Capítulo 34: Un final inesperado
Me gustas Ian, desde hace mucho —dijo con firmeza Sofía, levantando la mirada y enfocándose en aquellos ojos color negro que tanto le encantaban.
Sofía expulsó esa confesión a todo pulmón, como si su cuerpo deseará gritarlo. Aquel amor que había tenido durante tantos años, por fin veía una posibilidad de estar con él.
No sabía de dónde había conseguido el valor, solo entendía que necesitaba hacerlo.
El lugar, a un lado de la escuela, donde las parejas vienen normalmente y el papelito que había leído citándola aquí , le daban la impresión de que había llegado el momento con el que fantaseo tantas veces. Que llevasen el uniforme de escuela le daba ese toque casual y juvenil. No solo eso, eran alumnos del último año, lo que hacía que Sofía pensara que por fin se encontraba en la situación que vio en incontables películas de adolescentes y que también escuchó a lo largo de su corta vida por parte de sus compañeros.
El corazón de ella latía con fuerza, como si tuviera mente propia e intentará hacer que Ian lo escuchase y así remarcar el amor que sentía por él.
Por otra parte, el joven de pelo negro, un poco rizado, y tez morena, estaba en blanco. Sorprendido por la actitud que había tomado su compañera. Al cruzar miradas con ella, notó al instante la sinceridad y fuerza que cargaban sus palabras. Lo cual hacía que le fuera mucho más difícil responder, además que, el pudor y la falta de experiencia le jugaban en contra.
Ian apartó la mirada y agachó un poco su cabeza, enfocándose en el suelo.
Sofía al ver la expresión de él supo al instante lo que se venía. Era como si su corazón se hubiese congelado, quedando totalmente detenido. No solo eso, tenía la impresión de que lo habían apuñalado y sentía una fuerte e intensa sensación de dolor.
—No me... esperaba esto... —dijo con cierta dificultad Ian, sin dejar de ver al suelo—. Yo... lo siento, pero...
Para Sofía no hacía falta que terminara esa frase, su forma de hablar, su cara y su tono dejaba en claro lo que seguía. Toda la alegría y esperanza que ella había ganado en tan solo unos segundos, se había esfumado de la misma manera, dejando en su lugar un sin fin de sensaciones negativas. Y la que más predominaba era que "se creía una tonta por lo que acababa de hacer". Una y otra vez se repetía en su mente esas palabras.
—N-no hace falta que te disculpes —interrumpió Sofía, aguantándose las ganas de llorar—. Es mí culpa por... malinterpretar todo —agregó con su voz al borde de romperse.
Un pequeño y desolador silencio se apoderó del lugar. Ninguno de los dos adolescentes sabía cómo actuar en ese momento.
Y cuando los intentos de Sofía por retener sus lágrimas empezaron a fallar, unas pequeñas gotas se deslizaron por su mejilla.
Una vez más había "metido la pata". Siempre que algo le iba saliendo bien, terminaba arruinándolo por confiarse. Sofía sabía que no estaba hecha para ser feliz. Ella pensaba que era la principal responsable de arruinar sus momentos de alegría.
—Soy una tonta por malinterpretar la cartita que me escribiste para que venga aquí a hablar contigo... soy yo la que debe disculparse —continuó diciendo ella, tratando de hablar para distraerse de las desagradables emociones que la cubrían.
A Ian le parecieron extrañas aquellas palabras, se tomó un momento para pensar, no tenía dudas, había escuchado bien.
—Y-yo... no te escribí nada —contestó confundido.
—¿Eh? —Con su mano derecha se limpió las lágrimas y se enfocó en él—. Vine porque me escribiste que querías hablar algo conmigo —repitió Sofía—. Incluso hace un momento, cuando te mencioné que sabía que era tu notita, lo confirmaste.
—Sí, porque pensaba que te referías a la que puse dentro de tu "proyecto" —respondió rápido, tratando de aclarar todo—. No sé a qué otra "notita" estás hablando...
—Pero... era tu letra... lo sé —insistió ella, agachando la cabeza—. Por eso... pensé que eras tú. —Nerviosa y confundida, no entendía qué pasaba—. Como la carta decía que me citaste aquí para hablar... de algo... personal... Creí que, quizás... ibas a decir que tenias algo, o un poco... de interés en mí. —Levantó la mirada para ver a Ian y se encogió de hombros, como si lo que acababa de decir fuese algo malo.
—Sofía la verdad es q...
Una fuerte risa se escuchó viniendo de la esquina del edificio de la escuela, detrás de Ian.
Griselda, Eugenia, Fátima y José se estaban escondiendo ahí, tratando de escuchar todo lo que pasaba entre Sofía e Ian.
La risa exagerada de la joven "líder" del grupo se hacía notar. Atrapando la atención de todos los que estaban ahí presentes. En sus manos tenía un celular, con el cual estaba grabando todo lo que habían estado haciendo Sofía.
—La fea de verdad pensó que alguien se le iba a confesar, ¿En serio creíste eso? —dijo al acercarse para burlarse—. ¿Te rechazaron y estás por llorar? —agregó Griselda.
Ian estaba desconcertado, no sabía qué hacer. Miró en todas direcciones, hasta que vio a José y Fátima, en ese momento todo cambió para él, una desgarradora sensación de traición lo inundó. Frunció el ceño y apretó con fuerza sus puños, lo único que tenía en la mente era darle un buen golpe a su amigo.
Justo en el momento que iba a ir a hacerlo, la voz de Sofía hizo que se volteara para verla.
—¿Tú eres parte de esto, Ian? —preguntó Sofía, dando paso hacia atrás y mirándolo con angustia.
Sofía se sentía atrapada. Tenía una presión en el pecho que no la dejaba respirar, no podía creer que alguien como Ian la había traído aquí para que se burlen de ella.
—¿Unas últimas palabras para la cámara? —intervino Griselda, llevándose de nuevo la atención.
Todo empeoró para Sofía al darse cuenta que la estaban grabando. No solo se reía de ella, sabía que iban a tener el momento tan vergonzoso que pasó al confesarse y ser rechazada. Pronto, Absolutamente todo el mundo la vería y se burlarían...
Sin decir nada más, se giró, agachó la cabeza y salió corriendo. ¡Tenía que huir de ahí! No sabía a dónde, pero no iba a detenerse hasta estar lo más lejos de la escuela...
Lo último que pudo escuchar eran las provocaciones de Griselda y su risa.
—¡Ay, pobrecita! —exclamó Griselda de manera sarcástica.
Era la única de todos los presentes que parecía divertirse con lo que sucedía.
Ian no aguanto más, ver a Sofía correr de esa forma fue lo último que soportaría. Al instante se acercó a Griselda y con un fuerte manotazo le quitó el celular de las manos.
—¿¡Qué estás haciendo!? —gritó molesta e intentó recuperarlo.
Sin decir nada, Ian la empujó con fuerza para quitársela de encima y ella cayó sentada al piso.
Los ojos de Griselda estaban bien abiertos, mostrando el asombro y confusión de lo que acababa de pasar. Antes de siquiera levantarse, escuchó como la tapa que cubre la batería de su celular fue arrancada con fuerza.
—¡Espera lo vas a romper, imbécil!
Pero Ian la ignoró, quitando la memoria del dispositivo y quebrándola con sus dedos, mientras miraba con enojo a su compañera que estaba en el suelo.
Griselda desesperada se levantó rápido y se abalanzó contra Ian, empezando un forcejeo por el celular.
Los demás compañeros de ellos que se encontraban observando todo, por fin se movieron para separarlos. José y Fátima agarraron a Ian, mientras que Eugenia a Griselda.
Luego de unos intensos segundos lo consiguieron, pero en medio de la pelea, Ian hizo hacía atrás su brazo, para quitarse el agarre de Griselda, y el celular se le escapó de las manos, saliendo volando y estrellándose con la pared.
Sin perder tiempo, Griselda fue a ver su teléfono, esperando que aún funcione. Algo que antes siquiera de agarrarlo, ya sabía que era difícil que ocurriera. El sonido que hizo al estrellarse y la forma en que se desarmo, dejaba pocas posibilidades.
—¿¡Qué diablos te pasa!?, ¡lo rompiste! —gritó furiosa, buscando toparse con los ojos de Ian—. ¡Vas a tener que pagármelo! —exigió poniéndose de pie y yendo a confrontarlo.
—¡No tengo pensado darte nada! —respondió en el mismo tono, quitándose de manera brusca a José y Fátima de encima—. ¡Te lo mereces!
—¡Esto no va a queda...!
—¿Qué harás?, ¿decirle a un profesor, a tus padres? ¡Anda, hazlo! Estoy cansado de quedarme callado y ver como molestas a otros, les dire todo lo que le estuviste haciendo a Sofía! No me importa las veces que tenga que repetirlo, lo haré, ya no voy a dejar que te sigas saliendo con la tuya.
Él estaba seguro, no tenía ni la menor duda de cómo debía de actuar. No importa si lo regañan sus padres, al final, cuando les diga el porque de todo, sabía que de seguro lo entenderían.
Está harto de quedarse sin hacer nada, haciendo la vista para otro lado. Si tiene que meterse en problemas por hacer lo que cree correcto, lo hará.
—Si tengo que escracharte en las redes sociales, lo haré... Me canse de verte hacer lo que querías sin consecuencias —siguió diciendo Ian—. Y lo que más me molesta de todo esto... no solo es el hecho que tendría que haberlo hecho antes... es que aún sigo sintiendo lastima por ti Griselda.
—¿Lastima? —preguntó sorprendida ella, quedándose en blanco.
—Todos en la escuela pensamos lo mismo, "pobre, Griselda, está desesperada por atención..." Das lástima —repitió antes de darse la vuelta e irse a buscar a Sofía.
Ian cruzó miradas con José, estaba apunto de darle un puñetazo, pero no quería seguir perdiendo el tiempo, quería ir por Sofía.
—No quiero volver a hablar contigo, me siento tan decepcionado —le dijo a Fátima al pasar por su lado, sin siquiera mirarla a la cara, luego se fue corriendo.
Aquellas palabras retumbaron en Fátima, hubiese preferido que le gritara o la insultara, antes que no mirarla y solo decirle eso. Ella se aguanto las ganas de llorar y encaró a Griselda enojada.
—¿¡Por qué tuviste que meter a Ian en esto!? —exclamó frunciendo el ceño.
—Ya... ¿tú también me vas a gritar y hacerte la ofendida? —preguntó tratando de actuar como si nada, había perdido todo el interés en la situación después de escuchar lo que le dijo Ian.
—¡Si hubiese sabido lo que ibas a hacer no te habría dejado...!
—Ay, si... Lo siento, lo siento... —respondió sin cambiar su actitud, sacudiendo el trasero para quitarse la tierra de encima.
—¡Te estoy hablando en serio, Griselda! —gritó con fuerzas para llamar su atención, cosa que consiguió—. Estoy cansada de tener que aguantarte, no te soporto más... —agregó rompiendo en llanto—. Y es cierto lo que él dijo, todos sabemos que en tu familia nadie te presta atención y por eso te desquitas con los demás... —dijo antes de voltearse e irse a buscar a Ian.
Eugenia y Jose ni lo dudaron y fueron detrás de Fátima para tratar de calmarla... Dejando a Griselda sola.
Ella se quedó parada en su lugar, sin hacer nada por un momento. Dejó escapar un suspiro y se fue en dirección contraria a sus compañeros, tratando de actuar como si nada. Mantenía la cabeza en alto y un buen caminar, tranquilo y con la espalda erguida.
Pero detrás de esa armadura, estaba apunto de romper en llanto. Lo que más le dolió de las cosas que le dijeron, es que ella también estaba de acuerdo con sus compañeros. Que le digan lo que ella ya pensaba servía para remarcar aquellos desagradables sentimientos con los que estuvo combatiendo está semana al estar sola en su casa.
Mientras avanzaba, se esforzaba por controlar su respiración y así no llorar. Quería llegar hasta al baño y una vez que nadie pudiese verla, desahogarse...
Nunca pensó que su pequeña broma terminaría tan mal... para ella...
Al mismo tiempo, a un par de cuadras fuera de la escuela, se encontraba corriendo Sofía.
El salir a los recreo con mochila puesta le hizo más fácil el irse del lugar... No es como si esto importara, de todas formas, se hubiera ido. No podía soportar estar más en la escuela, quería huir lo más lejos posible.
Sus ojos llenos de lágrimas le dificultaban ver, sumado a lo rápido que se movía, se había ganado uno que otro choque e insulto por parte de la gente que caminaba por la vereda.
El cansancio de haber estado corriendo con tanta fuerza, ya empezaba sentirlo, pero ese pequeño ardor en las pantorrillas no eran nada comparado a la desgarradora sensación en su pecho.
No paraba de repetirse en su mente que era una tonta, se había dejado engañar una vez más. No solo eso, sino que también había llegado a pensar que alguien podía llegar a sentir algo por ella... «Que tonta», se dijo así mismo, dando por hecho que era algo imposible.
Además de ella, él también estaba sufriendo con la situación. Iba flotando a su lado, manteniendo el ritmo de Sofía, pero sin ser visto, ella solo estaba concentrada en correr.
Él se llevó su mano derecha a su pecho, últimamente sentía diferentes sentimientos saliendo de ese lugar, dandole la impresión de que en verdad tenía un corazón. Pero a diferencia de otras veces, ahora le dolía.
Apretó con su mano la zona de donde provenía aquella desagradable sensación, tratando de apaciguarla, pero sin éxito. No solo eso, también estaba molesto por toda la situación, tenía en claro que no quería seguir viendo a Sofía sufrir...
«Esto es... necesario. Es lo que debe pasar», se dijo así mismo, apartando la mirada y aguantando las ganas de intervenir.
Él respiró hondo y dejó escapar un suspiro, algo que vio incontable de veces hacer a los humanos en esta situación. No necesitaba reaccionar así, pero quería hacer lo que fuese para aliviar aquellos sentimientos tan desagradables... Incluso imitar a los humanos....
De manera lenta, empezó a detenerse. Sofía lo sobrepasó y él se quedó viendo su espalda... como si no hubiese nada más en el mundo, sus ojos se clavaron en ella y como se alejaba entre la multitud de gente.
Cuando Sofía estaba cerca de superar los dos metros de distancia entre ellos, una cadena de color grisáceo apareció en su cintura y en la de él. Los gruesos eslabones que la componían empezaron a brillar de un color blanco y al superar el límite de distancia que habían pactado, la cadena se rompió en cientos de pedazos, dejando en su lugar unas partículas redondas y de color blanco, flotando hacía el cielo.
A pesar de todo esto, él seguía mirando a Sofía, algo dentro suyo le hacía que no pudiera apartar la vista... pero, sin importar lo que realmente quería hacer, cerró los ojos y agacho la cabeza.
Sofía no tenía otra cosa en la cabeza que seguir corriendo, quería ir a un lugar donde no hubiese nadie, donde podría quedar sola y no volver a tener que soportar a ninguna persona. Estaba cansada de que siempre todo le saliera mal, solo quería llegar a su casa y encerrarse en su cuarto a llorar...
Apartó con un fuerte empujón a la gente en su camino, no iba a detenerse, y sin darse cuenta, cruzó la calle con el semáforo en rojo. Por primera vez desde que salió de la escuela, levantó la cabeza al escuchar el sonido de los neumáticos en el asfalto al intentar frenar.
Al ver un auto venir en su dirección, sintió como sus pies se congelaban y aquella sensación helada recorría todo su cuerpo, hasta llegar a la cabeza. Su corazón y respiración se detuvieron al mismo tiempo, y un miedo que jamás había experimentado se apoderó de ella...
En esas milésimas de segundo, sólo pudo pensar en una cosa "no quiero morir".
La imagen de un recuerdo apareció en su mente, era tan clara como el agua más limpia y pura: su abuela, junto a su hermano estaban ahí, sentados delante de la mesa de su casa, esperándola para comer...
El auto siguió hasta frenar en medio del cruce de la calle, impidiendo que otros autos pudieran moverse. El conductor bajó rápido, agarrándose la cabeza, desesperado por la situación.
Los demás transeúntes empezaron a amontonarse, muchos no entendían qué pasaba, pero con lo que acababan de escuchar ya tenían una idea de lo que podía ser. Por eso, algunos sacaban sus celulares para filmar y así lograr obtener aunque sea unos cuantos "likes" y unos pocos segundos de fama en las redes...
Fin del capítulo 34
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