01 | buenas y malas noticias

I. GOOD AND BAD NEWS

Los cambios de humor eran bruscos durante las primeras semanas de julio. Los despertares podían ser entre risas, en familia, mientras que a la hora de acostarse el llanto no faltaba.

Era difícil no pensar en Beatrice y en la guerra. Pero también era imposible no sonreír cuando Jake ponía alguna cara graciosa al escuchar un ruido. Maddy, Remus y Sirius hacían lo posible por que estuvieran bien, dentro de lo que cabía.

Lo que más echaba de menos Allison, con respecto al año anterior, era el poder salir a la calle. Extrañaba a sus amigos muggles, pero sabía que no podía verlos porque era demasiado arriesgado. Así que tenían que contentarse con estar en el jardín si querían respirar aire fresco.

Por lo menos visitaban la Madriguera de vez en cuando, de tal forma que podían ver a los Weasley. Más bien, a Ron y a Ginny, porque los gemelos se habían mudado al apartamento de arriba de su tienda de bromas en el Callejón Diagon: Sortilegios Weasley. Y, ahí, todavía no les habían permitido ir.

En realidad, la última vez que Allison había visto a George —y a Fred, claro— había sido en el andén, tras regresar de Hogwarts. No tuvo que preocuparse por pensar en cómo saludarse, porque él se le adelantó y le plantó un sonoro beso en los labios. Allison no sabía si debía alegrarse o no de que su relación siguiera en las mismas.

Hay cosas más importantes a las que atender ahora.

Después de ser despertada por los llantos de Jake una mañana de principios de mes, Allison decidió que era hora de dejar de vaguear y bajar a desayunar. Remus estaba en la cocina, con las manos tapándole la cara y encorvado en una silla frente a la mesa.

—¿Remus? ¿Ocurre algo?

El hombre dio un respingo al escuchar la voz de Allison, quien se había acercado a la nevera para sacarse un zumo. Ella se sentó en frente, esperando una respuesta.

—No... Bueno, sí. —Remus suspiró y cerró los ojos con pesar—. Me temo que no traigo buenas noticias.

Allison, que se iba a empezar a comer su croissant, lo dejó de nuevo en el plato.

—¿Recuerdas el verano pasado, cuando os escoltamos a Grimmauld Place? —continuó Remus, a lo que Allison asintió—. Una de las brujas que nos acompañaba, Emmeline Vance... La han asesinado.

Había hecho bien en no comer todavía, porque el estómago se le cerró al instante. Recordaba a aquella mujer pelirroja y alta, le había parecido simpática. Habría hablado con ella si no hubiera sido porque trataba de huir del ojo mágico de Moody, que la seguía por la sala.

—¿Era amiga vuestra? 

—Podría decirse así, supongo. Entre ella, Amelia Bones... y Beatrice...

Aunque Remus dejó la frase en el aire, Allison comprendió a la perfección el dolor que quería transmitir. Sus compañeros, las personas con las que había pasado meses o incluso años, estaban muriendo.

La muerte de Beatrice debía de haberle trastocado especialmente. Allison no tenía todos los detalles de su complicada relación, pero estaba segura de que se querían un montón, después de todo. Y no había nada más duro que ni siquiera poder despedirse de alguien tan importante.

—No quiero agobiarte con esto, Allison, me voy para que desayunes en paz —se despidió Remus, haciendo amago de levantarse.

—Puedes hablar conmigo, ya no soy una niña pequeña, Remus. Dentro de nada cumpliré los dieciséis.

Él le dio una pequeña sonrisa y permaneció en su silla. En momentos como aquel, con Allison intentando cuidar de él, se le hacía imposible no imaginar a James haciendo lo mismo. Siempre había sido la madre del grupo, sin lugar a dudas.

—Gracias, Ally. Pero hay cosas que un adulto no debe cargar a un ni... adolescente —se corrigió, cuando Allison le miró con los ojos entrecerrados—. No pongas esa cara, para mí siempre vais a ser niños.

—Hace mucho que dejamos de serlo —repuso Allison, resoplando—. Solo quiero que te sientas mejor porque siempre que me encuentro mal estás para mí.

—Y yo te lo agradezco mucho, Ally.

—Estás así por Tris, ¿verdad? —se atrevió a decir la chica, mordiéndose el interior de las mejillas temiendo haberla fastidiado.

Sin embargo, Remus no se molestó.

—En parte, supongo que sí. Pero sé lo que estás pensando, Allison, y no la echo de menos de esa forma —aclaró—. Hace años que sabíamos que no llegaríamos a ninguna parte.

—Entonces... ¿No estabais enamorados?

En el rostro de Remus se dibujó una sonrisa melancólica, acompañada de un suspiro. Allison observó bien sus gestos, adivinando si mentía o decía la verdad.

Él negó con la cabeza levemente.

—Pero eso no quiere decir que no la quisiera muchísimo —añadió, rascándose un ojo porque sentía las lágrimas a flor de piel.

Allison se apresuró a levantarse de la silla y abrazar a Remus con fuerza.

* * *

Durante una de las reuniones de la Orden del mes, Dumbledore acudió a Maddy para pedirle un favor. Quería saber si era posible que Harry —y, si querían, Allison y Eliza— le acompañara a visitar a Slughorn. Él fue profesor de Pociones cuando Maddy asistía a Hogwarts, y había pertenecido a su selectivo Club de las Eminencias, por lo que había sido de sus alumnas predilectas.

Y, como Dumbledore sabía que Maddy le tenía cierto cariño al exprofesor, supuso que no pondría muchas pegas en que le ayudasen a que le volviera a contratar.

Por supuesto, Maddy conocía demasiado bien al director, y sospechaba que tenía intenciones ocultar en el asunto. Pero el anciano tenía razón, Maddy siempre había sentido debilidad hacia Slughorn, quien las trató muy bien a ella y a Lily durante sus años escolares. Así que decidió preguntárselo a los chicos, para ver qué les parecía.

Lizzy, quien había heredado las sospechas de su madre por todo lo que hacía Dumbledore, se negó a ir. Pero Harry todavía estaba muy influenciado por el director, y Allison no quería dejar solo a su hermano, así que accedieron.

El viernes llegó y Dumbledore tocó el timbre de la casa, siendo Sirius quien abrió la puerta y le recibió.

—¡Harry!, ¡Allison! —les llamó por las escaleras—. ¡El director ha llegado!

Además de los mellizos, Liz también bajó, llevando a su hermanito en brazos, quien se había despertado hacía poco de una siesta. Viéndole bajar las escaleras, Sirius le pidió tres veces que tuviera cuidado con Jake, y en cuanto llegó al rellano se lo arrebató de las manos.

En ocasiones, Sirius sobreprotegía un poco demasiado a su hijo. Pero no podían culparle, el pobre estaba algo traumatizado.

—¿Estáis listos? —les preguntó Dumbledore a los mellizos, al mismo tiempo que Maddy se reunía con ellos. Remus era el único que no se encontraba en la casa.

Habían estado preparando las habitaciones para las visitas del próximo día: Hermione y Ron iban a quedarse unas semanas en Wigtown con ellos. Hermione quería estar cerca del mundo mágico, sabiendo que los tiempos estaban cambiando para mal. Al enterarse, Ron consiguió que le dejaran quedarse también.

Allison y Harry se despidieron y salieron con el director al jardín. Él llevaba consigo la capa de invisibilidad, como Dumbledore le había indicado previamente. 

Pero Allison empezó a arrepentirse de acompañarles. La relación de Harry y Dumbledore era mucho más estrecha que la que tenía con ella, y notaba que era una especie de mal tiempo en aquella «misión». Durante el camino, después realizar una Aparición conjunta en una plaza desierta, Harry y Dumbledore mantuvieron una conversación de la cual Allison apenas formó parte.

La visita fue extraña. Cuando entraron a la casa, esta estaba patas arriba. Slughorn no quería que Dumbledore le viera y se había transformado en un sillón, escondiéndose para fingir que lo habían atacado los mortífagos. Pero él supo que no había sido así porque ninguna Marca Tenebrosa se cernía en el cielo sobre la casa.

Dumbledore, después de recoger con magia el desastre y conversar brevemente con Slughorn, se marchó al baño. Dejó solos a los mellizos, para que se las arreglaran por su cuenta para convencer a Slughorn de que volviera a Hogwarts.

—No creáis que no sé por qué os ha traído aquí —dijo Slughorn con brusquedad, a lo que ninguno le contestó—. Os parecéis mucho a vuestros padres. Tú, Harry, eres clavado a James. 

—Sí, ya me lo han dicho.

—Excepto en los ojos. Tienes…

—Ya, los ojos de mi madre. 

—Rediez. Sí, bueno… No está bien que los profesores tengan alumnos predilectos, desde luego, pero ella era uno de los míos. Vuestra madre. También vuestra madrina, Maddison, estaba con nosotros. Las dos eran de las alumnas más brillantes que jamás tuve. Encantadoras, llenas de vida. Siempre le decía a vuestra madre que debería haber estado en mi casa. Y recuerdo que me daba unas respuestas muy astutas.

—Usted era de Slytherin, ¿cierto? —dijo Allison, haciendo memoria de todo lo que Maddy les había dicho sobre su antiguo profesor. 

—Así es, jovencita. ¿Cómo lo has sabido? 

—Maddy siempre habla muy bien de usted. Decía que aprendió muchísimo sobre Pociones en sus clases —respondió, tratando de hacerme la pelota. 

—Ya veo por dónde vas —advirtió Slughorn, apuntándole con el dedo índice pero sin ser capaz de esconder una pequeña sonrisa. 

Allison puso cara de inocencia y las neuronas de Harry se conectaron mágicamente, entendiendo lo que su hermana pretendía. 

—Es cierto, señor —aseguró el chico—. Maddy nos ha contado muchas historias, cuando nos hablaba de Hogwarts o de nuestra madre. Se alegró cuando Dumbledore le dijo que pensaba hacerle una visita. 

—¿De veras, muchachos? ¿Y cómo está Maddison? 

Allison sonrió. Estaba funcionando.

—Acaba de tener su segundo hijo. Se llama Jake. 

La cara de Slughorn pareció iluminarse y a Allison le dio esperanza. No sabía por qué quería que volviera a Hogwarts, pero por alguna razón le sentaba bien intentar que regresara, porque parecía estar dando sus frutos. 

—Sí, Eliza está muy contenta —continuó diciendo—. Es su hija, va a empezar cuarto curso, en Ravenclaw. 

—No me digas... —murmuró Slughorn. 

Después de un rato más hablando sobre Maddy, Lily y Eliza, Slughorn les contó sobre sus estudiantes predilectos. Como Regulus, el hermano pequeño de Sirius, de quien Jake había sacado su segundo nombre. Tras rememorar sus viejos tiempos de gloria, con todos los regalos que sus alumnos le habían dado, Slughorn parecía querer aceptar el puesto. Allison lo veía en su mirada. 

En efecto, justo cuando estaban a punto de marcharse, Slughorn salió a su encuentro para recuperar su trabajo como profesor.

Se lo contaron todo a Maddy cuando llegaron a casa, y ella se rio con ganas al escuchar las reacciones de Slughorn. Como era tarde y ya habían cenado, mandó a sus ahijados a dormir.

Cuando entró en su habitación, vio a Sirius aupando a Jake, que daba berrinches que se oían desde los pisos inferiores. Sus intentos por calmarlo no daban fruto, y en cuanto fue ella quien lo sostuvo en brazos, Jake miró a su madre con ojos suplicantes y sus llantos disminuyeron considerablemente. 

—A veces creo que me odia —mustió Sirius, pasándose una mano por el pelo. 

—No digas tonterías —le recriminó Maddy, dándole a su hijo suaves palmaditas en la espalda, y poco a poco iba quedándose en silencio—. Estoy segura de que te adora. Ve a dormir, anda, mañana tienes que madrugar para ir al Ministerio, ya sabes que Scrimgeour quiere verte para, bueno, todo el tema de la condena injusta.

Jake se había callado por completo, pero sus ojos estaban abiertos y observaba a su padre sin apartarle de encima la mirada. 

—Duerme tú, Mad, no tengo sueño. Puedo encargarme yo de Jake. 

—Chst. —Maddy le frenó cuando él extendió el brazo—. Échate ya y no protestes, se quedará dormido en cuanto nos callemos.

Sirius resopló, pero se acercó a Maddy para darle un beso y se terminó yendo a acostar. En cuanto Maddy consiguió dejar, dormido, a su hijo en la cuna, se tumbó junto a su marido, abrazándose a él. 

A pesar de que las cosas estaban yendo cuesta arriba, sabía que el final merecería la pena.

* * *

El sábado, Allison se despertó porque una alguien la estaba zarandeando con ímpetu de un lado a otro. Iba a gritar un «¡Lizzy, déjame dormir en paz!» cuando abrió los ojos y descubrió que no se trataba de ella, sino de Hermione. 

—Maddy me ha pedido que te despertase —dijo la chica, sentándose—. He llegado hace diez minutos, y Ron acaba de aparecer por la chimenea.

—¿Y te ha dicho también que me tirases de la cama? Porque has estado a punto con esas sacudidas. 

Con lentitud, Allison se sentó al borde de la cama y permaneció quieta, mirando fijamente un calcetín tirado en el suelo. Odiaba con todo su corazón tener que despertarse y no poder dormir toda la mañana.

Pero Hermione le metía prisa, así que, muy a su pesar, tuvo que vestirse y salir de su habitación en modo zombie. Ron y Harry estaban en el salón, sentados en el sofá mientras Harry tenía a Jake en brazos, medio dormido. 

—¿Y Lizzy? —preguntó Allison, viendo que eran los únicos en el salón. 

—Al final va a quedarse en la habitación de invitados —informó Harry—. Ha dicho que no es lógico que duerma con vosotras teniendo un cuarto libre, así que está ahí intentando que Atenea no se escape a vuestra habitación —añadió, refiriéndose al puffskein de Liz. 

—Sí, no me extrañaría que te la encontrases debajo de la cama cualquier día, Hermione —comentó Allison, yendo a la cocina para desayunar—. A Atenea, claro, no a Lizzy. Aunque nunca digas nunca. 

Se sentó en el sillón y se bebió su zumo, mientras que Hermione ya se había colocado al lado derecho de Ron, en el sofá. 

—Bueno, ¿qué tal os fue anoche con Dumbledore? —les preguntó Ron a los mellizos. 

—Quería que convenciéramos a un viejo profesor para que volviese al puesto —respondió Allison—. Lo conseguimos haciéndole la pelota. 

—¿Para el puesto de Defensa Contra las Artes Oscuras? —dijo Hermione.

Harry y Allison compartieron una mirada antes de que el primero interviniera:

—No, en realidad no. Slughorn es profesor de Pociones. 

—Pero... —murmuró Hermione, inclinando la espalda hacia delante para poder verlos mejor—. ¿Eso significa que Snape va a dejar de dar Pociones? 

La cara de Ron se iluminó de júbilo por unos segundos, hasta que cayó en la cuenta de lo que eso significaba. 

—¿No querréis decir que Snape va a… enseñar Defensa Contra las Artes Oscuras? —preguntó en voz baja. 

—Todo apunta a que va a ser así —declaró Allison, dejando el vaso vacío en la mesa. 

Jake empezó a removers en los brazos de Harry, justo en el momento que Maddy bajaba por la escalera. 

—¡Maddy! —Ella se quedó parado ante el grito de Allison, asustada—. ¿Me haces una tostada, por favor? 

—Estás mayorcita para hacerte tus tostadas, ¿no crees? —respondió con una sonrisa irónica en la cara, acercándose y viendo que Jake estaba empezando a abrir los ojos. 

Sus sentidos de madre se activaron y decidió auparlo ella misma, cuando se puso a lloriquear por haber despertado. Le meció un poco mientras se sentaba en una butaca con él en brazos. 

—Ya voy yo a hacerlas, entonces —dijo en tono de fastidio Allison—. ¿Quién más quiere? 

—Yo —se apuntó Ron, ilusionado. 

—Pues ven. 

Ambos se dirigieron de nuevo a la cocina. De fondo se escuchaba la conversación que Harry y Hermione tenían con Maddy mientras esta trataba de calmar a su hijo. 

—¿Qué tal van las cosas por la Madriguera? —le preguntó Allison a Ron, sacando el pan y encendiendo la tostadora. 

Ron se había quedado absorto mirando el cachivache muggle donde Allison estaba metiendo el pan. Pero movió la cabeza con rapidez, despejándose de su asombro, para responder. 

—Bien, todo sigue más o menos igual. Ginny y mamá están que rabian cada vez que ven a Fleur, y los gemelos vienen de vez en cuando de visita. Bueno, aunque Percy sigue sin aparecer...

—Nunca entenderé qué les molesta tanto de Fleur —comentó Allison, frunciendo el gesto—. Es una chica increíble, y la última vez que fui a vuestra casa se acordaba de mí y todo. 

Ron solo se encogió de hombros. Por supuesto, a él también le parecía espectacular Fleur. Pero a Allison no solo le parecía guapísima —que lo era—, sino valiente e inteligente. Había dormido a un dragón ella sola, nunca se olvidaría de eso. 

Las tostadas estuvieron listas y la tostadora les avisó con un «plin», lo que sobresaltó a Ron. Pero, antes de que Allison pudiera cogerlas, vio que cuatro lechuzas se dirigían hacia la casa. Dejó que Ron se encargase de las tostadas para abrir la ventana, y las cuatro aves se posaron en la mesa detrás de ella, en una ordenada fila. Traían un sobre cuadrado cada una. 

—¡Son las notas! —gritó la chica, y a Ron casi se le cayó la tostada de la mano. 

Hermione, que lo había escuchado, se levantó de sopetón del sofá y fue corriendo hasta la cocina, seguida de Harry. Allison cogió su carta con creciente nerviosismo y empezó a sentir un gran dolor de tripa.

Allison sonrió. Sabía que Adivinación e Historia estaban suspendidas, porque ni sabía leer la bola de cristal ni prestó atención en Historia, después de que Harry se desmayara en mitad del examen. Pero esas le daban igual. ¡Había sacado dos Extraordinarios! Estaba orgullosa de sí misma.

Lo que la desanimaba era no haber alcanzado el Extraordinario necesario en Pociones. Debía empezar a pensar en una alternativa a auror, porque a no ser que Slughorn permitiera alumnos de Supera las Expectativas, no podría cursar nivel de EXTASIS.

Hermione estaba de espaldas a los demás, con la cabeza gacha, mirando de muy cerca su pergamino. Ron, con una gran sonrisa en la cara, comparaba sus notas con las de Harry, que parecía bastante aliviado. Allison se les unió, viendo que habían suspendido las mismas asignaturas que ella, además de que Harry había sacado un Extraordinario en Defensa Contra las Artes Oscuras.

—¡Enhorabuena, chicos! —los felicitó Maddy, con una gran sonrisa de orgullo—. Habéis sacado muy buenas notas. ¿Cómo te ha ido a ti, Hermione? 

—No está mal —respondió ella en voz baja.

—No digas tonterías —saltó Ron; se acercó a ella y le quitó la hoja de las manos—. Aja, nueve Extraordinarios, y un Supera las Expectativas en Defensa Contra las Artes Oscuras. —La miró entre alegre y exasperado—. Y estás decepcionada, ¿no?

Hermione negó con la cabeza, a lo que los demás rieron.

—¡Bueno, ya somos estudiantes de EXTASIS! —se alegró Ron, sonriente—. Vamos a comernos esas tostadas.

* * *

Maddy regresó al trabajo ese mismo lunes. Estaba emocionada porque, al fin, podría ejercer como sanadora a cargo de su sala —la Janus Thickey—, pero también tenía nervios por dejar a Jake en casa. Sirius y Remus le aseguraban que lo cuidarían muy bien, y los chicos se unían siempre a ayudar.

Hermione y Ron pasaron una semana agradable en Wigtown. La primera se dedicaba a hablar con Eliza sobre las clases, y libros que estaban leyendo. Mientras, Allison, Ron y Harry jugaban a quidditch todas las tardes. Incluso se les habían unido en un par de ocasiones, pero ninguna de las dos era muy buena ni les gustaba demasiado aquel deporte. 

Cenaban entre risas la mayoría de las noches, tratando de aferrarse a lo bueno y no dejarse llevar por las tragedias que la guerra conllevaba. Pero era difícil, teniendo en cuenta que los tres adultos traían malas noticias casi todos los días, de las reuniones de la Orden del Fénix. 

Ron se marchó a la Madriguera unos diez días antes del cumpleaños de los mellizos, pero Hermione permaneció en la casa. El 31, aunque Allison y Harry esperaban que los Weasley vinieran, Maddy les dijo que no iba a poder ser. Últimamente estaban teniendo lugar más ataques, más descontrol. Dementores sueltos, cuerpos encontrados bajo la Marca Tenebrosa, secuestros, tiendas saqueadas… Era un completo caos. 

Así que el único invitado —aparte de Hermione— fue Lyall, quien solo se quedó a comer y se marchó antes de mitad de tarde. 

—¿Por qué no puede venir Tonks? —preguntó Eliza antes de cenar. 

A Remus se le cayó al suelo el cucharón con el que estaba preparando la sopa, y se apresuró a recogerlo y limpiarlo. Maddy alzó las cejas, mirando en su dirección, pero enseguida rodó los ojos y siguió con lo suyo.

—Estaba ocupada con una misión —respondió Sirius desde el salón, jugando con su hijo, que soltaba risitas y babas por doquier. 

—Eso —se apoyó Remus. Maddy ocultó la risa con una tos. 

—Estáis raros —comentó Allison, limpiando su escoba con el equipo de mantenimiento nuevo que le habían regalado—. Bueno, tú llevas raro todo el verano —añadió, señalando a Remus. 

—Por si no te acuerdas, Allison, estamos en una guerra —argumentó él—. No es extraño que nos comportemos algo diferente... 

—Yo no me trago esa excusa, pero allá vosotros. 

Las cartas de Hogwarts llegaron al día siguiente, el primero de agosto. Además de las listas con los libros, la de Harry le trajo una gran sorpresa.

—¡Me han nombrado capitán! —gritó con entusiasmo, enseñándoles su insignia. 

—¡Felicidades, Harry! —saltó Liz, dándole un abrazo al chico. 

—¡Ahora tendrás la misma categoría que los prefectos! —exclamó Hermione—. ¡Y podrás utilizar nuestro cuarto de baño especial! 

—Eso es maravilloso, Harriet —dijo Allison, dándole un apretón en el hombro y una media sonrisa.

Intentó por todos los medios que nadie se diera cuenta de que, en esos momentos, sus celos la habían vuelto a abordar. Harry se merecía ser elegido capitán, había sido el buscador más joven en cien años y James estaría muy orgulloso de él.

Pero, joder, a ella también le habría encantado. No por nada había demostrado saber jugar como golpeadora, además de cazadora.

Sacudió la cabeza, librándose de esos pensamientos. Al menos, estaba aprendiendo a controlarse.

—Hablaremos con Molly y Arthur para ver cuándo podemos ir al Callejón Diagon —les dijo Remus.

Esa misma tarde, cuando Maddy llegó del trabajo, venía con otra sorpresa para Allison. Pero esta no era ni de lejos lo buena que había sido la de Harry. 

—¿Me estás diciendo que tengo que usar gafas? —preguntó Allison, haciendo una mueca de inconformidad, sujetando las que Maddy le acababa de tender. 

—El otro día estabas viendo la tele a un palmo de distancia —le recordó Maddy, con una mirada severa. 

—¡Solo quería ver más de cerca a Bad Pitt! 

—Porque de lejos no ves, Allison. Has heredado la miopía de James, ¿qué quieres que le haga yo? Llevas necesitándolas dos años por lo menos. 

Tras muchas más quejas de Allison y risas por parte de Harry al ver a su hermana con las gafas puestas, Maddy terminó de graduárselas con un hechizo, y Allison se tuvo que aguantar. 

—No sé de qué te ríes, las tuyas son más feas que las mías —se burló Allison.

Estaba cabreada porque era cierto que ahora veía bien. ¿De verdad la gente veía así de nítido de normal? Ella pensaba que el mundo era más borroso. 

Eso hizo que Harry se callase un rato, al menos. Hermione le aseguró a Allison que no le quedaban mal, pero cuando Lizzy bajó y la vio, casi se atragantó de la risa y Allison amenazó con lanzarle un maleficio.

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