27 | la cuenta atrás
XXVII. THE COUNT DOWN
A pesar de las adversidades, Allison siempre había estado rodeada de gente.
Cuando sus padres murieron, tuvo a Maddy y a Remus cuidándolos a Harry y a ella misma, y después vino Lizzy; las risas no abandonaron la casa en Wigtown en aquellos años.
Cuando se quedaban aburridos en San Mungo porque Maddy tenía que trabajar y mantenerlos vigilados, Allison hacía amigos en las salas de espera. Conoció a Neville ahí, al igual que a un montón de niños a los que no volvió a ver.
Cuando entró a Hogwarts, hizo tantos amigos nuevos que siempre tenía un plan al que acudir. Charlas de madrugada con Lavender y Parvati, aventuras mortalmente peligrosas con Harry, Ron y Hermione, tardes de besos con George...
Y cuando regresó al castillo después de dejar atrás a su hermano y sus dos mejores amigos, pensó que estaría completamente sola. Pero había salido adelante con el Ejército de Dumbledore: con Neville, Ginny, Luna, Eliza, Lavender, Parvati, Seamus... Ellos estaban ahí. Rotos, pero presentes.
Ahora Allison llevaba días encerrada con la única compañía de Eliza y se sentía más sola que nunca. Por supuesto, era un gran soporte y se habría vuelto loca de no tener a Liz a su lado. Pero ambas coincidían en que estar solas en la Sala de los Menesteres era de lo más triste.
De hecho, cada vez acudían a Cabeza de Puerco con más frecuencia, en busca de suministros y hablar con otra persona. Aunque esa persona oliera a excremento de cabra y tuviera un mal genio terrible. Allison sabía que Aberforth les había cogido cariño, tanto como para que las dejara llamarlo Ab sin lanzarles un maleficio —o una cabra— encima.
—Es que nos aburrimos las dos solas, Ab —protestó Allison, cuando este les echó la bronca porque no querían volver.
—Estoy muy viejo para estos traqueteos, niñas —gruñó el anciano, haciendo gestos con las manos para señalar el retrato de su hermana Ariana, para que lo cruzaran y se largaran.
—Pero...
—¡Dumbledore! ¡No puedes cerrar la puerta entre las tres y las cuatro, viejo gruñón! —graznó una voz en la calle, seguida de unos estrenduosos aporreos.
Allison agarró el brazo de Eliza, tirando de ella para ayudarla a subir encima de la chimenea y propulsarse hasta la entrada al pasadizo. Aberforth les ordenó silencio llevándose un dedo a la boca.
Era un carroñero. Solían venir por las tiendas de Hogsmeade a registrarlas en busca de fugitivos, ya que al ser el único pueblo totalmente mágico de Reino Unido tenían un control más riguroso. Al igual que con el toque de queda por la noche y la alarma de maullidos de gato. Habían tenido que huir de Cabeza de Puerco en una ocasión, cuando una anciana salió de su casa a buscar a su periquito, que había salido volando por la ventana, y los carroñeros se aparecieron por todo el pueblo. Ahora debían darse la misma prisa o más.
Por el rabillo del ojo, Allison vio a Aberforth yendo a abrir la puerta, justo cuando el retrato de Ariana Dumbledore se cerraba impidiendo el paso de nadie más y dejándolas a ambas en el pasadizo. Por los pelos.
Llegaron a la Sala de los Menesteres mucho más rápido que cualquier otro día, con el aliento agitado y la ropa algo sudada por la carrera. Allison se tiró sobre su hamaca, exhausta. Eliza se quitó los zapatos y se sentó en el suelo, apoyando los codos sobre sus rodillas.
—Odio correr, Morgana lo sabe de sobras —protestó Liz, bajando la cabeza para recuperar la respiración—. ¿Por qué hemos venido corriendo? Los carroñeros no iban a seguirnos.
—Yo he corrido porque necesitaba hacer ejercicio, no haberme seguido —dijo Allison, encogiéndose de hombros y dándose la vuelta en la hamaca.
El movimiento hizo que se cayera al suelo y que Eliza se riera en su cara durante los próximos diez minutos, sin descanso.
Y después se volvieron a quedar en silencio.
Allison agarró la quaffle que había hecho aparecer el la sala y se puso a lanzarla por encima de su cabeza, recogiéndola antes de que la golpeara porque no se había levantado del suelo.
—¿Has pensado en lo que harás cuando salgamos del colegio? —le preguntó a Liz al cabo de un rato.
—Si Quien Tú Sabes no cae, morir —contestó ella, y Allison le lanzó la quaffle a la cabeza por pesimista—. ¡Auch!
—Vamos a ganar la guerra, lo sé. Respóndeme, tengo curiosidad, nunca hemos hablado de esto —le pidió, girándose de costado para verla.
Liz pensó durante unos segundos, moviendo la pelota entre sus manos.
—Quiero trabajar en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas, en el Ministerio —acabó diciendo—. El año pasado estuve investigando en los folletos y vi algo sobre una Unidad de Captura de Hombres lobo y creo que hay que cambiarle el nombre y la función a eso. Una Unidad de Ayuda a Hombres Lobo, ¿sabes?
Allison sonrió y asintió.
—Eso le gustará a Remus.
—Es que es injusto que los traten como a monstruos. Los hombres lobo siguen entrando en la categoría de bestias, ignoran que son personas. Hay que forzar la inclusión social.
—Deberían ver a Remus organizando sus jerséis del más gordo al más fino en el armario, después me dicen si sigue siendo una bestia —resopló Allison.
—¿Y tú? ¿Sigues queriendo ser Auror?
Allison se encogió de hombros.
—Creo que sí.
—No querrás serlo solo porque era lo que James quería hacer, ¿verdad? —inquirió Liz, alzando las cejas.
—Sé que le haría mucha ilusión si lo consiguiera. Y yo también quiero, es lo que siempre he pensado. Pero...
Había algo que llevaba meses rondándole la cabeza. Ella quería ayudar a la gente, y siempre había creído que la mejor forma de hacerlo era entrando en la Oficina de Aurores.
Pero esa no era la única opción. Todavía recordaba su entusiasmo tras salir de la reunión con el Consejo Escolar, antes de su quinto curso. Las ganas que tenía de hacer algo para que Hogwarts fuera un lugar seguro para los alumnos. Ese espíritu había vuelto aquel año. Seguía queriendo cambiar las cosas.
—Quiero hacer algo más grande —admitió—. No sé, tengo buenas ideas. Hay mucho que cambiar, las leyes en el mundo mágico dan pena. ¿Mandar a Sirius a Azkaban sin juicio? Las cosas ya estaban mal sin necesidad de que viniera el Sin Nariz.
* * *
Gracias a Aberforth, Allison y Eliza se enteraron de que ahora los Weasley al completo se habían sumado a la lista de indeseados por el Ministerio. Estaban escondidos bajo en encantamiento Fidelio, aunque no les dijo dónde porque ni siquiera él lo sabía, les aseguró que estaban bien. Allison y Eliza lo corroboraron unas horas más tarde, cuando les llegó a través de los galeones falsos un mensaje de Ginny: estaban bien.
La razón de la huida de la familia de pelirrojos no había sido otra que la aparición de Harry, Ron y Hermione en la Mansión Malfoy. Estaban a salvo con Bill y Fleur; Aberforth lo había confirmado. Y sentía un alivio inmenso por ello. Llevaba meses temiendo haberlos dejado solos y que hubiera resultado fatal, porque las últimas noticias verídicas de Harry había sido el avistamiento en casa de Xenophilius Lovegood.
Obviamente, los Weasley tuvieron que esconderse tras el reconocimiento de Ron. Se suponía que el chico tenía spattergroit y estaba de cuarentena en el desván de la Madriguera, pero lo habían pillado junto al chaval más buscado por los mortífagos.
—Me preguntó por qué Dobby tardará tanto en volver —Aberforth pensaba en voz alta, con el ceño fruncido, al terminar el relato.
Allison y Eliza habían permanecido en silencio, incapaces de aportar nada que ni fueran grititos de asombro. Aberforth les había confesado que él fue quien mandó a Dobby en su búsqueda para que los sacara de la mansión, pero ellas no sabían que había sido gracias al espejo. Porque si se lo contaba, querrían usarlo para hablar con sus amigos, y había recibido indicsciones claras de su hermano: no dejar que Allison y Harry hablaran hasta el momento en que él llegara a Hogwarts.
La angustia por ver de nuevo a sus amigos estaba matando a Allison. Llevaba meses fingiendo ser fuerte frente a los demás para permitirles derrumbarse, pero esa semana la había vuelto más sensible. ¿Habrían progresado en la búsqueda de los Horrocruxes? Tal vez tuvieran algo con lo que destruir la diadema que Allison guardaba en la Sala de los Menesteres.
Eliza había hecho multitud de preguntas con respecto a la diadema. Que si era la verdadera, que cómo la había encontrado, que por qué Cameron sabía que existía y ella no, que por qué era tan importante... Allison se mantuvo fiel a guardar el secreto, pero la sola presencia del Horrocrux la debilitaba. Cuando estaba cerca de él, se sentía miserable. Solo que ella no había relacionado la cercanía con su mal humor, y no se separaba del objeto en la medida de lo posible.
—Tenemos que encontrar la forma de comunicarnos con ellos —le dijo Allison a Liz mientras recorrían el camino de vuelta por el pasadizo—. Necesitamos terminar un asunto trascendental.
—¿Que tiene que ver con la diadema? —intuyó Liz.
—Sabes que sí y que no te voy a decir nada más.
—Aburrida.
—Estoy tratando de salvar al mundo mágico, desagradecida —se molestó Allison.
—Estás lisiada, si planeas pelear la llevas claro.
Fingiendo estar ofendida, Allison se llevó su mano mala al pecho. Pero, cómo no, esta no se mantuvo tiesa. Su mano después de clavarse aquel clavo tenía, en palabras brutas, una coordinación de culo. No le conectaba bien con las órdenes que daba su cerebro y, o no se movía, o lo hacía segundos más tarde. Era como si la tuviera constantemente dormida. Se había acabado acostumbrando, pero seguía siendo un asco.
La sorpresa más agradable que recibieron llegó un par de días más tarde.
—¡Neville! —exclamó Liz, corriendo a abrazar a su amigo. Acababa de aparecer por la puerta de la sala, ante el asombro de ambas chicas.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Allison, entre sorprendida y agradecida.
—Los Carrow me perseguían —respondió él, con el aliento aún forzoso.
Una vez se hubo recuperado de la carrera, Neville les explicó mejor la situación:
—Los mortífagos intentaron secuestrar a mi abuela, pero escapó.
—¿Y está bien? —preguntó Liz, compungida.
—Sí, sí. Se ha escondido. El caso es que a los Carrow no les hizo gracia y, teniendo en cuenta que a vosotras tampoco habían podido pillaros y que Ginny no ha vuelto a Hogwarts (los Weasley son oficialmente traidores desde lo de la Mansión Malfoy, ¿os habéis enterado?)... Han decidido venir a por mí.
Allison le pasó un botellín de agua, sopesando sus palabras.
—Bienvenido al club de los parias, entonces, Neville —le dijo Allison, suspirando—. No sé cómo vamos a luchar desde aquí.
Durante Pascua no habían tenido mucho que hacer porque no había nadie en el castillo por quien luchar. Pero ahora los alumnos habían vuelto y sus referentes estaban encerrados.
—Actuaremos de noche —propuso Neville—. No sé, haremos algo. Meteremos aquí a gente que lo necesite, como un área de descanso.
—Perfecto. Se supone que no puede entrar nadie que apoye a los Carrow, o al menos eso le pedimos a la sala.
—Mañana iremos a ver a Aberforth para más provisiones —dijo Allison—. ¿Recerdas al dueño de Cabeza de Puerco? Es hermano de Dumbledore, nos ha estado ayudando este tiempo, pasando comida e información.
—Sí, aunque a él no le cuentan mucho —añadió Lizzy—. Pertenece a la Orden del Fénix, pero últimamente cada cual va por su lado y es más difícil comunicarse. Aunque los rumores corran rápido, no sabemos cuáles son verdad.
—Lo poco que sé es que Luna está bien —dijo Neville—. ¿Visteis el mensaje?
—Sí, lo envió hace dos días. Menudo alivio.
Siguieron poniéndose al día durante horas, además de trazar planes y discutir diferentes estrategias para llevarlos a cabo. Acabaron quedándose dormidos encima del Mapa del Merodeador.
Los días siguientes fueron un caos, pero Allison agradecía la actividad después de haber estado una semana parada.
La Sala de los Menesteres se convirtió en un refugio para todo aquel que quisiera desaparecer de la vista de los Carrow y de Snape. Aquel grupo constaba de alumnos a los que habían atacado por rebelarse en algún sentido o que necesitaban que les curasen —si es que no podían acudir a la señora Pomfrey, porque Eliza se había dedicado a preparar pociones de curación—, entre otros.
Una tarde, Michael Corner apareció lleno de magulladuras; le habían pillado liberando a un niño de primero al que habían encadenado. Les aseguró a todos que había merecido la pena.
Para aquel entonces, eran bastantes los que residían en la sala. Lavender, Parvati, Seamus... Hasta Cameron se pasaba de vez en cuando, y discutía con Allison sobre qué hacer con la diadema.
Su única fuente de información fiable, además de Aberforth, era Potterwatch. Tan solo Lee realizaba las retransmisiones a esa fecha, porque los gemelos y Remus estaban ocultos. Les servía para saber las noticias que rodeaban a la Orden, como un día a finales de abril, cuando la voz de Lee resonó con felicidad en la sala:
—... damos la bienvenida a un nuevo miembro a la resistencia. ¡Teddy Lupin, señores y señoras, el hijo de nuestros queridos Remus y Tonks ya ha nacido!
La nueva subió los ánimos de la gente, en cierta medida. Allison no podía aguantar las ganas de ver a su nuevo primo, hermano o como tuviera que denominar al pequeño. ¡Remus y Tonks ya eran padres!
Eso hizo que se arriesgara a salir a compartir su felicidad aquella noche y ayudar a los niños castigados.
Habría resultado fatal si no hubiera llevado consigo polvo de oscuridad instantánea —la tienda de Fred y George realizaba solo pedidos por correo, muy efectivos colándose en el castillo a través de terceros—, el cual usó para escapar de la furia de Alecto Carrow. Fue un poco tarde porque no impidió que le desgarrase la cara con nuevas cicatrices, al no poder protegerse porque la mano no le respondió al echar el encantamiento escudo. Pero también fue a tiempo porque logró regresar a la Sala de los Menesteres con vida.
—Si Harry consigue volver, lo primero que haremos será llamar a Luna y a Ginny; la revolución comenzará y derrocaremos a los Carrow y a Snape —recitaba Neville, alentando a todos a seguir adelante.
—Y antes de eso, cuando lleguen, destruiremos la diadema —añadía Allison en voz baja, para que solo Cameron pudiera oírla.
Estaban seguros de que vendrían en algún momento. Allison pensaba que no tardarían en darse cuenta de que había un Horrocrux en Hogwarts, y entonces llegarían.
Tenía el presentimiento de que algo grande se venía.
* * *
—¿Se está moviendo?
—Ariana, ¿han venido?
—¡Está asintiendo, han venido!
Las exclamaciones llenaron la sala. El retrato de Ariana Dumbledore había pasado para avisarles de algo que llevaban tiempo esperando.
—¿Es mi hermano? —preguntó Allison, notando un repentino tirón de estómago. Ariana asintió con esa pequeña sonrisilla que cargaba siempre—. ¿Con Ron y Hermione? ¿Están en casa de Aberforth?
En vez de responder, el retrato se echó a un lado para dejar que pasara por el hueco.
—Voy a ir a ver —avisó Allison al resto. Qué irreal e idealista se sentía la situación—. Si están, los traeré.
Los vítores la acompañaron hasta que la puerta-retrato se cerró tras su espalda. Las piernas le temblaban cuanto más se acercaba por el pasadizo. Temía perder la fuerza y caerse, pero estaba tan llena de energía que pensó que saldría volando de ser necesario.
Así que echó a correr para llegar cuanto antes.
Gritó con alegría cuando, al abrirse el retrato en ese lado, divisó a Harry, Ron y Hermione, mirando anonadados y atentos el cuadro por el que acababa de salir.
Se echó a los brazos de su hermano y casi lo tiró al suelo del impulso.
—¡Estáis aquí, por Merlín! —soltó con júbilo e incredulidad.
Abrazó a Ron y Hermione al mismo tiempo, sin dejar de pegar grititos y moverse intranquila. Cuando se separó de ellos volvió a engancharse del cuello de su hermano.
—¡Allison! —gritó Harry, con una mezcla de sorpresa y éxtasis—. ¿Cómo has...?
Pero Allison volvía a abrazar a Ron cuando Harry quiso darse cuenta. Él se fijó en su cara, trazada de cicatrices, la ropa algo rota, el pelo mal cortado. También vio la enorme sonrisa que se le había formado al verles.
—Tengo uno —les dijo. No hacía falta especificar para que supieran de qué se trataba—. ¡Tenéis que acompañarme! ¡Sabíamos que vendríais! ¿Traéis más noticias? ¿Sabéis cómo están Maddy, Sirius, Remus y el resto?
—Casi se me había olvidado lo rápido que hablas —suspiró Ron, conteniendo una risa. Todos estaban asombrados por estar viéndose de nuevo.
—Pero ¿qué te ha pasado? —se alarmó Hermione, señalando su cara magullada.
—Oh, esto no es nada. Un pequeño incidente. Este otro incidente —Alzó la mano, que tardó unos segundos en ponerse recta— es el causante. Pero lo tengo controlado.
Aberforth gruñó. Cuando Allison había aparecido con una cicatriz abierta que le cubría desde la ceja a la barbilla no le había hecho tanta gracia.
—No tientes a tu suerte, Potter.
—¡Sabes que los demás están casi peor, Ab! —se defendió ella, con falsa molestia—. Oh, es posible que lleguen un par de personas —añadió, sabiendo que Neville ya debería de haber mandado a Luna y Ginny el mensaje.
—¿Un par de personas más? —repitió Aberforth, alarmado—. ¿Qué significa eso, Potter? ¡Hay toque de queda y un encantamiento maullido en todo el pueblo!
—Por eso se aparecerán aquí, hombre.
Sin darle tiempo a replicar, Allison subió por la chimenea hasta la repisa e instó a sus amigos a seguirla para volver al pasadizo. Les escuchó agradecerle a Aberforth antes de que entrasen y el retrato se cerrara.
—Tenéis que ponerme al día. ¿Cómo van los Horrocruxes? —cuestionó Allison—. Y, por favor, decidme que es verdad que habéis salido de Gringotts montados en un dragón. ¡Han dejado a Terry Boot hecho un desastre por gritarlo en el Gran Comedor!
—Sí, es cierto —respondió Harry—. Ahí estaba uno de los Horrocruxes, en la cámara de los Lestrange. La Copa de Hufflepuff.
—Oh, Merlín. ¿Así que ahora tenemos... cinco?
—Y tres destruidos. Ron se cargó el guardapelo —dijo Hermione, dándole una sonrisa al pelirrojo, cuyas mejillas se coloraron—. ¿Cuál tienes tú? —añadió con emoción.
—La Diadema perdida de Rowena Ravenclaw.
—Esperad. —Harry hizo que todos se quedaran parados—. ¿Por qué estamos yendo a Hogwarts, entonces? Si tenemos el Horrocrux que buscábamos...
—Perdón, ¿se te ocurre algún otro sitio donde haya colmillos de basilisco para destruirlos? Snape se llevó la espada de Gryffindor del castillo, y son las únicas dos cosas que conozco capaces de destruirlos.
Sus tres amigos se quedaron muy callados durante unos segundos.
—La espada la teníamos nosotros hasta hace unas horas —admitió Ron—. Para entrar a Gringotts, necesitábamos a un duende. Griphook se ha llevado la espada.
—Bueno... ¡Seguimos teniendo todos los colmillos en la Cámara de los Secretos! Y también a la única persona que habla parsel, además del Desnarizado.
—¿Acabas de...? —Hermione vaciló, pero Allison soltó una carcajada y los tres se la quedaron mirando.
Definitivamente, no entendían lo que significaba su presencia en el castillo. Era para volverse loco.
—Este curso ha sido un asco, chicos —reconoció Allison—. ¿Recordáis lo que leímos sobre los Carrow? Bueno, son mucho peores. Les encanta torturarnos, pero les gusta mucho más obligarnos a torturar a los castigados. Nosotros nos negamos, claro, pero acabamos mal...
Ellos abrieron la boca con horror. Nunca se habrían esperado que algo así pudiera ocurrir en el ambiente escolar. Allison lo había soltado sin más, casi acostumbrada a ese trato.
—¿Ellos te hicieron... eso? —preguntó Ron, señalando su cara.
Allison asintió. Les explicó un poco por encima cómo habían sido las cosas ese curso. Y ellos no pudieron ocultar, de nuevo, su espanto.
—Contadme, ¿dónde habéis estado?
—Acampamos en un bosque después de salir del Ministerio. Ron había sufrido una desaparición, pero conseguimos el guardapelo y... Bueno, pasaron los meses y... —Hermione le dirigió una mirada de reojo a Ron, evadiendo información. Allison podía notarlo.
Harry decidió tomar el relevo.
—Fuimos a Godric Hollow por Navidad y nos atacaron. Escapamos, pero mi varita se rompió. —Le enseñó la que usaba ahora—. Es la de Malfoy, se la quité en la mansión hace unas semanas.
—Oh, definitivamente quiero escuchar esa historia con pelos y señales. Ab dijo que os mandó a Dobby, ¿os salvó él? No he podido verlo desde entonces, he estado... —Allison se calló al ver la cara de tristeza de sus amigos—. ¿Qué?
—Dobby murió, Allison. Bellatrix lo mató.
La sangre se le heló. Se quedó callada, apartando la vista y procesando la noticia. ¿Dobby? De toda la gente que esperaba perder, nunca creyó que una sería Dobby. Le había cogido muchísimo cariño al elfo. Les había ayudado durante la estancia en Hogwarts más que ningún otro.
—Oh —susurró, sin ser capaz de decir nada más.
Harry se aclaró la garganta y decidió seguir hablando para romper la tensión.
—Supongo que oíste lo de Xenophilius Lovegood. —Allison asintió sin mirarle. Estaban cerca de la salida—. Ahí descubrimos algo de lo que te hablaremos después. Es muy largo de explicar, sobre las Reliquias de la Muerte.
Nunca había oído hablar de ellas, así que no dijo nada.
—Solo falta un Horrocrux por encontrar —dijo Harry—. Es Nagini, su serpiente. Así que, si tienes la diadema, nos la llevaremos junto a la copa que acabamos de conseguir y...
Pero lo que estaba diciendo se vio interrumpido cuando llegaron al final del pasadizo y el retrato les dejó pasar a la Sala de los Menesteres. La estancia se llenó de aplausos y vítores.
Neville y Eliza se aproximaron para abrazar a sus amigos y casi derribaron a Allison por el camino, pero hicieron que la chica recuperase su sonrisa después de enterarse del duro golpe de la muerte de Dobby.
—Bienvenidos a la Sala de los Menesteres —les dijo Allison a sus amigos—. Aquí es donde llevamos escondiéndonos de los Carrow desde Pascua. Liz y yo vinimos cuando Remus tuvo que esconderse, y han ido viniendo más personas desde entonces. El Ejército de Dumbledore nunca ha estado tan vivo.
La sala se llenó de preguntas y sus respectivas respuestas, sumiéndose en un pequeño caos.
Pero las risas se cortaron cuando Harry dijo que no iban a hacer nada, que solo venían a por una cosa y se marcharían.
Allison quiso insistir para que se quedaran y los ayudaran. Ella sabía de la importancia de los Horrocruxes, pero lo que ocurría ahí dentro también tenía que acabar. No le dio tiempo porque acababan de llegar Luna y Dean por el pasadizo, y...
Y Seamus se había lanzado a los brazos de Dean y le había plantado un sonoro beso en los labios que dejó a todos sin habla. Dean ni siquiera había echado un vistazo a su alrededor, pero recibió a Seamus con tanto entusiasmo que casi se cayeron al suelo.
—Perdón, ya podéis seguir discutiendo —murmuró Seamus, apenas unos centímetros separado de los labios de Dean, todavía mirándolos fijamente.
Allison se había acercado a recibir a Luna, tan feliz de verla que apenas podía creérselo.
—Eh... realmente tenemos prisa... —intentó decir Harry.
Pero volvieron a ser interrumpidos. Esta vez, por la llegada de Ginny, Fred, George y Lee. Harry se quedó boquiabierto por la presencia de Ginny y dejó de pensar en huir de ahí.
—Aberforth está un poco mosqueado —dijo Fred alzando una mano para responder a los saludos—. Quería echar una cabezadita, pero su bar se ha convertido en una estación de ferrocarril.
Pero Allison ya estaba siendo abrazada por George y las palabras de Fred se escucharon a metros de distancia. Se dejó elevar unos centímetros del suelo por él, enterrando la cara en su cuello y sintiendo unas repentinas ganas de llorar de alivio al verle entero. Bueno, casi entero, porque seguía faltándole una oreja.
—Te he echado de menos —murmuró Allison, para su propia sorpresa.
George sonrió y la dejó en el suelo, pero no apartó los brazos de su alrededor. No hacía falta que le dijera que él también. Podía verlo en sus ojos, recién iluminados.
Cho Chang apareció por su vista también, mostrando el galeón falso por el que había recibido el mensaje. Allison la abrazó, agradecida de verla bien.
—Bueno, ¿qué plan tienes, Harry? —preguntó George.
—No tengo ningún plan.
—Ah, entonces improvisaremos, ¿no? ¡Me encanta! —dijo Fred.
—¡Tienes que hacer algo para detener esto! —le dijo Harry a su hermana—. ¿Por qué les habéis pedido a todos que volvieran? ¡Es una locura! Allison, tú sabes qué tenemos que hacer.
—¡Pensaba que lucharíamos después de eso! —exclamó ella, indignada—. Chicos, todo va espantosamente horrible aquí dentro.
—Pues tenemos que destruirla ya, nada de batallas. ¿Dónde la tienes? —Harry aprovechó el jaleo por los recién llegados para preguntárselo.
—Te voy a decir algo, pero no puedes enfadarte conmigo —advirtió Allison. Harry frunció el ceño—. Cameron la tiene. ¡No me grites! Está de nuestra parte. Y yo no le he dicho nada, pero es Legeremante y me leyó el pensamiento. Me ha ayudado a encontrarla y a guardarla. Debe estar en su sala común.
Harry cerró los ojos y se masajeó las sienes, intentando procesarlo sin perder los nervios.
—Bien, voy a buscarlo —atajó el chico.
—Luna te acompañará: yo no sé resolver los acertijos para entrar. ¡Luna!
La rubia se acercó y Allison le explicó que necesitaba que guiara a Harry hasta su sala común. Después de decirles a todos, en medio de aquel jaurío, que Harry volvería pronto, trataron de callar las aguas un poco.
Todavía no lo sabía, pero la cuenta atrás acababa de comenzar.
PREPARAOS PORQUE SE VIENE LA BATALLA BUA NO ESTOY PREPARADA ES EL ÚLTIMO CAPÍTULO
voy a subirlo en dos partes: la primera la saco el miércoles 09/03 y la segunda el miércoles 16/03. después quedará el epílogo y - y yo me muero, no sé
capítulo dedicado a nothingnvw aka ale mi amor pq se puso al día hace nada y me aguanta todos los días y yo la aguanto a ella y la quiero mucho. <333 disfruta de la última parte de felicidad antes de que os estampe la batalla en la cara
¡gracias por leer y votar! nos vemos en dos semanas
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top