Día 2 | Mi canción favorita
Cantidad de palabras: 500 (alcancé mi propio límite quq)
Advertencia: Ligera referencia a relaciones sexuales
Mi canción favorita: Start A Fire —Ryan Star (fun fact: no es mi canción favorita, realmente no tengo una, pero si hubiera elegido la que más me pega y todo, esta historia hubiera quedado muuuy triste)
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Ambos se encontraban sentados en la parte trasera de la camioneta de Sam. Los dos veían el atardecer en la pequeña playa mientras tomaban cerveza de las botellas que sostenían y escuchaban la música que sonaba en la radio, people rockin' in the free world...
Sam ni siquiera podía creerlo, a veces le resultaba difícil de entender cómo había sucedido todo. Pero estaba feliz. Es decir, estaba contento con todo lo que la vida le había dado y no podía pedir más. A veces unas personas se iban, pero llegaban otras a poner su mundo y realidad de cabeza y creía que eso fue lo mejor que le había pasado en la vida entera.
Bucky no estaba mejor que el otro. A veces sentía no merecer todo lo bueno que le pasaba, pero poco a poco entendía que era humano, igual que lo demás. Y solo por eso era digno de recibir todas las bendiciones que considerara así.
Años atrás pensaban que nunca podrían llegar a ser siquiera amigos, solo eran conocidos con un amigo en común. Pero ahora, apenas el día anterior acababan de hacer el amor, profanando de esa manera el amor que sentían el uno por el otro, siendo uno solo. Eran un completo desastre en su desordenado cuarto.
—¿En qué piensas?— Cuestionó el moreno volteando a ver al otro. Bucky parecía bastante inmerso en sus pensamientos, sus manos empuñando la botella entre sus piernas y sus pies cruzados eran reflejo de su casi evidente inseguridad. Y Sam no quería que se sintiera de esa manera.
—Lo que me dijiste anoche— Y aunque se sentía un poco apenado sobre el tema, Bucky logró preguntar: —, ¿era verdad?
—¿Qué cosa? ¿Sobre que te amo?— Sam recordó, y una sonrisa no pudo evitar formarse en su rostro al repetir en su mente el momento en que Bucky fue suyo. Tal vez siempre podría serlo. La manera en la que el castaño temblaba al tacto de sus manos contra su piel era algo que jamás olvidaría, y la manera en que llamaba su nombre sería su melodía favorita. —¿O que no tendría ningún problema con repetirlo?
—... Todo.— Bucky quiso desviar su mirada, pero terminó mirando los ojos a Sam. La sonrisa en su rostro lo hizo sentir seguro de dónde estaba en aquel momento.
—Todas y cada una de mis palabras. ¿Por qué te mentiría?— El castaño asintió sonriendo. Era cierto, le creía a Sam. Siempre lo hizo. Y antes de poder decir algo, Sam suspiró: —¿Por qué esto no puede durar para siempre?
—Podemos... hacer que dure para siempre.— Bucky animó en un susurro. Sam lo miró y no pudo evitar sonreír ante aquella invitación. Ambos eran un desastre, lo sabían, pero mientras estuvieran juntos, lo que hicieran sería su desastre. Se acercó para besarlo y fue correspondido al instante. Ambos sabían que no acabaría ahí.
Aquello no podía ser más que amor; no era solo un deseo, no era una fantasía, no era un juego. La felicidad de ambos era real y no era solo un sueño.
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