Capítulo 5: La calma previa a la tormenta
Sofía no tardó mucho en llegar, se apoyó en la puerta del aula y miró hacia adentro. Luego, se dio la vuelta y fue hasta el curso de al lado. Se acercó a unos chicos que estaban en frente de este y les habló.
—Hola, disculpen, ¿Por casualidad tienen una mesa y una silla de más en su curso?
—Hola, sí. —Entraron y le señalo el asiento del fondo.
—Gracias —Mientras los chicos la miraban, ella fue y agarró la mesa—. Enseguida vuelvo por la silla —dijo al mismo tiempo que se iba a su aula.
Una vez que acomodó su lugar de la misma forma como lo estaba antes, se sentó a esperar que el recreo terminara. No pasó mucho hasta que la campana sonó y sus compañeros empezaron a entrar en grupos. Ella levantó la mirada y vio a Ian, el cual se dio cuenta de que lo estaba mirando, por lo que, la saludo con un gesto y una pequeña sonrisa. Sofía respondió de la misma forma, luego, apartó la mirada un poco nerviosa.
—Vaya, vaya, vaya... Aquí tenemos al afortunado que quieres que te visite en tus sueños —se burló el "ángel" al ver la expresión que tiene en el rostro.
Él mantenía su enorme sonrisa, mientras flotaba alrededor de Sofía.
«Cállate, no arruines el momento», pensó ella, tratando de dejar de sonreír para que no la siguiera molestando.
—Si solo te saludo, ¿de qué momento estás hablando?
«Es algo que hacemos nosotros, siempre que entra de los recreos me saluda»., respondió sin mirarlo, debía comportarse para que sus compañeros no pensaran que era una loca.
—Y si eres la única dentro del aula, agregando que te le quedas viendo como una acosadora... Pobre chico, saluda por compromiso.
«Eso... eso no es verdad», ella nunca lo había visto de esa forma, pero ahora creía que su amigo podía tener razón. «¡No! Ian no es así, siempre es amable y es el único que me habla de manera normal cuando está cerca».
—¿Y solo por eso te gusta?
Empezó a acomodar su cuaderno, junto a sus útiles encima de la mesa, ya que acababa de entrar el profesor y todos sus compañeros estaban en sus respectivos lugares.
«¿Qué quieres decir?».
—¿Solo por qué es amable y respetuoso te enamoraste de él? Digo, es algo normal.
«Es por eso, "porque es normal"», sonrió como boba por estar pensando en Ian. «No lo entenderías, de seguro nunca te gusto nadie y mucho menos alguien se enamoró de ti».
—Tienes razón, una adolescente de diecisiete años puede darme lecciones de amor. ¿Qué son miles de años de vida a comparación de tu basta y sabia experiencia?
«No seas malo, no me refiero a eso. Es... difícil de explicar, tienes que vivirlo. No se trata de lo que hace, sino de cómo te hace sentir».
—¿Cómo una persona normal? —preguntó al instante, en un tono más serio.
«Sí... Es el único que me trata como una persona normal», pensó de manera desanimada. «Sé que él no me ve como alguien especial, ni siquiera debe recordar mi apellido..., pero es amable con todos y que sea así es lo que me gusta».
Al instante, Sofía movió su cabeza de lado a lado y trató de recobrar el ánimo. «¡Ya sé! Tengo una idea», le dijo mentalmente Sofía, sonriendo de manera traviesa.
—No —dijo al instante el ángel.
«Ni siquiera sabes que iba a decir, digo, pensar».
—Seguro vas a pedirme algo.
«Bueno... si, pero no sabes qué».
—No es necesario.
«Vamos, soy tu amiga. ¿No dijiste que te parecía divertida? Podemos hacer que sea todo más entretenido».
Él flotó hasta ponerse enfrente de ella, mientras mantenía una expresión de estar pensando.
—Hmmmm, a ver, ¿qué tienes en mente?
«¿Por qué no me ayudas a hacer amigos?, si somos más, tendremos mejores ideas».
—Ya veo, ya veo... tiene sentido —asentía con la cabeza—. ¿Cómo quieres hacerlo?
«Que tal si, y digo, "que tal si", me dices lo que ellos están pensando y de esa forma yo puedo anticipar lo que quieren. Con esto verán que soy alguien agradable y querrán juntarse conmigo», lo miró esperando a ver su reacción.
—¿Así qué quieres engañar a la gente para qué se acerque a ti? Entiendo... no creí que quisieras fingir ser algo que no eres para agradarles.
«¡Aaah! Tienes razón», cerró los ojos con fuerza en señal de que se equivocó al hacerle esa petición, viéndolo de esa forma sonaba bastante mal. «Lo había visto en una película y nunca le dieron ese enfoque, parecía divertido».
—Pero... Podría ayudarte con Ian. —Se volteó para mirarlo por un momento, y luego se enfocó de nuevo en Sofía—. ¿No te gustaría que él se acercará a ti?
«¿¡De verdad lo vas a hacer!?», trató de contener la emoción, ya que todos estaban escribiendo y la profesora se encontraba al frente anotando algunas cosas en la pizarra.
—No creo que sea difícil, solo... tengo que acercarme a él de esta forma. —De manera suave voló hasta estar a su lado —Ian, voltea —susurró mientras tocaba su hombro.
El chico de pelo rizado y piel morena, se giró pensando que tenía un insecto. Se pasó la mano un par de veces para intentar quitárselo y volvió a mirar al frente.
Sofía, estaba atenta a lo que acababa de pasar. Se llevó la mano a la boca, no podía evitar sonreír. Su corazón latía rápido, pensando que el "ángel" iba a ayudarla con Ian.
—¡Sofía está enamoradísima de ti! —gritó él.
—¡No es cierto! —negó ella, al mismo tiempo que se levantó por reflejo.
Todos sus compañeros la miraron, incluyendo Ian que no entendían qué pasaba.
—¿Qué cosa no es cierta, señorita Medina? —preguntó la profesora queriendo saber por qué su alumna reaccionó así, interrumpiendo la clase.
Ella se llevó ambas manos a la boca, nunca había estado tan avergonzada.
—Eh, ah, emmm, yo... había... aprendido la fórmula de otra forma, profe. —se excusó, intentando no cruzarse con la mirada de ninguno de sus compañeros.
—¿Y por eso gritas en medio de la clase diciendo qué me equivoco?
—No me refería a eso, lo siento. —Se sentó en su lugar con la cabeza agachada—. Es que... eeehh... si uso esa fórmula, me da un número diferente en la calculadora.
—Puede ser, ya que tienen que sumar todo por parte. Pero de esta forma es mejor, no cometerán tantos errores. Por favor, señorita Medina, la próxima vez que algo no te parezca bien, levanta la mano como una alumna normal. —le remarcó y siguió con la clase.
Todos los alumnos empezaron a reírse.
—Sí, profesora. Lo siento.
No podía creer la estupidez que acababa de hacer. Empezó a hacerle mucho calor, al mismo tiempo que no podía dejar quietas las manos.
«Eres un tonto, bobo, idiota, pervertido, mal amigo, imbécil, tonto al cuadrado y bobo al cubo», se sentía como una tonta y estaba molesta con él.
—Tú dijiste que querías divertirte. Eso... fue muy divertido —dijo el "ángel" al ponerse frente de ella.
«Pero no a costa mía, ¿por qué me hiciste hacer eso?», preguntó, aún sin levantar la cabeza.
—¿Eh? Yo no te hice nada, tú reaccionaste sola. Ellos no pueden verme o escucharme, ya lo sabías.
«Lo sé... pero... lo hiciste apropósito», empezó a sentirse mal, por culpa de esto, todos se burlarían aún más de ella. «Ahora... también quede mal con Ian».
El "ángel" se acercó a ella, hasta tener su cara frente de la de Sofía.
—Levanta la cabeza y mira al frente —susurró. Al ver que no le hacía caso, le pidió de nuevo —Es ahora o nunca, hazlo.
Ella miró hacia adelante y vio a Ian mirándola, quien al instante se volteó.
«¿me estaba viendo?».
—De nada, ahora no se va a olvidar de ti —comentó orgulloso.
«Pero... me recordará como una tonta».
—¿Crees que él pensaría mal de ti? —Se alejó un poco de Sofía, volviendo a su habitual posición a un lado de ella, mientras mantenía una sonrisa.
«¿Estás diciendo que esto fue algo bueno?», aquellas palabras le dieron ánimos, creía que, sí el "ángel" que podía leer pensamientos decía eso, era porque significaba que estaba bien.
—Tal vez... ¿Quién sabe?
«No eres tan malo como pensaba».
—¿Perdón? ¿Piensas qué te ayudé?
«Dijiste que levantara la mirada para que lo viera, querías animarme... No creo que hagas las cosas solo porque sí»
—Eres tú la que quiere verlo de esa forma, yo no niego ni afirmo nada, siéntete libre d...
«Gracias, pero la próxima vez... ayúdame de una forma menos vergonzosa», trató de calmarse, ya que su corazón aún seguía latiendo de manera acelerada. Viéndolo de esta forma, tenía bastante sentido y le servía para que no se lo tomara mal. Ya que en realidad, sabía que no importaba que hiciera, sus compañeros la seguirán tratando de la misma forma. Salvo por Ian, la única persona con la que de verdad le gustaría relacionarse.
—¿Tienen alguna duda? —La profesora miró a Sofía y se dirigió a ella. —¿Algo qué decir, señorita Medina?
Esto hizo que deje de estar en sus pensamientos y se enfocará en la clase.
—No, profe. Está bien. —Sin perder tiempo, empezó a escribir.
La profesora se sentó en su lugar, esperando a que sus alumnos terminaran de copiar. No pasó nada interesante durante el resto del día en la escuela. Ya que en el siguiente recreo, Sofía lo paso cerca de la preceptora para que no la molestaran. Sabía que hizo enojar a Griselda y que por hoy, era mejor estar en guardia, evitándola.
Cuando las clases terminaron, salió rápido como de costumbre, tenía que pasar a buscar a su hermanito. Tardaba de 10-15 minutos en llegar. Luego, volvieron juntos a su departamento.
Cuando entró a su casa, hablaron un poco con Martita para saber como se encontraba en el día de hoy su abuela. Una vez que la joven señora le contara que todo estaba bien, se despidió. Al instante que se fue, Sofía empezó a cocinar. Faustino por su parte, le tocaba acomodar su ropa y separar lo que tenía que lavar.
«Ángel, ¿tú comes?», preguntó mientras preparaba una salsa.
—No.
«¿No quieres probar mi comida?».
—No, gracias.
«¿Por?».
—Porque no necesito comer
«Pero podrías disfrutar de la comida igual, es una de las mejores cosas en el mundo cuando comes algo que está rico».
—No me interesa.
«¿Sabes cocinar?».
—Supongo.
Sofía detuvo lo que estaba haciendo y lo miró extrañada.
«¿Cómo que supones? ¿Sabes o no?».
—Si quisiera podría cocinar, nunca lo hice —respondió sin darle importancia.
«¿Quieres intentarlo?», le ofreció mientras le pasaba una cuchara de madera.
Él solo se quedó mirándola, sin hacer nada.
«Miedoso», intento provocarlo, sin éxito. «¡Ah! Tengo otra idea».
—Ten cuidado con lo que vas a decir, puede que te pase algo parecido a lo de hoy —advirtiendo de manera juguetona.
Sofía ignoró ese comentario y continuó con lo que estaba por pensar.
«Qué te parece sí... haces aparecer comida de algún restaurante famoso, ¿puedes hacerlo?».
—Podría...
«Deberías hacerlo, así pruebas de lo que te estás perdiendo».
—¿De paso tú también pruebas lo que es la comida de primera?
«Exacto, todos ganamos», ella sonrió confiada de su buena idea.
—Hmmm, ¿Y qué harás con lo que tienes detrás? —Señalo la olla que le caía espuma y la sartén que estaba llena de salsa, salpicando alrededor.
—¡Ah! —Rápido empezó a revolver el contenido de ambos para que se detuvieran, al mismo tiempo que intentaba apagar el fuego—. Voy a tener que limpiar, que desastre —refunfuño Sofía.
Coló la pasta, la sirvió en los platos y llevó todo a la mesa. Llamó a su hermano y se sentó al lado de su abuela para ayudarla a comer.
La sala estaba compartida con la cocina, dejando poco espacio. Había una mesa cuadrada de madera en el centro y tres sillas del mismo estilo.
A un lado, contra la pared, se encontraba un largo mueble con cajones, donde guardaba todos los platos, cubiertos y vasos. En la parte de arriba no había nada, todas las macetas con flores, fotos y adornos de tela, que alguna vez Sofía y su abuela cocieron, los quitaron.
Sofía tenía la impresión que ponían triste a Gladis. Muchas veces la encontró mirando aquellos objetos, como si intentara recordar y no pudiera...
Por eso toda la sala se sentía vacía, salvo la mesa, las sillas, el sillón de Gladis, la televisión y un reloj en la pared, no había otra cosa.
Del lado del balcón tampoco, solo lo utilizaban para poner un tender y colgar la ropa.
Cuando terminaron de comer, Faustino levantó todo y se puso a lavar los platos. Por su parte, ella dejó a su abuela viendo la tele y fue a lavar la ropa. Una vez que terminó, se acercó hasta donde estaba Gladis y al ver que se encontraba durmiendo, la ayudó a ir a la cama.
Cuando ya casi eran las 4 p.m., Sofía empezó a prepararse para irse. Se acercó a su hermano que estaba en la sala, aprovechando para mirar la televisión, ya que estaba libre.
—¿Vas con Franco a fútbol?
—Si, su mamá me va a pasar a buscar.
—¿También te vuelves con ellos?
—Sí.
—Okey... —Satisfecha con esas respuestas, se dirigió a la puerta— Martita viene a las cuatro, no tienes que hacer nada, la abuela está durmiendo, pero échale un vistazo cada tanto.
—Está bien.
—Nos vemos a la noche —se despidió y apenas salió de su casa, apresuró el paso.
Sofía trabajaba medio tiempo en una tienda de zapatos. Todo esto gracias a que una de las encargadas conocía a su abuela Gladis y ella quería darle una mano de esa forma. No podría trabajar en otros lugares por su edad, por lo que se esforzaba mucho para demostrar lo agradecida que estaba por la oportunidad que le dieron.
Ya era de noche, las 9 p.m cuando llegó a su casa. Al entrar se encontró a Faustino viendo la televisión y su abuela sentada al lado. Se acercó a ella y le dio un beso mientras la saluda, luego, intentó hacer lo mismo con su hermano, pero este se movió para evitarlo.
—No me molestes —se quejó frunciendo el ceño.
—Ah, cierto que ya eres un hombrecito, perdón —se burló Sofía —¿Te dijo algo Martita antes de irse? —preguntó al mismo tiempo que sacaba las sobras del medio día de la heladera y comenzaba a recalentarlas.
—No, todo normal.
No tardó mucho en preparar la comida y servirla. Antes de empezar a comer, Faustino se puso a buscar alguna película que pareciera interesante. Casi de inmediato, encontró una y todos se quedaron en silencio, viéndola.
Cuando la película ya estaba por terminar, justo cuando los protagonistas casi solucionaban el último problema en el que se encontraban, algo llamó la atención del pequeño.
—¿Qué es ese olor? —Faustino movió su cabeza en diferentes direcciones tratando de sentir de dónde provenía —. La abuela se ensució —dijo con una expresión de asco.
Sofía aún no había sentido nada, pero se acercó más a su abuela y se fijó.
—¡Abuela, vamos a la pieza así te cambio! —gritó para que ella lo escuchara.
Gladis asintió y con un poco de esfuerzo la pusieron de pie. Fueron hasta su habitación donde la acostaron y la cambiaron, o mejor dicho, Sofía la cambió, Faustino no se quedó hasta ese momento. Esto le llevó algo de tiempo, pero una vez listo, aprovecho para ponerla cómoda así ya quedaba lista para dormir. Después, fue rápido a la sala para intentar ver el final de la película.
«Ooohh» se quejó, llego tarde. «Tenía ganas de ver como terminaba».
Miró hacia un costado y vio la mesa, esto hizo que dejara de perder el tiempo y se pusiera a limpiar. Justo cuando termino de lavar los platos, bostezo. «Tengo que irme a dormir... ya es tarde. Ayer no dormí bien y no creo que sea buena idea seguir acostándome a esa hora».
Fue al baño a cepillarse los dientes y se dio cuenta de que todavía no se había bañado. «Bueno... una ducha rápida, no puedo estar otro día así», buscó su toalla en su habitación y volvió a donde estaba, giró la canilla del agua caliente y mientras esta salía, se empezó a quitar la remera, pero antes de hacerlo se detuvo.
«¡Un momento! Él me está viendo», miró a su alrededor de manera desconfiada. «No puedo desvestirme de esta forma... aahh, esto es tan molesto», luego sonrío, se le había ocurrido una idea.
Volvió a su cuarto y empezó a buscar entre su ropa. «¡Aquí esta!» Tomó el traje de baño, y otra vez, entró a la ducha. Se sacó el brasier por debajo de la remera, y de la misma forma se puso la parte de arriba del traje de baño. Se cubrió con la toalla alrededor de las piernas y se sacó el pantalón junto con su ropa interior, luego de la misma forma, se puso la parte de abajo del bikini.
«¡Ahora sí!», se sacó la remera, la toalla y entró a bañarse. Estaba feliz, ya que esta vez no le tomó tiempo superar este "problema". Además, cuando estaba debajo del agua era su momento de paz y tranquilidad. Se concentraba en la sensación cálida de la ducha, al mismo tiempo que el sonido de las gotas cayendo, esto le gustaba y de esta forma no necesitaba pensar en nada, solo debía concentrarse en lo bien que se sentía.
Unos minutos después.
«¿Ángel?», preguntó mientras se acostaba en su cama.
—Me sorprende lo mucho que tardaste en llamarme —dijo al aparecer flotando encima de ella.
«No iba a hacerlo mientras me bañaba, pervertido».
—¿Cuál es la diferencia que te vea en bikini o en ropa interior? —preguntó para molestarla.
«Mucha... la tela es diferente, ¿no lo sabes?».
—No me refiero a eso... O sea...
«No quiero hablar de cómo me estás observando, se vuelve más espeluznante».
—Tú quieres verlo de esa forma, solo tienes que ignorarlo.
Sofía abrazó la almohada, sentía que en cualquier momento se iba a dormir. «¿Cómo te llamas?».
—No tengo un nombre, puedes llamarme como quieras.
«¿No te molesta eso?»
—No, no lo necesito.
«Todos necesitan un nombre, es parte de su identidad».
—El nombre solo sirve para identificarse, nada más.
«Hmmm, tienes cara de Hugo o de Mario», pensó mientras se reía de manera leve, tratando de recordar el aspecto de aquel ser. Como ya estaba acostada y la luz del cuarto apagada, no podía verlo.
A Sofía le gustaba el pelo rizado y la sonrisa que él tenía. Por alguna razón, ahora que le estaba prestando atención a esos detalles, le resultaban familiar. Le parecía joven de aspecto, algo entre los veinticuatro o veintiocho años. Su cara cuadrada con los rasgos faciales bastante marcados dejaba en claro que se veía como un hombre.
«¿Qué nombre te gustaría tener?», le preguntó, dándose por vencida en elegirle uno.
—Ninguno, estoy bien así —respondió sin mostrar interés.
«Y los otros que son iguales a ti, ¿cómo te identifican?».
—Sabemos quienes somos con solo vernos.
«¿No se hace confuso cuando hablan?»
—No.
«¿Son todos ángeles o hay otro tipo de razas?»
—No somos "ángeles", pero es más fácil presentarnos así con ustedes. También nos han llamado demonios, satanás, dioses, etc.
«Entonces no voy a llamarte más de esa forma, ¿cómo te gustaría qué te llame?».
—Ya te dije, me da igual.
«Dame unos segundos para que piense en algo».
—Tomate tu tiempo, no me molesta que dejes de hacer preguntas —expreso de manera sarcástica.
Sin darse cuenta, al cabo de unos minutos, el cansancio le ganó y Sofía se durmió. Para su mala suerte, sólo pudo descansar por unas pocas horas, ya que en medio de la madrugada, surgió un imprevisto:
—¡Auxilio! ¡Llamen a la policía, me tienen secuestrada!
Fin del capítulo 5
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