Capítulo 31: Un día lleno de sorpresas
Miércoles 7:20 a.m
Faustino estaba terminando de desayunar junto a su abuela, cuando Sofía salió de su cuarto ya arreglada y con el uniforme de la escuela.
La sorpresa y alegría del niño de pelos alborotados se veía sin mucha dificultad, le gustaba saber que su hermana ya se encontraba mejor.
—¿Vas a ir a la escuela? —preguntó lo obvio, pero no había podido aguantarse las ganas de hacerlo.
—Sí —respondió Sofía con una leve sonrisa, sentándose a su lado.
—¿Ya te encuentras mejor?
—Sí, eso creo...
Y antes de que siguiera con más preguntas, se escuchó a alguien golpeando la puerta. Era Martita que acababa de llegar.
Sin perder más tiempo, limpiaron la mesa y las tazas que habían usado y se fueron hacía la escuela.
Todo marchaba bien hasta que Faustino se bajó en su parada y dejó a Sofía sola en el colectivo. Mientras más se acercaban a la escuela, más nerviosa se sentía.
«Okey... ya estoy aquí, no puedo retractarme, ¿verdad?», empezó a frotarse las manos tratando de calmarse un poco. «Es solo... la escuela... mientras no haga nada y no intente hacer algo, todo debería estar bien, ¿no?», con solo mover sus manos no bastaba, por lo que siguió con sus pies. «Viéndole el lado bueno, Faustino se veía feliz, estaba tranquilo... Ya no va a seguir preocupándose. Lo que significa que ya valió la pena el... sacrificio, ¿no?».
—¿Me estás preguntando o sólo estás hablando contigo misma? —dijo él al ver que ella no paraba de pensar, parándose a su lado.
«No lo sé... ¿Tú qué opinas?».
—Que si quieres irte todavía estás a tiempo. Podrías simplemente no bajarte del colectivo e ir a otro lugar, luego volver a tú casa y hacer como que fuiste al colegio... Nadie se dará cuenta.
«Mentir no está bien...», pensó agachando la cabeza y sintiéndose un poco culpable.
—Es una mentirilla blanca, nadie sale afectado.
«Ya no quiero mentirle a mi hermano. Lo tuve muy preocupado estos días y si por casualidad se entera de que lo sigo engañando..., puedo llegar a lastimarlo y perder su confianza».
—Entonces deja de pensar en huir y prepárate para "disfrutar" de la escuela.
«Pensé que iba a ser más fácil, pero ahora que... estoy por llegar se siente muy diferente».
—¿Por qué quieres venir si no te gusta? —preguntó confundido.
«Porque es mi responsabilidad y tengo que ser un buen ejemplo para mi hermanito», respondió de inmediato mirándolo con firmeza.
—Bueno, si tienes una razón tan "importante", recuerda no perderla de vista cuando se compliquen las cosas —le aconsejo, mostrando su enorme sonrisa.
Sofía estaba por responderle, pero el colectivo se detuvo en la parada que estaba cerca de la escuela. Ya debía bajarse y... caminar los últimos metros que faltaban.
Una vez abajo, se empezó a preparar mentalmente para lo que venía. No quería huir, ni seguir escondiéndose, su objetivo era volver con su vida cotidiana. Lo único que deseaba era que Griselda y su grupo no la molestaran.
Unos minutos después, el timbre del colegio ya había sonado y todos estaban en sus respectivas aulas.
Griselda miraba a Fátima, la observaba de manera atenta. Le llamaba la atención lo animada que se encontraba, además de que estaba mucho más arreglada que de costumbre.
Y al igual que los últimos días, sus ojos parecían brillar. Ni siquiera la primera hora de la mañana podían con su entusiasmo.
—¿Y... a qué se debe tanto ánimo? —preguntó Griselda.
—¿Eh? No sé a qué te refieres —contestó Fátima, haciéndose la desentendida.
—Estos últimos días has estado demasiado energética y... ahora incluso te maquillaste y usas unos aros bastantes bonitos.
—No me había dado cuenta... solo... quería verme bien —dijo sonriendo.
Rápido, antes de que le siguieran haciendo preguntas, empezó a hablar con Eugenia de otra cosa.
En ese momento, entró Sofía al curso y fue directo a su asiento, cabizbaja. Había esperado a que sonara la campana para llegar casi al mismo tiempo que el profesor.
Ella levantó la mirada, un tanto preocupada ya que la profesora todavía no había llegado. Para su sorpresa, Ian quien se sentaba adelante, se volteó para saludarla con entusiasmo.
Sofía le devolvió el gesto y una vez que él dejó de verla, ella empezó a sonreír de oreja a oreja.
«É-él acaba de saludarme, ¿lo viste?. Incluso se dio la vuelta para hacerlo».
—No sé de que estás hablando, no estaba atento... —respondió él para molestarla.
«¿Celoso? Hay alguien que compite contigo por mi atención», bromeó, ya que estaba bastante contenta. Todas sus preocupaciones desaparecieron con aquella encantadora sonrisa de Ian.
—Estás demasiado feliz por un simple saludo, ¿no te parece?
«Tal vez..., pero es un lindo gesto. No me arruines el momento».
—¿Quieres que te de una mano como la última vez? —bromeó.
«¡No!», respondió de inmediato. «Estoy... bien así, gracias por tu "desinteresada propuesta" e interés», le dijo de manera sarcástica.
—Luego no digas que no te ayudo —dijo siguiéndole el juego.
Sofía sabía que su amigo tenia razón, era algo simple, "tonto" y básico, pero... que lo hubiese hecho era lo que le alegraba. Él fue el único en toda la clase que la miró para saludarla, como diciéndole "bienvenida".
En ese momento la profesora entró rápido al aula. Se disculpó por haberse atrasado y sin más, comenzó la clase.
El tiempo pasó y ya faltaba poco para el primer recreo. La profesora por tratar de recuperar lo que había perdido con su tardanza, estaba dictando y haciendo todo de manera muy acelerada. Sin darse cuenta, terminó todo lo que tenía planeado para hoy mucho más rápido y por lo tanto, ahora sus alumnos estaban libres, esperando a que sonase la campana.
Mientras varios hablaban entre ellos, Ian se levantó de su lugar y fue hasta donde estaba Sofía.
—Hola, es... bueno verte de nuevo —La saludo al acercarse. Luego se quedó parado frente al pupitre de ella.
—Hola. Sí —respondió riéndose de manera nerviosa, evitando mostrar sus dientes—, es bueno... verte también.
—Y... ¿estas bien? —preguntó, tratando de no sonar muy "invasivo". No la conocía y no tenía tanta confianza para intentar averiguar qué le había pasado.
—Sí, solo... estaba algo enferma —respondió mirando hacía otro lado.
Luego de unos cortos segundos en silencio, Ian continuo:
—Toma. —Levantó la hoja que tenía en la mano y la puso sobre el pupitre—. Es la del trabajo de inglés, la profesora me la entregó a mí hace unos días.
«¡Ah, cierto! Ahora entiendo porque vino a hablar conmigo...», pensó decepcionada, tratando de no perder su sonrisa.
—Gracias por tenerla. Espero que nos haya ido bien.
—Sí, nos puso un "excellent" . Aunque hay algunas correcciones ortográficas que hizo... Más que nada las partes que yo hice —dijo Ian haciendo caras en señal de que era su culpa.
—Igual nos dieron una buena nota, no importa.
«Bueno, fue lindo, pero ya no tiene porque hablarme», pensó Sofía esperando a que su compañero se fuera.
Pero algo le parecía extraño, él seguía ahí, parado. Como si quisiera seguir hablando de algo, pero no encontraba las palabras. Y ella al no ser buena comunicándose, estaba en silencio viéndolo.
—Sabes... emm... tenía algo de curiosidad —dijo Ian, nervioso—, por preguntarte sobre como te fue con la "caja".
Al instante, Sofía recordó todo lo que sintió al leer los papelitos que había dentro de la caja. Al igual que las palabras que llevaban y por más que no quería, su sonrisa desapareció.
—Bien... —respondió a secas.
—¿Encontraste lo que buscabas? —continuó preguntando de manera inocente.
—Sí. —Se encogió de hombros y volvió a forzar una sonrisa para mostrarse amable.
—Ya veo... —dijo en voz baja y luego de unos segundos, siguió—. Yo... quería darte las gracias... supongo. —Le costaba expresarse.
—¿Eh? —Lo miró confundida, no entendía a qué se refería.
—Verte hablar con tanto entusiasmo y seguridad... me ayudo. Fue extraño, no te voy a mentir. Estaba algo perdido con respecto a que "estudiar" una vez que terminase la escuela y justo, tú pasaste al frente a hablar de eso.
Más que alegrarle aquellas palabras, Sofía se sentía culpable. En realidad había sido una mentira y no había hecho eso para "buscar una respuesta a qué estudiar". Ella quería encontrar una guía para saber qué deseo pedir.
—Jamás me lo había imaginado de esa forma: "Si pudieses pedir un deseo, ¿que sería?". Es sencillo, pero si te lo tomas en serio, puede mostrarte que es lo que realmente quieres y te importa —hablaba Ian entusiasmado—. Es por eso que quería preguntarte qué respuestas encontraste y si te ayudaron.
Sofía estaba en blanco, ver al chico que le gustaba sonreír de esa forma y decir que ella lo había ayudado la tomaron por sorpresa. Nunca se habría imaginado este desenlace/encuentro con Ian.
Empezaba a sentir calor y a estar inquieta. Cruzarse con aquellos ojos color negro hacían su corazon diera un pequeño salto. Además, él era quien quería hablar con ella... «¡vino aquí a ver porque quería!», se dijo así misma.
—Ah... bueno... eehh... es secreto —dijo Sofía para no seguir mintiendo, ni mucho menos decirle cualquier cosa a su compañero—. Por eso tenía que ser anónimo —agregó.
—Confidencialidad de "cliente-vendedor", ¿eh? —bromeó Ian—. Voy a tratar de no seguir preguntando entonces, aunque creo que va a ser difícil.
Ella no sabía cómo seguir la charla, su corazón latía con más fuerza cada vez que cruzaba miradas con él y luego lo veía sonreír. Ya de por si le era difícil tratar de no sonreír mucho para no parecer exagerada, además de que empezaba a preocuparse de estar roja como tomate.
Ian al notar que ella solo sonreía, pero no hablaba, creía que la estaba incomodando con las preguntas. Se dio cuenta que no era buena idea seguir insistiendo sobre lo que había dentro de la caja.
—¡Ah!, también me gustó mucho como estaba decorada —comentó él.
—Solo la cubrí con un par de telas que tenía en casa... no fue nada.
—Se veía bien, quizás los demás no le prestaron atención, pero para que los puntos al cocerla no se noten se necesita práctica.
—Bueno, si... eso es cierto. Me sorprende que te hayas fijado en ese detalle. —dijo Sofía levantando una ceja.
—Hubo un tiempo que intente aprender a coser, capaz que es por eso. —Metió la mano en su bolsillo y sacó su celular. Luego trató de taparlo con el cuerpo para que la profesora no lo viese y se apoyó en el pupitre de Sofía—. Mira —le indico, mostrándole unas fotos.
Se podía ver varios tipos de telas cosidos de manera muy básica, tratando de formar trajes de superheroes, capas y vestidos ostentosos.
Él al ver como se reía Sofía por sus intentos fallidos, continuó hablando.
—Están horribles, ¿no?
—No, no... digo, está bien para empezar —respondió ella tratando de no ser descortés.
—Llevo cerca de dos años intentándolo...
—Ah... bueno... emm...
Los dos se miraron y empezaron a reírse.
—Quizás puedas darme algunos consejos —sugirió Ian.
Mientras Sofía empezaba a explicarle algunas cosas, alguien dentro del aula no le quitaba la vista de encima.
Desde su lugar, Griselda miraba con atención como ellos conversaban de manera animada, no podía ver la cara de Sofía, pero si un costado de esta, por lo que se daba cuenta que estaba feliz.
—Parece que la fea te va a quitar a tu chico —dijo Griselda.
Fátima dejó de hablar con Eugenia y se enfocó en lo mismo que su amiga. Se quedó en silencio por unos segundos viendo la situación.
—No me preocupa —respondió ella confiada, sin darle importancia.
Desde ayer que Fátima quería hablar con Ian, solo pudieron mandarse unos cuantos mensajes. Alcanzó a contarle lo que sucedió durante el almuerzo con su padre y como ella se le había adelantado con respecto a contar sobre lo que quería estudiar.
No habían podido llamarse, por lo que esperaba con ansias verlo aquí en la escuela para poder charlar algunos detalles y decirle como se sintió al respecto. Además de agradecerle y pedirle disculpas.
Por eso esperaba a que sonase el recreo para ir con él. No le molestaba que estuviera hablando con Sofía. Por eso no le dio importancia y siguió conversando con Eugenia como si nada.
En ese momento sonó la campana, anunciando el recreo. El ruido de todos sus compañeros y otros alumnos fuera del aula se hizo presente.
Sin perder tiempo, Fátima se levantó y fue a donde estaba su chico.
—Holis... ¿De qué hablan? —preguntó al pararse al lado de él, quedando al frente del pupitre de Sofía.
—De coser... ¿Sabías que Sofía es buena en esto?
Fátima negó con la cabeza.
—Por eso quería aprovechar para pedirle unos consejos... —continuó diciendo Ian.
Sofía por su parte, desde que llegó Fátima no se atrevía a levantar la mirada. Estaba bastante incómoda y quería tener cuidado de no hacerla enojar.
—Melani estará contenta cuando le diga las cosas que me contaste, quizás ahora nos salga hacer la capa que tanto quiere sin que se vean tan feo los hilos —comentó Ian riéndose.
—Lo siento, tengo que ir... a otro lado —dijo Sofía guardando todos sus útiles en su mochila y levantándose—. Nos vemos después.
Sin esperar respuesta, se fue detrás de la profesora.
Le hubiese gustado seguir hablando con Ian y más aún cuando mencionó a su hermanita. Sofía no sabía cuántos años tenía, pero sí conocía que era más pequeña que él.
«¿Tendrá diez años? ¿once?», pensó al detenerse cerca del aula de profesores. «Quizás... podría ser amiga de Faustino... y si ellos se conocen, podría acercarme más a Ian», sin darse cuenta, ya empezaba a fantasear con algunas ideas. «Tendría que acompañar a mi hermano para que viese a Melani y mientras lo hago, hablaría con Ian».
Pensar en este tipo de detalles la alegraban. Estaba feliz por la charla que había tenido con él. Siempre se mostró interesado, amable y... sonriente. Algo que le gustaba mucho.
«Le tendría que haber dicho algo como: "Si quieres puedo ir a tu casa y ayudarte"», de inmediato empezó a sentir vergüenza. «Ay... no creo poder hacer algo así... Soy una cobarde... Pero, ¿y si le pedía su número? algo como: "Puedo consultarme cuando tengas alguna duda, toma mi numero"...», esta vez se llevó las manos a la cara para taparse. Le hacía bastante calor y no podía parar de sonreír.
Cuando al fin logró calmarse, se puso sería. «Pero yo... jamás podría decirle algo así. Soy una cobarde...», miró hacía un costado, de reojo y lo vio a él parado a su lado, apoyado contra la pared. «Me gustaría ser más valiente... y decidida, ¿algún consejo?».
—Hmmmm. ¿Qué crees que tiene una persona valiente o decidida, que no tengas tú? —le preguntó mirándola a los ojos, con su típica sonrisa burlona.
«Emmm, ¿coraje? ¿seguridad? ¿determinación?», decía lo primero que se le ocurría, ya que dudaba.
—¿Lo estas preguntando o lo estás afirmando?
«Un poco de ambas...», respondió sonriendo y mirando al piso.
—Si sabes que es lo que te falta, entonces solo debes de... "agregarlo".
«No es tan fácil».
—No tiene porque serlo..., pero si nunca lo intentas, nunca lo cambiaras. Siempre te escondes detrás de lo mismo: "Yo no soy así", "no es tan fácil", "si fuese diferente", etcétera...
«Gracias por ayudarme de nuevo... ahora... no te lo piensas tantos y me aconsejas».
—Tú siempre interpretas las cosas como quieres, no es que te esté ayudando... Solo respondí algo obvio —dijo tratando de no aceptarlo.
«Si tu lo dices... ¿Cómo dijiste recién? ¿"Siempre te escondes detrás de lo mismo"?», le repitió para burlarse un poco de él.
—Oh, vaya... parece que alguien está de buen humor. Me has estado molestando bastante... Esperó que te abstenga de las consecuencias por meterte conmigo —respondió sonriendo y siguiéndole el juego.
Mientras ellos seguían su charla, Griselda veía como sus amigas, Eugenia y Fátima, se iban con sus chicos a pasear por el recreo. La habían invitado a ir, pero prefirió quedarse delante de la puerta de su curso, no quería ir como "quinta en discordia".
Aún le parecía extraña la forma tan animada en que estaban sus compañeras: alegres, animadas, con ganas de hablar desde temprano y muy sonrientes.
Griselda volvió recordó las palabras de Martin cuando estaban en la plaza todos juntos "Es más divertido ir a la escuela cuando tienes un buen grupo de amigos". Y aunque ella la pasaba bien con Eugenia y Fátima, nunca llegó a sentirse como se veían ahora sus amigas.
Ni siquiera sus amigas lo hacían cuando estaban con ella... Esto le resultaba extraño... y en parte, le molestaba.
Estos últimos días todo le salía mal y no solo sus amigas la hacían de lado, sus padres también. Ella estaba empezando a cansarse de sentirse de esta forma...
Fin del capitulo 31
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