10. "Tabú"

(Narra Hugo)

- ¿Ya? - preguntó Lorenz impaciente.

- Sí, podemos irnos.

Entré de vuelta en el coche y el sudamericano arrancó. Habíamos parado detrás del dúplex de Elmer un momento solo, el suficiente como para escuchar su violín. A Lorenz no le hacía gracia que yo le hiciera perder tiempo pero siempre le prometía que le compensaría cada vez que hiciera esto. No lo pillaba siempre pero cuando Elmer no estaba de su mejor humor solía ponerse a tocar y me gustaba...mucho. Sus melodías eran muy expresivas y las canciones que escogía tenían un gran significado aunque no sean de mi tipo. Pero esta última...era realmente bonita.
Elmer tenía días en los que su música se oía incluso fuera de la casa y era entonces cuando yo podía apreciarla durante un par de minutos. Me permitía solo una canción cada vez pero daría lo que fuese por quedarme ahí más tiempo.

Lorenz se mantuvo en silencio todo el camino y eso era muy extraño. La última vez que lo hizo fue después de haber despedido a uno de sus mejores empleados.
"Espero que no se haya enfadado con Elmer" pensé...¿preocupado?
Vale, sí, sí que estaba preocupado por Elmer PERO SOLO UN POCO. No me trataba bien pero tampoco le deseaba el mal, y menos aun le deseaba el mal de Lorenz. No podría deseárselo a nadie así que Elmer no era una excepción, por lo tanto tampoco era especial.
¿Debería preguntarle a Lorenz?

- Eh... - intenté dar el comienzo.

El hombre siguió conduciendo, no quedaba casi nada de camino. Pronto iría a aparcar.

- Lorenz...

"¿De qué hablábais con Elmer?" ¿Era eso lo que le quería preguntar? Entonces fuera. Él jamás me había permitido hacer preguntas así porque no eran de mi incumbencia. Daba lo mismo que se tratase de Elmer o de alguno de sus empleados la persona con la que hubiese hablado.

- ¿Qué ocurre? - preguntó de forma muy seca mientras se abría la puerta del garaje.

- Si Elmer ha dicho algo que no debía me disculpo por él - dije -. No tuve oportunidad de hablarle de esto porque no solemos hablar mucho en general pero le explicaré todo en cuanto vuelva.

El vehículo fue bajando lentamente por la cuesta hacia la plaza de garaje comprada por Lorenz. Cuando llegamos, sacó las llaves pero permaneció sentado.

- ¿No te han vuelto a pegar desde la otra vez? - cambió radicalmente de tema.

Bien, con eso dejó claro que no quería hablar de Elmer pero era importante para mí.

- Por favor, Lorenz.

- Te he hecho una pregunta - me clavó una mirada afilada en los ojos.

- Pero estoy diciendo que me disculparé como quieras - repetí girando todo mi cuerpo hacia él.

- Ya tengo todo lo que quiera de ti - afirmó cogiéndome una muñeca y alzándola.

Apretaba fuerte.

- Gh... Lo sé... Suéltame.

Tiró de mi quedando yo a cuatro patas entre los dos asientos delanteros del coche y mi rostro muy cerca del suyo.

- ¿Qué me puedes ofrecer que no tenga a cambio del perdón de tu segundo novio?

- No es...

Lorenz me agarró de la cara.

- ...mi novio - acabé la frase.

- Sigues sin tener nada - dijo.

Me soltó e hizo que volviera a mi sitio. Apoyó los dos brazos sobre el volante y se quedó mirando al frente otra vez, a los grises muros del aparcamiento.
No significaba nada bueno cuando se ponía así, rechazaba todo contacto visual conmigo y tampoco se aprovechaba de mi cuerpo.

Ya no volví a decir nada más.

- Vamos arriba - habló él.

Abrió la puerta, tomó su cartera y salió sin esperar que le dijera nada.
Lo seguí. Él cerró el coche pulsando un botón a distancia y continuó el camino hacia su apartamento.

En el ascensor sí que me miró, de hecho, durante todo el viaje. Tenía la desagradable sensación de que me comenzaban a sudar las manos.
Entonces sonó el timbre y se abrieron las puertas. Él salió primero.
Guardé las manos en los bolsillos de la gabardina conforme caminaba a su espalda hasta que entramos. Las luces automáticas se prendieron en la sala principal en cuanto Lorenz chasqueó los dedos. Comenzó a desprenderse de la ropa exterior y no se molestaba en usar el perchero dejándola cuidadosamente sobre el respaldo del sofá. Yo, por el contrario, no tenté a la suerte e hice lo mismo de siempre; me quité la mochila, los zapatos y la gabardina dejándolo todo en su correspondiente lugar.
Lorenz se había dejado caer en el sofá y me hizo señales de que me acercara también. Una vez a su lado me senté en el hueco vacío.

- Hoy estoy agotado - murmuró -. Estaba deseando volver a casa para poder acostarme y que me masajearas los pies.

Obviamente era un indirecta muy clara de su orden y levanté sus piernas para dejarlas reposar sobre mis muslos y le quité los calcetines. Comencé a acariciarle los pies y luego procedí con unos suaves golpecitos.

- Ah... - sonrió por primera vez esa tarde -. Necesitaba esto. Tienes manos de ángel.

Me solía llamar "ángel negro" por el color de mi pelo y el desastre que llevaba yo siempre encima, pero a él le gustaba porque ese era mi estilo.

- Ahora nos haré un caffé corretto - dijo -. He vuelto a traer Brandy Magno, como te solía gustar.

Me sorprendí por esto último. Él hacía años que no me cocinaba nada y tampoco pensé que se acordaría de la bebida que me gustaba. Ya no estaba seguro de si la iría a disfrutar igual pero era nostálgico.

- Está bien - acepté sin dejar de tocarle la suave piel de los pies.

Llegó un momento en el que volvió a ponerse serio y alzó el torso quedando sentado.

- Hoy voy a abrir más tarde el bar - expuso -. Pasaré más tiempo contigo.

- ¿Pero y los clientes?

- No será mucho más tarde; esperarán.

Bajó ambas piernas al suelo y me hizo sentarme sobre él. Me acarició el pelo de la nuca y murmuró:

- Deberías cortarte todo esto, un rapado te quedaría bien.

Inconscientemente me llevé una mano al lugar indicado y sin querer rocé la mano de Lorenz. Antes de que me pudiera apartar él entrelazó sus dedos con los míos y se acercó a mis labios para lamerlos. Luego me dio un beso.

- Lo digo en serio, te voy a llevar a una peluquería mañana - ladeó su sonrisa -. Una renovación atraerá más público.

- Está...bien - desvié la mirada.

No quería cortarme el pelo, pero si eso ponía de buen humor a Lorenz y así se olvidaba un poco de Elmer entonces valdría la pena.

Atrajo mi rostro al suyo e inmediatamente se abrió paso en mi boca con la lengua. Me levanté la camiseta con la mano que tenía libre y entonces Lorenz me liberó la otra observando cómo me desprendía de la prenda completamente. Me agarró las nalgas clavándome los dedos y arrancándome un gemido.

- Dime, Hugo - hundió su rostro en mi pecho -. En una escala del 1 al 10, ¿cuántas ganas tienes de irte de aquí ahora mismo?

- No puedes preguntarme eso cuando estoy por trabajo.

- Precisamente por eso te estoy preguntando. ¿Cuántas ganas tienes de irte de tu trabajo sin tener en cuenta las consecuencias?

- No voy a responder a eso.

Lorenz me mordió un pezón.

- ¡Ah! - solté sin que me diera tiempo a taparme la boca.

- No intentes cubrirte - dijo apartando mi mano -. ¿O quieres jugar?

Le vi sonreír de nuevo y no me gustaba nada.

- Como salga un solo sonido de tu boca te mando al bar andando y sin ropa. ¿Te parece?

- ¿Qué? No, claro que no voy a aceptar es—

- Shh - me tapó con una mano -. Ya hemos empezado. Y para hacerlo más difícil, si dices una palabra te hago un piercing en la lengua.

Oh, Dios, eso ya no. Se me había enganchado muchas veces la lengua entre los dientes aunque pareciese imposible así que pasaba de hacerme un piercing.

Meneé la cabeza con una mirada asustada.

- Pero sabes - habló Lorenz de nuevo -, te quedaría muy sexy. Creo que te haré alguno. Solo llevas pendientes y mira qué bien lucen.

Me levantó el flequillo acariciándome la frente.

- Si te cortas el pelo se te vería un piercing en la ceja. Mañana te lo haré también.

Ese no me molestaba... ¿Pero también haría que me cortasen el flequillo?
No podía protestar o pendiente gratis en la punta de la lengua.

- Voy a traerte algo para que no te preocupes por taparte la boca.

Me dejó sentado en el sofá y fue a otra habitación. Volvió con una bola en la mano.

- ¿Sabes lo que es? - me la mostró -. Seguro que ya la habías usado alguna vez.

Una mordaza.
Sí.

Desvié la cabeza conforme lo vi aproximarse a mí y me crucé de piernas erguiendo la espalda.

- ¿No te gusta? - le ajustaba la correa mientras me enseñaba otra vez el objeto -. También he traído otra cosa.

¿Había algo más con lo que humillarme?

- Vamos, levanta - gestualizó.

Hice como dijo y me puse en pie cerca de él mirándolo tímidamente. Lorenz me introdujo la bola en la boca y apretó la correa para que no se cayese, pero entonces enganchó otra más a la misma y la conectó con una que me rodeó el cuello.

- Quítate el resto.

Desabroché mi pantalón y Lorenz me dejó libertad para quitármelo. Cogió una de mis manos e hizo que me tocara el miembro.

- Haz lo que no te gusta - me susurró al oído apretando la correa del cuello.

- Mghm... - salió un débil gemido de mi garganta.

- ¿He oído algo? - apretó un poco más.

De mis ojos salieron pequeñas lágrimas pero me contuve para no hacer más ruido.
Lorenz relajó la correa dejándome respirar.

- Buen chico - me revolvió el pelo -. Ahora ven aquí y sigues.

La correa que enganchó de mi cuello tiraba de mí hasta una pared a la que fue enlazada.
No había nada en un campo de unos dos metros alrededor de mí; solo el muro en el que me apoyé.

- Puedes continuar - me dio el permiso alejándose de mí unos pasos y cruzándose de brazos -. Recuerda no correrte.

Y voy a omitir la descripción de la siguiente escena. Odiaba que me hiciera tocarme por el puro placer de verme. Encima no podía emitir ningún sonido.
No voy a seguir relatando eso.

*****

Al final me acabó llevando al bar en coche, como siempre. Eso que dijo resultó ser simplemente una amenaza divertida que se le ocurrió y que disfrutó sobre todo durante el sexo viéndome llorar.
Yo nunca lloraba en el sexo, puede que en la primera vez sí, pero Lorenz conseguía sacarme esas lágrimas.
Lo odiaba.

Al volver a casa, lo primero que hice fue buscar a Elmer quien ya estaba dormido, como era de esperar.

- Como se me olvide decirle mañana lo de Lorenz... - murmuré volviendo a mi cuarto.

- ¿Hugo? - se oyó una débil voz desde su cama.

Bien, aun estaba despierto.

Elmer se incorporó lentamente frotándose la cara y mirándome con un solo ojo por estar medio dormido.

- ¿Querías...decirme algo? - preguntó en un tono muy bajo.

Elmer no estaba en condiciones de escuchar y entender lo que le fuera a decir en ese momento así que lo pensé mejor y decidí aplazarlo a otro momento.

- Eh...no. No quería decirte nada solo...buenas noches.

Salí de la habitación, pero no fue hasta entrar en la mía y cerrar la puerta que me di cuenta de que yo jamás le había deseado las buenas noches.


****

(Narra Elmer)

Tocó el timbre que daba comienzo a las clases y yo había llegado muy justo de tiempo. Corrí al aula y al girar una esquina me topé con alguien.

- Mis disculpas - dije ajustándole el traje al hombre con el que choqué.

Estaba afeitado pero se le podían notar los años por lo caídos que tenía los ojos.
Me miró desconcertado unos segundos pero luego su expresión tornó en una amplia sonrisa.

- No hay problema, chico - puso una mano sobre mi hombro.

Se echó a un lado para dejarme pasar y accedí algo extrañado. En cuanto avancé unos pasos, aceleré el paso de nuevo. Tuve suerte de que aun no hubiese llegado el profesor de la optativa para entrar tranquilamente y ocupar mi lugar.

Ese día tuvimos la charla sobre la graduación para decidir a los presentadores de la ceremonia, a la persona que fuera a hacer el vídeo recopilatorio de esos 4 años, el lugar de la cena... También se explicaron todos los detalles de esa noche y se resolvieron dudas surgidas en el momento.
Yo me pedí el puesto de presentador porque nadie parecía muy animado para ello y antes de que obligaran a alguien que no quisiera prefería presentarme como voluntario.

- Estarás muy guapo en traje - dijo una chica de las masas cuando íbamos saliendo del salón de actos.

- Gracias - respondí sin saber a quién mirar.

Con tanta gente empujando como si fueran críos de primaria tuve que esperar a que saliéramos todos para localizar al tutor y preguntarle sobre el discurso que tenía que preparar.
Fue buscarlo con la mirada y ver a un grupillo de chicos que no llegaron a salir del salón.
Si lo que me impulsó a ir en esa dirección fue la curiosidad, le estaba muy agradecido.

- No es cierto - dijo Hugo.

- Vamos, te has pasado toda la reunión mirándole el paquete al de dibujo - le quitó uno de los chicos el bolígrafo a Hugo y comenzó a señalarlo muy de cerca, casi sacándole los ojos -. Eres un asqueroso de mierda.

Le tiraron la mochila al suelo y se le cayeron todos los libros y cuadernos.

- ¡Eh! - llamé su atención.

- ¿Qué? - respondió solo uno.

- La reunión ha terminado - dije -. Hay más clases ahora.

- ¿Por qué no te das prisa entonces?

- Esperaba a Hugo y no salía - mentí -. ¿Qué estáis haciendo?

- Nada - le tiraron el bolígrafo a la cara y patearon su mochila antes de dirigirse hacia mí que era donde quedaba la salida.

De pronto sentí el impulso de retorcerle el brazo a uno de ellos inmovilizándolo y le puse la zancadilla al mismo para dejarlo en el suelo ágilmente.

- ¡Eh, eh! - gritaron los otros.

Le metí un codazo en las costillas y estuve a punto de levantarme cuando otro chico alzó una pierna con intenciones de darme una patada pero la pillé al vuelo. Tiré con fuerza y lo tumbe también. El siguiente también intentó atacarme pero apliqué otras de las nuevas técnicas aprendidas y los derribé a todos.

- Vais a dejar de meteros con él - dije por último después de haberles soltado una mirada de reproche.

Cuando miré a Hugo cruzamos la mirada. Él no se había movido del sitio desde que comencé la pelea y todo lo que le habían tirado seguía en el suelo.

- ¿Vas a moverte? - pregunté acercándome.

Recogí sus libros metiéndolos en su mochila y él introdujo los que pudo coger.

- Gracias... - dijo de forma casi inaudible.

- Llegamos tarde a clase - volví a decir ignorando su agradecimiento y levantándome del suelo -. No te voy a esperar.

Como dije, volví al aula sin mirar atrás siquiera para comprobar si me seguía o no, pero pude suponer que lo hizo porque oía pasos acelerados detrás de mí.

No eran suyos.

- Elmer, tienes que bajar un momento a secretaría, rápido - dijo una chica que realmente tenía pinta de tener prisa por alguna razón.

- Está bien - accedí.

En la planta 0 llegué al lugar mencionado enseguida. Entonces fue ahí, al abrir la puerta, que volví a ver a ese hombre de antes junto a otros varios.

- Elmer Dufault, 16 años, 4°A - leyó un hombre de un archivador que tenía en mano -. Es él.

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