36.5
Chris lleva su mano hacia su pecho, específicamente a la altura de su corazón, mientras recuerda algo dicho por su madre cuando él era muy joven.
"Cuando sientas que la compañía de alguien es indispensable, que tu mente se concentre en ella y tu corazón late desbocado ante su presencia, no la dejes ir, es la indicada"
El actor no piensa demasiado y corre hacia la joven, pero es cuando se da cuenta que ella ha abordado el autobús y este avanza rápidamente. Chris se da cuenta de su error y grita el nombre de la joven, pero al parecer no lo escucha.
Él permanece unos instantes observando aquel vehículo alejarse, mientras medita lo que ha pasado.
—Esto no pudo haber terminado así —murmura varias veces antes de comenzar a correr en la misma dirección del autobús.
Pasan un par de cuadras antes de que, a pesar de la oscuridad, pueda ver la silueta de Rose corriendo en su dirección, puede distinguirla por la chamarra rosa que ella lleva. La chica mantiene un semblante lleno de angustia, que sólo desaparece cuando sus ojos lo encuentran.
Disminuyen la velocidad hasta que se detienen uno frente al otro, él extiende sus brazos y da un paso hacia ella, quien de inmediato salta para enrollar sus piernas en las caderas del actor y sus brazos sobre su cuello, y poder besarlo.
Rose y Chris se entregan en aquel beso lleno de emociones. Chris la sostiene por la cintura y ella se aferra a su cuello, acariciando su cabello sin querer terminar aquel beso, que por falta de aire, deben concluir. Se aferran uno al otro e intentan eliminar toda separación entre sus cuerpos.
—No te vayas de mi lado —murmura Chris una vez que separaron sus rostros.
—Entonces no me dejes ir —responde ella con la respiración agitada —, pídemelo o demuéstrame que quieres que me quede, y lo haré, por ti lo haré —dice acariciando el rostro del actor.
Él sonríe antes de volver a besarla, aunque en esta ocasión el beso es más delicado y suave, Chris se permite abrazarla con cariño y ella acaricia lentamente su rostro. Apenas se separan, ella se baja de su cintura y comienzan a caminar en dirección a la casa de la chica, con el pretexto de pasar más tiempo juntos.
—No pensaba dejarte ir —dice él entrelazando su mano con la de ella.
—Y yo no pensaba dejarte —responde Rose —, cuando el autobús avanzó me di cuenta de mi error, pero no pude bajarme hacia la siguiente parada, así que lo hice y corrí hacia ti —le explica.
—No puedo explicar todo lo que siento, aquellas preguntas me hacen pensar que te conozco de toda la vida y que eres la persona que siempre estuve esperando —afirma manteniendo una radiante sonrisa.
—Entonces funcionó —murmura ella acariciando el brazo de Chris.
—Funcionó —responde él robándole un beso.
Permanecen en silencio unos minutos, meditando todo lo que pasó en las últimas horas y es cuando se percatan que duraron más de 3 horas hablando. Realmente el tiempo pasó volando.
—¿Puedo preguntarte algo? —cuestiona Rose cuando ambos se encuentran acostados sobre su cama, simplemente disfrutando de su compañía, uno frente al otro. Sin malas intenciones y con el único objetivo de preservar este mágico momento.
—Lo que quieras, linda —responde él acomodando un mechón de cabello de la chica.
—¿Por qué aceptaste la prueba? —dice ella soltando la pregunta.
—A decir verdad, me pareciste muy guapa, aunque no fue precisamente por eso —le confiesa —, algo dentro de mí me dijo que aceptara, como una pequeña corazonada que prometía hacer mágica esta experiencia.
—¿Y lo fue?
—Claro que sí.
—¿Te arrepientes de algo? —pregunta con una pequeña sonrisa.
—Podría contestarte que me arrepiento de no haberte besado antes —responde y ella de inmediato se sonroja —, aunque creo que el beso fue en el momento adecuado.
—Lo fue y me encantó —dice la chica antes de ser ella quien tome la iniciativa para besarlo.
—¿Eso quiere decir que este es el inicio de algo nuevo? —cuestiona ahora él.
—Definitivamente. Como te lo había dicho, eres un príncipe azul y no pienso dejarte ir —aclara ella.
—Y tú eres una bella princesa, de la cual no pienso separarme de tu lado, ahora ni nunca —menciona y vuelve a besarla.
[...]
Un año después, al correo de Arthur Aron llega un e-mail con un archivo adjunto. En el correo, una chica relata la aplicación del cuestionario y describe las variantes respecto al lugar y tiempo de aplicación, además de contener un pequeño resumen en donde ambas partes expresan lo que sintieron durante la prueba.
El psicólogo toma asiento mientras lee el largo correo. Le parece fantástico, primeramente, por aquella singular redacción y la forma de dirigirse hacia él, además de que la historia tiene algo que lo atrae.
El mensaje no contiene algo referente a resultados, así que procede a abrir el archivo adjunto, en el cual, conforme aparece y en caligrafía muy bella de color dorado puede leerse...
"Rose Marie Johnson y Christopher Robert Evans tienen el honor de invitarlo a su boda..."
Fin.
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