CUBO DE RUBIK

Releo el mensaje que me ha dejado Rebeca varias veces:


Perdona por haberme ido así.

Tenía que cuidar de mi amuma y sabía que tu amiga me insistiría. No me gusta discutir.

22:20


No sé cómo debo sentirme. La cena ha ido bien, genial, en realidad, pero la despedida... No creo que nada justifique una despedida tan fría.

—¿A ti te parece normal lo que ha hecho? —le pido opinión a Verony.

Como siempre, ella es quien aguanta mis dramas. Maria ha tenido que marchar a trabajar —al parecer hoy había una fiesta especial para estudiantes en la discoteca—, y Vero me ha ayudado a recoger la mesa y se ha quedado conmigo viendo, por quinta vez, la película En busca de la felicidad.

—¿Si me parece normal? —repite mi amiga morena, y sacude el saco de hielo que tiene posado en la frente—. Lo que no me parece normal es que me hayas atacado con una magdalena.

—Ya te he pedido disculpas... —musito—. Y deja de exagerar. No te puede doler tanto. Era esponjosa.

—Mira, Andrés, aquí el único que exagera eres tú. Y siempre para mal. Me cansas. Deberías estar feliz. ¡La cena ha sido un éxito!

—No ha ido nada mal... —reconozco—. Pero no debería haberse marchado así.

—Cada uno es como es. Además, ella tiene una vida, unos quehaceres y unas manías, muchas manías —recalca—, y no pretendas que lo deje o cambie todo de golpe por ti.

—Pero ¿de eso trata el amor, no?

—¡Ay, por favor! —se escandaliza Verony, y me golpea con la bolsa de hielo—. ¡El amor no es eso! ¡Tóxico! El amor es aceptar al otro tal y como es. Puedes ayudar a la otra persona a mejorar, pero no la intentes cambiar. Te lo digo por experiencia.

—¿Tú intentaste cambiar a Marta? —hurgo en la herida.

—Cuánto interés por Marta... —se exaspera—. Yo no intenté cambiarla, ella intentó cambiarme a mí. —Al fin, parece ir a contarme lo que ocurrió—: Verás, me pidió que me mudase a Francia con ella, lo que significaba dejar todo lo que tenía y olvidarme de estudiar periodismo, una carrera que, según ella; «no debes hacer si tú única ilusión es redactar noticias frikis y ganarte la vida hablando de absurdas historias ficticias...». —Suspira y baja la vista—. Pretendía que me olvidase de todo ello para irme a vivir con ella y su familia de ricos a París. Quería que Verony se convirtiese en la elegante Vegony. Pues no, mi ciela.

—Tuvo que ser muy duro. Lo siento.

—No lo sientas. Estoy muy orgullosa de haber decidido luchar por mi sueño de convertirme en una famosa reportera del mundo friki. Y reconozco que no estoy muy centrada, pero pronto me volveré a poner las pilas.

—Seguro que sí... —La observo, y no puedo evitar apenarme—. Ay, amiga, ¿estás bien?

—No. Aún me duele la cabeza del magdalenazo.

—No me refiero a eso, sino a... —Me golpeo el pecho—. Tu corazón. A día de hoy, ¿está bien?

—Hijo, qué intenso eres. —Respira profundo—. Mi corazón se llena con libros, tazas de café por las mañanas, películas y series, buenos amigos... Por lo que sí, está genial. Aunque si además de todo ello encontrase a alguien como tú has encontrado a Rebeca, pues perfecto.

—No creo que lo mío con Rebeca sea un buen ejemplo.

—¿Por? Ella sabe lo pesado que eres y aun así parece interesada en ti, y tú sabes lo rara que es ella y te da igual. Te gusta.

—Es que es muy especial... —admito.

—Me lo figuro.

—No, es imposible —niego, seguro de lo que hablo—. Cuando la conoces no puedes ni imaginar lo que hay bajo su apariencia de chica fría que viste ropa exageradamente grande. Ella es... —Observo la pantalla de la tele, donde aparece Will Smith manipulando un cubo de Rubik—. Es como un peculiar rompecabezas imposible de resolver para los ojos, es como enfrentarte a un desordenado cubo de Rubik que han teñido de negro.

—Me he perdido.

—Normal... 


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