Cantidad de palabras: 407
Advertencia: Me proyecté mucho en Wanda ¯\_(ツ)_/¯

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Wanda definitivamente era una observadora. Había cosas que ante sus ojos parecían obvias, pero el resto de sus compañeros de clase veían al revés. Y a veces se sentía como un bicho raro, que no encajaba o que nunca iba a tener la razón en algo.

Hasta que un día, aquello cambió. Al menos dentro de ella.

Toda la escuela podría pensar que Bucky era un chico rudo que vestía chaquetas de cuero y andaba en motocicleta de un lado a otro. Pero la verdad era que no era cierto. Ella nunca lo había visto en una motocicleta y jamás se había comportado como un chico rudo, al contrario. Bucky siempre había sido un chico reservado, pero era el más amable que conocía, el más respetuoso con sus mayores y al mismo tiempo el más disciplinado dentro de su grupo de amigos, previniéndolos siempre de las idioteces que se les ocurrieran. Además, ella sabía que el castaño sabía bailar ballet.

Por otro lado, todo el mundo pensaba que no podría haber nadie más amable y noble que Sam. Lo veían como el típico chico responsable que nunca faltaba con alguna tarea y participaba por gusto propio en clases. Y Wanda sabía que lo era, todo aquello era hasta cierto punto verdad; pero no debían hacerlo enojar porque entonces era incontenible, capaz de ir contra cualquiera de ser necesario. Él sí que podía conducir una motocicleta y a veces se ponía del lado de sus amigos y no de las leyes que imponía la escuela, quizá hasta metiéndose en problemas algunas veces.

Todo aquello solo corroboró su teoría de que, en efecto, Sam era un punk y Bucky hacia ballet. Aquella teoría que se le venía a la mente cada vez que skater boy sonaba en su playlist. Pero no fue hasta ese día que, mientras ella buscaba un lugar en el campus para sentarse a leer y comer su almuerzo, observó a los lejos como la pareja compartía un beso.

Bucky abrazaba a Sam por los hombros mientras el otro lo tomaba por la cintura y lo empujaba contra la pared.

El rostro de Wanda ardió en un tono rojo y prefirió buscar otro lugar para sentarse mientras sus labios formaban una extraña sonrisa. Tenía razón, ella sabía que tenía razón. Sam definitivamente era un punk y Bucky definitivamente hacía ballet. Se colocó sus audífonos lentamente y comenzó a sonar su ahora canción favorita a todo volumen.

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