11. "Se acabaron las clases"
(Narra Hugo)
"RIIING, RIIING, RIIING"
¿Eso era una alarma?
- ¿Simulacro de incendio? - preguntó alguien levantándose del sitio confuso.
- A lo mejor es de bomba - hipotetizó otro.
- No, los "ring-ring" eran largos. Es de incendio.
- Eso es de bomba.
- ¡Pero si faltaste a la lección! ¡Qué vas a saber!
- ¿Te acuerdas de que falté pero no de que tenemos examen hoy?
- ¿Qué? - se asustó.
La profesora puso orden y todos se callaron.
- Es la alarma de bomba y no es un simulacro - enunció firme -. Vamos a mantener la calma y recoger todas nuestras cosas.
Solo le faltó decir la frase estrella "que no cunda el pánico" porque eso fue precisamente lo que ocurrió. Nunca habían oído una alarma real y no sabían cómo reaccionar en estos casos. Sinceramente, yo tampoco, así que recogí mis cosas y salí de clase a paso ligero. En el pasillo me encontré con gente agobiada de todas las aulas empujándose entre sí para abrirse paso hacia la salida.
No quería meterme en ese ajetreo así que me decanté por pegarme a una pared y esperar a que despejasen un poco el lugar. Cuando miré a los lados fue cuando divisé una figura saliendo en dirección contraria a las masas.
- ¿Greg?
Tardé unos segundos en volver a mirar hacia la salida y verla totalmente bloqueada. Al volver a mirar en la dirección a la que había salido Greg decidí seguirlo.
Corrí a lo largo del pasillo y subí unas escaleras. En la planta superior solo había aulas de material y estaban localizados los distintos departamentos. Cuando finalmente llegué al pasillo principal, perdí al chico de vista así que desaceleré el paso.
El corredor estaba completamente vacío. Caminé entre las puertas por si conseguía oír algo y fue entonces cuando percibí unas voces provenientes del aula de coordinación.
- ...¿y si no es capaz de desactivarla y solo lo dice para darnos esperanza? - escuché al acercarme más.
- Hablamos de una enorme cantidad de dinero.
- Pero es lo único que podríamos hacer para intentar salvar la escuela.
- Podríamos darle una mejor educación a los alumnos empleando ese capital en otras causas. Tal vez sería mejor limitarnos a evacuar.
- No somos nosotros quienes deberían resolver el conflicto igualmente. Rebeca, contacta con el Ministerio de Educación.
- Sí.
Me escondí rápidamente al oír unos pasos acercándose a la puerta pero con suerte nadie salió.
- ¡Tsss! - se oyó a mis espaldas.
Me di la vuelta viendo a Greg al final del pasillo, asomándose desde la puerta de la azotea y haciéndome señas ridículas para ir con él. Revisé una vez más que no había nadie que me pudiera ver y corrí deprisa hasta donde se encontraba el chico.
- ¿Qué haces aquí? - le pregunté una vez fuera del alcance de los demás.
- Pensé que sería más rápido salir por aquí - se encogió de hombros.
- ¿Por la azotea? ¿Cómo piensas...?
No estaba bromeando.
- No, no no no no no - meneé la cabeza -. Ni hablar, no voy a saltar desde aquí.
- No seas tonto, Hugo - me golpeó el hombro y se acercó a la barandilla asomándose hacia abajo -. Mira - hizo un ademán invitándome a aproximarme.
Lenta e inseguramente fui dando unos pasos en su dirección y asomé tímidamente la cabeza igual que él había hecho anteriormente. De pronto sentí como si el suelo se estuviera alejando mucho más de lo que ya estaba y las imágenes comenzaron a difuminarse y a mezclarse entre sí. Deje de sentir mis piernas y caí de rodillas.
- ¡¿Hugo?! - Greg se agachó a mi lado -. ¿Te sientes mal? ¿Tienes vértigo? No me he traído ninguna pastilla pero si quieres puedo ir a buscar. En la enfermería debería haber. Podemos bajar abajo si no puedes por aquí. Ya debería estar más despejada la salida. ¿Hugo? ¿Hugo, estás bien?
No dejaba de agitarme los hombros y obviamente no había quien se pudiera desmayar en paz con alguien así reanimando.
- Sí, sí - lo aparté e intenté levantarme apoyándome sobre la barandilla -. Creo que iré por las escaleras.
- Te acompaño entonces - dijo al instante -. ¿Sabes? Me encanta andar. Subir y bajar escaleras es muy sano también pero con los años se te desgastan las articulaciones.
- Me está empezando a doler la cabeza y no es por vértigo esta vez.
- ¿Quieres que pasemos por la enfermería?
- No, salgamos de aquí de una vez.
Todo el mundo ya había desalojado el edificio y permanecía a la espera de que ocurriese algo desde el patio.
El director de la escuela se situó en un lugar desde el cual era visible por todos y encendió el megáfono.
- Atención, alumnos - comenzó -. Debido a ciertas circunstancias peligrosas las clases van a ser suspendidas hasta próximo aviso.
La gente no sabía si gritar de alegría o asustarse porque algo iría a suceder en breve.
- Ahora les ruego que abandonen el recinto. Estamos notificando a vuestros padres para que sean conscientes de la situación y puedan venir a recogeros.
Se empezó a oír un fuerte murmullo entre los alumnos y poco a poco fueron saliendo como se les fue ordenado.
Me sonó el móvil, o más bien vibró porque lo tenía en silencio.
- ¿Sí? - respondí.
Era el padre de Elmer.
- Hola, Hugo. Hemos recibido el mensaje sobre el atentado pero no podemos salir del trabajo ahora mismo. Llegaremos en unos 50 minutos.
- No, Charles, no te preocupes - dije -. Son 15 minutos andando así que no hace falta.
- Como quieras, pero directo a casa - dijo Charles imponiendo autoridad -. Dile a Elmer que vaya contigo que no puedo contactarlo.
- Claro...
- Nos vemos.
Iba a ir yo ahora a buscar a Elmer para decirle de ir juntos a casa. Claro que sí. Por supuesto.
Me ajusté la mochila y emprendí el camino de vuelta.
Vi desde lejos a los acosadores otra vez pero ellos parecían tener otras cosas en la cabeza en ese momento por lo que me ignoraron y pude llegar tranquilamente a casa. Tenía llaves así que podía entrar sin necesidad de esperar a nadie.
Como era de esperar, llegué antes que Elmer. Cuando había que ir andando él solía ir con sus amigos y el camino se le hacía más largo.
Entré en la cocina, abrí el frigorífico y me cogí una lata de refresco la cual comencé a tomar de camino a mi cuarto. Me puse música al llegar a la cama y pronto quedé dormido.
Debido al atentado tenía más tiempo para recuperar el sueño antes de ir a trabajar.
*****
Trabajar. Se me había olvidado que antes de eso me tocaba el cambio de look.
Lorenz me había escrito un mensaje informándome de la hora a la que estaría esperándome con el coche. Cuando me desperté aun tenía tiempo para cambiarme y comer algo.
Para mi asombro, seguía sin haber nadie en casa. En la cocina me encontré una nota sobre la mesa:
"Charles y yo no vamos a volver hoy a casa hasta muy tarde por asuntos de trabajo. Hemos dejado un taper con la comida en el frigorífico y hay dinero bajo el jarrón para que pidáis algo para cenar.
Cuidaos, chicos, y comed bien, no os quedéis con hambre."
Volví a dejar la nota donde estaba para que Elmer pudiera leerla cuando apareciera y saqué la comida del frigo. Solo calenté la mitad en el microondas.
Lorenz me recibió en su coche detrás de la casa, como solía hacer, y el primer lugar al que decidió llevarme fue a la peluquería.
- Todo esto - me levantó el pelo del lateral izquierdo de mi cabeza - va fuera. El flequillo lo llevará hacia la derecha.
Le dio unas cuantas instrucciones más al peluquero, a cada cual más radical. Permanecí de espaldas al espejo todo el tiempo por lo que iba a ser relativamente sorpresa el resultado final.
Cuando acabó, tampoco me dejó mirarme; Lorenz me llevó directamente a la sala de al lado donde dijo que hacían los piercings y pendientes.
Escogió uno para la ceja y en cuanto vi la aguja con la que iban a agujerearme la piel me asusté un poco, a decir verdad. Nunca me había hecho ningún pendiente, solo tatuajes, y no era nada parecida una cosa a la otra.
Mis preocupaciones fueron en vano ya que todo duró tan solo unos segundos y enroscaron la bola para dar por acabado el piercing.
En cuanto comencé a olvidarme del dolor vi a la chica perforadora acercándose a mí con una aguja diferente.
- Ah, por cierto, Hugo - Lorenz dejó escapar una risa seca y se frotó la nariz -. También te van a hacer un piercing en la lengua.
- ¿Qué? - me levanté de golpe.
No, en la lengua no.
- Lo que has oído.
- No, Lorenz, me prometiste que solo harías uno.
- ¿Dije eso? - volvió a reír -. Recuerdo muy bien que te dije que te haría uno en la lengua si volvías a hablar. Lo hiciste.
- ¡Pero ya habías acabado...!
- ¿De qué? - enfrentó mi mirada con una sonrisa descarada.
Me quedé sin palabras. Él no dijo hasta cuando yo no podía volver a hablar y seguramente rompí su juego cuando consideré que ya estábamos fuera.
- Lorenz, te lo pido por favor...
- Procede - le dijo a la joven dándome la espalda.
- ¡Lorenz...!
- Como no estés quieto tendré que llamar a alguien para que te sujete - me amenazó apoyándose sobre una pared con una mano en el bolsillo de su pantalón.
- Hugo, siéntate, por favor - pidió la chica.
- Hazle caso.
Me senté a regañadientes y abrí la boca.
Cuando ella me cogió de la lengua para posicionar la aguja me empezaron a temblar las piernas.
- No te preocupes, esto también será rápido - me intentó tranquilizar la joven.
Cerré los ojos para no ver nada y cuando me atravesaron el músculo pensé que mi vida iría a acabar ahí. Pero en unos segundos todo volvió a la normalidad.
- ¿Ves? Ya está - dijo sonriendo.
Aun me dolía un poco pero nada a lo que uno no se podía acostumbrar. Era molesto, eso sí.
- Peol que lleval una moldaza - balbuceé mientras volvíamos al coche con Lorenz.
- No te quejes; habrás tenido cosas peores en la lengua.
Bufé y me encogí de hombros guardando las manos en los bolsillos.
- ¿No vas a decir nada más? - preguntó al cabo de un rato.
Yo estaba enfadado, obviamente. Lorenz no me había avisado de esto e incluso si lo hubiera hecho yo no habría accedido a ello. Y si había tenido cosas peores en la lengua era también gracias a él.
Llegamos a la puerta del coche y me miré en el reflejo.
- Oh, cierto, aun no te habías visto - dijo rodeándome los hombros con el brazo -. Estás muy sexy.
Mi nuca estaba rapada casi al cero, luego había una raya que me rodeaba la cabeza horizontalmente separando el rapado del cabello corto. Corto en el lado izquierdo y todo el resto dejaba un flequillo largo hacia la derecha. Sobre la ceja tenía un piercing horizontal de color negro metálico. En la lengua otro de un color más plateado.
- Sabes - se acercó a mi oído cuando saqué la lengua para mirármela -, este decidí hacértelo porque provoca mayor placer a la hora de hacer mamadas.
Contuve la respiración.
- Los clientes quedarán más satisfechos con tanto bonus extra - me tocó el trasero.
Seguidamente Lorenz abrió la puerta del coche y entró indicándome que me subiera también. Eché un último vistazo a mi aspecto. Había cambiado muchísimo con tan solo un corte de pelo y un par de piercings. Me daba un aire distinto, pero no me llegaba a gustar del todo.
*****
Volví a casa un poco antes de lo usual, a tempranas horas de la madrugada. Se estaba en silencio otra vez pero era normal; todos debían de estar durmiendo. Me cambié de ropa y bajé a la cocina para pillar algo.
La nota seguía estando sobre la mesa. Miré bajo el jarrón y el dinero también permaneció intacto. La mitad de la comida que dejé también seguía ahí.
¿Elmer no había comido nada?
Rápidamente fui a su cuarto y abrí la puerta encontrándome con lo que me temía.
Nada.
Elmer no había vuelto a casa desde que ocurrió el atentado.
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