4. "Neuronas de paseo"

Elmer se separó de mí tras un breve beso y de repente se alarmó ligeramente.

- No, perdón, me he precipitado - se cubrió la boca.

- Las golondrinas aparecen cuando llega el verano...

Elmer volvió a mirarme con una ceja en alto y, seguidamente frunció el ceño tomando mi rostro entre sus manos con cierta agresividad.

- Creo que es hora de ver los Lunnis en tu casa.

Le sonreí. Elmer era muy guapo y estaba tan cerca... ¿Me va a dar otro beso? Sus labios me recordaban mucho a los besos con su hermano. Sus ojos...eran los mismos.

- ¿Me quieres? - pregunté apresando las manos de Elmer en el momento en el que las quiso apartar.

- ¿Qué?

Acerqué mi rostro al suyo rozando su nariz incapaz de borrar esa sonrisa que llevaba desde que nos quedamos a solas. Estaba tan cerca...

Pasé las manos por su cuello en el momento en el que junté nuevamente nuestros labios dejándome llevar por aquel placer tan único el cual pensaba que solo una persona podía producir en mí. Cerré los ojos y profundicé en el contacto disfrutando de las sensaciones. A Elmer le temblaron las manos cuando trataba de no rechazarme llevándolas a mis muslos. Lo agarré para indicarle dónde prefería que pusiera las manos pero él se apartó al instante. Rompió el beso y fijó su mirada en mis ojos.

- ¿Quieres que lo haga yo? - sonreí.

- No, yo solo...

*toc toc*

- ¡Buenas...! - vimos a Verónica seguida por Alis asomándose por la puerta con un vaso y algo en su otra mano -. Oh, aun vais por ahí... Tal y como imaginé.

Elmer se levantó en el momento en el que vio a la chica irrumpir en la habitación y ésta se aproximó a él.

- ¿Qué haces aquí, Vero? - le preguntó molesto.

- Quiero ayudaros - sonrió.

- No, no estamos haciendo nada... Es solo un malentendido.

Verónica susurró en su oído mientras percibía el nerviosismo del castaño:

- Soy la única persona que sabe sobre esto y puede ayudarte a superarlo...

Mientras hablaba, le introdujo una pastilla en la boca, hacia la cual Elmer no mostró gran resistencia.

- Traga - ordenó.

Él hizo lo que le dijo cogiendo el vaso que tenía la chica para ayudarle a tragar la pastilla, lo cual pareció ocasionarle cierta dificultad.

- Ahora, si me permites, iré a probar algo nuevo con Alis.

Dicho eso, se dirigió a la borracha tomándola de un brazo mientras se la llevaba fuera.

- Vero, yo... - intentó alcanzarla pero, como si le hubiera dado un ataque al corazón, encogió el tronco de golpe y soltó un quejido -. ¡Agh! Hija de puta...

Comenzó a perder el equilibrio y, sin haberme dado cuenta siquiera, yo ya estaba abrazándolo de la cintura.

- Hay un mosquito aquí... - miré al insecto que volaba a mi alrededor.

- Me ha dado lo peor... - murmuró Elmer posiblemente refiriéndose a otra cosa, no al mosquito.

- ¿Qué es lo peor?

Intentó decir algo pero acabó tragando saliva notablemente y se irguió mientras apretaba los párpados con fuerza. Yo lo miraba con interés aun sujeto a su cuerpo.
Las manos de Elmer fueron deslizándose lentamente por mi espalda, pero él seguía con los ojos cerrados. ¿Cómo me veía?

- Yo...tampoco recordaré esto -murmuró abriendo los ojos -. No estoy seguro de que sea lo que quiero.

Llegó hasta mis nalgas y me besó nuevamente con más intensidad que la vez anterior. Viendo sus intenciones, dirigí mis manos hasta el cinturón de Elmer y se lo quité. Él tampoco se cortó para despojarme de los pantalones, de su propia camisa, de la mía...y ambos quedamos prácticamente sin ropa.
Besándome, me fue llevando de vuelta a la cama y me recostó quedando él entre mis piernas. Luego no recuerdo qué pasó...
Ah, sí, tenía turno esa noche. Lorenz debía de estar esperándome así que me habría ido después de besar a Elmer.
Si, era eso, seguro.
Fin de nuestra apasionada historia en casa de Verónica. ¡Tacháaan!

Unas horas después...

(Narra Elmer)

Me dolía la cabeza.
Había despertado en la cama de la casa de Vero sin nada de ropa. No recordaba qué había pasado, solo que Vero me había dado alguna mierda de las suyas. Me senté sobre el borde de la cama aún frotándome la cabeza intentando que vuelva en sí.
Cuando iba a buscar mi ropa, vi unas prendas en el suelo. Pero eran de dos personas.
Vale, un conjunto era claramente mío. Me acerqué a recogerlo y me vestí. A saber quién hubo en este cuarto antes de mí. No quería ni saber qué se llegó a hacer sobre esa cama.
Me dirigí al baño para refrescarme el rostro y, para mí sorpresa, encontré al propietario de aquella ropa acostado sobre el retrete.

- ¿Qué cojones?

Hugo aún seguía durmiendo, o simplemente estaba de resaca. De cualquier modo, Hugo era la otra persona que estuvo conmigo en el cuarto.
Inconscientemente asqueé mi expresión cubriéndome el pecho con la camisa.
Un momento, ¿habíamos llegado a hacerlo? Parecía obvio pero yo jamás había llegado a ese punto. La única persona que conocía mi incapacidad de avanzar era Vero y... Claro, sus drogas. Esa hija de puta me metió algo para excitar mi cuerpo y hacerme perder la consciencia.
Antes de que Hugo despertara, decidí ponerle unos pantalones al menos para que no llegase a sospechar de nada, pero fue en el momento en el que giré su cuerpo que vi una cicatriz a un lado de sus caderas.

- ¿Y esto? - me pregunté rozando la marca con la yema de mis dedos.

¿Se había operado de algo? La verdad es que había demasiadas cosas que no sabía de él y aquella era una de ellas.
No le di muchas vueltas al tema y pronto salí de la habitación. La fiesta ya había acabado y no quedaba nadie, salvo Vero que debía de estar en algún lugar de la casa.
Fui a la cocina y tomé un vaso de agua fresca. Poco a poco empecé a formar algunas imágenes de lo ocurrido antes de las drogas.

- Él no recordará nada por la mañana, espero...

Pagué una gran cantidad de dinero por liberar a Hugo de una noche en ese infierno. No tenía para más noches así que realmente era una tontería.

- Qué idiota soy.

- Elmi... - entró Vero en ropa interior frotándose un ojo -. También estás despierto...

Tenía un cuerpo muy bonito, y la lencería que yo mismo elegí cuando la acompañé de compras le quedaba de maravilla; resaltaba el poco pecho que tenía y hacía lucir sus curvas mucho más atractivas.

- ¿Con quién estabas? - le pregunté mientras llenaba otro vaso de agua -. ¿Con ese gilipollas otra vez? ¿Habéis vuelto?

Ella se sentó y dejó caer la cabeza sobre sus brazos.

- Estuve con Alis - dijo de forma apenas audible.

- ¿Con la marimacho? - me sorprendí.

- No sé porqué la llamas así. Es bastante femenina pero un poco más fuerte que el promedio.

Le entregué el vaso y ella me lo agradeció.

- Y...¿te ha gustado? - pregunté con inseguridad.

- Sí... ¿Y a ti con Hugo?

- No lo recuerdo así que no puedo estar seguro.

Vero echó la cabeza hacia atrás y sonrió.

- Y pensar que ninguno de los dos creíamos que superarías lo de aquella vez... Es una lástima que muriera tu hermano sin conocer la verdad sobre tu homofobia.

- Es mejor así - repuse -. Él...no necesitaba cargas extra.

- Creo que a él le habría gustado más saber que su hermano en realidad no es tan homófobo como todos creen. Porque a Brad le gustaba Hugo, ¿no es así?

- Sí, y no solo eso - me senté a su lado -. Hablé con él cuando estaba en el hospital, unas horas antes de que falleciera, y me duele bastante que sus últimas palabras hablasen de Hugo.

- ¿Qué te dijo?

- Me contó sobre él. Si te digo la verdad, no me interesaba el tema al principio pero creo que comencé a entender sus sentimientos de cierta forma. Hugo...no es exactamente como imaginé que sería un gay.

- Después de tu primer amor en el colegio, te fue bastante difícil pensar que no todos eran como tú.

- Me sigo odiando por lo que hice. Tenía muchas opciones pero elegí a un chico del cual enamorarme, y encima fui a declararme sin ser correspondido. ¡Menuda humillación!

- Los dos años que te quedaban para acabar el colegio fueron el peor de los infiernos.

- Menos mal que Brad no se enteró de eso...

- Oye, entonces Hugo tampoco sabe que lo odias por parecerse tanto a ti, ¿verdad?

- ¡No es así! - me levanté -. Lo odio por lo estúpido que es cometiendo los mismos errores una y otra vez. No entiende que todo sería más fácil si dejase esa mentalidad de buscar el placer en la vida, sin tener ningún tipo de meta. Además, dejar de lado los estudios por considerarlos una molestia es simplemente...una gilipollez. A nadie le gusta estudiar pero no por eso se debe abandonar el futuro de uno.

Vero escuchaba sin interrumpir y yo continué.

- Brad pensaba igual que yo - fingí una risa -. Es muy irónico, ¿verdad? Tanto la persona que amaba a Hugo como la que lo odiaba tenían los mismos objetivos pero, a diferencia de mí, él sí que tenía ideas para transformarlo.

- Sin embargo, no pudo terminar...

Cogí los vasos y rellené el hueco que quedaba en el lavavajillas. Cuando lo puse en marcha, me dejé apoyar sobre la encimera y suspiré. Entonces, entró Hugo en la cocina sujetándose los pantalones para que no se le cayeran.

- ¿Por qué llevo esto puesto? - dijo sin muchas fuerzas en la voz -. Me vienen grandes y no he dormido en mi cama...

Vero y yo giramos en su dirección al verlo entrar.

- "Es alguien con quien puedes aprender muchas cosas" - recordé las palabras de Brad -. "Sé que lo cuidarás bien". Sería de mal hermano ignorar su último deseo.

Vero sonrió y me miró muy tiernamente. Luego se dirigió a Hugo.

- Elmer te acompañará ahora a casa. No te preocupes.

***

Contarle toda la verdad... Solo podía sincerarme con mi amiga. Ella había ido a mi clase durante la escuela primaria y los primeros años de secundaria. Luego, las optativas nos separaron pero una amistad necesitaba mucho más que eso para romperse.
Ella y yo éramos como uña y carne: nada pasaba sin que el otro no estuviera involucrado. Cuando me enamoré del chico más enigmático de la escuela (no, no era el más guapo), lo hablé con ella. Ninguno de los dos sabíamos si el otro me iría a corresponder o no, así que me atreví a confesarme y aquel fue el mayor error de mi vida. A partir de aquel momento, la noticia de que Elmer era gay se expandió por la escuela y comencé a sufrir de acoso. Al final acabé aceptando que ser gay era incorrecto y que debía ser como todos los demás. Ser normal era lo que yo quería.
Empecé a odiar a todos los homosexuales por ser como yo era. Incluso una vez se organizó un botellón e invitamos, junto a mis amigos, a algunos prostitutos jóvenes de los cuales pensábamos burlarnos. Lo que yo no sabía era que a iría a escoger a la persona que tenía colgado a mi hermano para gastarle una payasada de mal gusto.

- Y así fue cómo nos conocimos... - dije en voz baja mientras observaba a Hugo quedarse dormido en su cama.

Me di la vuelta y volví a mi cuarto. No sabía si me arrepentía de algo o no. Por un lado, todo lo que hice fue correcto, pero por otro, si no hubiera hecho eso, Brad seguiría vivo. Aunque quién sabe, ellos dos se conocieron mucho antes, todo podría haber acabado igual.

***
(Narra Hugo)

- ¡Despierta, mariquita!

- ¿Eh...?

Sentía cómo alguien me agitaba los hombros y abrí lentamente los ojos viendo a Elmer de mal humor.

- ¿Qué hora es para que me estés jodiendo? - me estiré para alcanzar el móvil y encenderlo.

- En quince minutos suena el timbre del instituto y tú ni siquiera te has levantado de la puta cama.

- Vaya...

- Escucha - añadió mostrando el dedo índice -. Como no estés abajo en cinco minutos, te juro por lo que más quieras que no volverás a ir a una fiesta en tu vida.

- Escucha tú - sonreí -. Trabajo en un bar; las fiestas me alimentan.

Elmer me agarró violentamente de la camiseta atrayéndome hacia él pero no me llegó a golpear. Me dedicó una mirada cargada de furia y luego me soltó con desprecio marchándose de la habitación.

- En cinco minutos abajo - dijo antes de desaparecer.

Suspiré profundamente y apenas logré levantarme de la cama.

- Creo que bebí demasiado... - dije -. No me siento bien.

A pesar de no encontrarme en mi mejor estado, fui a prepararme para no tener que soportar ese odioso carácter del castaño por las mañanas.

- Ya estoy...

- Con cinco segundos de margen - dijo Elmer deteniendo el cronómetro -. Ahora te tomarás un desayuno express si no quieres desmayarte.

Dicho eso, me abrió la boca y virtió un vaso de leche. Cuando me obligó a tragar, me limpió la cara con un pañuelo y luego me metió una magdalena en la boca.

- Vamos, ya estás listo.

No esperó a que yo reaccionase de alguna manera, sino que me empujó por la espalda sacándome de casa y cerrando la puerta al salir. El coche de sus padres ya estaba parado frente al portal y no tardamos en subir.

- Lo siento, estáis llegando tarde - se disculpó una vez dentro del coche.

- Os falta mucha organización, chicos - afirmó Charles -. No quiero que volváis a ir de fiesta entre semana.

- No volverá a pasar.

Al llegar al instituto, la gente ya estaba entrando. A lo lejos, divisé a esos tipos que siempre se metían conmigo y, obviamente, no quería cruzarme con ellos así que caminé con naturalidad para camuflarme entre la multitud y no llamar su atención. Cuando entré, me sentí aliviado por no tener que enfrentarme a ellos otro día más.
Eran muy molestos.

***

Las clases fueron tan pesadas como siempre, por lo que no presté mucha atención y me centré en dibujar garabatos. Me gustaba el dibujo, pero lo que plasmara sobre el folio dependía plenamente de mi estado de ánimo.
Greg me seguía dando la lata y la mejor forma de evadirse de ello era con unos auriculares, aunque a veces ni estos me ayudaban.

- Parece una estaca en la frente de alguien - comentó mi dibujo -. ¿Quién es?

- Adivínalo. Tienes dos oportunidades.

- Tú.

- Cerca.

Greg miró a nuestro alrededor y luego se señaló a sí mismo.

- Din, din, bingo - dije en tono monótono haciendo un ademán ridículo con la mano.

Greg lo entendió y dejó de hablar. Era como si una brisa de aire fresco se colase por la ventana en pleno verano.

Después de que tocase la última campana, me dio por vaguear por los pasillos y fue entonces cuando me crucé con Antonio. Me daba clases pero siempre me iba pronto para no tener que hablar de nada. Sabía que llegaría el día en que tendríamos que vernos con más calma pero posponerlo era lo único que hacía.

- Buenas tardes, Hugo - me saludó con simpatía -. Hace tiempo que no sé de ti.

- Lo sé... - bajé el tono.

- Ahora mismo estaba recogiendo mis cosas. Si me esperas, te acompaño a la salida.

- Sí, claro.

En unos breves instantes, volvió.

- Y bien, cuéntame - inició la conversación -. Se está terminando el curso, pero parece ser que están bajando bastante tus notas. ¿Es por él?

- Supongo, me era de gran ayuda pero ahora no es lo mismo.

- ¿Le has preguntado a su hermano si te puede ayudar? Ambos tienen unas calificaciones excelentes y tú también las tenías hasta hace una semana.

- Ni hablar. No podría trabajar con Elmer.

- ¿Os lleváis mal? - se sorprendió.

- Es solo un amor que nadie comprendería. O más bien deseo de matarnos el uno al otro.

- En ese caso, me vas a tener que disculpar por adelantado.

- ¿Por qué?

- Mañana veréis.

Llegamos hasta su coche y le ayudé a subir ya que aún seguía en silla de ruedas.

- ¿Cuándo podrás volver a caminar? - le pregunté.

- Me han dicho que en un par de semanas ya estaré bien - sonrió -. Nos vemos mañana, Hugo.

- Sí, hasta luego.

Me despedí viendo cómo se alejaba su coche y comencé a andar en dirección a casa.
Al girar la esquina hacia una calle usualmente vacía, me encontré con los tipos de antes.

- Has tardado mucho en salir, gilipollas - soltó uno de ellos -. Te vimos evitarnos a la entrada y apuesto lo que sea a que tampoco nos querías ver ahora.

- En realidad estaba deseando abrazaros y decir lo mucho que os aprecio.

- ¿Aun estás para bromas después de todo este tiempo? Una vez estabas con un chico rubio muy molesto y dije que me vengaría. Él ahora está muerto, es una pena, pero puedo pagar la deuda contigo, y esta vez en serio.

Los siete chicos que estaban a su lado sacaron unos bates de béisbol desde sus espaldas y fijaron todos la mirada en mí.

- Bailemos.

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