Día 7 | Sam es rojo y Bucky es azul

Cantidad de palabras: 438
Advertencia: Ninguna

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No se van a llevar bien, les habían dicho alguna vez.

El color que representaba a cada uno era casi opuesto al otro. Sam, por un lado, era rojo, aquello simbolizaba su pasión de hacer las cosas, el amor y lo fuerte pero al mismo su fuerza y valentía. Bucky, por el otro lado, era azul, que simbolizaba que era más tranquilo, se concentraba más en lo suyo, además su nobleza pero al mismo tiempo su tristeza.

Son opuestos, la gente decía, y dos opuestos no van a congeniar bien. Era extraño que dos personas con tonos diferentes se llevaran bien. Era antinatural. Generalmente las personas de mismo tono se relacionaban entre sí, pero existía cierta discriminación hacia los otros colores.

Solo que a ninguno de los dos le importaba. Desde que se habían conocido -y casi odiado a primera vista- aceptaron sus diferencias y comenzaron a tratarse bien. No eran como el resto, y nunca lo fueron.

Sam pensaba que las heridas de Bucky lo hacían único, el color azul que irradiaba de sus ojos, lo frío pero cálido que era al mismo tiempo, la seriedad pero alegría que mostraba cuando estaban juntos, sus manos heladas y las lágrimas que derramaba de vez en cuando, los pequeños gestos y palabras que se le dificultaba decir pero eran reales. Para Sam, ese chico azul era perfecto.

Bucky pensaba que Sam era el amor de su vida, le gustaba su cálida piel que lo abrigaba por las noches, el tacto de sus manos, su sonrisa pegajosa, su fortaleza y todo lo que lo acompañaba, como lo hacía sentir amado y amar, la felicidad que irradiaba. Para Bucky, ese chico rojo era el mejor hombre que hubiera conocido en su vida.

Cuando el mundo les apuntaba con el dedo índice, todo era gris, el humo y las oscuras nubes, el cielo, las miradas, todo era tan gris...

Pero decidieron que no importaba. No les iba a importar y vivirían su vida como les diera la gana. En el momento en que juntaron sus labios, tomaron sus manos y enredaron sus pensamientos y deseos, solo entonces fue cuando se dieron cuenta que no eran rojo y azul. Su amor brillaba en violeta y lila, diferentes tonalidades de morado. Sus besos eran morados, sus cuerpos eran violetas, sus deseos eran lila. Dentro de su pequeña habitación, todo era de aquel color que simbolizaba cómo se amaban, cómo se habían mezclado y habían dejado atrás aquellos miedos que les hacían detenerse de permitirse amar.

Porque aunque Sam era rojo y Bucky era azul, ambos colores se mezclaban para formar un hermoso color violeta. 

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