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XXV. TOTALLY IN MIND

Las malas noticias no dejaban de llegar. Allison tenía la sensación de que el destino se reunía en torno a una diana, disparaba dardos y, según dónde caía, desataba una catástrofe tras otra.

Bathilda Bagshot había muerto. El cuerpo fue hallado en su casa a finales de diciembre, y se declaró que llevaba semanas fallecida, quizás incluso meses. Allison sabía de quién se trataba; aquella dulce anciana los había invitado a tomar el té en múltiples ocasiones, cuando eran más pequeños y acompañaban a Maddy y Remus a Godric’s Hollow para visitar las tumbas de sus padres.

En torno a final de año, la casa de los Lovegood explotó. Nadie sabía mucho de aquella tragedia, solo que, según los periódicos, los carroñeros habían visto ahí a Harry. La existencia de los carroñeros fue algo de lo que Allison no se enteró hasta aquellas Navidades, pues mientras que en Hogwarts no eran relevantes, en el exterior debías andar con cuidado. Eran secuaces de Voldemort de la más baja calaña, que no llegaban a mortífagos. Se dedicaban a mendigar un poco de los privilegios de los que el lado oscuro gozaba, haciéndole favores a Voldemort: cazaban desertores, traidores al régimen y, sobre todo, hijos de muggles huidos.

Allison no sabía si debía creer que los carroñeros hubieran visto a su hermano y a Hermione. La gente no dejaba de repetir que veían a Harry Potter por todas partes, a cualquier hora del día. Pero esta vez parecía un asunto serio. Harry y Hermione en la casa de Lovegood... Luna secuestrada... ¿Y Ron, a él no lo habían visto?

Pero, si ataba cabos, la situación cobraba sentido. Y tuvo que comentar sus pensamientos en voz alta con Lizzy, la noche antes de regresar a Hogwarts.

—¿De verdad crees que Lovegood vendería a Harry? —preguntó Liz, sin querer ni pensar en esa posibilidad.

—Para salvar a Luna —repuso Allison con severidad—. ¿O acaso no recuerdas que en las últimas ediciones de El Quisquilloso, Xenophilius Lovegood ha estado promoviendo mala publicidad sobre Harry? Está desesperado por encontrar a su hija. Y lo entiendo, pero no es excusa para delatarlos si habían acudido a él. Seguro que han escuchado que los mortífagos tienen a Luna, y querían ayudarle...

Allison resopló y abrazó con fuerza su almohada. No quería dormir. Tampoco era capaz.

—Echo de menos a Luna —admitió Liz en apenas un susurro—. Estos meses me había acercado mucho a ella y a Cameron. Son los únicos que... bueno...

—Ey, ¿cómo que los únicos que...? Cuéntame —dijo Allison, mirando con súplica a la pelinegra—. ¿Ha pasado algo malo, Lizzy?

—No, no. Es solo que... —Eliza chasqueó la lengua con fastidio—. No sé cómo decirlo.

—Si vas a decirme que te mola uno de los dos...

—Soy asexual. Luna me habló sobre el tema y yo me sentí identificada y quise investigar más. No sabía cómo decírtelo, Ally.

Allison sonrió con complicidad, se sentó en la cama de Liz y la abrazó de costado.

—Estoy feliz de que me lo cuentes, Lizzy.

—Gracias, Ally.

Se durmieron abrazadas después de largos minutos hablando.

* * *

El viaje de regreso a Hogwarts fue más tranquilo que el anterior. Esta vez, que ellos supieran, los mortífagos no se habían llevado a nadie. Allison se fijó en que, sin embargo, había menos gente todavía; seguramente algunas familias se habían dado a la fuga al escuchar lo que sus hijos les contaban sobre la escuela.

Era razonable. Ella misma tenía ganas de esconderse y no dar señales de vida. Pero había que mantener la compostura.

Un día de esa semana, casi a mediados de enero, Allison pudo reunirse con Cameron al fin. Liz le dijo cuándo y dónde tenía la guardia esa noche, y se escondieron en una habitación de la cuarta planta que tenía una pesada puerta difícil de movilizar.

—He preguntado, pero nadie sabía nada de la diadema perdida de Ravenclaw —se lamentó Cameron.

—¿Has preguntado dónde? ¿En tu casa? ¿A los mortífagos?

—Sí a los dos.

Allison frunció el entrecejo y se cruzó de brazos.

—¿No es un poco sospechoso que vayas preguntando eso como si tal cosa?

Él se encogió de hombros. Había algo que se estaba guardando.

Dilo ya, no tengo tiempo que perder, Cameron. ¡La diadema podría ser un Horrocrux!

El pánico en el que se sumió el rostro de Cameron la alertó todavía más. El chico dio un par de pasos atrás y miró en todas direcciones entre medio de la tenue luz de la luna que se colaba por las diminutas ventanas, como si hubiera alguien escondido y quisiera encontrarlo.

—¿Un Horrocrux? —susurró Cameron, espantado.

A Allison se le congeló la sangre tanto que temió tener cubitos de hielo circulando por su interior.

—¿Q-qué? ¿Cómo...?

—Por eso estás tan interesada. Tiene un Horrocrux y es la diadema... —Cameron mantenía la boca entreabierta y hablaba en balbuceos. Si solo fuera uno—. No puede ser...

—Cameron —lo llamó Allison, en tono de advertencia.

Él seguía perdido en su mundo.

—Todo tiene sentido. Por eso no murió en la Primera Guerra Mágica, porque tenía más de uno... Merlín, esto es peor de lo que todos pensábamos, hay que encontrar la diadema y...

Allison agarró a Cameron por los hombros y le sacudió, sacándole de su ensoñación para que le prestara atención. Le estaba dando miedo, era como si leyera sus pensamientos.

Estaba leyendo sus pensamientos.

¡Maldito Legeremante!

—No hay necesidad de insultar —musitó Cameron, repentinamente avergonzado—. Sí, soy Legeremante —añadió en un murmullo.

—Has estado leyéndome la mente todo este tiempo —le acusó Allison—. ¡Aquí dentro hay cosas privadas!

—No es culpa mía, a veces no controlas lo que oyes y lo que no —se excusó él, apretando los labios.

—Así que no has preguntado a la gente, has indagado en su mente.

—Algo así. Sí. Exactamente eso, pero ha sido por una buena causa. ¡Y ahora una mayor! Horrocruxes, por todos los Santos. ¿¡Seis!?

—¡Deja de leerme la mente, Cameron!

—¡Perdón, pero estás pensando muy alto!

Si Allison tuviera algo que arrojarle, lo haría. Cameron se protegió la cabeza con las manos y ella se cruzó de brazos, molesta.

—Bueno, ahora que tu cerebro de cotilla lo sabe todo, ¿me vas a ayudar a encontrar la diadema? Por lo menos, se han destruido dos —informó Allison—. Eso fue en verano, no sé si habrán conseguido destruirlo o si han encontrado más. Teníamos uno en el punto de mira.

—Si contamos con la diadema, solo faltarían dos...

—Creemos saber al menos otro. —Allison se dejó de misticismo. Total, Cameron lo escucharía en sus pensamientos—. El que deberían haber conseguido Harry, Ron y Hermione es el guardapelo de Salazar Slytherin. Este podría ser la copa de Helga Hufflepuff.

—¿Y si el que os queda es la espada de Godric Gryffindor? —sugirió Cameron—. Tendría sentido, uno de cada casa además de... —Hizo una pausa— su diario y... el anillo.

—Me das un mal rollo que flipas.

—Lo siento, me he cortado mucho con lo de leer mentes y estoy emocionado.

Era cierto. En todo el tiempo que llevaba hablando con Cameron, nunca lo había visto entusiasmado o levantando la voz. Siempre caminaba con la cabeza gacha, como si temiera toparse con ojos ajenos.

Tal vez lo temía porque no quería escuchar los pensamientos de todo con el que se cruzara.

—La encontraremos y avisaremos a tu hermano —aseguró Cameron—. Y averiguaremos cuál es el sexto. ¿Crees que podrán conseguir la copa y el guardapelo?

—Eso espero. El mundo mágico depende de ello.

* * *

Cameron se había acostumbrado a ser un Legeremante, después de quince largos años. Su padre decía que era un don que podían usar a su favor. Pero para él era una maldición.

«Dime qué cartas tiene, Cameron, para saber cómo ganar». «Dime en qué número está pensando». «Dime si es mejor retirar la apuesta».

Dime, dime, dime...

Theodore Nott Sr. era un estafador al que no dejaban entrar en la mayoría de los casinos mágicos por dejarlos sin blanca. Y cuando se quedó sin locales mágicos, pasó a los muggles, aunque eso era algo que debían mantener en secreto porque una familia de respetables sangres pura no se mezclaba con aquella gentuza.

Respetables, mentirosos, sucios y rastreros.

Porque un padre que usaba a su hijo pequeño como herramienta para beneficiarse del desconocimiento de los muggles no merecía el respeto de nadie. El de Cameron, desde luego, no lo tenía ganado por nada del mundo. Pero no se había atrevido a contárselo nunca a nadie. Ni siquiera a Eliza.

De hecho, él no llegó a contarle a su mejor amiga que era un Legeremante; ella lo descubrió por su cuenta. Trataba de evitar a toda costa usar sus habilidades, porque todo el que sabía que las poseía quería aprovecharse de ellas y, por ende, de él. Como su hermano. Theo no era mucho más simpático que su padre.

—Sé que eres Legeremante.

Las palabras de Eliza le tomaron por sorpresa aquella tarde de septiembre. Cameron levantó la vista del libro, echando un nervioso vistazo a la desierta biblioteca. Era uno de los pocos lugares el cual los Carrow no invadían. Cameron sospechaba que les tenían alergia a los libros.

—¿Qué dices?

—Llevaba meses sospechándolo y te he estado probando. Eres Legeremante —repitió Eliza, y se sentó enfrente suyo en la mesa.

Cameron no alteró su expresión.

—Te equivocas.

—Hace un par de días me pasé la clase de Herbología al completo pensando en el plan de cambiar las píldoras del sueño de Alecto por unas laxantes, para que pudiéramos saltarnos Estudios Muggles y robar suministros sin levantar sospechas —dijo Eliza con seriedad—. Y repetía una y otra vez «Ojalá Alecto no esté en su despacho cuando vaya esta tarde a probar suerte».

—Es una anécdota muy interesante —repuso Cameron, fingiendo que no sabía el rumbo que iba a tomar.

—Te vi en el mapa. Sacaste a Alecto de su despacho por una falsa emergencia para que pudiera entrar. Sabías cuándo lo íbamos a hacer.

—Fue una coincidencia.

—También entretuviste a Snape cuando nos colamos en las cocinas antes de que las cerrasen a cal y canto.

Cameron frunció los labios. Había pasado un año y medio desde que Eliza y él rompieron su amistad, y por mucho que él hubiera intentado recuperarla, nunca era suficiente.

No lo era porque nunca le decía la verdad. Se limitaba a advertirle y tratar de alejarla para que no se preocupara y estuviera a salvo. «Vive con Harry Potter, ¿acaso puede estar más en riesgo?» No. Definitivamente, no.

—¿Qué más da, de todas formas? —murmuró Cameron. Sus muros se derrumbaban lentamente—. No cambia nada.

Eliza juntó las cejas negras y se quedó mirándolo durante unos segundos. Cameron alejó su propia mente de los pensamientos de la chica.

—A Quien Tú Sabes le vendría muy bien un Legeremante en su bando, ¿no? Por eso te lavaron el cerebro.

Había dado en el clavo. Pero a Cameron nadie le había lavado el cerebro. Simplemente estaba asustado, amenazado, solo y perdido. Asustado porque su padre y sus amigos se reunían día sí día no con el mismísimo Señor Tenebroso. Amenazado por su padre, también, a quien le convenía mantener el secreto de su hijo en el anonimato para poder aprovecharse de él. Solo porque había perdido a la única persona que alguna vez se había preocupado por él, la misma que ahora tenía enfrente. Y perdido porque Cameron llevaba meses sin tener claro qué estaba haciendo.

A su padre no le había importado que clasificara en Ravenclaw. Él había temido unas represalias que no llegaron nunca. «¿Qué más me da, mientras sigas teniendo esa cabecita tuya?». Theodore se lo tomaba todo a la ligera con un par de copitas de brandy. Lo que no le habría hecho nada de gracia era enterarse de que, durante sus primeros dos cursos y parte del tercero, estuvo relacionándose con una Lupin. Habría, porque nunca se lo había dicho.

—No lo entenderías —dijo Cameron con lástima.

—Pues explícamelo. Cameron, sé que no crees en los ideales de Quien Tú Sabes. Y que no has escogido ese bando por voluntad propia. Creo que me merezco que me cuentes la verdad, porque llevas meses implorando mi perdón y, cada vez que te doy una oportunidad, acabas metiendo la pata.

Tenía razón. Si había una persona en el mundo que merecía una explicación, era Eliza. Pero Cameron estaba terriblemente nervioso en esos momentos, a pesar de que permaneciera quieto en su sitio. La inquietud nadaba en su interior, no en su exterior.

—Si dejo de servirle de ayuda a mi padre me usará como moneda de cambio con Él —susurró Cameron. No se atrevía a hablar más alto, a pesar de que solamente Madame Pince se encontraba en el lugar, ajena a la conversación—. Me vendería. Así que me toca aparentar estar de acuerdo sin rechistar.

Miró fugazmente los ojos grises de Eliza. Ella aguantaba la respiración. Encontró, sin querer, un par de palabrotas en su mente, pero Cameron no fue capaz de sonreír ante las ocurrencias de la chica.

—Cuando regresó, mi padre me amenazó. No quería arriesgarme a que supiera que eras mi amiga... Te habría usado como chantaje. Y ya tengo suficiente intentando sobrevivir, como para añadir algo más...

—No seas idiota, Cam, por favor.

Él se calló.

Cam.

—No tenías por qué pasar por eso solo —añadió Eliza, suspirando—. Mi vida ya está en peligro. Lo que pase contigo no lo complica más.

—Sí que lo hace. No quiero ser una carga.

—Y no lo eres. Si eres un bobo y aun así quiero seguir siendo tu amiga, es cosa mía.

—Pero no quieres. ¿O sí?

Eliza se puso de pie y rodeó la mesa para plantarse frente a Cameron. Tiró de su brazo para que él también se levantara.

—No he venido hasta aquí para mandarte a paseo.

* * *

Durante el resto de enero, Allison se reunía a menudo con Cameron y conjeturaban sobre la diadema. La habían buscado, cada uno por su cuenta, en cada rincón del castillo, porque Allison pensó que, si Dumbledore la había mandado a Hogwarts, cabía la posibilidad de que se encontrase ahí. Allison usaba el Mapa del Merodeador y Cameron su puesto como prefecto, y así indagaban e indagaban... para no dar con nada.

Era frustrante. Teniendo en cuenta que Allison, además, debía hacerse cargo de una rebelión. El Ejército de Dumbledore no iba a levantarse solo, y nadie estaba contento últimamente. Todos estaban magullados, con cicatrices en la cara y marcas por todo el cuerpo. Y cada día corrían más peligro, habían escuchado más rumores con la llegada de febrero.

—No es buena idea que estés merodeando sola tan tarde.

Allison se habría asustado si no hubiera visto el nombre de Draco Malfoy persiguiéndola durante los últimos diez minutos por los pasillos. Solo él estaba en el área y era tan tonto como para pensar que ella no se había dado cuenta de su presencia.

—Háblale a mi espalda —respondió Allison de mala gana, doblando el mapa y guardándolo.

—Tan madura como siempre.

Ella se encogió de hombros y se dio la vuelta. Draco tenía un aspecto enfermizo, se atrevería a decir. O fantasmal. O quizás ambos. Solo sabía que su palidez era casi transparente y que se le formaban entradas en el pelo. A ella le había pasado algo parecido, se le caían mechones del estrés. Por eso se lo cortaba cada vez más y ahora lo llevaba a la altura de la nuca, porque no soportaba verlo.

—Te sorprendería ver lo que he madurado desde que no me acuesto con mortífagos. Todos tenemos una mala época.

Él frunció el gesto. Si no le conociera, casi podría decir que le apenó escucharla.

—¿Quieres que te acompañe a tu sala común? Si te ven los Carrow...

Allison rodó los ojos ante la falsedad del chico y se cruzó de brazos, apoyándose en una pared. Hasta que se dio cuenta de que era el tapiz de Barnabas el Trol. El que estaba enfrente de la Sala de los Menesteres.

—Prefiero entrar aquí y que se materialice una sala donde te pierdas para siempre —ironizó Allison.

De hecho, se puso a andar por delante del muro, pensando «Una sala con tantas cosas que Malfoy se pueda perder» una y otra vez. A la tercera pasada, una puerta apareció delante de sus narices. Allison giró el pomo y le hizo una seña a Draco, invitándole a entrar.

—Eres... —A Draco no le salían las palabras. Se estaba poniendo rojo, pero Allison no sabía si era de enfado o vergüenza.

—Estoy deseando saber cómo acaba esa frase.

Allison echó un vistazo a la sala. Definitivamente, ahí cualquiera podría perderse. Había altas estanterías allá donde miraras, objetos tanto peculiares como ordinarios cubriéndolas, esparcidos por el suelo e incluso flotando. Ahí podría esconderse lo que fuera y no encontrarse jamás.

Esconder lo que fuera...

¿Y si...?







vale ya se ha desvelado el misterio de Cameron Nott lolololol yo a mi niño lo quiero mucho <3 ¿opiniones al respecto? jejeje

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