2. "Innombrable"
*¡RIIIIING!*
- Venga, no os quedéis mirando. Se acabó el espectáculo - Elmer agitó una mano en alto -. ¡Todos a clase, pedazo de palurdos! Y tú - me apartó de su cuerpo -, déjate el drama.
Me solté y alcé la cabeza observando el rostro de quien tenía enfrente.
No. Imposible.
Juraría que había visto a Brad. ¡Él estaba ahí! Eran sus ojos, me estaban mirando.
- ¿Qué te pasa, mariquita? ¿Se te ha aparecido el santo?
- ¿Por qué...eres tú?
- ¿Que por qué soy yo? ¿De qué demonios hablas?
Lo empujé furioso y señalé con el dedo.
- ¡No vuelvas a hacer eso!
- ¿El qué?
- ¡Lo que sea que hayas hecho! - exclamé confuso -. No me mires, no me toques, no me hables en susurros...
Elmer tenía escrito en la frente que no entendía nada de lo que estaba hablando, pero llegó un momento en el que estalló en carcajadas.
- ¿En serio? ¿Ahora resulta que te provoco? Perdona por ser tan guapo, pero no eres mi tipo, lamepollas - soltó con desprecio.
- ¡¿Qué?! - puse cara de asco -. ¿Qué te has creído, capullo? ¡No me fijaría en ti ni aunque fueras la última piedra del universo!
Mentira. Lo hice.
- Yo tampoco me fijaría en una piedra - resopló cruzándose de brazos -. Menudas comparaciones haces, iletrado.
- No sé lo que significa eso pero supondré que no me has llamado inteligente.
- No, no lo he hecho.
- ¿Y crees que puedo sentirme atraído por alguien como tú después de estar enamorado de la mejor persona del mundo? - fingí una risa -. No esperes que baje tanto el listón. Me largo.
Le di la espalda y comencé a caminar hacia mi aula pero me di cuenta de que me seguía alguien.
- ¿Tienes que ir detrás de mí? - le pregunté.
- Ojalá te cambiaran de clase - respondió el castaño.
Sí, Elmer y yo aun estábamos en la misma clase pero al menos no nos sentábamos cerca. Yo estaba al fondo del aula junto a un tipo muy hablador que me había estado dando la lata desde que me di de alta. Él era de los muy pocos que no me trataron como a un ser del otro mundo cuando ocurrió aquel incidente de los carteles y la patrocina de mi cuerpo.
- Siempre me he preguntado si de verdad estás aquí porque quieres, ya sabes, a veces finges que atiendes pero otras parece que solo vienes porque te pagan. ¿Tan duro es? Oh, tal vez te sientas incómodo ya que todo el instituto te tiene por un homosexual prostituto. ¿De verdad lo eres? Creo que se necesita una gran fuerza de voluntad para soportar que todos te usen a su gusto. ¿No es así?
- ¿Puedes cerrar la boca? - interrumpí a mi compañero de mesa -. Intento atender.
- No vas a escuchar mucho de lo que diga la profesora con los auriculares puestos, a no ser que lleves música clásica. Dicen que ayuda a concentrarse aunque yo no opine lo mismo. Cuando era pequeño...
- ...tus padres te ponían música para que durmieras pero una vez se fueron olvidándose de ti y te alteraste tanto que prendiste fuego a tu propia casa. Ya me lo contaste.
- Jamás ha ocurrido eso - me miró ladeando la cabeza -. De cualquier manera...
- Mira - me saqué los cascos girando en su dirección -. Tú y yo no somos amigos, así que hazme el favor de no pretender que lo somos porque sinceramente, no me interesa en absoluto nada de lo que estás diciendo.
- Eso es muy cruel. ¿Quieres venir a mi casa esta tarde a tomar el té?
- Como iba diciendo, no me int...
- Te voy a apuntar mi dirección en la agenda - tomó el cuaderno -. A las 18:00 te espero.
Cogí mi agenda mirando la forma en la que apuntó su dirección adjuntándole estrellitas y asqueé mi expresión.
- Y luego soy yo el mariquita...
- ¿Decías algo? - sonrió.
- Nada que valga la pena discutir.
La clase parecía que no acababa nunca. Estábamos dando química y tanta fórmula no me entraba en la cabeza y tampoco había manera de relacionarlas entre sí. Bueno, esa tarde me podría ayudar Bra...
Bajé la cabeza. Cerré los ojos y subí el volumen de la música que estaba escuchando tratando de conseguir que atenuara mis pensamientos. No, no quería olvidarme de él por nada del mundo; con él pasé los mejores momentos de mi vida y borrarlos no era tan fácil, y menos aun admisible. Lo seguía amando como jamás había amado a nadie.
***
Lorenz me llamó cuando volví a casa preguntándome cómo estaba y si me encontraba en condiciones para volver al trabajo ya que había perdido dos días.
- ¿Aun sigues pensando en él? - cuestionó -. Te aconsejaría que fueras pensando en otras cosas y que continúes tu propia vida. Por mucho que llores, tu novio no volverá.
- Eso ya lo sé - murmuré tomando asiento en el suelo -. Pero no implica que pueda pretender que no ha pasado nada de una semana para otra. Lo siento.
Tras un breve silencio, el sudamericano volvió a intervenir.
- Te espero a las 19:00 en mi casa. No me falles.
- Necesito más tiempo...
- No, ven esta tarde y verás como pronto te sentirás mucho mejor.
Me colgó. Rara vez hacía eso pero parecía muy decidido en que volviese a trabajar.
Suspiré profundamente relajando mi cuerpo e inclinando la cabeza hacia atrás recostándola sobre mi cama.
¿Seré capaz algún día de tomar mis propias decisiones?
Cuando llegaron las 18:01, recibí una llamada entrante de un número desconocido y colgué. Volví a recibir una llamada del mismo número pasado medio minuto y luego otra vez a los dos minutos. Finalmente, opté por cogerlo.
- ¿Sí...?
- ¡¿VAS A VENIR A MI CASA?!
Se le había oído tan fuerte que tuve que apartar mi móvil de la oreja cuando me empezaron a pitar los oídos.
- ¿Greg?
- ¡El mismo! - exclamó -. No sabía que te acordases de mi nombre...
- Yo tampoco.
- Pensé que te había dicho que vinieras hoy a tomar el té y así podrías hablarme de tus preocupaciones e inquietudes. ¡Como colegas!
- No somos colegas.
- ¿Algo más, tal vez?
- En serio, tío, hablas como si estuvieras enamorado de mí. Haz el favor de no molestarme, ¿vale?
- Voy a ir entonces yo a tu casa - colgó.
- No, no, ¡no cuelgues, maldito! - miré la pantalla enfadado -. ¿Qué les ha dado hoy a los dos decidiendo por mí?
Me acosté sobre la cama y en menos de media hora sonó el timbre, a lo que alguno de los padres de Elmer abrieron. Todo estaba muy silencioso y logré apreciar el sonido de unas pisadas al subir las escaleras.
- Bu - se asomó Elmer con cara de póquer.
Me pareció extraño verlo en mi habitación así que fui al grano.
- ¿Qué quieres?
El castaño se adentró en mi cuarto, avanzó hacia mí y yo ni me molesté en levantarme.
- ¿Cuánto cobras? - preguntó sentándose a mi lado -. ¿Cuánto cobras por noche?
Alcé el torso encontrándome con Elmer a poca distancia del rostro.
- Vamos, no es complicada la pregunta. Además, deberías saberlo mejor que nadie.
- ¿Para qué...quieres saberlo?
- Para pagarte no, obviamente, pero sigue siendo para uso personal. Venga, dímelo - insistió.
- Me niego a compartir información innecesaria contigo.
- Estoy investigando la muerte de mi hermano y necesito conocer ese dato tan fundamental. Si no fuera por eso, no me acercaría a menos de 10 metros de ti sin un arma, y te puedo asegurar que ahora solo llevo los puños - me agarró de la ropa pasando a un tono más agresivo.
*toc toc* llamaron a la puerta.
- ¿Puedo entrar? - apareció el chico de cabello rubio oscuro -. Oh, vaya, estáis los dos.
- ¿Qué haces aquí, Greg? - preguntó Elmer sin haberme soltado aun.
- ¿Tenéis...ese tipo de relación?
Miré las manos del castaño y luego crucé mi mirada con la suya apartándonos mutuamente.
- Ya quisiera él - reprochó Elmer.
- Sueña conmigo - contesté.
- Volveré más tarde así que no te relajes.
Salió de mi cuarto y Greg se adentró siguiéndolo con la mirada.
- Os lleváis muy mal, ¿eh? Pero, como dice el dicho, del amor al odio solo hay un paso.
- Eso no se aplica a casos inversos.
Pretendí ignorarlo así que volví a recostarme y me coloqué los cascos reproduciendo algunas canciones de Fall Out Boy. El chico permaneció un rato en silencio mientras inspeccionaba mi cuarto y le echaba unas ojeadas a mis dibujos.
- Haces este tipo de garabatos constantemente pero no consigo ver las formas - dijo girando los folios a la vez que entrecerraba los ojos -. Tienen algún significado, ¿verdad?
- Dame eso - me obligué a levantarme para arrebatarle las hojas -. No te importa a qué me dedique en mi tiempo libre.
Greg me las volvió a quitar y levantó la mano en alto para que no pudiera alcanzarlas.
- Pero quiero saberlo. Nos conocemos muy poco a pesar de estar ya casi medio año juntos en clase.
- No necesito hacer amigos; eso nunca acaba bien.
- Imagino que lo dirás por propia experiencia - continuó analizando los dibujos mientras yo saltaba para intentar recuperarlos. No era mucho más alto que yo pero mis brazos eran cortos y no lo alcanzaba -.¿Es posible que sea una mujer la que aparece?
- ¿Una mujer? No sé dónde has visto eso pero te puedo asegurar que jamás dibujaría a una mujer.
- Parece un rostro con rasgos afeminados y todo tipo de cosas alrededor de éste como si fueran... ¿pensamientos? ¿Te has dibujado junto a todo lo que piensas? ¿Si lo descifro podré conocerte? Si es así, me gustaría que me dejaras llevarme esto a casa y entonces podría...
- Cállate - se lo arranqué finalmente de la mano y lo uní con el resto de dibujos.
Los guardé en una carpeta y metí ésta en el cajón del escritorio.
- En serio, lárgate de aquí - dije -. ¿Para qué has venido?
- Quería oírte hablar de lo que sea ya que siempre estás muy callado en clase y pensé que tal vez hablases más en privado. ¿No funciona?
- No.
La situación pareció haberle convencido ya que se despidió cabizbajo diciendo que nos veríamos en el instituto, que intentaría sacarme algún tema de conversación la próxima vez.
Aliviado por haberme librado de una molestia más, me volví a acostar en la cama con la música. "Por fin algo de tranquilidad" pensé antes de mirar el móvil.
Ya eran las 18:30.
- ¡Mierda!
Me levanté corriendo y me metí rápidamente en la ducha. Me puse ropa limpia y salí de mi cuarto, donde Elmer me detuvo.
- Espera, ¿por qué tanta prisa? - interpuso un brazo cortándome el paso.
- Estoy llegando tarde y aun tengo que coger el autobús. No me retengas.
Aparté su brazo y él colocó su pierna contra la pared cumpliendo la misma función.
- ¿A dónde vas?
- ¡Qué más da! ¡Quita del medio!
El castaño me empujó contra el muro y me acorraló con ambos brazos dedicándome una mirada amenazante.
- Te he preguntado a dónde vas así que responde para que me quede conforme.
Enfrenté su mirada pero no contesté nada.
- ¿Quieres morir, gilipollas? - me presionó aun más -. No te niegues a contribuir mientras estés viviendo en mi casa.
- Me iría encantado con tal de no seguir siendo tu vecino de cuarto - vacilé.
- Será un placer hacerte las maletas, aunque dudo que haya mucho más que paquetes de condones y tangas. Ah, no, se me olvidaba que tú no usabas condones porque eres el que recibe y aun así prefieres comer pollas con todo lo que desprendan.
- Y a ti te gusta tanto lamer coños que se te hacen pasa los labios.
- Tú eres tan maricón que cabría hasta un melón por tu culo.
- Si todos los heteros fueran como tú, todos tendrían nabos en lugar de cerebro.
- Si los de tu especie se siguen expandiendo, en el mundo sí que no habrá nada a parte de nabos.
Continuamos lanzándonos insultos hasta que él decidió cortar la cadena.
- Tú ganas - dijo -. Eres mucho más imbécil que yo.
Lo golpeé en la espinilla logrando que se apartara y aproveché ese momento para salir corriendo hacia la salida. Él no se retorció ni mostró ninguna mueca de dolor y corrió detrás de mí cogiendo su chaqueta.
- ¡Espera! - exclamó poniéndosela por el camino.
Obviamente, no me detuve al oírlo sino que, por el contrario, aceleré el paso sin girarme siquiera. Llegó un momento en el que dejé de oír su voz y fue entonces cuando me di la vuelta.
- Por fin se ha perdido - suspiré.
Al volver a emprender el camino, me lo encontré frente a mí agitando unas llaves. Me dio tal susto que lo único que se me ocurrió en aquel momento fue darle un puñetazo.
- ¡Joder! - grité -. ¡No aparezcas así de repente!
Frotándose la nariz, me volvió a enseñar las llaves.
- Te puedo llevar.
Comenzó a sangrar y se miró la mano.
- Mira que te gusta mi nariz - dijo.
- ¿Por qué irías a llevarme? - volví al tema.
- Tenías prisa y te he retenido, ¿no? Llevándote saldré ganando porque averiguaré a dónde vas igualmente.
- Vale, con tal de que no te desvíes...
Me condujo hasta el garaje y ahí me mostró su...¿moto?
- ¿Tienes ya el carné?
Elmer se acercó al vehículo sacándole el polvo y luego le quitó el soporte.
- Sí, pero como le hagas un solo rasguño a esta preciosidad, te juro que te dejaré sin cabeza.
Llevó la moto fuera del garaje y me entregó un casco. Se colocó el suyo y subió. Cuando ya estuve listo, me senté detrás de él y busqué algún asa para agarrarme durante el viaje pero no había.
- Agárrate a mí - dijo.
- ¿A ti? - me extrañé.
- ¿Antes te provocaba y ahora te doy asco? Menuda flexibilidad.
- No he dicho ninguna de esas dos cosas - rodeé su cintura -. Arranca.
- Que conste que ésta es la única situación en la que permito que un gay me manosee, por no mencionar que se trata de ti.
***
- ¿Es aquí? - Elmer detuvo la moto frente a un gran edificio -. ¿Qué hay exactamente?
- El apartamento de mi jefe - respondí devolviéndole el casco y bajando del vehículo.
- Espera, espera - se bajó también tirando su casco al suelo -. ¿Me estás diciendo que acabo de traerte a que te folle un pederasta? ¿Estás de broma?
El castaño cambió a una expresión de disgusto mientras señalaba la entrada del edificio.
- ¿Qué problema tienes con mi trabajo? - lo enfrenté.
- ¿Que qué problema? ¡El problema eres tú! ¡¿No sabes cuándo detenerte?!
- ¡Estoy pagando la puta deuda!
- ¡Mi hermano ha muerto intentando ayudarte en esto así que déjalo de una vez!
- ¡Él...!
No me salieron las palabras. Elmer tenía razón en todo lo que decía.
- Me voy - dije finalmente -. No te olvides de tu casco.
No desvió la mirada de mí hasta que entré al edificio. Subí por el ascensor y, antes de llamar a la puerta del apartamento de Lorenz, me dejé apoyar sobre una pared deslizándome hasta el suelo. Bajé la cabeza y los recuerdos de aquella persona volvieron de golpe.
"Bésame...como si fuera a morir mañana"
Esas fueron sus últimas palabras y aquel nuestro último beso. Quién iría a pensar que todo iría a acabar así...
Cuando pasó el accidente por culpa de su hermano, nos reencontramos por primera vez en lo que llevábamos sin vernos. Nuestra amistad era muy comprometida, pero pronto me hizo cambiar de opinión mostrándome su afecto. Recordaba que fue el día en el que me peleé con Elmer hasta herirme la cabeza cuando conocí a sus padres adoptivos y tuve mi primer beso con los ojos cerrados. Siempre me había ceñido a la política de no cerrar los ojos durante un contacto tan estúpido e inútil pero el suyo era tierno y emotivo. No podía evitarlo.
También recordé el día en el que descubrí que él les tenía miedo a las arañas. Gracias a los malditos carteles que Elmer colgó por todo el instituto con mis datos y número de teléfono, comencé a sufrir de acoso por parte de casi todos y eso me llevó a acabar encerrado varias veces en taquillas. Una de ellas fue la del rubio y cuando se lo conté mencioné a unas arañas las cuales parecieron asustarle. Me reí muchísimo ese día, más que nunca.
Tuvimos buenos momentos, hasta que apareció Yoana. Según Alis y los gemelos, ella estaba enamorada de él y por eso decidió hipnotizarlo después de haberme copiado la identidad. Elmer me ayudó a que recuperara mi vida anterior por lo que volví a trabajar en la prostitución. Si no fuese por ello, tal vez nunca habría recuperado a quien tanto quería y mi vida no habría comenzado a mejorar. Ahí fue cuando comenzaron nuestros mejores y peores momentos. Al cabo de unos meses, todo terminó.
Era demasiado perfecto para ser cierto.
Aunque, recopilando los momentos más relevantes, me di cuenta de algo; Elmer era la causa y la solución de todo, él siempre había estado involucrado pero, a pesar de ello, era quien menos perjudicado había acabado. ¿Tenía eso sentido?
- ¿Jesse? - Lorenz se asomó por la puerta -. ¿Qué haces ahí sentado?
Alcé la cabeza sorprendido por la inesperada intervención y me levanté rápidamente al verlo delante de mí.
- L-lo siento, no me sentía muy bien - respondí.
- Vamos, entra.
Pasó él primero y yo lo seguí con inseguridad.
- Perdona - volví a disculparme -. Es que aun... No es tan fácil olvidarse de alguien.
De pronto, Lorenz se dio la vuelta y me cogió del brazo. Quiso decirme algo pero no habló, sino por el contrario, pasó a tomarme de la cintura de forma menos violenta y me atrajo hacia él.
- No has venido a pedir disculpas, ¿verdad?
- Vine porque me llamaste...
- Exacto - me acarició el rostro -. Por eso deberías dejar de pensar en cosas innecesarias. En el trabajo, cíñete a lo profesional.
Lo miré unos segundos pero hice lo que debía: lo besé. Lorenz intensificaba el contacto recorriendo mi cuerpo con las manos mientras yo rodeaba su cuello. Luego, introdujo sus manos en mi pantalón acariciando mis nalgas.
- Él no ha existido nunca... - susurró -. Yo siempre estuve contigo desde que nos conocimos así que piensa solo en mí.
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