NIEBLA.
Sus pies avanzaron por el estrecho pasillo de la caverna. El tintineo de las cadenas se multiplicaba en ecos que se perdían sobre su cabeza, también el sonido de las pisadas; las suyas y las de los ocho guardias lo escoltaban hasta su celda.
¿En qué momento todo se había venido abajo?
Por un segundo, mientras las llamas del dragón consumían las coronas de los reyes, Minseok había podido saborear la victoria, tan dulce y cálida como los labios de su arkid.
El guardia a sus espaldas lo empujó para que apresurara el paso, sacándolo de sus recuerdos.
Apretó los dientes y sofocó un gruñido. Se concentró en contener el impulso que se deslizaba y enredaba alrededor sus extremidades, incitándolo a pelear. No tenía sentido pelear ahora, solo conseguiría adelantar su muerte.
Uno de los guardias se adelantó para abrir una gran puerta de metal al final de un pasillo y Minseok fue obligado a dar un paso dentro de la celda. El olor a óxido llenó sus fosas nasales y lo obligó a alzar la mirada. Echó un vistazo alrededor de la estancia vacía y el terror luchó por apoderarse de su cabeza.
Un estridente rugido proveniente de algún lugar en esa misma prisión subterránea hizo temblar el suelo y las paredes. Ese debía ser Kris. Minseok exhaló lentamente y su aliento se arremolinó frente a sus ojos.
—No intentes nada —otro guardia advirtió. Su voz parecía temblar.
Minseok tenía mucho miedo, pero hasta ese instante, no se había percatado de que los guardias que le rodeaban temían aún más. Reconfortado por aquel pensamiento, tomó una profunda respiración y una agradable gelidez se extendió rápidamente por todo su cuerpo, acariciándolo con sus dedos fríos. Una sonrisa tiró de la comisura izquierda de sus labios al descubrir que él era el único dueño de su destino.
Libertad.
—¡Detente! —el guardia exigió al notar su repentina determinación.
El prisionero giró sobre sus talones con un despreocupado movimiento y observó al puñado de guardias que le devolvía la mirada expectante. Por un instante nadie dijo nada, ni se atrevió a moverse.
El instinto colectivo llegó a un acuerdo: pelear era inútil.
Minseok abrió su boca y todos guardaron silencio, como si anhelaran escuchar su voz, sin embargo, el temido prisionero no pronunció palabra alguna. Simplemente soltó una lenta exhalación y todo a su alrededor empezó a congelarse. Una fina capa de cristal empezó a cubrir el suelo y las paredes de piedra a gran velocidad y, de forma simultánea, una fría niebla, que se asemejaba a los tentáculos de una bestia marina, se enroscó entre botas y piernas, hasta cubrir completamente los cuerpos de todos los presentes.
❄️
¡Gracias por estar aquí!
¿Ya saben como funciona? Actualizaciones a veces rápidas, a veces lentas, pero prometo hacer lo posible para que la espera valga la pena. 🖤
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