Extra 1

Can we act like we never broke each others hearts?




Allison no podía dormir.

Estaba sentada en su cama, en Wigtown, abrazándose las piernas con la vista fija en la ventana abierta por la que se colaba la brisa de la última noche de las vacaciones de verano. La oscuridad que envolvía todo el jardín y los alrededores era lo único que la tranquilizaba, porque el silencio que reinaba en ella era irremplazable.

Dejó resbalar la cabeza por la pared hasta que acabó casi sobre su hombro. Sus pensamientos pesaban tanto que no podía mantenerla recta.

Las cosas habían cambiado mucho durante esos cuatro meses. Mayo estuvo lleno de funerales, persecuciones a mortífagos fugitivos, juicios, visitas a hospitales, llantos... Cuando Allison se ponía a hacer memoria, siempre aparecían en su mente imágenes borrosas, como si alguien se hubiera dedicado a hacer fotografías de mala calidad y sustituirlas por sus recuerdos. Algunas de esas fotografías le provocaban un nudo en la garganta que le impedía hablar, otras se sentían como un puñetazo en el estómago de cuyo dolor solo podía librarse echando fuera todo lo que había comido.

Y otras solo conseguían que se quedara igual que ahora. Ausente. Con la cabeza ardiendo como si tuviera la peor de las fiebres, la boca formando una línea recta y los ojos parpadeando a un ritmo mucho más lentos a lo habitual.

Estaba pensando en Hogwarts.

El castillo también había sufrido cambios. Cuando Allison entró por primera vez a su interior, era lo más mágico que sus once años de vida le habían enseñado. Veía con un brillo infantil cada maravilla que albergaba y podía reírse por sus pasillos mientras los recorría con sus amigos.

Hogwarts ahora era un amasijo de corazones rotos.

No quería perderse por los mismos pasillos por donde había visto morir a gente a la que apreciaba. No quería ver los nombres de los difuntos en la pared de conmemoración. No quería recordar todo lo que sus jóvenes ojos habían visto aquel 2 de mayo.

Pero sí quería asegurarse un futuro. Quería ser fuerte como siempre había sido y demostrarle al mundo que unas imágenes borrosas no iban a poder con ella.

Solo que la noche del 1 de septiembre se sentía tan solitaria que se estaba replanteando su elección.

Desde el Departamento de Seguridad Mágica les habían informado que todos aquellos que habían participado en la Batalla de Hogwarts tenían vía libre para presentarse a las pruebas a aurores. Y Allison se lo había pensado mucho. Era lo que siempre había deseado, poder entrar a la Oficina de Aurores y completar el sueño de su padre.

Pero había visto a los aurores trabajando esos cuatro meses sin descanso y también se había parado a reflexionar. ¿Era lo que quería para el resto de su vida? Le gustaría intentarlo, le encantaría capturar a gente que merecía pasar una larga temporada en Azkaban. Pero ¿y si se arrepentía? ¿Y si no completaba sus estudios pensando que tenía un futuro asegurado, y después los necesitaba?

Hermione se había encargado de sembrar gran parte de estas dudas en Allison. Ella, al principio, había querido aceptar sin más reparo y unirse a las primeras brigadas lo más pronto posible.

—Sé que es lo que llevas queriendo hacer desde siempre, pero... No sé, Ally, párate a pensar. Es una decisión muy importante, y un año más en Hogwarts no va a retrasarte tanto.

Harry y Ron estaban en las mismas, pero por presión social o decisión individual habían decidido que volverían al colegio. Harry no le diría a su hermana que lo había hecho para no dejarla sola otro año entero. Ron tampoco admitiría que quedarse apartado de sus mejores amigos le suponía una ansiedad horrible porque no quería ni imaginarse lo que pasaría.

Hermione también pensaba que les ayudaría a alejarse del bucle en el que se habían sumido.

No significaba que ella no lo estuviera pasando tan mal como el resto. Hermione no había podido ir a buscar a sus padres a Australia hasta finales de mayo, y no había vuelto hasta mitad de junio. No la vieron mucho hasta julio, pero el resto del verano lo había pasado ocultando sus penas por sus amigos y centrándose en aconsejarles para que hicieran lo correcto. Tenía una forma de afrontar el duelo diferente.

Allison se levantó de la cama y anduvo hasta la ventana, subiéndose al escritorio hasta quedar sentada en él de forma que sacaba las piernas al exterior. Ojalá tuviera un balcón. Pero se contentaba con poder quedarse así, sintiendo la brisa de lleno en su rostro. Le ayudaba a respirar mejor y en esos momentos lo necesitaba.

—¿Crees que Minnie dirá algo si voy a vuestra a dormir a la Torre de Gryffindor los primeros días?

No necesitaba girarse porque ya sabía que Lizzy estaba despierta. Cuando dormía se movía todo el tiempo y llevaba quieta desde que se había echado.

—No. Y tampoco tiene por qué enterarse.

Minerva McGonagall había sido nombrada directora de Hogwarts y eso, sin duda, era lo mejor que podía pasarle al castillo después de las desgracias acontecidas. En esos cuatro meses había logrado, con toda la ayuda posible, que el lugar fuera habitable de nuevo. Reparar los destrozos no resultó fácil, pero la comunidad mágica en su totalidad puso de su parte para que los más jóvenes pudieran terminar su educación debidamente.

—¿Igual que Maddy y Sirius no se enteran de cuando te escapas a hurtadillas por las noches?

Esta vez, Allison miró de reojo a Liz. Ella la observaba tumbada, tapada hasta la nariz, por lo que solo se le veían los ojos grises y el flequillo azabache. Y los pies, que se escapaban por debajo de la sábana al final de la cama. Parecía mentira lo que había crecido, pero ya tenía dieciséis años.

—No me dejarían.

—Es que no deberías. Es peligroso.

—Me da igual, Lizzy. Estoy muy cansada de vivir limitada a lo que Voldemort y todos sus lameculos quieren. Ahora que se ha ido pienso hacer lo que me dé la real gana.

No era una fase de rebeldía donde Allison desobedecía lo que sus padrinos le ordenaban. Lo que ocurría era que Allison necesitaba un poco de libertad después de pasar un año del infierno vivido por los Carrow y Snape. Porque le daba igual que Snape estuviera de su lado, él también se había encargado de fastidiar todos y cada uno de los días que había pasado en el castillo durante su último año.

Solo paseaba por el pueblo con la varita preparada debajo de la manga de su chaqueta. Muy de vez en cuando. Sabía que salir por la noche sola era lo más arriesgado que podía hacer.

Pero, aun así, Allison conjuró una cuerda y bajó por ella hasta el jardín. Juró escuchar un bufido de Liz antes de hacer desaparecer la evidencia y echar a andar fuera del terreno.

Salía sola, pero eso no quería decir que no esperase ninguna compañía. Allison se peinó con los dedos mientras seguía su camino, sin preocuparse por andar por la carretera porque, a esas horas de la noche, nunca venían coches por ahí.

—Estaba a punto de largarme.

—No llego tan tarde —protestó Allison.

—Veintitrés minutos —replicó George, señalando la hora en su reloj. Era nuevo y, sin duda, caro.

Sortilegios Weasley no hacía más que crecer. El negocio de los gemelos despegaba más cada día porque, en tiempos de Posguerra, nada hacía más feliz a la gente que unas buenas bromas. Allison se pasaba a menudo por la tienda para ayudar cuanto podía, e incluso la contrataron en agosto para atraer clientes que vagaban por el Callejón Diagon.

Allison se sentó sobre el enorme tubo de metal que se encontraba en el descampado que actuaba como punto de encuentro. Nunca había comprendido por qué estaba ahí, pero sabía que había visto cosas que ocurrían ahí dentro que no deberían ver la luz del día. George notó el abatimiento de la chica y relajó su impaciencia notablemente. Se apoyó a su lado y se llevó la mano al bolsillo de la chaqueta, cuando Allison se tensó y se quedó mirando el paquete de cigarrillos que sacaba.

—No —dijo tajantemente George.

—Solo uno.

—Te vas a acabar volviendo adicta.

—No, porque no me trago el humo —repuso Allison, como si fuera la mayor obviedad del mundo. George dudaba que aquella técnica tuviera algún sentido, pero discutir con Allison era como tratar de convencer a un duende de que le dejara entrar a la cámara de Gringotts de otro mago.

Así que acabó dándole uno.

Por unos minutos, ninguno dijo nada. Se limitaron a quedarse en silencio, escuchando a los grillos cantar y el ulular de un par de lechuzas. George reposó su cabeza en el muslo de Allison, y ella se dedicó a acariciarle el pelo. Le encantaba meter los dedos entre los mechones y hacer tirabuzones.

—No ibas a venir, ¿verdad? —George rompió el silencio.

Allison dejó escapar el humo antes de contestar.

—No.

—Vas a romper conmigo.

Durante unos segundos, George esperó una contestación. Pero entonces levantó su cabeza y los ojos de Allison estaban cristalizados y una lágrima se caía por su mejilla.

—Ally...

—¿Puedes dejar de suponer que quiero romper contigo cada vez que algo va mal? —Allison se limpió la lágrima y reunió sus mayores esfuerzos para no derramar más—. No iba a venir porque no quería despedirme. Odio las despedidas.

No había podido decirle adiós a Remus. Ni a Cameron, ni a Tonks, ni a Lavender. Ni a Beatrice. Había tantas despedidas perdidas que se le atoraban en la garganta.

George se sintió fatal inmediatamente.

Desde que habían vuelto juntos oficialmente en julio estaba esperando el momento en que las cosas se torcieran. Allison y él jamás habían conseguido estar más de unos meses bien desde que rompieron, sino que se habían limitado a tener una relación intermitente que les llevaba a sobrepensarlo todo y, a la vez, a no pensar nada.

—Perdón. —George apagó su cigarrillo y lo dejó sobre el tubo. Apoyó ambas manos en las rodillas desnudas de Allison y la miró desde abajo—. Lo siento.

Allison apretó las piernas y dejó que George le acariciara los muslos sin responderle nada. Sentía que la voz le temblaría y ya no sabía si era por la tristeza o porque se le estaba poniendo la piel de gallina bajo su tacto.

—Sabes que puedo colarme en el castillo. Y tú puedes escaparte. Y así nos veremos todas las semanas.

—Los pasadizos están sellados. No se puede salir.

—Entonces convenceré a McGonagall para que me deje entrar. Soy su alumno favorito.

—Yo soy su alumna favorita. —Allison dejó entrever una pequeña sonrisa bajo su fachada de sincera tristeza.

—Mejor aún. ¿Cómo no va a dejar que sus dos favoritos se vean?

George se enderezó y subió sus manos hasta meterlas por dentro de los pantalones cortos de Allison, dejándolos justo arriba de su trasero. Allison se humedeció la boca y se acercó todo lo posible a George.

—¿Intentas distraerme?

Él asintió con una sonrisa pícara. Allison le dio una última calada al cigarrillo, le dejó otra a George, y lo dejó apagado al lado del suyo. Colocó su mano en la nuca del chico, que se impulsó para llegar hasta sus labios y besarlos.

Cada vez que George le mordía el labio inferior al final de un beso, Allison murmuraba su nombre y él apretaba un poco más el agarre de sus manos. Hasta que la situación comenzaba a volverse tan urgente que Allison sentía que la distancia que había entre sus piernas y el tronco de George eran kilómetros, porque no podía acercarse más sin resbalarse por el tubo.

Se separó solo unos segundos para sacar la varita de su manga y pronunciar el hechizo desinfectante que siempre usaban para evitar desgracias. No era su culpa que solo pudieran verse en lugares que requerían una limpieza exhaustiva, pero era una bendición que con un toque de varita pudieran arreglarlo.

George había aprovechado para dejar un reguero de besos por la cara interior de sus muslos, y Allison casi transforma el tubo en un flotador en lugar de limpiarlo porque se había desconcertado totalmente. Los dedos del chico jugaban con el elástico de su ropa interior y Allison se había olvidado de que hacía media hora pensaba que ir era una idea horrible.

Cuando George se impulsó hasta poder subirse él también encima del tubo tiró los cigarrillos al suelo con los pies. Allison se giró para volver a encararle, y esta vez pudieron estar todo lo cerca que quisieran.

—¿Quieres que deje de despedirme? —dijo con burla la ronca voz de George. Estaba a punto de quitarle la ropa interior después de dejar que los pantalones se cayeran al suelo.

—Cállate y haz que no me olvide de ti a la primera semana.

Era consciente de lo débil que había sonado su voz, pero jamás le había importado menos. George hundió su lengua en su interior y Allison se aferró a los laterales del metal, suplicándole a Merlín no caerse justo entonces. Le temblaban las piernas y George le estaba quitando toda la fuerza. Lo único que podía hacer era arquear la espalda y disfrutar.

—George... Espera...

El chico se separó de entre sus piernas, mirándola con los ojos plagados de deseo. Allison se incorporó y se acercó a él hasta sentarse sobre sus piernas, todavía con los latidos a mil, y llevó la mano al bolsillo trasero del chico, sacando el envoltorio de un preservativo. A George se le pasó el susto de haber hecho algo mal enseguida, tan rápido como se bajó los pantalones y los calzoncillos.

Allison juntó sus caderas y dejó que George clavara las uñas en su espalda, mientras ella encajaba el rostro en su cuello de la misma forma que encajaban sus cuerpos. Le besó, gimió contra su piel y se deshizo ante él, sintiendo cada segundo como el último.

—Mejor no te vayas —suplicó George, aunque ambos sabían que no era en serio. Que el vacío que sentían era porque se habían acabado separando después de uno de los mejores polvos del verano, y no porque fueran a pasar meses alejados—. Quédate aquí para siempre.

Allison miró a George desde lo alto del tubo. El chico se había tumbado dramáticamente sobre la hierba, asegurando que no podría levantarse después de eso.

—No me tientes más.

—Soy muy tentador.

—Y que lo digas.

Después de vestirse, Allison bajó hasta quedar tumbada al lado de George, recostando la cabeza sobre su pecho. No podía quedarse mucho tiempo, o acabaría durmiéndose y Maddy le echaría la bronca de su vida al día siguiente.

—¿De verdad vas a venir?

—Si hace falta, me presento todos los días.

Allison sonrió tan genuinamente como no lo había hecho en meses.

Sus heridas estaban tardando en sanar. Todavía quedaban muchos huecos que nunca se llenarían del todo, y muchas cicatrices que de vez en cuando se abrían. Pero en momentos puntuales como aquel, Allison recordaba qué era eso por lo que tanto habían luchado toda la vida.

Libertad. Felicidad.

Los héroes de guerra que habían muerto no lo hicieron en vano.

Así que aquella noche, bajo el cielo estrellado de finales de verano, Allison se hizo una promesa a sí misma. Iba a disfrutar de cada uno de sus días como no lo habían podido hacer ellos.

* * *

—¿Qué tal llevas el implante? ¿No te molesta, no tienes que cambiar nada antes de irte? Espero que hayas mirado bien debajo de la cama y...

Allison dejó que Maddy se desatara con ella igual que lo había hecho con Liz y Harry. Entendía lo estresada que su madrina se sentía por verlos marchar de nuevo. Comprendía que no era fácil después de todo por lo que habían pasado. Así que no le importaba estar en la mitad del andén nueve y tres cuartos con todos los ojos sobre la familia, solo hacerle saber a Maddy que las cosas no iban a torcerse más.

—Funciona bien. —Allison movió su mano de pega delante de la cara de Maddy, articulando la muñeca como si fuera la suya propia.

Perder la mano después de pincharse con aquel clavo maldito había supuesto un golpe duro, pero Allison fingía que todo seguía en orden. En realidad, cada día lamentaba no haberle puesto fin antes de que la maldición fuera irreversible, pero se contentaba con saber que la habían parado a tiempo de que se extendiera por todo su cuerpo.

Maddy envolvió a su ahijada en un abrazo y Allison también la estrujó con fuerza, conteniendo una sonrisa. Apenas había dormido unas horas, estaba tan cansada que no tenía ocasión de sentirse una desgraciada por tener que volver a Hogwarts. De fondo se oía el ruido del motor del Expreso, que no tardaría en partir.

—¿Tatos dónde van? —Jake se enganchó a la pierna de Liz, mirando embobado el tren. Atenea, el puffskein de Liz, se asomó por su hombro.

—A Hogwarts, Jake —respondió la chica, acariciando su espalda y dedicándole una sonrisa—. Para estudiar.

Jake arrugó el gesto, pero no se soltó hasta que Liz lo tomó en brazos. Ya habían dejado los baúles en un compartimento, junto a los de Ron, Hermione, Ginny, Luna y Neville.

—Escribid si ocurre cualquier cosa, por favor —les dijo Maddy cuando Liz le pasó a Jake, que apretó sus manos para que su hermana volviera a auparle. Hizo un puchero cuando ella le dijo que tenía que irse ya.

—Te lo prometemos —respondió Harry.

—También podéis contarle lo que sea a Sirius cuando esté de guardia. Ahora está esperando en Hogsmeade, lo veréis cuando lleguéis...

Los tres asintieron, sabiéndolo de antemano porque era la cuarta vez que Maddy les decía dónde estaba Sirius. Pero ninguno se lo hizo notar. Uno a uno, los tres se despidieron de ella con un abrazo y pocas ganas de separarse.

—¡Te queremos, Maddy! ¡Te queremos, Jake!

El pequeño los despidió con la mano, todavía en los brazos de su madre, mientras ellos ya estaban en el compartimento, sacando la cabeza por la ventana. Maddy sonrió con tanta añoranza que les dolió.

En cuanto los perdieron de vista, volvieron a sus asientos.

Allison pasó la mirada por cada persona que la acompañaba. Ron y Hermione no estaban porque tenían reunión en el vagón de prefectos, pero el simple hecho de saber que estaban ahí la reconfortaba. No soportaría volver si no era con sus mejores amigos. Sería como el curso pasado. Además, Ron y Hermione no se separaban desde el viaje a Australia, como bien habían demostrado al encontrarlos liándose al entrar al compartimento sin llamar.

Enfrente tenía a Neville, Ginny y Luna. Sus fieles compañeros de lucha contra Snape y los Carrow. Neville había crecido mucho ese año, había madurado y perdido miedos. Ginny se había vuelto más callada en el día a día, pero más peleona cuando era necesario. Luna seguía manteniendo su esencia, pero si la conocías tan bien como sus amigos, te darías cuenta de que ya no tarareaba con la misma despreocupación y que sus pendientes de rábanos eran más pequeños. El secuestro en la mansión Malfoy había hecho mella en Luna. La guerra había dejado huella en todos.

Liz estaba a su derecha, con la cabeza apoyada sobre la ventana ya cerrada. Allison sabía que estaba llorando aunque tuviera la cara tapada. Sus hombros se movían ligeramente y la escuchaba sorberse la nariz.

Harry, a su izquierda, observaba con indiferencia su varita reparada. A Allison le había costado comprender que las Reliquias de la Muerte eran reales, y que ella había estado en posesión de la Capa de Invisibilidad durante todos esos años. Pero ahora sabía que Harry era el legítimo dueño de la Varita de Saúco y que, en vez de quedársela, había decidido arreglar la suya.

Los ojos de Harry estaban fijos en los dedos que la sostenían, mirándola a través de sus gafas redondas. No quería levantar la mirada y encontrarse con la de Ginny porque todavía no habían solucionado las cosas. Podían hablarse sin escupirse. Y se seguían queriendo. Pero arreglar una relación era más difícil que arreglar una varita rota, porque los corazones ni siquiera la Varita de Saúco podía repararlos.

Después, Allison cerró los ojos y se vio a sí misma. Pero no vio a la chica de dieciocho años con el pelo por la barbilla, prácticamente marrón, con las gafas mal colocadas, cicatrices cubriéndole la cara y el cuerpo, y con una sola mano. Vio a una niña de once años que apenas entraba en Hogwarts. Vio el brillo en los ojos verdes de la inocencia. Una sonrisa sincera. Una broma. Se vio llamando a Harry «Harriet» por primera vez. Vio su pelea de comida con Ron en tercero, cuando le lanzó una zanahoria y él un trozo de estofado, y McGonagall les hizo limpiarlo. Vio a una asustada Hermione en los baños del colegio cuando Allison le dijo que quería ser su amiga mientras un trol entraba en escena.

Vio muchas cosas que quería de vuelta, pero también nuevas oportunidades de que, la próxima vez que cerrara los ojos, tuviera nuevos recuerdos bonitos de los que acordarse.

HOLA DE NUEVOOOO

esto iba a ser un capítulo del primer día en Hogwarts, lo juro, pero es que de repente estaba escribiendo sexo ¿? ¿? ¿? idk no veo a nadie quejándose

han pasado ya casi 3 meses desde que terminó esta historia y escribí esto hace uno, así del tirón. se me había olvidado cómo las palabras, con Allison, me salen solas. quiero tanto a mi niña que yo también odio despedirme de ella y por eso necesito subir estos extras, para poder sentirme en paz conmigo misma </3

no estoy segura de si subiré 1 o 2 extras en julio (28 por mi cumple y 31 por el de Ally). así que por ahora esperad uno seguro el 31/07 y, si cae uno el 28, pues una sorpresa que os lleváis :)

llevo 1 mes sin subir nada a wattpad y la verdad es que me he desacostumbrado, pero no os voy a dar la lata con mis cosas. solo os comunicó que he sacado notaza en mi examen para la uni y que me he pasado una semanaza tremenda en la playa. lo malo? que estoy enfermísima. pero estoy muy contenta así que no pasa nada :)

os quiero mucho muchísimo, gracias por leer <3333

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