Desde luego mi repentina llegada causó conmoción por parte de todos, pues era una completa desconocida la cual sin derecho alguno ahora compartiría habitación con mis tías abuelas, las grandes duquesas de esa época desatando el profundo odio de mi querida tía abuela mayor, Olga, quien estaba completamente en contra de que yo estuviera con todos ellos, ya que para ella yo solo era una despreciable cucaracha y lamentablemente la estadía en mi propio palacio no fue para nada sencilla, pues entre la servidumbre, mi tía abuela Olga & mis bisabuelos hicieron todo lo posible para expulsarme de sus vidas, pues para ellos yo era despreciable y por lo tanto era de absoluto desprestigio que estuviera presente con ellos en sus vidas personales al imaginarse que los traicionaría en el preciso momento en que confiaran en mi.
—Mira muchachita, no creas que por compartir nuestra habitación con nosotras eres una princesa o algo por el estilo, recuerda siempre que eres solo una asquerosa inmigrante, nada más, ¡Ah!, y quiero que sepas claramente que te haré la vida miserable si te metes con mis intereses, novios, amigos y lugar en la corte real rusa, ¿Entendiste bien, mugrienta? —aseguró mi tía abuela Olga estando llena de rabia y celos, pues me tomó del cabello fuertemente mientras me veía con sus lindos ojos azules introduciéndolos como abejas en mis ojos al estar bastante indignada tras amenazarme.
—¡Ahhh!, ¡Me estás lastimando mucho!, ABUELA —dije sin pensarlo nuevamente estando realmente adolorida en medio suelo al ser lastimada por esa chiquilla malcriada por lo tanto me guié únicamente por mi carácter desenfrenado.
—¿QUÉ?, ¿Cómo me dijiste, insolente?, ¿Abuela?, ¿Me dijiste abuela?, ¡Ahora si te asesino yo sola, maldita rata! —afirmó mi tía abuela Olga tomándome del brazo bruscamente causando que por accidente el diamante rosa que tenía incrustado en mi pecho perteneciente a su familia, mis antepasados se cayera, demostrando así que yo era una "ladrona".
—¿Pero qué demonios?, ¿Nos has robado?, ¡Maldita rata!, ese diamante es sagrado y lo has contaminado con tu sucia sangre, ¡Pero ahora si te irás de aquí pisoteada por mi padre el Zar!, eso te lo aseguro. —aseguró mi tía abuela María estando igualmente molesta, pues se acercó a mi mientras introducía sus delicadas manos entre los bolsillos de mi sucio vestido para verificar que no me robara más de sus valiosas pertenencias.
—¡Lo sabía!, ¡Nunca debimos de confiar tanto en ti, eh maldita ladrona! —exclamó mi tía abuela Olga encontrándose furiosa al descubrir mi diamante rosa, pues tal como sus hermanas creía que les había robado mientras se descuidaron conmigo.
—¡AMELIA!, ese diamante rosa era de mi abuela la Reina Elizabeth I de Inglaterra y ahora es pertenencia de mi madre, ¡No lo puedo creer!, de verdad que no. —dijo mi pobre tía abuela Anastasia encontrándose muy decepcionada de mi por el reciente "robo" en su propio hogar mientras se alejaba de mi cruzándose de brazos.
—¡Oh no!, ¡Este diamante me pertenece!, ¡Yo soy su REINA! —dije inútilmente guiada por mis instintos de salvadora universal arruinándolo todo una vez más, pues cometí un gravísimo error.
—¿Nuestra qué perdón?, ¡Te enviaremos a la ahorca por insultarnos!, ¡Ah!, ¿Y por cierto cómo lograste burlar toda la seguridad del palacio y robar el precioso diamante de mi madre sin que nadie lo supiera, eh? —Preguntó mi tía abuela Tatiana hallándose realmente conmocionada y molesta conmigo, pues no podía creer que yo solo fuera una ladrona en su propia habitación.
—¡Ay ya!, ¡Yo NO robé nada!, ¡El diamante me pertenece!, es... Es el único recuerdo que tengo de mi familia, de hecho me costó mucho tenerlo de vuelta y no pienso perderlo una vez más. —dije con voz apenada mientras lloraba mucho y me sostenía la cabeza con las manos en señal de desesperación, pues sabía que estaba arruinando todo pero mis emociones siempre me impulsaban al mal.
—¿Cómo va a ser de "tu familia" si tiene la letra R grabada en oro puro de nuestro apellido, eh?, ¡Quítenle el diamante ahora! —Ordenó mi tía abuela Olga estando demasiado enfadada y con mirada de odio hacia mi, pues penetró sus azulados ojos sobre los míos en señal de querer asesinarme sin importarle quien fuera, pues ella, como la hija mayor Romanov "heredaría la joya".
—¡NO!, ¡Por favor no lo hagan!, se los suplico. —exclamé estando algo adolorida en medio del suelo al ser arrebatada de dicha joya por la fuerza mientras lloraba muchísimo, pues yo no mentía y la herida producto del diamante en mi pecho estaba muy lastimada.
—María, ¡Dame el diamante rosa de mamá! —dijo mi tía abuela Tatiana estando algo desesperada frente a su hermana Olga como si fuera la más poderosa de las 4 chicas.
—¡Ah no perra!, ¡Ese diamante es mío por derecho!, ¡Soy mayor que tu!, ¡Dámelo ahora! —Gritó mi tía abuela María encontrándose furiosa tras hacer un auténtico berrinche frente a mi, pues se comportó como si fuera una niña pequeña y mimada.
—En ese caso me pertenece a mi porque soy la primogénita y heredera al trono después de nuestro hermano Alexei, eh. —aseguró también mi tía abuela Olga iniciando de nuevo una pelea sin sentido con sus propias hermanas, ya que eran muy ambiciosas y competidoras.
—¡Ya basta por favor!, odio que griten, peleen o me quiten MIS cosas, porque ese diamante lo es, además, ustedes 4 no saben quien soy yo en realidad y... —dije estando muy cansada de tantas peleas absurdas, pues estallé de desesperación tras hallarme dispuesta a decir toda la verdad cuando de pronto fuimos interrumpidas por una de las sirvientas la cual vino a dar malas noticias para todos.
Lamentablemente mi abuelo Alexei había tenido una crisis muy fuerte de su hemofilia porque se cayó de un árbol mientras trataba de llamar la atención de un gato vecino y por eso les fue informado a toda su familia, pues según los médicos de la corte mi abuelito no pasaría una noche más con vida por culpa de sus horribles heridas, así que tuvieron que llamar a Rasputín de caracter urgente, el loco monje curandero muy cercano a ellos, el cual era un hombre muy misterioso, pues su aspecto físico daba la sensación de estar frente a un esquelético terrorista exiliado con 50 años de abstinencia al alcohol, no obstante, lo que me produjo auténtico pavor de Él fueron sus penetrantes y grandes ojos azules, los cuales me daban mucha desconfianza y escalofríos con solo verlos de frente, pues tenía la extraña sensación de que ese hombre viejo me estaba hipnotizando como a todas las mujeres de San Petersburgo.
Por desgracia, esa misma noche mi amada tía abuela Anastasia también había enfermado de una grave pulmonía por estar bajo la lluvia durante la tarde complicando la situación para la familia, quienes dejaron todo lo que hacían con tal de estar con sus hijos y hermanos desesperándose mucho más al ver como la altísima fiebre de Anastasia no bajaba para nada mientras gritaba de dolor por su garganta inflamada y las intensas hemorragias de Alexei no cesaban con nada, ni si quiera con la intervención del tal Rasputín, no obstante, en esos momentos de dolor y angustia se me ocurrió tratar de curarlos con mis conocimientos en medicina, los cuales había aprendido en la secundaria cuando era una chica normal en mi época y más adelante para tratar de salvar a mis soldados & guardias reales de la sangrienta guerra cuando mi incomprendida tía Christelle nos atacó, cosa que obviamente mis antepasados Romanov no sabían, por lo tanto, fui ridiculizada por todos al decir que sabía como sanarlos adecuadamente, incluyendo a mis tías abuelas, pues ellas también me veían como a una sucia y floja chiquilla sin futuro.
—¡Yo puedo curarlos!, si, ¡Se cómo hacerlo!, vamos, ¡Déjenme demostrarles de qué soy capaz en realidad! —dije seriamente tomando a mi tía abuela Anastasia de la mano, pues la pobrecita estaba delirando debido a la fiebre que tenía.
—¡Suelta a mis hijos!, pues este es el secreto más grande que tenemos oculto de toda Rusia, ¡Tú no puedes tocarlos!, ya que nuestro médico, amigo y asesor real se encargará de curarlos como siempre lo ha hecho, ¡Ashh!, mocosa. —aseguró mi bisabuela Alejandra estando algo molesta al ver como había tomado la mano caliente de Anastasia, su hija menor, pues yo era una extraña para ellos en ese momento.
—¡Ya estoy aquí sus Majestades!, ¿Y ella quién es si se puede saber?, ¡Ohhhh!, ¡Por los dioses!, es muy extraño sus excelencias pero justo ahora siento una vibra muy misteriosa y desconocida para mis conocimientos. —Preguntó Rasputín mientras que me veía con nerviosismo y algo de intriga sin quitarme los ojos de encima como por 2 minutos erizándome la piel de pies a cabeza, pues ese raro hombre murió 5 años antes que mis antepasados por su ambisión.
—¡Ohhhh!, ¡Lo que dije fue que yo puedo curarlos a los 2!, pues no todo en esta vida se cura con pastillas de opio y tabaco. —Reafirmé mis palabras iniciando a disgustarme de que me ignoraran, pues gracias a mi ex profesora Saralí sabía que mi bisabuela tomaba drogas cada cierto tiempo cuando se estresaba.
—¡Ohhhh!, ¡Insolente! —exclamó mi bisabuela Alejandra hallándose realmente sorprendida por mi comportamiento, pues se quedó boquiabierta cuando decidí retarla con uno de sus grandes secretos.
—¡Ja, ja, ja!, ¿Tú?, ¿Quién eres, sucia malcriada?, ¿Eres doctora o médica de la corte?, aparte, eres UNA MUJER sin títulos reales y las campesinas no se relegan a sus autoridades, ¡Mejor cállate, tonta rata inmunda!, ¡Déjaselo a un experto como yo el cual si tiene experiencia, prestigio y es confiable para todos ellos! —dijo cruelmente Rasputín escupiéndome en la ropa asquerosamente mientras que se reía de mis ocurrencias fantasiosas de ser alguien más que solo una simple chica extranjera, ya que mis nuevos poderes mágicos eran notables hasta para Él, el hombre más odiado por el pueblo ruso en esas épocas después de mi pobre bisabuelo Nicky.
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