13. "Archivos confidenciales"
Quería llamar a Greg o a Verónica para preguntarles dónde estaba Elmer realmente pero no tenía el número de ninguno de los dos.
Me aparté del hombre al que estaba besando y cuestioné:
- ¿Te puedes permitir jugar conmigo?
- Sí, chico - volvió a sonreír entrecerrando sus ojos -. Para eso he venido.
- Bien - le puse su gorra de nuevo, lo agarré del brazo y miré a los lados buscando a Lorenz.
En cuanto lo localicé me encaminé en su dirección arrastrando al joven. Mi jefe me vio enseguida y se cruzó de brazos.
- ¿Dónde has estado? - preguntó muy serio aun con ese tono furioso de hace unos momentos.
- Se me había apagado el móvil y no me fijé en la hora que era - dije a modo de disculpa.
- Trabajas todos los días. Tienes que tenerlo bien presente; ya no eres un amateur - dirigió su mirada al hombre que tenía detrás -. ¿Y quién es él?
- Un cliente - dijo antes de que yo pudiera responder.
- Oh bien, al menos así compensas de cierta forma este tiempo perdido - me agarró del mentón -. Y que no vuelva a ocurrir. Luego hablamos.
Le indicó al cliente que lo siguiera a su despacho para realizar el pago y este recibió una llave con un número donde se especificaba el tiempo por el que había pagado. Tuvo la opción de elegir la habitación que quisiera como era usual para todos los clientes.
Mientras acordaban mi venta fui a darme una ducha rápida en una sala donde solo los trabajadores tenían permitido entrar. Me cambié por otra ropa limpia y salí a buscar a Lorenz otra vez para que me dijera a qué cuarto se había ido el cliente.
- 9... - murmuré caminando por el pasillo sabiendo ya la ubicación exacta del lugar.
Abrí la puerta y, efectivamente, ahí estaba aquel hombre sentado sobre el borde del colchón chateando por el móvil. En cuanto me vio, escribió unas palabras más y se levantó para dejarlo sobre la cómoda.
Hice que se volviera a sentar y, con la música sonando desde fuera, me fui quitando la ropa delante de él mientras movía mi cuerpo al ritmo de la música. Lorenz siempre me había dicho que se me daba muy bien bailar y que tenía una forma muy seductora de mover las caderas y los brazos. A mí me gustaba bailar, una de las pocas cosas que aun disfrutaba del trabajo.
El cliente permaneció atónito mirando mi forma de moverme. Luego estiró un brazo para acariciarme la cintura e ir bajando hasta el calzón (la única prenda que aun me quedaba puesta junto a los zapatos). Me tocó el trasero y acercó mi cuerpo más al suyo logrando tener mayor facilidad para seguir tocándome. Recorrió todo mi torso con sus manos y yo me incliné para besarlo. Seguidamente apoyé una rodilla sobre el colchón apegándome muchísimo a él y de ahí ya fueron sucediendo las mismas cosas de siempre pero siempre diferentes.
***
Muy exhausto por la hora que duró el encuentro fui a lavarme un poco el cuerpo y me vestí de nuevo.
- ¿Podré repetir? - preguntó el hombre quien aun no se había ido de la habitación.
Me sobresalté cuando lo vi ahí ya que muy rara vez alguien esperaba a que yo saliera del lavabo, por no decir que nadie, pero él se ajustó la ropa y permaneció de pie observando la decoración de la sala hasta que yo aparecí.
- Eh...sí - respondí dirigiéndome a la salida pero sin apartar la mirada de él -. ¿Querías algo más?
- Oh, no, no era nada - rió tímidamente -. Gracias.
Mi respiración se detuvo. ¿Me acababa de agradecer?
- Ha estado...muy bien - añadió en voz baja rascándose la nuca.
- De nada, supongo... - desvié la mirada sin saber qué más decir.
- ¿Podría hablar contigo alguna vez?
- ¿Por teléfono?
El hombre asintió. No sabía qué responderle. Él no era como los demás y tampoco me había tratado mal, sino por el contrario, fue bastante gentil y sus caricias eran delicadas aunque a veces me hiciera daño. Si todos los clientes fueran así tal vez no hubiera llegado a odiar tanto mi puesto.
- No me está permitido... Lo siento - respondí y abrí la puerta para salir.
- ¡Espera! - dio unos pasos largos para alcanzarme y ponerse a mi altura.
Yo no dejé de caminar y él iba a mi lado.
- ¿Puedo saber tu nombre al menos? - preguntó -. Sé que no te llamas Jesse.
No estaba seguro de que estuviera haciendo lo correcto.
- Hugo. Me llamo Hugo.
- Yo soy Erik - sonrió por enésima vez desde que nos vimos -. Ha sido un placer.
No podía mirarlo a los ojos durante más tiempo porque entonces sentiría esas ganas de devolverle la sonrisa y no me quería mostrar amable frente a los clientes porque eso solo me había enseñado que la próxima vez sería infernal.
No le respondí a su presentación. Seguí andando hasta que estuve a punto de ver a Lorenz y fue cuando me giré hacia el joven.
- Tengo que trabajar aun así que si necesitas algo deberías hablar con mi jefe.
- Está bien, lo haré - dijo levantándose la gorra en un gesto ridículo para despedirse -. Nos vemos en otra ocasión, Hugo.
Me hizo gracia pero contuve la sonrisa. De verdad deseaba que hubiera más clientes así.
Pero mi emoción se apagó en cuanto vi a Lorenz en su despacho con las piernas sobre la mesa y fumando su canuto.
- Cierra la puerta - ordenó sin levantar la vista.
Hice lo que me dijo y me acerqué unos pasos. Él tomó una calada e inclinó su cabeza hacia atrás echando el humo hacia arriba.
- Estoy decepcionado - dijo sin cambiar de posición -. Muy decepcionado.
Mierda...
- ¿No me vas a preguntar por qué? - cuestionó alzando el canuto.
- ¿Por qué estás decepcionado? - no levanté mucho el tono de voz porque ya conocía la respuesta.
- Porque mis hombres no hacen bien su trabajo últimamente - dijo sentándose correctamente -. He tenido que despedir a algunos.
Suspiré.
- Pero - continuó - tú tampoco te quedas atrás.
Lorenz se levantó y se fue acercando a mí.
- No volverá a repetirse lo de antes... - me fui tensando conforme lo veía aproximarse.
Lorenz, cuando estaba a punto de rozarme, pasó de largo y cerró la puerta con cerrojo.
- No me refiero solo a eso - dijo de espaldas a mí y tomó otra calada.
No me moví del sitio ni siquiera para mirarlo mientras me hablaba pero pude sentir su presencia pegada a mi espalda
- ¿Cuánto has oído? - cuestionó soltando el humo sobre mi nuca.
- ¿A...a qué te refieres? - procuré mantener la calma y no darme por aludido.
- He preguntado cuánto has oído - repitió -. Sabes perfectamente a qué me refiero.
- N-nada...solo te estaba buscando y dio la coincidencia de que estabas ahí así que esperé...
- Jesse - pronunció mi nombre artístico llevando una de sus manos a mi rostro y luego me hizo girar bruscamente en su dirección -. Deja de excusarte y dime de una vez qué es lo que oíste de mi conversación con Santiago.
Me apretaba las mejillas con una sola mano y eso dificultaba mucho el habla.
- N-no...sé de qué me hablas - dije.
Lorenz realizó un movimiento brusco haciéndome caer sobre el escritorio y me inmovilizó llevando mis dos manos a la espalda y apretando mi rostro contra el tablón de la mesa. Se acercó a mi oído y susurró:
- Perdona, tal vez te haya confundido con otra persona - apretó aun más mis muñecas y comenzó a rozar mis nalgas con la rodilla -. Lo siento mucho.
Se abrió paso entre mis piernas y subió la rodilla apretándome los genitales. Gemí.
- ¿Quieres que volvamos a jugar a un juego?
- No...
Apretó con más fuerza.
- ¿Estás seguro?
No podía evitar gemir ante lo que él me provocaba así que no podía permitir que volviera a establecer un juego imposible.
- De acuerdo - me soltó e hizo que volteara.
Lorenz me quitó el pantalón junto a la ropa interior y me ordenó que me sentara sobre la mesa con las piernas abiertas. Él sacó un frasco de crema estimulante y me la echó sobre el miembro comenzando unos movimientos de vaivén con su mano. Cuando se había esparcido lo suficiente, él se inclinó y lo tomó entero con su boca. Yo me apoyé sobre los codos, dejé caer la cabeza hacia atrás y mi voz dispuso de total libertad para hacerse oír.
Lorenz deslizaba la lengua dejando su saliva mezclarse con esa crema y cuando se lo sacó de la boca para lamerme los testículos mientras continuaba el movimiento con su mano noté como yo ya estaba erecto.
En cuanto Lorenz también se percató, se detuvo y se puso erguido aun con la mano sobre mi órgano.
- ¿Te duele? - acariciaba de forma tremendamente lenta.
- Mhgm... - miré a la zona que me estaba tocando -. Lorenz, por favor...
- No - me soltó -. Levanta.
Hice como dije y fui andando a la pared de enfrente para quedarme ahí de pie.
- Tu castigo...también va a ser este - cogió un vibrador y me lo introdujo después de haberme hecho separar las piernas -. Disfruta de lo que te queda de tiempo.
Al haber vuelto a su sitio cogió el mando que accionaba el juguete y pude suponer que lo había puesto a máxima potencia porque mi cuerpo comenzó a temblar como nunca antes y sentí mis rodillas flexionarse hasta caer al suelo.
- Con tal de que no te toques puedes revolverte todo lo que quieras. No te va a ayudar de mucho.
Se había quedado muy a gusto con aquello. Muy a gusto.
Contraía todo mi cuerpo para poder resistir pero nada me podía ayudar. Le supliqué a Lorenz que bajara un poco la intensidad y el me ignoró completamente.
Mi tortura duró una hora y cuando lo apagó yo ya no sentía mi cuerpo. Mi sistema nervioso había desconectado y yo yacía en el suelo encogido y con escalofríos recorriéndome de vez en cuando.
- Aun tienes que trabajar así que limpia mi despacho y busca energías para bailarles a los clientes - me rozó la pierna con su zapato y fue a abrir la puerta -. No te tomes mucho tiempo. Nos vemos.
"Te odio tanto" fue lo único que daba vueltas en mi cabeza mientras intentaba relajar mi cuerpo y concienciarme de que ya había terminado todo.
- Te...odio - murmuraba -. Te odio...Lorenz.
Hice el intento de levantarme pero aun me temblaban las piernas y mi cuerpo estaba muy caliente. Caminé lentamente hasta el escritorio para alcanzar un punto de apoyo y me dejé caer sobre el mismo.
"Ahora me levanto..." pensé intentando recobrar fuerzas.
Entonces me fijé en los papeles que tenía en frente de mí y el mogollón de notas que tenía Lorenz esparcido por el lugar. No era nada que me pudiera interesar; solo burocracia económica. Hasta que algo captó mi atención.
Lorenz tenía un cajón donde almacenaba copias de los archivos de todos sus subordinados. Iba con cierre automático pero un folio que sobresalía un poco fue suficiente para que no se hubiera bloqueado. Yo tenía prohibido ver eso.
Di la vuelta al escritorio y me senté de cuclillas junto al cajón que abrí. Estaba lleno de separadores con nombres en la parte superior. Busqué por "Jesse" y no hubo resultado. Entonces miré "Hugo".
- Bingo - murmuré sacando la carpeta.
En la primera hoja de su contenido tenía la foto de mi rostro con un clip. Era una foto que yo nunca había visto. Me la había echado él de alguna forma sin que yo me hubiera dado cuenta.
Mis datos, absolutamente todos, estaban ahí: personales, académicos, familiares, sociales, incluso datos de personas cercanas a mí. Fue entonces cuando vi una foto de Wayne, luego una de Diamante. Había también una foto de una mujer hermosa, de pelo corto y oscuro como el azabache, los ojos verdes ácido, los labios pintados con un rojo mate.
*PUM*
Me sobresalté y se me cayó la carpeta de las manos. Alguien había dado un golpe sobre la puerta pero sin intenciones de entrar. Me agaché para recoger todos los documentos y encontré muchas más fotos.
- B-Brad... - dejé de parpadear.
Fotos de Brad. Muchas.
Y en todas las imágenes su rostro estaba tachado con permanente negro. Cuantas más veía más abría los ojos y se me palidecía la piel hasta que vi un rostro distinto rodeado.
Dejé caer por segunda vez todo lo que tenía entre las manos y caí hacia atrás apoyándome sobre los codos. Mi respiración no era regular y no podía apartar la mirada de todas esas fotos.
Lorenz realmente estaba dispuesto a acabar con todo lo que me rodeaba y Elmer era el siguiente.
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