25. "Ojalá pudieras verme ahora"
No sé cómo explicar esto pero resumiendo en una frase Hugo se había sacado los cuatro años de la ESO en casi uno. Si esto no era suficiente para demostrar su gran fuerza de voluntad entonces podríamos volver a hablar de cómo me salvó del derrumbamiento de la escuela.
Desde que ocurrió aquel incidente nos trasladaron a distintos institutos pero Hugo y yo seguíamos yendo juntos. Mañana ya nos graduábamos y claro, eso era genial, ¿verdad? Pues no, porque el presentador de la gala no era ni más ni menos que...yo. Dios, y yo que pensé que las cosas no podrían ir a peor.
Por mucho que me cubriera el cuerpo seguía teniendo notables cicatrices y en la cara tenía varios elementos destacables: ojos sin iris ni pupila, corte vertical que atravesaba mis dos labios, quemadura en todo el lado izquierdo de mi mandíbula. Eso sin mencionar las heridas profundas que aun no habían sanado y que tal vez no lo hicieran nunca. Me daba muchísima vergüenza salir con ese aspecto a un escenario donde sería visto por cientos de alumnos, padres y profesores; yo no era lo que ellos tenían que ver el día de su graduación.
- Yo lo haré - dijo Hugo -. No te preocupes.
Se ofreció sustituirme como presentador en cuanto le conté lo que me ocurría.
- Sí me preocupo - le golpeé suavemente el hombro desde mi posición sentada -. Vas a salir sin saber qué decir.
Hugo se encontraba en la silla de mi escritorio muy próximo a mí.
- ¿No tienes un guión o algo por el estilo? - preguntó.
- Sí... - me rasqué la nuca -. Me dieron una lista con todas las actuaciones. Pero de todos modos, ¿cómo piensas hacerlo?
- Enséñame - me devolvió el golpe en el hombro -. Dime todo lo que dirías tú y me lo aprendo.
- Es mañana... - murmuré bajando la cabeza mientras me frotaba la zona golpeada.
- Elmer - se levantó sentándose frente a mí y apoyándose en mis rodillas -. Voy a salir al escenario. Si no me dices lo que tengo que soltar ahí arriba tendré que improvisar y tal vez cambie todo el guión.
- Ni se te ocurra - dije en tono serio empujándolo para que cayera al suelo.
Hugo rió desde abajo y me dio una débil patada.
- Venga, que tenemos poco tiempo - se levantó sacándose el polvo -. Todo saldrá bien.
Cuando Hugo decía esas cosas sentía que tenía toda la razón del mundo. El chico más emo que había llegado a conocer era lo que me motivaba día a día. Si no fuera por él yo no habría aguantado aquella tortura por parte de Lorenz.
Le expliqué línea por línea todo lo que yo diría y él lo fue apuntando minuciosamente.
- ¿Y...qué te vas a poner? - me preguntó mientras tomábamos un descanso del ensayo.
Hugo estaba recostado contra la cerrada puerta de mi cuarto mientras sorbía de uno de los batidos de chocolate que nos hizo a ambos.
- Había pensado en llevar traje pero hace demasiado calor estos días como para que alguien aguante eso - tomé un sorbo también mientras me acostaba en el suelo cerca de él -. Tal vez lleve solo camisa, igualmente no me va a ver nadie si no subo.
- Saldrás a recoger la orla - oí como se deslizó un poco más hacia el suelo -. Pero en camisa estarías muy bien.
- ¿Negra?
- O blanca con un chaleco.
- Pareceré un camarero.
- Joder, no - se rió levantándose -. Te voy a enseñar uno que tengo.
Dejó el batido y oí cómo se abrió la puerta pero no me moví del sitio. Hugo fue a su cuarto para traer la prenda mencionada y en cuanto volvió me hizo levantar.
- Y...esta camisa - sacó algo de mi armario -. Pruébatelo.
- Hugo, no me podré ve...
- Lo sé - me interrumpió -. Pero yo sí. Cámbiate.
Suspiré por no tener más remedio y me deshice de mi camiseta.
- Si queda ridículo dímelo - exigí con el torso al descubierto.
- Pero si no te va a ver nadie - se burló de mis previas palabras.
- Cállate - le cogí una prenda de entre las manos.
- Espera - me la cambió por otra -. Eso era el chaleco.
Efectivamente, la tela anterior era más tiesa que la de la camisa. Me la puse y empecé a abrocharla mientras escuchaba el agradable silencio de Hugo.
- ¿Me la he puesto bien? - dije al acabar.
- Sí - me ajustó un poco algunos dobleces para que quedara más elegante -. Parece hecha a tu medida.
Seguidamente me ayudó a ponerme el chaleco y abrochó varios botones. Con las manos recorrí mi torso apreciando las texturas del chaleco y, obviamente, de camarero tenía poco.
- ¿Cómo estoy? - le pregunté girando ligeramente de lado a lado -. ¿Es muy horrible?
Hugo volvió a regalarme aquel silencio suyo pero pude sentir sus manos otra vez sobre mi cuerpo cuando me hizo colocarme de espaldas para ajustarme un pequeño cinturón que me remarcaba la cintura.
- Deberías ir así - concluyó -. De hecho te lo regalo.
- ¿El chaleco? No hace falta; te lo podría pedir si lo necesitase.
- Te queda mucho mejor que a mí y le darías mejor uso. Quédatelo.
Puse los ojos en blanco.
- Eres muy cabezota.
Hugo me acarició tiernamente la nuca y luego me ajustó el cuello de la camisa. Mantuvo contacto conmigo durante unos segundos antes de acercar su rostro al mío de manera que podía notar nuestros alientos mezclarse. El momento se hizo algo tenso pero era muy agradable.
- Tú tampoco te salvas - murmuró con una sonrisa que se notaba en su forma de hablar.
¿Cuándo había pasado de odiarlo tanto a disfrutar de su presencia?
Tragué saliva sin mover un solo músculo y habría dado lo que fuera por poder verle el rostro en ese momento. Apuesto a que me estaba mirando con sus hermosos ojos esmeralda y sonreía de forma ladeada y tremendamente tierna. Descubrí que Hugo tenía ese lado después de haber perdido la vista y desde entonces nunca logré ver sus expresiones. Me habría sumado 10 años de vida si pudiera contemplar aquello. Era lo que Brad quiso conseguir desde el principio y lo que yo ni siguiera podía apreciar.
Hugo aun sujetaba el cuello de mi camisa y tenía su rostro muy próximo al mío cuando inconscientemente llevé mis manos a sus caderas.
- ¿Huh? - se sorprendió Hugo.
Dejé de sentir su respiración y supuse que había bajado la cabeza para mirar hacia la zona sobre la que tenía mis manos. Disimuladamente las aparté y volví a enfrentar el rostro de Hugo.
- Perdón - me disculpé dando un paso hacia atrás y logrando que él también me soltara -. Voy a ir así entonces.
Hugo dio un paso hacia atrás también y murmuró:
- Sí, eh... Vas bien.
- ¿Tú...que vas a llevar? - pregunté desde el sitio.
Hugo empezó a caminar lentamente por el cuarto.
- No lo sé... Camisa con corbata, supongo.
- Pruébatelo.
- Pero...
Hugo iba a decir algo pero cambió de idea y acabó accediendo. Fue a su armario para coger ropa y enseguida volvió de nuevo. Oí cómo empezó a cambiarse.
- ¿Cómo es la camisa? - pregunté para hacerme una imagen mental.
Hugo terminó de ponérsela y se acercó a mí de nuevo.
- Es...básica de color negro.
- ¿Te has puesto la corbata?
- No, ¿estampados dorados?
- Sí - cogí la prenda que me entregó y le levanté el cuello de la camisa para colocar la corbata correctamente -. Deberías aprender a anudártela solo.
- No puedo hacerlo del revés.
Suspiré. Bueno, al menos de esa manera podía serle útil.
Hice una especie de triángulo para pasar la corbata por dentro varias veces y conseguir la forma adecuada. Se lo subí al tope pero no lo solté. Tal vez más aflojado quedaría mejor.
Aflojé la corbata y le desabroché dos botones de la camisa.
- Así mejor - concluí.
Hugo permaneció unos segundos sin decirme nada hasta que decidió ir a mirarse.
- Ahora vuelvo.
(Narra Hugo)
Mi corazón.
Había cerrado la puerta de mi cuarto quedando a solas y me senté sobre el suelo con una mano sobre el pecho.
- ¿Qué es...esto?
Palpitaba muy fuertemente y era un sentimiento muy familiar. Me recordaba a...
Brad.
No, no, no, no. No era lo mismo. Solo hacía mucho calor por el verano y...eso.
Me cubrí la cara con ambas manos y respiré profundamente.
- Todo está bien... - me dije.
Me levanté del suelo y fui al baño para mirarme en el espejo. La camisa desabrochada y la corbata floja me daban un aspecto algo informal pero lo suficientemente decente como para llevarlo a una graduación.
Me gustaba.
Lo pensé dos veces antes de volver a entrar en la habitación de Elmer pero finalmente lo hice. Tal y como lo supuse, él me oyó. Era increíble lo mucho que había desarrollado su oído en tan solo mes y medio.
Elmer estaba sentado sobre el borde de su cama y se levantó en cuanto entré.
- ¿Te gusta cómo queda? - me preguntó.
Fijé la mirada en él cuando le respondí.
- Sí, mucho.
A Elmer le quedaba precioso el chaleco que decidí regalarle. Era de un tono liso pero jugaba con dos colores: el gris y el negro. Parecía que llevase dos chalecos, uno encima del otro, pero el diseño le daba muy buen aspecto.
Estaba mucho más atractivo que el día en que lo conocí y eso ya era decir mucho. Ahora que podía observarlo sin que me dijera nada me fijaba en cada detalle de su rostro, cuerpo, expresiones...
- ¿Quieres que sigamos ensayando? - cuestionó sacándome de mis pensamientos -. Ya casi lo tienes.
Aclaré mi garganta y acepté.
Durante los ensayos no podía evitar mirar a Elmer más de la cuenta. Quería revolverle su bonito cabello castaño, provocarle más sonrisas. Elmer había cambiado mucho en el tiempo que nos conocíamos y las cosas entre nosotros no habían hecho más que mejorar en aquellas últimas semanas.
Deseaba que nuestra amistad continuara así para siempre.
Pero nada era eterno y nadie sabía qué ocurriría en un futuro.
*****
Había llegado el día de nuestra graduación y acabamos de salir de casa. Yo me había repeinado el lateral más corto y a Elmer no pude hacerle nada en el pelo porque rozaba la calvicie en esos momentos. Le quedaba bien, a decir verdad. Él insistía en ponerse unas gafas oscuras pero no le dejé. Sus ojos podrían asustar a gente que nunca los había visto pero en el evento solo estarían los que lo conocía y no debería haber problema.
Lo primero que hice al llegar fue explicar que Elmer no estaba preparado para subir al escenario, aunque ni yo mismo me lo creyera. Él tenía todas las presentaciones más que memorizadas y podría hacerlo incluso del revés y sin guión. Pero no me costaba nada sustituirlo si iba a salir incómodo.
Antes de que comenzara todo acompañé a Elmer a su correspondiente asiento.
- Tienes que salir ya, date prisa - dijo.
- No se va a morir nadie por un minuto que tarde.
- Hugo, si me sustituyes hazlo bien - tornó molesta su expresión.
Ya no volví a discutir y me despedí de él para subir ágilmente al escenario habiendo cogido el micrófono.
Era el momento de que diera el discurso para introducir la gala.
- Buenas tardes - comencé recibiendo un silencio de parte de todo el público -. Primero de todo...
Dejé de hablar. Todo el mundo me observaba detenidamente pero enseguida se oyeron gritos desde el fondo de la sala de entre los que pude distinguir "¡¿qué haces ahí, puto?!", " ¡ese no es tu lugar!", "vete a tomar por culo". Pretendí no escuchar sus palabras pero entonces vi a Elmer levantarse del sitio y girarse hacia todos ellos sin decir nada. Por algún motivo se callaron unos segundos hasta volver a intervenir con "¡ahora me ves, ahora no me ves! ¿Qué vas a hacer conmigo, cegato?".
- Primero de todo - hablé en un tono más alto y firme interrumpiendo sus conversaciones - os quería leer un discurso pero no es algo que yo diría así que vamos a darle la vuelta a este asunto - saqué el micrófono del soporte y caminé unos pasos hacia delante llamando la atención de todos. Elmer volvió a girar en mi dirección sorprendido y diciéndome con la mirada que leyese lo que había escrito -. Podría dar el discurso en nombre de todos los que estamos aquí reunidos pero lo voy a hacer de parte de las personas que, al igual que yo, han tenido que pasar el año disfrutando de un constante acoso. Hoy acabamos el cuarto curso y la mayoría de nuestros caminos se van a separar. Algunos estaremos felices porque no volveremos a ver a personas que nos han hecho imposible el disfrute de venir a clase, otros van a llorar porque seguramente sea la última vez que vean a sus amigos más cercanos. Pero hey - levanté una mano -, que hemos cumplido parte de nuestra meta, ¿no? Hay que alegrarse al menos por eso.
No he estado con todos vosotros mucho tiempo pero sí que he acumulado experiencias inolvidables: estar encerrado en una taquilla en los vestuarios femeninos, en una taquilla con arañas, en una taquilla de algún deportista sudoroso, en alguna de un nerd llena de libros y donde no se podía ni respirar por el poco espacio... Tampoco olvidaré los anuncios que se colgaron para venderme, ni aquellas llamadas de gente maravillosa que no tenía nada mejor que hacer que estropearle el día a alguien, o esos bates que me esperaban a la salida para romper unos huesos. Esa gente que me dio una cálida bienvenida al único curso que iba a hacer en esta escuela, esa gente merece un aplauso, por favor.
Lo había dicho sarcásticamente pero se habían oído algunos aplausos de fondo.
- Lo que quería decir con todo esto es que he tenido experiencias muy diversas, pero no todas fueron malas. Este año también encontré personas que me querían, que me ayudaban a salir de todo tipo de situaciones y a personas que estuvieron dispuestas a dar la vida por mí - miré a Elmer -. Conocí a personas que me cayeron mal desde un principio pero sin las que estaría perdido a día de hoy. No habría sido capaz de acabar con el curso si no fuera por determinados rostros. Todos han dejado su huella - me dirigí al público -. Y no habría sido posible llegar hasta aquí sin apoyo, ya sea de familiares o amigos, quienes cuando todo era negro nos sacaban de apuros. Todos nos topamos con distintos tipos de obstáculos pero la gracia del curso es haberlo acabado habiéndolo superado todo. Ahora cada uno seguirá su camino; algunos irán a bachillerato, otros a una FP, otros a trabajar. Algunos acabarán estudiando en la universidad. La cosa es que de aquí a 10 años algunos se reencontrarán y podrán decir con orgullo "soy ingeniero y haré que la tecnología ayude a futuras generaciones" o "soy médico y me dedico a salvar vidas". Si nos caemos nos volvemos a levantar, y solo de esa forma podremos llegar a algo en la vida. Ahora mismo hay una persona sentada entre el público que ha perdido la vista y ha tenido que pasar por una horrible tortura logrando salvar cientos de vidas, y personalmente me gustaría agradecer en nombre de todas ellas pero sobre todo en nombre propio - salté del escenario y me encaminé por el pasillo hacia su butaca -. Esa persona que no se valora lo suficiente hoy en día y que me recuerda tanto a mí antes de haberlo conocido. Yo he cambiado y ya no soy capaz de preocuparme tanto por mí como por él - me paré a un metro de su asiento y sonreí -. Gracias, Elmer, por haberme dado un motivo por el que querer vivir por los demás.
Elmer no se había sentado durante todo el discurso y cuando me acerqué no logró decir nada. De hecho, antes de que lo intentara siquiera yo me di la vuelta y seguí hablando desde el público.
- Acabar los estudios solo te dará una carrera, pero haberlos acabado de forma presencial te hace desarrollar como persona y eso es lo más importante. No me arrepiento de haber pasado por lo que pasé pero tampoco estaría dispuesto a repetirlo. Las experiencias son oro y en base a ellas construimos nuestro futuro. Dicho esto, enhorabuena a todos y disfruten de la actuación de Carolina que ha trabajado muy duro para representar la siguiente cover "Human" de Rag'N'Bone.
Se oyeron unos leves aplausos pero casi todos permanecieron en silencio cuando salí de su campo de visión.
Un gran murmullo inundó la sala y las luces se apagaron dejando un tenue rojizo en el centro del escenario iluminando un piano con un micrófono. La chica que tenía que salir se cruzó conmigo.
- Ha sido increíble, Hugo - murmuró -. Gracias.
No entendía el motivo de su agradecimiento así que me quedé observándola hasta que se situó junto al piano y saludó al público quien volvió a aplaudir sin mucha intensidad.
Hacía tan solo unos segundos acababa de hacer lo que jamás pensé que haría.
Había salido frente a cientas de personas y les había dicho lo que realmente pensaba. Lo que es más, había aceptado mi pasado en público y estaba dispuesto a construir un futuro en base a todas mis experiencias.
Tenías razón, Brad; los cambios que querías eran a mejor.
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