3. "Toda fiesta termina igual"
El instituto no era el lugar más tranquilo, eso lo podía asegurar. El hecho de tener que estar constantemente pensando en lo que había pasado el otro día me atormentaba, me estresaba. No quería escuchar a nadie pronunciar su nombre pero yo mismo no dejaba de recordarlo.
Entre eso y lo de mi jefe, todo se estaba volviendo muy caótico. Lorenz se había pasado exageradamente con las peticiones y servicios del último día, justo después de haberme ordenado que sacara a mi novio completamente de mi cabeza. Ya no sabía ni si podía llamarlo novio siquiera... Incluso llegamos una hora más tarde al bar porque dijo que quería pasar más tiempo conmigo. No lo había visto así de raro jamás.
Volviendo al instituto, una tal Verónica había ido pasando una invitación a su fiesta y, por alguna extraña razón, a mí también me llegó (llevaba puesto mi nombre). Desconocía si de verdad quería que fuese o era una estúpida broma, así que opté por ignorarla para no arriesgarme a sufrir de más humillaciones.
Salí al patio aun leyendo la nota, cuando alguien me la arrebató de las manos.
- ¿También tienes una? - preguntó Alis -. ¿Quieres venir conmigo?
- No.
- Entiendo, sigues deprimido por Bra... Digo, que es comprensible. Yo tampoco estoy muy de humor para ir, pero Roni es amiga mía y precisamente por eso me ha invitado; quiere que me relaje.
- No quiero ir porque odio y soy odiado por todos. No pinto nada ahí - le quité la invitación.
Alis de verdad no tenía las energías de siempre. Se la veía más perdida pero eso era algo que con unas cañas se arreglaba y seguramente debiera hacerlo ya que ella no tenía porqué estar pasándolo mal por él; era yo.
- Me gustaría que vinieras - insistió mientras nos sentábamos bajo el cerezo -. Pensar que yo estaré distraída por una noche mientras tú estarás agonizando la pérdida...no puedo soportarlo. Sabes que te quiero mucho y todas estas situaciones por las que estás pasando no te hacen ningún bien. Intenta evitar al menos algunas de ellas.
- Alis, todo empezó en el pasado. No puedo evitar esas cosas.
- Sabes - sonrió -, aun recuerdo cómo nos conocimos. Acababa de empezar el curso y tú entrabas a primero. Eras un chico tímido y muy perfecto; siempre llevabas la mochila por encima de las caderas, te peinabas, vestías perfectamente el uniforme... Yo había entrado a segundo y estaba entre mis amigas cuando te vi por primera vez. No digo que fuera tímida también pero no me atreví a acercarme hasta pasada una semana con la excusa de que no sabía dónde estaban los baños - se rió -. Era una estupidez pero era algo a lo que tú conocías la respuesta y me podías decir algo más que un simple "no lo sé". Aun así... lo dijiste y me diste la espalda. En ese entonces cualquiera habría pensado que eras muy desagradable pero supuse que no estabas de humor; a todos les ha pasado.
- Rara vez estoy de humor para seguirle la conversación a alguien, sobre todo si la respuesta a la pregunta es tan obvia como "los baños los tienes justo delante de tus narices".
- Sí, en eso no había caído antes de preguntarte. De todas formas, te volví a hablar al día siguiente, pero esta vez sin preguntas innecesarias. Simplemente me senté exactamente de la misma manera en la que estamos ahora y dije...
- "No dejes para mañana lo que puedes evitar definitivamente". Me acuerdo de eso porque fue ahí cuando pensé que eras la mujer más rara que había conocido; te acercaste al día siguiente y volviste a hablarme en lugar de rendirte el primer día.
- Y no me arrepiento en absoluto porque conseguí que hicieras una amiga.
- Cuando me presentaste a Max y a Logan creí que el instituto me iría a hacer perder la cabeza. Mi tres primeros "amigos" estaban chalados. Encima teníais una guarida secreta en el sótano.
- En realidad siempre ha sido la sala de material, pero nos gustaba usarla ya que casi nunca se entraba ahí. Los gemelos consiguieron la llave y le hicieron una copia. Desde entonces, nos apoderamos del lugar.
- Unos recuerdos maravillosos - dije de forma irónica.
- Lo que quería decir con todo esto es que somos amigos desde hace bastante tiempo y me gustaría que confiaras un poco más en tu salvadora, tu Celestina, tu mamá.
- Oh, por favor...
- Venga, lo digo en serio - se levantó estrechándome la mano -. Quiero que te sientas bien. Si hay algo que te pueda llegar a incomodar en la fiesta, tan solo dímelo y estaré a tu lado para evitarlo.
Alis...no eres mala persona. Nunca lo fuiste y probablemente haga esto solo por esa razón.
Acepté su mano y me levanté junto a ella. La morena sonrió y me dio un abrazo sin estrujarme las entrañas, como solía hacer. La chica estaba loca pero su locura se hallaba también en esa variedad de emociones que era capaz de mostrar.
***
Me resultó complicado convencer a Lorenz para que me dejara libre una noche más así que al final solo conseguí unas horas. Cuando faltaba cerca de media hora para que comenzara, Alis apareció en casa de Elmer. Iba elegante y llevaba sandalias en lugar de sus típicas bambas. No, no llevaba vestido porque eso no era lo suyo, pero el mono que tenía puesto dejaba ver sus cuidadas piernas y el escote mostraba lo justo y necesario.
Yo aun no me había vestido, de hecho, no tenía prisa alguna en hacerlo porque era tan fácil como ponerse una sudadera sin mangas y unos vaqueros.
Alis entró en mi cuarto y lo primero que hizo fue abrir el armario.
- Camisa. Vas a llevar una bonita camisa con unos vaqueros que no estén rotos - afirmó sacando todas las que tenía.
- ¿Por qué tengo que ir tan arreglado? Ni que fuera a la graduación.
- No vas a ir tan arreglado. Anda, ponte esto.
Me levanté de la cama y tomé las prendas que me dio. Me cambié ahí mismo y me miré al espejo.
- No, quítatelo - dijo.
- ¿No te gusta?
- ¿Y a ti?
Me miré otra vez y la verdad era que yo no me pondría ese atuendo para salir. No porque no me gustase como quedaba sino porque yo no me lo pondría.
- Creo que deberías llevar algo más...tú. ¿Qué tal esto?
Me miré al espejo; llevaba una camiseta negra y unos vaqueros rasgados. Al pelo.
- Lo importante es que estés cómodo en la fiesta.
Salimos juntos de casa y pronto llegamos a la de Verónica. La gente ya estaba comenzando a entrar y la música estaba a tope. Había mucho espacio, era una casa amplia de dos plantas, las luces de colores alumbraban todas las salas y había mesas con bebidas en el salón. Conseguí reconocer a mucha gente del instituto, pero también hubo numerosas caras nuevas. Eso...era bueno, supuse.
- Mira, ahí está Roni - la señaló Alis -. Vamos a saludarla.
Verónica vestía como la anfitriona: tacones de aguja, vestido largo y un recogido en el pelo. Cuando nos acercamos, las chicas se saludaron pero luego llegó la hora de presentarme.
- Él es mi amigo Hugo. Hugo, ella es Verónica.
- Encantada de poder conocerte por fin - me dio dos besos -. He oído hablar de ti pero no puedo juzgar a alguien sin conocerlo.
- Si es por todo lo que dicen en el instituto, no se equivocan mucho... - murmuré.
- Bueno, digamos que me han hablado específicamente sobre ti. No estoy hablando de los rumores.
Miré a Alis pensando que era ella quien le había contado algo pero ésta negó con la cabeza levantando los hombros.
- Somos amigas con Roni, pero lo que pasa contigo se queda entre nosotros y los gemelos.
¿Habrán sido ellos?
Verónica sonreía mientras me miraba y luego me propuso tomar algo, cosa que aceptamos tanto Alis como yo. Sabía muy bien pero no sabría decir exactamente a qué.
Al cabo de unos cuantos vasos, me preguntó:
- ¿Cómo te sientes, Hugo?
Yo sonreía y le pedía más; quería beber.
- Estoy genial - dije -. De maravilla, estupendamente. La vida es hermosa.
Las chicas reían y Verónica me ofrecía cada vez más de aquella bebida tan adictiva.
Me sentía muy bien. Estaba tan animado que bailaba entre la gente sin preocupaciones. ¿Qué preocupaciones? Yo no tenía ningunas. ¡Mi vida era genial!
- ¡Esto es mucho mejor que estar en casa estudiando! - exclamó un chico que bailaba a mi lado.
- ¡No quiero volver al instituto! - respondí.
De pronto, vi al hermano del chico con el que estuve saliendo antes. No me acordaba de su nombre. ¿Era Brawn? No, pero algo parecido... ¡Qué más daba!
- ¡Elmer! ¡Yuhu! - lo llamé alzando el brazo para que me viera.
El castaño llevaba una camisa vaquera oscura remangada, unos patalones negros y el pelo tan bonito como siempre. Iba muuy guapo... Él estaba hablando con la chica que me invitó a la fiesta. ¡Qué agradecido que estoy porque me haya invitado! Era muy simpática. Cuando Elmer me vio, éste pareció asustarse y subió el tono de voz con su amiga mientras me señalaba.
- Se habrá sorprendido de verme aquí - dije -. ¿Estará feliz de que me haya visto?
- Seguramente - contestó mi acompañante -. Eres muy hot. ¿Por qué no le pides ir a una habitación los dos solos?
- ¿Debería intentarlo? - reí tomando algunos sorbos -. Él me lo pidió una vez hace tiempo, igual sigue queriendo.
- ¿Y qué tal? ¿Lo hace bien?
- No lo sé. No recuerdo lo que pasó pero sé que no duró mucho - sonreí sin dejar de bailar.
- Oh, fuisteis interrumpidos...
- Es posible.
Elmer dejó de hablar con ella y lo vi caminando en nuestra dirección.
- ¿Y cómo te va con Brad? ¿Lo habéis hecho muchas veces? - continuó interrogando el chico.
- ¿Con quién? - borré la sonrisa de la cara.
- Con Brad. Me han dicho que estáis juntos.
¿Br-a...? ¿Por qué me dolía oír su nombre? ¿Habíamos roto?
- ¿Os ocurre algo? ¿Tenéis problemas?
- N-no lo sé...
De pronto Elmer se interpuso entre nosotros echándome hacia atrás.
- Haz el favor de callarte, Dani - me agarró de los hombros apartándome del chico.
- No te lo lleves, Elmer... - lloriqueó agitando el vaso de aquella bebida.
No le hizo caso y me condujo a otra sala menos abarrotada, más bien me llevó a una habitación vacía.
- Me duele el corazón, Elmer - le dije agarrándome la camiseta -. Es como si con Bra... con el que dijo Dani que es mi novio, no todo va bien.
El castaño encendió un cigarro después de haber bloqueado la puerta y se apoyó de espaldas contra la pared.
- ¿Qué ha pasado con él? - le pregunté.
- No te lo voy a decir porque estás drogado...
- ¡No lo estoy! - pisoteé el suelo.
Elmer le dio otra calada al tabaco sin moverse del sitio.
- ¡Dímelooo!
Comencé a tirar de su camisa pero, al parecer, a él no le hizo gracia por lo que intercambió las posiciones conmigo tomándome del cuello contra la pared.
- No seas tan molesto.
Intenté soltarme pero no tenía fuerzas.
Entonces, Elmer relajó la expresión de su rostro y me soltó lentamente. Yo me froté el cuello y pregunté:
- ¿Quieres volver a tener sexo conmigo?
- ¿Qué? - le sorprendí.
- ¿No me has traído para eso?
- ¡No, claro que no!
- ¿Por qué lo dices como si fuera obvio?
- ¿Tú te has mirado?
Me acerqué al espejo de la habitación y me fijé en mi aspecto. Tenía muy buena pinta, la verdad era que esa ropa me quedaba muy bien.
- Me refiero a que eres un chico - aclaró golpeándose la cara.
- Ah...
- Oye, no follo con maricones, ¿queda claro? Llevo tres años intentando que Verónica se fije en mí de una manera diferente y no he obtenido ni un mínimo resultado - apretó los puños -. Ahora...apareces tú en su fiesta y encima la haces feliz mostrando tu gilipollez drogada.
Elmer lanzó el cigarro al suelo y lo pisó.
- ¡¿Por qué tienes que tenerlo todo?! - subió el tono -. Un padre real, amigos, a Verónica, fama, a mi hermano... ¡¿Por qué haces todo lo que haces teniendo más que nadie?! Eres tan imbécil que no puedo soportarte, además de ser maricón. ¡Podías haber hecho lo que quisieras con tu vida pero elegiste recibir por culo y ahora todo se ha ido al carajo por tu estúpida elección!
Me limité a ladear la cabeza sin entender de qué estaba hablando. Él me miró conteniendo los puños y apretando los labios pero se dio la vuelta y golpeó la pared.
- ¡Demonios!
Apoyó la cabeza sobre el muro aun dando unos leves golpes.
- ¿Por qué debiste decirme eso...? - dijo casi en un susurro -. Esas no deberían haber sido las últimas...
Comencé a caminar en círculos por la habitación pero pronto me mareé y caí llamando la atención de Elmer. Sonreí a modo de disculpa cuando me miró pero su rostro solo reflejaba un estado en cólera.
- No...no puedo hacerlo.
Se dio la vuelta y salió por la puerta.
Borré la sonrisa siguiéndolo con la mirada y poco a poco fui hundiendo la cabeza entre los hombros.
Tengo hambre.
***
- Muchas gracias - se le oyó decir a un hombre moreno con rastas que acababa de entrar por la puerta de la casa de Verónica.
El hombre meneó la cabeza como si estuviera buscando a alguien hasta que fijó la mirada en mí, quien estaba intentando saciar el hambre a base de galletas y ponche, y se acercó ágilmente.
- Jesse - me tomó del brazo -. ¿Por qué no respondes a mis llamadas?
- Esto... ¿Lorenz? - parpadeé.
- ¿Estás ebrio?
- ¿Por qué me decís eso todos? - reí -. Yo soy así...
- Estás drogado - me olió la boca -. Te dije que no tomaras nada hasta que vengas al bar.
- ¿Eso dijiste? - cogí otro vaso.
Lorenz me lo arrebató y tiró de mí hacia la salida abriéndose paso entre la gente.
- ¡Adiós, Dani! - me despedí del chico que había conocido previamente.
Yo caminaba de forma inestable y Lorenz pronto se dio cuenta así que hizo que rodeara su cuello con un brazo y me condujo hasta su coche. En el momento en el que abrió la puerta, percibimos una voz familiar.
- ¡Espere!
Tanto el sudamericano como yo nos giramos para ver quién era. Fue ahí cuando vimos a Elmer corriendo hacia nosotros.
- ¡Espere un momento! - exclamó -. No puede llevárselo a trabajar en ese estado.
- Tú eres el de aquel día, a quién Jesse llamó "hermano de un amigo". ¿Qué quieres ahora?
- Quiero que se quede Hugo.
- Seguramente no comprendas el concepto de contrato porque no hayas trabajado nunca pero eso implica que hay unos horarios que se tienen que cumplir.
Elmer tenía aun esa cara de enfado que me mostró justo antes de salir de la habitación, pero en ese momento no parecía estar tan cabreado conmigo como con Lorenz.
- No se burle de mí - frunció el ceño -. Sé más de lo que imagina. ¿Cuánto cobraría por lo que le queda de noche?
- Tus padres no tendrían suficiente dinero para pagarl...
- ¡Te estoy diciendo que lo pagaré!
Lorenz me soltó empujándome hacia sus guardias y se acercó a Elmer encarándolo.
- Sé que hablamos de un gran precio - el castaño bajó el tono -. Puedo dar más de 1000.
- Son 2200.
- 1800.
- 2000 y te lo llevas.
- Hecho - se dieron la mano sellando el trato.
Elmer sacó su cartera y tuvo que vaciarla casi por completo para recibirme de vuelta. Lorenz se alejó en su vehículo y yo me abracé al castaño. Me miró con la cara de asco que siempre me ponía pero no me apartó ya que aprovechó el hecho de que yo lo seguía para llevarme a la casa de Verónica.
- ¡Oye, Vero! - gritó agitando la mano en alto -. ¡Te cojo el cuarto otra vez!
Ella asintió alzando un vaso con una enorme sonrisa y Elmer procedió a conducirme al lugar mencionado.
Cerró la puerta y me dejó sobre la cama.
- Sabía que querías... - me vi interrumpido por un inesperado movimiento.
Elmer se inclinó sobre mí y me besó los labios tras haberme tomado el rostro con delicadeza.
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