9. "Hall of fame"
- ¿Sabías que nos hemos alejado kilómetros de casa? - me quejé con los ojos entornados -. ¿Hasta dónde piensas llegar?
Hugo y yo caminábamos por unas calles poco transitadas a las ocho de la tarde. Llevábamos mucho tiempo con el paseo desde que salimos de ver al padre del chico y ya me estaba empezando a cansar.
- No haberte venido andando - respondió.
Resoplé.
- Mira que eres terco. Pero no te saldrás con la tuya si pretendes cansarme y quedarte solo.
Siguió mirando al frente para no tener que responderme a nada y no cruzar miradas.
- Y que nos hayamos alejado tan lejos solo significa que luego tendré que ir andando a buscar la moto...
Qué mal. ¿Y si me ponían una multa por no haber aparcado bien? No lo hice, ¿verdad? ¿O sí?
- No te vendría mal andar de vez en cuando - dijo.
- ¿Perdona? - hice ademán de indignación -. ¿Quién eres tú para decirme el ejercicio que tengo o no que hacer?
- Ponte a quemar grasa - rió en tono burlesco.
Le agarré una mano y le hice tocar mi abdomen.
- ¿Qué grasa? - pregunté con una mirada fulminante.
Hugo se tensó y se soltó por la fuerza. Se frotó la muñeca por el lugar que le había presionado y volvió a andar en la dirección previa.
- ¿Ya está? ¿Te has rendido?
No me decía nada. ¿Por qué me hacía ese vacío otra vez? Mi presencia debía de molestarle más de lo que imaginé.
- Tu casa queda a dos manzanas - murmuró -. No estamos lejos.
Hugo se orientaba mejor que yo cuando se trataba de mi casa. Eso sí que era nuevo.
O tal vez yo no había estado pendiente de por dónde íbamos.
- Oh, perfecto, así acaba todo esto antes.
A pesar de que Hugo fuese delante de mí, pude ver cómo volvía a apretar los puños con fuerza. Nunca me había fijado en si se dejaba uñas de mariquita o no pero si fuera así ya debería tener la palma sangrando.
Cuando llegamos a casa, saludamos a mis padres que ya habían vuelto del trabajo y Hugo se fue a su cuarto mientras que yo me quedé ayudando un rato en la cocina.
¿Esta noche también tiene que irse a trabajar?
Era como una pesadilla. No conseguía entender las ganas que tenía él de seguir yendo a aquel lugar. Dijo que tenía un contrato pero aun así, ¿no podría haber hecho algo para que lo echasen? Tal vez funcionase, no perdía nada intentándolo. No podía haber nada peor que lo que en ese momento tenía: un jefe asqueroso, pederastas aprovechándose de él cual prostituta, un salario destinado a pagar una deuda...
Cierto, aunque lo echasen, él tendría que pagar esa deuda. No tendrían nada que quitarle así que seguiría preso.
Plan "hacer que despidan a Hugo" abortado.
***
(Narra Hugo)
Los tipos estos que se pelearon el otro día con el castaño y Greg no apartaban los ojos de mí durante toda la mañana lectiva. A veces intentaban acercarse pero yo los esquivaba metiéndome entre algún grupo o a la vista de algún profesor.
- Huh... - suspiraba tras haberme escabullido de nuevo.
Sabía que tarde o temprano me encontrarían. Sin embargo, esto era lo único que podía hacer en ese momento.
Tenía gracia que no solo esquivase a esos acosadores sino también a Elmer. No era capaz de hablarle como hacía días antes, no quería hacerlo. Yo era una molestia para él y si quería seguir viviendo en su casa para no irme con Eyre tenía que soportar esto. Era cierto que Elmer me confesó algunos defectos que tenía. ¿Lo había hecho para que yo le contara algo? ¿O su plan desde el principio fue ver hasta dónde podía yo llegar con unas palabras?
Estuvo jugando conmigo. Tal vez ni siquiera fuera verdad todo lo que dijo.
Todos se burlaban de mí: Lorenz con su chantaje, Elmer con su homofobia, Wayne enviándome a una maestra infantil.
Me subestimaban, no me consideraban digno de llamarme persona siquiera, pero...yo también era alguien.
¿Verdad, Brad?
¿Verdad?
*****
(Narra Elmer)
Greg se apegaba muchísimo a mí cada vez que Hugo desaparecía sin dejar rastro y ya empezaba a echar de menos su problemática existencia. Ya llevábamos viviendo juntos durante más de un mes y la convivencia no iba a mejor. No conseguí disculparme y conforme pasaba el tiempo me convencía más de que la culpa no era mía de todo lo que había pasado. Además, fui yo quien se humilló frente a él mostrándole todas esas cosas; no había forma de que fuese yo el culpable de las consecuencias.
A veces pensaba que tal vez ni siquiera hacía falta que cuidara de él. ¿Para qué? Si total, acabaría volviendo a meterse en otro lío y al final todos quedaríamos perjudicados. Encima esa repulsiva actitud suya lo hacía aun más difícil todo.
No hicimos juntos el trabajo como se suponía que teníamos que hacer. Me encargué de repartir las tareas entre los tres componentes dándoles a ellos un poco menos para que no se quejaran. No me costaba nada hacer algo de más si evitaba hablar con ellos. Bueno, con Hugo, porque con Greg era inevitable.
Resultó que Greg iba también a las clases de defensa a las que me había apuntado y nos veíamos a diario fuera del instituto.
Estábamos en los vestuarios cuando él comenzó a hablar de sus mascotas.
- Bla, blabla blaa, blabla - y más cosas que decía -, blabla bla, ¿Elmer?
- ¿Eh? - reaccioné al haber oído mi nombre.
- ¿Tienes alguna mascota de la que cuidas? Porque como ya te he dicho, yo tengo...—
- Tengo una.
Greg mostró más interés en la conversación y dejó de cambiarse.
- ¿De verdad?
- Sí, bueno, no es lo que me habría gustado pero es lo que toca.
Obviamente me refería a perrito faldero que tenía toda una habitación como caseta.
- ¿Qué animal es? ¿Cómo se llama?
- Un perro, Hu... Huffy - respondí.
A Greg se le iluminaron las pupilas como si los animales fueran el motor de su vida.
- ¿Raza? ¿Qué come? ¿Juegas con él?
¿Por qué tantas preguntas? Esto sí que era una verdadera molestia.
- Greg, déjalo. No tengo ningún perro.
Ese brillo desapareció al instante y se le fue apagando la mirada.
- Oh...
Me habría gustado tener una mascota, en realidad, pero no un perro. Solían tener un olor muy característico y había razas muy pegajosas e incluso que babeaban. Puah, luego el hecho de tener unos horarios determinados para sacarlo te podía hacer cambiar tus planes.
Lo mejor eran los gatos, de esos que estaban quietecitos esperando la hora de la comida. Obedientes y sumisos. Cariñosos cuando les interesaba.
La única razón por la que nunca pude haber tenido uno era por las alergias de mi hermano. Ahora...simplemente no me había parado a pensar en ello. Era la primera vez desde que Hugo se mudó con nosotros.
- Oye, Greg - llamé su atención -. ¿Tú tienes hermanos?
- No, ¿por qué?
Cuando tenías un hermano al que proteger y que él sintiese responsabilidad sobre ti no necesitabas nada más. La muerte de Brad fue un duro golpe para mí, muy duro. Él era la única parte de mi familia cuya proximidad consideraba sagrada. Ponerme a pensar en las veces que fui en contra suya desde la aparición de Hugo en el instituto me hacía sentir tremendamente culpable por su muerte.
Esa era probablemente otra de las razones por las que quería cumplir su último deseo y cuidar de Hugo aunque me costase mi último aliento.
- Nada - respondí -. Curiosidad.
*****
- ¡Nos vemos mañana!
Greg agitaba la mano despidiéndose de mí mientras se alejaba por otra calle cuando llegamos a un cruce próximo a mi casa.
- Hasta mañana - le correspondí al ademán.
Me acomodé la mochila de entrenamiento sobre un hombro y me levanté el flequillo para que me diera un poco de aire en la frente. Seguí caminando un par de calles más hasta llegar a casa, pero nada más tenerla a la vista me percaté de ese auto aparcado en una esquina visible desde mi ángulo.
Un señor de mediana edad se encontraba cerca de él apoyado en la puerta abierta y prendiendo un porro. Tenía un aspecto elegante, un traje de media etiqueta, el pelo repeinado hacia atrás y las rastas acomodadas a los lados.
Vaya si reconocía a ese espécimen.
No me lo pensé mucho y me acerqué a donde estaba.
- ¿Qué hace aquí? - le pregunté sin relajar el ceño -. Es propiedad priv—
- ¿Tú otra vez? - se sacó el porro de entre los labios y lo golpeó suavemente un par de veces para que se cayeran las cenizas al suelo.
- Elmer es mi nombre - corregí -. ¿Por qué ha venido a mi casa?
- ¿Lo estás preguntando sabiendo en qué está metido Jesse?
- Se llama Hugo. Deje de llamarlo como una prostituta.
Lorenz arqueó la ceja y dejó escapar una risa seca.
- Es una prostituta - dijo -. Jesse trabaja para mí.
Apreté el mango de la mochila y junté los labios fuertemente.
Lorenz me dedicó media sonrisa mientras observaba mi reacción, la forma en la que intentaba contener mi ira. Volvió a darle unas caladas a su porro.
- ¿Cómo se atreve a tenerlo trabajando gratis? - solté finalmente -. Él ya ha pagado su deuda.
En ese momento Lorenz se paralizó.
- ¿Deuda? - preguntó fingiendo confusión.
- Sí, la que ya había financiado semanas atrás - expliqué -. ¿Por qué?
El hombre me miró con atención repasando cada uno de los detalles de mi imagen mientras decía:
- No te entrometas en los asuntos financieros ajenos - vocalizó bien las palabras -. ¿Hugo nunca te lo había dicho?
- No me está respondiendo - insistí -. He hecho los cálculos con margen, no estoy equivocado.
- No te entrometas, chaval - repitió.
- Simplemente necesito esa respuesta.
- No la necesitas.
- ¿Por qué lo mantiene a su lado todo este tiempo?
- No es asunto tuyo.
- ¿Le trae muchas ganancias un chico de instituto?
- Cierra la boca.
- ¿O si no qué?
Lorenz estaba muy serio cuando apagó el porro entre sus dedos y en cuanto sacó el móvil del bolsillo de su pantalón apareció Hugo vestido con la gabardina y una mochila a la espalda, el pelo revuelto como si se acabara de levantar de la cama y esas ojeras características suyas adjuntas a su molesta expresión facial.
- ¿De qué estáis hablando? - preguntó -. ¿Y qué haces aquí, Elmer?
Tanto Lorenz como yo observamos al chico y luego volvimos a mirarnos.
- Conseguiré más pruebas - dije con total seguridad y confianza -. Esto no va a quedar así.
Lorenz, sin apartar la mirada de mí, abrió la puerta del coche.
- Vamos, Jesse - ordenó.
- Elmer...
Hugo no dijo nada más. Tal vez no supiera qué decir, pero tal vez no quisiera hablar delante de su jefe. La segunda opción tenía mucha más pinta de ser la acertada. Se sentó en el asiento del copiloto y pronto desaparecieron de mi vista.
- "Una prostituta" dice... - refunfuñé pateando una piedra aleatoria -. Solo yo puedo llamarlo de esa forma.
Caminé de vuelta a casa sin dejar de pensar en cómo lograr demostrar que Hugo ya había pagado lo que debía. Cada vez que veía a ese Lorenz más ganas tenía de hacerle pagar por todo lo que había hecho con Hugo.
A pesar de que mis padres no estuvieran en casa a esas horas, procuré no hacer ruido al entrar y dirigirme a mi cuarto, mas me detuve frente a la puerta de otra habitación: la de Brad.
Siempre que pasaba por al lado sentía cómo emanaba su presencia. A veces veía dos niños corriendo por los pasillos y entrando de golpe en el cuarto, subiéndose a la cama con lo primero que tuvieran a mano y retándose a un duelo.
Sonreí. Hacía tiempo de eso.
No reparé más en esas imágenes y seguí andando hasta mi puerta. Saqué la empolvada funda de mi violín de la que tomé el instrumento.
Nunca hacía esto cuando Hugo estaba en casa porque su estilo de música no era nada parecido al mío así que de esta forma no nos molestábamos el uno al otro.
Encendí el metrónomo.
Con el arco entre mis manos y el violín apoyado en mi cuello comencé a acariciar suavemente las cuerdas del diapasón.
Hall of fame era lo que en ese momento mejor me sacaba la presión de encima.
La música se podía oír rellenando cada hueco de la habitación e inundándola por completo. Mis brazos se movían de forma automática y ágil siguiendo el ritmo que marcaba el metrónomo.
Me hacía sentir muy vivo.
Ojalá pudieras volver a escuchar tu canción, Brad.
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