Día 21 | Oficios opuestos
Cantidad de palabras: 500
Advertencia: Ninguna
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Era lo suficientemente temprano en la mañana para que Sam pudiera pasar a su cafetería favorita a comprar algo para desayunar y después dirigirse a su oficina con toda tranquilidad.
Lo único que no sabía era que su plan se voltearía completamente. Ni bien iba dando la vuelta para dirigirse al local que buscaba, un hombre que iba muy apresurado chocó contra él y cuando se dió cuenta, Sam ya tenía su camisa de botones cubierta de café. Agradeció mentalmente que no estuviera caliente.
Tardó unos segundos en salir del pequeño susto y se dirigió al hombre que se encontraba de rodillas en el suelo recogiendo todo lo que sostenía anteriormente en sus brazos.
—Lo siento— Lo escuchó murmurar. —, no era mi intensión. Lo lamento demasiado.— Entonces Sam decidió acercarse y ayudarle a recoger sus cosas. Era posible que aquel joven creyera que estaba enojado, pero en realidad no lo estaba.
—Descuida— Menciono pasándole al otro algunos papeles. Por un momento se quedó hipnotizado por sus ojos. Nunca había visto unos como aquellos, azules y tan lindos que- en realidad nunca había pensado algo así, ¿qué le pasaba? —, tengo suficiente tiempo para ir a cambiarme.
El joven de los ojos azules y cabellos castaños lo volteó a ver y suspiró aliviado. Solo que antes de que Sam pudiera decirle cualquier cosa, el sonido del teléfono del otro comenzó a sonar y volvió a ver aquella expresión de pánico.
Mientras se ponían de pie, Sam lo observó contestar el teléfono y escuchó una voz femenina: —Barnes, ¿dónde estás?
—Romanoff, voy en camino, te lo juro por lo que más quieras— Al mismo tiempo que se colocaba el teléfono en la oreja y lo sostenía con el hombro, buscó algo en sus bolsillos y luego le extendió algo de cambio a Sam, quien lo miró sorprendido. —. Lamento mucho lo de tu camisa, espero que esto pueda compensarlo o que puedas comprarte un café y- Nat, no te estoy hablando a ti.
—Guárdalo, no tienes que pagarme nada.— La sonrisa en el rostro de Sam hizo que el otro le mirara con ojos de perrito. Sabía que aún se sentía arrepentido.
—¿De verdad?
—De verdad. Tómalo como un favor.
—Hombre, muchas gracias, ojala te vea de nuevo y pueda devolverte el favor— Entonces, el castaño tomó bien sus cosas y comenzó a caminar hacia donde se dirigía nuevamente. Sam lo quiso observar un poco mientras se iba y lo escuchó decirle a la persona con quien hablaba: —. Romanoff, te ruego que me cuides al grupo unos cinco minutos. No hacen tanto alboroto como crees.
Entonces lo supo. Aquel castaño de ojos azules era profesor y se le estaba haciendo tarde para llegar a la escuela. Y eso le pareció tierno de ver. Recordó después que tenía que cambiarse de ropa, y mientras se daba la vuelta, observó el vaso de café que se cayó de las manos del otro antes. "James" decía escrito. Claro que se encontrarían de nuevo.
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