28 | la Batalla de Hogwarts (parte II)

XVIII. THE BATTLE OF HOGWARTS (PART II)

Un prolongado pitido era lo único que Allison escuchaba. Uno tan alto que no le permitía darse cuenta de los gritos, los hechizos, los llantos y los golpes.

No podía respirar porque algo le tapaba las fosas nasales y, si llegaba a aspirar algo, era polvo. Estaba segura de que la sangre inundaba su paladar, porque sentía la lengua pastosa y un regusto metálico en las encías.

Le escocían los ojos cuando los abría, y a su alrededor solo veía gente moviéndose rápidamente. Se le habían caído las gafas y las imágenes eran poco nítidas. ¿Por qué corría todo el mundo y por qué lo hacían del revés? ¿Estaba durmiendo todavía?

—¡Allison! —consiguió detectar su nombre cuando el pitido disminuyó—. ¡Allison!

Era una voz de chico que reconocía muy bien, pues estaba con él hacía unos segundos. Cuando...

Cuando el muro había explotado. Estaban en plena batalla.

Allison abrió la boca, desesperada por tomar aire, y levantó la cabeza de un gran escombro de piedra. Era un milagro que no tuviera una roca encima de ninguna extremidad, y que solo se hubiera golpeado por el impulso. Se tocó la cara con ansiedad y se libró de los últimos rastros de la maldición mocomurciélago que había rebotado contra ella.

El chico que la había llamado la ayudó a incorporarse, mientras Allison recuperaba la visión y el oído. Ahora veía los destellos de luz y escuchaba los truenos que los acompañaban.

—¿Estás bien? —le preguntó él.

—Sí —respondió Allison, tosiendo una mezcla de polvo y sangre—. ¿Dónde está...?

Dejó la pregunta en el aire tras ver su cara. Allison echó un vistazo a su alrededor; cuando el muro se había derrumbado, el mortífago causante y sus acompañantes habían pasado de largo, y ahora ese trecho estaba prácticamente vacío. Sus gafas estaban rotas, dobladas de cualquier manera, junto a la abertura del muro.

Allison escrutó el suelo, cada vez con más desesperación, y pretendió lanzarse sobre él en cuanto lo vio. El muro apenas había sido una distracción.

A Cameron lo había asesinado una maldición imperdonable, porque su rostro permanecía estático, con los ojos abiertos como cráteres, y un solo hilo de sangre corría por sus labios. Fred sostuvo a Allison por la espalda para que no perdiera el tiempo. No podían quedarse ahí porque los mortífagos no tardarían en volver.

—¡Suéltame! —graznó la chica, en pleno llanto—. ¡Suéltame, Fred, podría estar vivo!

—¡No lo está! —respondió Fred, tragándose las lágrimas.

Era un crío. Tenía dieciséis años.

Y había arriesgado la vida por una causa a la que acababa de sumarse hacía nada. En la que Allison le había metido.

Allison se deshizo de Fred cuando cruzaron la esquina, y echó a correr. Aferró en su mano izquierda la varita que había recogido del suelo, después de ver la suya rota en dos pedazos. Era la de Cameron. Pero él ya no la necesitaría.

¿Podría hacer magia con la izquierda siendo diestra? Apenas era capaz de alzar el brazo derecho, y le aterraba que otra maldición la golpeara después de lanzarla con la mano maldita, como había sucedido con la mocomurciélagos.

No pasó mucho tiempo hasta que tuvo la oportunidad de comprobar qué tanta efectividad tendría una varita ajena con su mano no hábil.

—¡Expulso!

Fenrir Greyback salió volando con una fuerza desmesurada, chocando contra la espalda de otro mortífago. Allison ayudó a Cho a ponerse en pie con toda la rapidez que fueron capaces de reunir. La tenía sujeta por la chaqueta, asegurándose de que el hombre lobo no la hubiera mordido, cuando alguien la empujó contra la barandilla de la Gran Escalera.

Allison gritó, aterrada, cuando vio el vestíbulo bajo su cabeza, con tan solo la parte baja de su espalda rozando la baranda. Greyback la tenía contra las cuerdas, podía observar sus enormes fauces abriéndose ante ella mientras era incapaz de moverse, porque si se soltaba de su brazo se precipitaría al vacío.

Y justo cuando sintió la primera punzada de sus dientes contra la piel de su hombro, Greyback se petrificó ante sus ojos y cayó seco a un costado, con las manos y los pies pegados. Allison se habría caído de no ser porque Cho la ayudó a recuperar el equilibrio. Había sido ella la que había lanzado un Petrificus totalus.

—¿Te ha mordido? —se alarmó Cho, con el aliento agitado. Recogió la varita del suelo y se la tendió a Allison.

—No. ¿A ti?

Cho negó con la cabeza. Tenía arañazos en la cara, otros en el cuello y las mangas del jersey desgarradas, pero no le había llegado a morder.

Cuando se apoyó en la barandilla para recuperar el aliento, Allison atisbó algo unos pisos más abajo. Gran parte de la barandilla ya estaba desplomada cuando Allison había llegado al lugar, pero había alguien tirado de cualquier forma entre unos balaustres. Un cuerpo. Otro más. Se veía una larga cabellera rubia y rizada, pero Allison se obligó a apartar la vista porque, desde tanta distancia, el rostro se veía borroso.

Por el disgusto que Cho llevaba encima, era alguien conocida. Y por las magulladuras del cuerpo, era fácil que Greyback, quien se dedicaba a gruñir y apretar los dientes desde el suelo, inmóvil, la hubiera atacado.

—No voy a dejar que muera nadie más… —murmuró Allison, tragándose sus lágrimas. Un hechizo pasó rozándoles la espalda.

Se separó de Cho para ir a buscar a su familia.

Era consciente de que Harry, Ron y Hermione debían estar en la búsqueda de Nagini, para destruir el último Horrocrux y acabar así con Voldemort. Pero Allison tenía otros planes. Allison no podía soportar ver morir a alguien con quien había compartido aquel curso lleno de dolor, o cursos pasados llenos de alegría, o una vida en casa con una familia que la quería.

Dumbledore no se había equivocado al separar a Allison de Harry, porque Allison se había dado cuenta de cuánto valía por sí misma. De que no necesitaba ser la hermana de nadie; por el contrario, ella quería serlo. Quería ser la hermana de Harry y ayudarle a salvar el mundo. Quería ser la hermana de Eliza y estar ahí para consolarla cuando le dijera que su mejor amigo estaba muerto.

Podían seguir caminos separados y, aun así, terminar en el mismo destino si era lo que deseaban.

—¡Sirius, derecha!

Sirius no perdió un segundo en propinarle un codazo en la nariz al mortífago que se le acercaba después de haber sido desarmado por él. Cayó al suelo y Allison le lanzó un Desmaius. La varita de Cameron obedecía sin tapujos, casi como si no necesitara formular las palabras para que salieran los hechizos.

—¿Dónde has dejado a tu hermano? —cuestionó Sirius, espalda contra espalda con Allison, para protegerse así de los ataques que amenazaban aquel ancho pasillo.

—La última vez que lo vi estaba en la Sala de los Menesteres —respondió Allison, y acto seguido lanzó un encantamiento escudo que bloqueó una maldición.

Kingsley luchaba contra otro mortífago, muy resistente, que parecía no cansarse nunca. Ellos dos tenían a dos mortífagos a los que enfrentarse, a parte del que Allison había dejado inconsciente.

—¿Y Maddy y Remus? —preguntó Allison cuando se libraron del siguiente, limpiándose el sudor de la frente. Tenía el pelo pegajoso y ahora la muñeca manchada de sangre.

—Gran Comedor y patio —contestó Sirius—. ¡Flipendo!

El último mortífago —Kingsley se había librado del resistente y de uno de los suyos— voló hasta chocar con un muro y caer al suelo, sin consciencia.

—¡Ally! ¡Ten cuidado! —le gritó Sirius a su ahijada, cuando esta echó a correr.

Primero iría al Gran Comedor, que estaba más cerca, y después al patio. Conocía un atajo para llegar desde el vestíbulo sin la necesidad de meterse por todos esos pasillos, seguramente plagados de peleas y mortales rayos de color verde.

Apenas echó un vistazo al Gran Comedor para comprobar que Maddy estaba bien. Luchaba codo con codo junto a McGonagall. Y Lizzy también estaba ahí, con Ginny y la señora Weasley. Sabía la bronca que les esperaba a las dos, pero no creía que esta fuera a llegar después de lo que había pasado.

Al menos, estaban bien.

Cuando regresó al vestíbulo, Allison apartó la vista del cadáver que había visto antes, el que se había desplomado por las escaleras. Aunque todavía no pudiera ver con claridad de quién se trataba, lo tenía claro. Lo había intuido antes, pero ahora…

Ahora solo veía el rostro lívido de Lavender, tan magullada como si lo hubieran aplastado con un camión.

Se sintió tan desorientada por unos instantes que no se sorprendió cuando unos brazos la agarraron al llegar al atajo para cruzar el patio. Tardó cinco segundos en reaccionar y zafarse de ellos.

—¡¿Se puede saber qué haces?! —le espetó a Malfoy, el causante de que casi se le saliera el corazón del pecho en un ataque de pánico.

—¡Te habías quedado parada!

—¡Porque mis amigos no dejan de morir y es por tu culpa! ¿Qué coño quieres de mí? ¿Que te perdone? Porque eso no va a pasar —dijo ella con dureza, casi escupiendo las palabras. Estaba enfadada. Impotente. Inconsolable—. ¡Vete al infierno, Malfoy!

Pareció que las palabras de Allison se le clavaron como dagas en el corazón, pero a ella no pudo importarle menos.

—Quería ayudarte —musitó el chico, frunciendo los labios.

—No haberme traicionado. No tengo nada que hablar contigo, me das asco.

—¡Yo también me lo doy!

—¡Pues como debe ser!

De pronto, las paredes retumbaron y una voz amplificada salió de cada recoveco del castillo:

—Habéis luchado con valor. Lord Voldemort sabe apreciar la valentía. Sin embargo, habéis sufrido numerosas bajas. Si seguís ofreciéndome resistencia, moriréis todos, uno a uno. Pero yo no quiero que eso ocurra; cada gota de sangre mágica derramada es una pérdida y un derroche. Lord Voldemort es compasivo, y voy a ordenar a mis fuerzas que se retiren de inmediato. Os doy una hora. Enterrad a vuestros muertos como merecen y atended a vuestros heridos.

»Y ahora me dirijo directamente a ti, Harry Potter: has permitido que tus amigos mueran en tu lugar en vez de enfrentarte personalmente conmigo; pues bien, esperaré una hora en el Bosque Prohibido, y si pasado ese plazo no has venido a buscarme, si no te has entregado, entonces se reanudará la batalla. Esta vez yo entraré en la refriega, Harry Potter, y te encontraré, y castigaré a cualquier hombre, mujer o niño que haya intentado ocultarte de mí. Tienes una hora.

Allison se giró hacia Draco con una expresión tan seria que hasta él se asustó.

—Voy a ver a mi familia y a mis amigos. Si tienes los cojones de hacer algo bien en tu vida, hazlo porque crees en ello. No lo hagas para que te perdone siete años de ser un imbécil perdido.

Dicho eso, Allison tomó el camino de vuelta al Gran Comedor.

En el vestíbulo, los hechizos habían cesado. Ahora los supervivientes se congregaban en grupos, trasladando los cadáveres. No había rastro de mortífagos.

Así que Allison agarró su corazón en un puño y se dirigió al hueco de la escalera. Otros alumnos habían conseguido recuperar el cadáver y, para su disgusto, Allison comprobó que se trataba de Lavender. Vomitó en una esquina. Se limpió, miró a la que había sido su compañera de habitación y su amiga durante toda su estancia en Hogwarts, y ayudó a cargar su cadáver hasta el Gran Comedor.

Ya no sentía el antebrazo derecho y eso le dificultó la misión, pero no le impidió hacer lo mismo con tantos de los demás cuerpos. Como el de Colin Creevey. Se le revolvió el estómago vacío y le sudaban las palmas de las manos.

La quinta vez que entró al Gran Comedor con un nuevo cadáver y lo dejó junto al resto, a Allison se le cayó el mundo a los pies.

La habitación entera se silenció para ella, o eso era lo único que escuchaba Allison. Todos se movían a cámara lenta a su alrededor. Todo se volvía gris, menos la figura que descansaba en el suelo con los ojos cerrados y la mano aferrada al cadáver contiguo.

Sollozar se quedó corto para lo que Allison estaba experimentando en ese momento. Se estaba desgarrando por dentro y ni siquiera le importaba gritar horrorizada en medio de tanta gente.

Remus Lupin no podía estar muerto.

Tenía una gran vida por delante, un hijo de una semana esperando en casa; tenía sueños, esperanzas, una familia.

Ella le tenía a él, joder. Allison debía tener a Remus y ahora estaba vacío y ella sentía que se ahogaba con sus propias lágrimas y dejaba de respirar para siempre y se unía a él en el mundo después de la vida.

No podía imaginarse un mundo sin Remus.

—Ally. —El carraspeo de la voz de Maddy, tan rota como su corazón, le indicó que estaba a su lado. Ni siquiera había notado el agarre en su hombro—. Deja que te cure, te has desgarrado el otro hombro y tienes los brazos llenos de cristales.

La incomprensión que sintió fue inmensa.

¿Cómo podía estar hablando Maddy de curarle unas estúpidas heridas cuando su hermano descansaba para siempre a unos metros, sin vida, agarrando la mano de su esposa, también muerta? ¿Por qué no estaba derrumbada, sobre sus rodillas, como Allison?

Pero Maddy había perdido a tanta gente que sabía derrumbarse sin parar quieta. Maddy había hinchado los pies en el suelo y había empezado a curar las heridas de Allison, sin mirar a su hermano ni un segundo. Porque Remus iba a seguir muerto cuando volvieran. Porque, por mucho esfuerzo que le costara admitirlo, había perdido a su hermano para siempre y eso no tenía remedio.

Y la sala la necesitaba a ella y a sus conocimientos de medimagia, no a sus lágrimas y a sus gritos y a su desazón. No tenía el lujo de permitirse llorar la hora de tregua entera ni era capaz de tirarse en el suelo a esperar y desear ser la siguiente que los acompañara.

De nuevo, Allison no le dijo nada de su mano ni de su antebrazo, porque ella no tenía fuerzas para hablar. Cuando Maddy terminó, le abrazó, y entonces sí que soltó todas las lágrimas que retenía, con los dedos flaqueantes rozándole las mejillas.

Maddy tuvo que separarse de ella para ir a ver a los demás. Allison echó un vistazo a su alrededor. Lizzy se abrazaba las piernas, sentada al lado del cuerpo Cameron, dándole la mano.

—Lo siento. Estaba con él —susurró Allison, sentándose a su lado.

Lizzy ya no tenía lágrimas. Su tío y su mejor amigo ya no estaban.

—Luchó hasta el final. Se ganó su redención —dijo, apenada.

—Se la merecía más que nadie.

Eliza se aferró a los brazos de Allison hasta que llegó Harry y se sumó al abrazo. Había venido tan solo hacía unos minutos, con Ron y Hermione.

—Snape ha muerto —les comunicó al cabo de un rato, cuando se habían sentado apartados de los cadáveres.

—Me alegro —respondió Allison, pero apenas se inmutó. No podía alegrarse por nada.

Siempre había pensado que esa frase, «Snape ha muerto», iría seguida de una celebración. Pero no había ni un ápice de ganas en su interior. Snape podía pudrirse en el infierno. Si no hubiera matado a Dumbledore, nada de eso estaría pasando. Teddy no se habría quedado huérfano.

—Os quiero mucho —reconoció Allison, sin dejar de abrazar a sus hermanos—. Si no salgo de esta noche...

—Cállate, claro que vas a salir —interrumpió Harry, hablando como si lo que acababa de proponer fuera un disparate.

—Solo quiero que sepas que no creo lo que ha dicho la diadema, Harry. Eres mi hermano y estoy orgullosa de ser la tuya.

—No hace falta que me digas esto ahora —insistió Harry, temiendo llamar a la mala suerte. Además, tenía prisa, debía revisar qué recuerdo acababa de darle Snape en su lecho de muerte—. He de terminar una cosa, nos veremos en un par de minutos, ¿sí?

Harry afianzó el abrazo durante unos segundos, antes de separarse y despedirse de ellas.

Allison acabó levantándose para ir a ayudar a los que lo necesitaban, siguiendo el ejemplo de Maddy. Debían recorrer el castillo en busca de cadáveres y traerlos de vuelta al Gran Comedor. Fue agotador, pero la mantuvo con la mente ocupada.

Y entonces sucedió.

Todo lo que Allison había temido alguna vez, ocurrió.

—Harry Potter ha muerto. Lo mataron cuando huía, intentando salvarse mientras vosotros entregabais su vida por él. Os hemos traído su cadáver para demostraros que vuestro héroe ha sucumbido. Hemos ganado la batalla y vosotros habéis perdido a la mitad de vuestros combatientes. Mis mortífagos os superan en número y el niño que sobrevivió ya no existe. No debe haber más guerras. Aquel que continúe resistiendo, ya sea hombre, mujer o niño, será sacrificado junto con toda su familia. Y ahora, salid del castillo, arrodillaos ante mí, y os salvaréis. Vuestros padres e hijos, vuestros hermanos y hermanas vivirán y serán perdonados, y todos os uniréis a mí en el nuevo mundo que construiremos juntos.

Eso era algo que no podía creer sin pruebas. Tenía que ser una patraña, Harry jamás huiría. Estaba convencida de que Voldemort se había lanzado un farol.

Pero entonces salieron por la puerta principal y vieron a la horda de mortífagos, con Hagrid en medio, sosteniendo en brazos...

Sosteniendo a Harry en brazos.

Ese no podía ser Harry Potter.

Se había desatado un incendio en las entrañas de Allison. Iba a correr hacia Voldemort. Iba a arrancarle la cara de cuajo. Harry no estaba muerto y había montado todo ese espectáculo para que se rindieran, porque Harry no podía estar muerto, y estaba jugando con unos sentimientos peligrosos.

Gritó. Maddy, Eliza, Sirius, Ron, Hermione... Todos gritaron. Nadie entendía nada.

Voldemort los silenció.

Ellos rompieron el hechizo.

Allison perdió la noción del tiempo, pero tenía los pies pegados al suelo.

Se burlaron de Neville cuando fue a enfrentarse a ellos. Le pusieron el Sombrero Seleccionador en la cabeza y le prendieron fuego.

Después, todo volvió a ir muy rápido.

Los gigantes y los centauros se rebelaron y fue la distracción necesaria para que Neville se quitara el sombrero de la cabeza y sacara de él la espada de Gryffindor. Nagini perdió la cabeza porque el mismo Neville se la cortó.

Ya no quedaba ningún Horrocrux. Voldemort estaba solo.

—¡¡Harry!! ¡¡Harry!! ¡¡¿Dónde está Harry?!!

Había desaparecido.

Allison no se ubicó bien en aquella segunda parte de la batalla. Los hechizos eran mucho más bruscos y Voldemort estaba directamente implicado. La trasladaron hasta el vestíbulo del castillo. Incluso los elfos domésticos se habían unido.

En el Gran Comedor se libraba la verdadera batalla. Voldemort atacaba a todo el que se pusiera a tiro.

—¡Allison, apártate! —gritó Sirius, apuntando a su prima Bellatrix con la varita.

Sendos rayos de luz colisionaron en el centro. Allison había estado a punto de morir. Bellatrix se burlaba de su primo, pero su carcajada fue lo último que vieron de ella antes de que el hechizo de Sirius golpeara su pecho, condenándola a la muerte.

Y entonces algo invisible tiró de Allison y ella chilló, porque lo siguiente que vio fue a Voldemort a apenas unos centímetros, al tiempo que un «¡Protego!» partía el Gran Comedor en dos.

Harry. Harry lo había lanzado.

Sabía que estaba vivo.

—Suelta a mi hermana.

Voldemort apretó las cuerdas que sujetaban el cuerpo de Allison. Su varita había quedado tirada al otro lado de la barrera, indefensa.

No estaba indefensa. Harry estaba ahí.

Allison observó en medio de ambos cómo, durante eternos minutos, hablaron sin separar la vista el uno del otro. Daban vueltas en círculos mientras Voldemort tiraba de las cuerdas de Allison, obligándole a ir siempre delante de él.

Pero Allison no escuchaba lo que Harry y Voldemort decían porque su mano ardía. La sentía en llamas. Miró hacia abajo y las cuerdas de su costado estaban enrojeciéndose, mientras sentía su piel en carne viva. No emitió un solo quejido de dolor.

—Esta noche no vas a matar a nadie más —sentenció Harry al cabo de un rato, cuando Allison sentía los hilos de las cuerdas deshaciéndose—. Nunca más volverás a matar. ¿No lo entiendes? Estaba dispuesto a morir para impedir que le hicieras daño a esta gente...

—¡Pero no has muerto!

—Tenía la intención de morir, y con eso ha bastado. He hecho lo mismo que mi madre: los he protegido de tu maldad. ¿No te has percatado de que ninguno de tus hechizos ha durado? No puedes torturarlos ni tocarlos. Pero no aprendes de tus errores, Ryddle, ¿verdad que no?

La primera cuerda se aflojó. A partir de entonces, fueron más rápidas, y Allison no tuvo tiempo de sorprenderse por la revelación de Harry: Snape no había matado a Dumbledore a traición, sino bajo sus órdenes.

Las sujetó antes de que se cayeran al suelo y desviara la atención a ella. Harry se había dado cuenta, pero era el único. Allison se preguntaba si no habría esperado todo ese tiempo a atacar para que a ella le diera tiempo a soltarse, porque estaba tan cerca de Voldemort que de un solo hechizo la tendría muerta.

Al otro lado de la barrera, todos los supervivientes que estaban de su parte retenían el aliento. Allison sintió unas ganas repentinas de reírse al no encontrar a Draco, que había huido con su familia. Sabía desde hacía meses que esa redención que pedía a gritos no se la había ganado, pero ahora acababa de demostrárselo.

—¿Sabe la varita que tienes en la mano que a su anterior amo lo desarmaron? —dijo Harry—. Porque si lo sabe, yo soy el verdadero dueño de la Varita de Saúco.

Y eso fue lo que culminó la batalla.

Allison se agachó con el tiempo justo para cuando Voldemort iba a lanzarle la maldición asesina, que pasó por encima de su cabeza y golpeó el rayo del Expelillarmus de Harry.

El estallido retumbó como un cañonazo tras la colisión. Todos retuvieron el aliento, Allison desde el suelo.

El hechizo de Harry avanzaba más y más.

Voldemort cayó hacia atrás a peso muerto, como el asesinato más mundano que podría haber tenido el Señor Tenebroso.

Voldemort estaba muerto.

El silencio reinó en la sala. Todos estaban conmocionados.

La guerra había acabado.

Gritos, vítores, aplausos y demás celebraciones llenaron los oídos de los presentes de forma inevitable.

Allison observó, aturdida, todo su alrededor. La gente se acercaba a Harry, pero él estaba ido. Podía verlo reflejado en su cara. A pesar de que Allison sentía nula fuerza en su interior y, a la hora de mirar su mano, se la encontró con un enorme quemazón, se puso en pie y se encaminó hacia él.

Agarró la mano de su hermano y se lo llevó hasta el rincón donde estaban Maddy, Sirius y Eliza. Se abrazaban entre lágrimas. Al ver a los mellizos, abrieron los brazos y los atrajeron hacia ellos.

—Os quería muchísimo, lo sabéis —dijo Maddy, sollozando. Al fin, había sucumbido al llanto—. Remus os quería a todos tanto que... Yo...

Sirius pasó una mano por su mejilla y se sorbió sus propias lágrimas.

—Él querría que siguiéramos nuestra vida —dijo, pero sonaba más convencido de lo que realmente estaba—. Maddy, Remus también te quería a ti. Más que a nadie.

Ella ahogó un grito de frustración y los cuatro la abrazaron con más fuerza. Allison sentía que, todo lo que no se hubiera roto antes, se estaba descuartizando ahora mismo.

Sabía del dolor que Maddy estaba experimentado. Ella había pensado durante unos minutos que Harry la había abandonado para siempre, sintiendo la peor agonía de su vida.

Porque, pasara lo que pasase, siempre tuvo claro que estaría bien mientras se tuvieran el uno al otro.

Pero ahora que Maddy ya no tenía a Remus, ¿cómo iba a saber ella si las cosas seguirían su curso?

FIN







espacio para amenazas, gritos, quejas u otros >>>

lo siento, pero tenía muchas opciones en cuando a quién iba a morir y sé que ha sido la decisión correcta. matar a Remus es sin duda algo que me duele más de lo que pensáis :( así que si lo he hecho es porque creo que es el final más adecuado. Cameron... estaba saliendo mucho últimamente, era de esperar, creo. los quiero mucho, mucho, mucho

pero he salvado a Fred oye, ¿un abracito?

este capítulo final va dedicado a Ogaira porque bueno, cuando lo lea ya le diré por qué, que es spoiler. pero ya puede ir intuyéndolo >:( tkm bb

el miércoles que viene subiré el epílogo y una nota MUY IMPORTANTE que espero leáis. no me pienso despedir hasta entonces, me niego en rotundo

gracias a todos <3

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