilizaba más la máquina de café que el dispensador de agua a su lado. Me pregunté si podría dormir bien con tanta cafeína en su organismo.

—Lo que aprendiste hoy solo es una probadita de lo que tendrás que aprender para cuidar de Will —me advirtió.

—Lo sé. —Levanté la cabeza del libro, tallándome los ojos y suspirando. Recordé fugazmente que Will había intentado enseñarme sobre su trabajo con intenciones de convertirme en su asistente antes, pero la mayor parte del tiempo nos distraíamos y al final no aprendí mucho que digamos.

Lara bajó el vaso después de tragar, conteniendo un «ahhh» de placer.

—Para serte franca, lo haces mejor que yo. Me tomó una semana entera aprender a tomar la presión arterial sin tirar el esfigmomanómetro al piso o que mis manos dejaran de temblar. Te imaginabas un manojo de nervios con patas y esa era yo. —Apretó los labios para contener una risa entre avergonzada y nostálgica.

Había algo que no me estaba diciendo. Podía reconocer gestos y silencios delatores por experiencias personales. Pero siendo consciente la incomodidad que le causaría indagando, me limité a asentir con la cabeza.

Ella terminó diciéndomelo sola, sin mirarme.

—Ben es un chico solitario. Tiene un poder sanador increíble, tan increíble como el de Will. Pero siempre pareció algo triste e insatisfecho y ahora que Will no está para sustentar este lugar se ha visto a sí mismo bajo mucho estrés.

»Yo soy enfermera. Doy los mejores baños de esponja. Puedo hacer hablar al ser más tímido del planeta. Tengo paciencia de la tierra a la luna cinco veces. Nada cool como lo tuyo.

Eso último me sorprendió.

—¿Crees que soy cool?

Lara se atoró con su café. Cuando bajó el vaso de nuevo, sus mejillas estaban ligeramente arreboladas. El color contrastaba bien en su tez de tonalidad durazno.

—Bueno, puedes hacer tantas cosas extraordinarias como ningún otro.

Bufé.

—¿De qué estás hablando? Percy Jackson puede hacer cosas mucho más geniales.

Lara levantó el dedo índice.

—El campo de dominio de Percy se limita al agua.

—También puede crear huracanes. Y manipular veneno. Y hablar con peces. Y desatar terremotos.

—Sí, esas también son cosas extraordinarias. Sin embargo, tú interactúas con espíritus. Les hablas, los tocas y tienes control sobre ellos para que cumplan tu voluntad. Tienes esos viajes por las sombras, que pueden transportarte adonde quieras en el mundo y submundo. Manipulas la tierra a tu gusto. Invocas escuadrones de zombies y esqueletos a tu disposición. Sientes la cercanía con la muerte de las personas. También está lo que hiciste con Bryce Lawrence.

Hice una mueca.

—¿Por qué lo mencionas tanto? Eso casi me cuesta la vida.

—¡Pero no lo hizo! —Los ojos de Lara volvieron a brillar—. Nico, estoy tan segura de tu poderosidad como de la valía de Will. 

—¿Poderosidad?

—¡Como sea!

—Créeme, no es para tanto.

—Debería aprender a aceptar los cumplidos, Señor Modestia —rezongó.

—No estoy acostumbrado a recibirlos. —Me encogí de hombros—. La gente por lo general me teme o me rechaza. No me quieren cerca.

—Por lo general —enfatizó Lara. Parecía estar conteniéndose—. ¿Y qué hay de las personas que disfrutamos de tu compañía? ¿Estamos pintadas en la pared? No me jodas, di Angelo. Suenas como un pelele aferrado a su juguete. Solo que este es un juguete que te hace daño y aún así no lo quieres soltar.

En lugar de llenarme de pensamientos rebatidores, la palabra hizo una pequeña explosión en mi mente. Soltar.

—¡Suelta todo lo negativo en tu vida! ¡Déjalo ir! ¡Canta como Elsa!

No sabía quién era Elsa, pero capté el mensaje. Es curioso como tu manera de ver las cosas puede expandirse en un segundo.

—Lara.

—¿Sí?

—No tienes que sentirte mal por no tener ningún poder.

Ella regresó a mirarme, una mezcla de sorpresa y miedo asomando en sus ojos castaños. No esperaba que notase lo que había querido ocultar. Apretó los labios en una sonrisa, bajando la mirada. También entendía ese gesto. Quería llorar.

Oh, mierda. Sentí que debía hacer algo al respecto, pero no se me ocurría qué. No era ni de cerca un as en la interacción social. Así que dije lo primero que me cruzó por la cabeza.

—El único fin médico para el cual podrían servir mis poderes es para la eutanasia.

Conseguí hacerla reír. Will habría estado satisfecho.

—Deberías estar orgullosa de ti misma —proseguí, conciliándome con más facilidad con las palabras—. La mayoría de nosotros nacemos dotados, pero tú has crecido valiéndote por ti misma. Tu poder no depende de ninguna habilidad sobrehumana. Me impresiona que hayas dicho con tanto orgullo quién eres, pero no pareces saber que sin ti, este lugar no podría funcionar.

Ella tomó un nuevo sorbo de café, mirándome con ojos brillantes y una sonrisa preciosa. Experimenté la sensación más gratificante del día, incluso más que las palabras de Ben, presenciando cómo ella me miraba con tanto aprecio y agradecimiento. Sentí que mi corazón se llenaba de luz hasta que debía haber explotado, pero su capacidad de contención era infinita y se limitaba a abrumar.

Lara aplastó el vaso y despachó los restos al tacho de basura más cercano.

—¿Me vas a contar lo que hiciste con Cecil? —Cambiaba de tema, eso era bueno. Estaba volviendo a ser ella. Recurrió a la carita de cachorro sin hogar—. No podré dormir hoy si no lo sé.

—No sé... —fingí sopesarlo—. Un gran mago no revela sus secretos.

—No eres un mago.

—Pero soy enigmático.

—Yo diría que eres amargado como Calamardo.

—¿Quién es Calamardo?

—¿Nunca has visto Bob Esponja? ¿Qué clase de tortuosa infancia has tenido?

No pude evitar pensar en que mi madre murió cuando era un infante y mi hermana cuando tenía diez años. En el periodo intermedio estuve atrapado en un hotel mágico que me congeló setenta años en el tiempo, empujándome a la fuerza a otra época. Intentaba ser feliz a pesar de todo, pero cuando perdí a Bianca ya no pude más.

—Lo siento.

Le resté importancia.

—Solo hice esto.

Parpadeé en su dirección. Lara tropezó hacia atrás, soltando un chillido agudo. Mis ojos deberían mostrarse completamente negros, reflejando sus mayores temores.

—Es un truco que me enseñó mi padre. —Volví a parpadear, devolviendo mis ojos a la normalidad—. Sirve para paralizar o acobardar al enemigo a corto plazo, aunque el temor a que el usuario la vuelva a utilizar en ellos siempre estará presente. Es un beneficio de ser hijo de Hades. Puedes espantar a quien se te dé la gana. —Ladeé la cabeza—. Nuestros poderes sirven básicamente para eso.

—Eso es deprimente —susurró Lara, aún un poco pálida y aturdida.

Me encogí de hombros.

—Me fue útil en el Tártaro. Ya sabes, monstruos de más, ayuda de menos. Si no puedes luchar estás perdido en segundos.

En ese momento Hazel entró y corrió a abrazarme, alegrándose de verme bien. La presenté con Lara y empataron de maravilla. No cesaron de parlotear sobre cualquier cosa y aunque yo no participé directamente me sentí feliz por ambas. Luego, contra todo pronóstico, me metieron en la conversación hasta que los tres hablábamos fluidamente, abstraídos del mundo.

Atesoraría esos recuerdos.

Ben apareció para recordarnos que había terminado la jornada de trabajo. Les dije a las chicas que se adelantaran, decidiendo hacer una rápida y última visita a Will. Esta vez iba mentalmente preparado.

Escuché voces que provenían del interior de la habitación, de modo que me escondí tras la puerta entreabierta, escrutando el panorama.

Austin y Kayla me habían ganado. Austin le contaba a Will un chiste digno de Apolo —es decir, pésimo a nivel te ríes por pena— y Kayla sujetaba su mano con visible afecto. Me mantuve en mi lugar, sorprendido por no encontrar signos de irritación ardiendo en mi interior. Habían dejado un par de girasoles en un florero reciclado de una botella de vidrio vacía de Starbucks. Sus rostros desencajaron las sonrisas tensas para encajar semblantes angustiados.  

—Will, no sabemos cómo manejar la cabaña sin ti. Nosotros no tenemos la sensatez necesaria para ser líderes. Te necesitamos. Por favor, regresa con nosotros.

Ellos se rompieron.

Viéndolos, entendí que no era el único al que le afectaba en demasía tu ausencia, Will. No esperes que este mundo encuentre su homeóstasis sin ti.

Me alejé sigilosamente, dándoles su espacio.

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