Capítulo 3: Comienza la aventura
—Hablabas tanto hace un momento y ¿ahora te quedas sin decir nada? —comentó él para no seguir en silencio.
Sofía no tenía palabras, todo era muy confuso. Un hombre se le apareció autoproclamándose como un "ángel", no solo eso, sino que, le demostró un par de sus poderes. Eso ya era mucho para pensar y ahora le decía que iba a concederle un deseo.
«¿Es esto real?», fue lo primero que se le vino a la mente de ella.
—Sí, Sofía. Tal como te dije, voy a concederte un deseo.
—Deja de leer mi mente, es molesto... no me dejas pensar —se quejó, frunciendo el ceño.
—Lo siento, lo siento. Ya no es necesario, a partir de ahora siéntete libre de pensar lo que quieras.
—¿De verdad?
—Sí
—¿Muy de verdad?
—Ajam.
«¿De verdad?», pensó Sofía mientras lo miraba para ver si reaccionaba de alguna forma. Los dos se quedaron en silencio por un momento.
—Si estás pensando algo esperando a que responda, es inútil. No estoy leyendo tu mente —dijo él manteniendo una sonrisa burlona.
—Podrías hacer como que no lees mi mente para que así baje la guardia y piense lo que realmente quiero pensar.
—¿Eh? —Puso una cara de confusión—. ¿Para qué haría eso?
—No lo sé, ¿por qué no lo harías?
—Un ser con poderes se aparece frente tuyo diciéndote que puede cumplirte un deseo, ¿y es así como reaccionas?
Sofía apartó la mirada y luego de unos segundos llevó sus dos manos a su cara, se sentía como una tonta.
—Tienes razón, lo siento. —Trató de disculparse, luego, se dio un pequeño golpe en la cara con sus manos para concentrarse —. ¡Ahora sí! —exclamó con seguridad.
El "ángel" sonrió y se quedó en silencio esperando a ver que iba hacer Sofía.
—¿Puedo desear lo qué quiera? —preguntó ella con curiosidad.
—Salvo algunas excepciones, pero podrás desear casi cualquier cosa.
—¿Casi?
—Casi.
—¿Y cuáles son las cosas qué no puedo desear?
—Bueno, hay un par de reglas. Déjame que te las cuente, por favor escucha en silencio hasta que termine.
Ella asintió con la cabeza e hizo su mejor esfuerzo para no interrumpirlo. Le era difícil, ya que mientras escuchaba, se le ocurrían diferentes preguntas. No le gustaba quedarse con ellas, siempre que se quedaba en silencio venían muchas preguntas a su mente y si no las sacaba de su cabeza, después se le olvidaría una que otra.
—¿Entendiste? —preguntó él, dando a entender que ya había terminado.
Sofía sonrió, ya no debía aguantar más por lo que empezó a descargarse.
—¿Por qué debo esperar treinta y un días? ¿No sería más fácil hacerlo ahora?
—Para darte tiempo a que pienses —respondió al instante, cruzándose de brazos—. Puede que creas que es fácil, pero los humanos son avariciosos y les cuesta resumir todo lo que quieren a un simple deseo.
—¿Con un día no sería suficiente?
—No.
—¿Ya lo intentaste?
—¿Eh? —Arqueó una ceja y la miró fijamente por un momento—. No es necesario, lo sé.
—¿Cómo lo sabes si nunca lo probaste?
—Porque lo sé.
—Eso no es un argumento —dijo Sofía insatisfecha.
Él suspiró, ya que le parecía tonto tener que explicarle.
—Son varias las razones por las que les damos treinta y un días. Hasta algo tan tonto como que a los humanos le gusta ser concretos con ciertos detalles, por eso, treinta y un días o un mes, es un número que le das cierta satisfacción... Entre otras cosas, que no necesitas saber.
—¿Y por qué debes estar a mi lado todo ese tiempo? —continuó el interrogatorio.
—Para conocerte mejor y tratar de condicionar tu deseo
—¿Por qué?
—No necesitas saberlo.
—¿No es más fácil ha...?
—Sofía querida —interrumpió, sabiendo que esto iba a llevar mucho tiempo —. ¿No te parece mejor idea pensar en que vas a desear, en vez de hacer ese tipo de preguntas? No importa la razón o que es lo que vaya a hacer, lo que importa aquí es que se te concederá lo que pidas.
—¿Estás molesto? —preguntó encogiéndose de hombros y mirándolo como "niño que fue retado por algo malo que hizo".
—No, solo quiero que no te distraigas con cosas sin importancias —respondió de manera amable, sonriendo.
—Para mí es importante saber todo eso. Me ayuda a entender mejor lo que está pasando.
—No necesitas entender nada, solo saber que tienes un deseo.
—¿Y por qu...?
En ese instante escuchó que estaban por abrir la puerta. Su primera reacción fue mirar hacia todo lados, tratando de buscar dónde esconder al hombre que se encontraba parado frente de ella, pero era inútil, su hermano acababa de entrar.
—Hola, mensa —saludo Faustino sin detenerse, corriendo hacia su habitación.
Sofía no dijo nada, miró con asombro al "ángel" esperando a que le dijera algo.
—Los demás no pueden verme, no te preocupes. —dijo él para calmarla.
—¿Te sucede algo? —preguntó su hermano que ya había vuelto de su cuarto—. Parece como si viste algún fantasma —agrego el pequeño de trece años, con pelo de color castaño, todo desarreglado.
Ella lo miró y se dio cuenta de que debía comportarse.
—¡Faustino! No andes solo con las medias, se ensucian —lo retó al verlo descalzo.
Al darse cuenta de que su hermana estaba bien, se fue corriendo antes de que le siguieran gritando.
—¡Ponte las pantuflas! —corrió detrás de él para tratar de alcanzarlo y darle un pequeño golpe. Fue inútil, ya que tardó en intentar agarrarlo y pudo llegar a su cuarto, antes de que le cerraran la puerta—. ¿Quién te trajo? —pregunto estando del otro lado.
—La mamá de Franco.
—Ah, bien. No tienes que andar solo. —Miró hacia el "ángel", el cual, la veía con una gran sonrisa en el rostro—. ¿Y tú de qué te ríes?
—No me estoy riendo de nada —respondió Faustino pensando que le hablan a él.
Sofía se llevó las manos a la boca, se dio cuenta del error. Al instante empezó a sentirse molesta, ya que el "ángel" se le estaba burlando por su error.
—Te dije... yo no estoy loco, pero los demás pensarán que tú sí —se burló él.
De manera rápida, ella empezó a ahuyentarlo con su mano, como cuando hay algún insecto volando cerca y quieres que se aleje.
—Si quieres que aparezca de nuevo ya sabes, nómbrame —le recordó antes de desaparecer.
Empezó a mirar hacia todos lados, buscándolo, pero ya no lo podía ver. «Según lo que dijo, todavía está aquí, cerca de mí. Es... un poco perturbador», sin perder más tiempo fue a la cocina, ahora que estaba su hermano ya podía empezar a cocinar; tiene que preparar todo, darle de comer a su abuela para luego acostarla, limpiar, darse un baño y por último, ir a dormir. «Cuanto antes empiece, antes terminaré», suspiro y comenzó con sus deberes.
Las horas pasaron, hasta que al fin llegó el momento de dormir. Ya se encontraba en cama. «Me hubiese gustado llegar a bañarme, pero si lo hago me voy a acostar muy tarde», se puso de lado, tapándose hasta el hombro. «Los domingos son tan cortos... no quiero ir a la escuela», cambió la posición en la que estaba, no podía ponerse cómoda.
—¡Sofía! No empieces, quiero dormir. Deja de moverte y hacer ruido. —reclamó Faustino desde la cama de al lado.
Su habitación era pequeña. Tenía dos camas de una plaza en cada lado, apoyadas contra la pared, dejando un pequeño espacio para moverse por el medio. Luego estaba la mesita de luz, que debían compartir y un ropero, el cual era bastante grande. Lo que les venía bien para poner la ropa de ambos en cada lado del interior del mueble.
—Lo siento —susurró ella.
No importaba que estuviera cansada, saber que mañana tenía que ir a la escuela la estresaba demasiado, por lo que le era difícil relajarse. «No molestes más a tu hermano, quédate quieta... Concéntrate en algo que te haga dormir, como contar ovejas o...», en ese momento recordó algo que podía hacer, el estar tan ocupada casi hizo que no se diera cuenta.
«¿"Ángel", estás ahí?».
—Claro —respondió al instante, apareciendo arriba de ella.
«¿Qué estás haciendo?».
—¿Perdón?
«Te pregunto, ¿qué estás haciendo?»
—Emmm, nada. Solo estoy aquí a tu lado.
«¿Tú no duermes?».
—No.
«¿Y qué harás durante la noche? ¿Vas a estar mirando la pared?».
—Supongo.
«¿No te aburres?»
—No, el paso del tiempo es diferente para mí.
«Solo tratas de sonar profundo, nadie disfruta de pasar la noche mirando una pared».
—¿No tienes que dormir? Pare...
Sofía abrió los ojos y sonrió, al mismo tiempo que miraba hacia todos lados. Claro, era inútil, todo estaba oscuro, pero fue algo que hizo por reflejo. «¿Puedes ver en la oscuridad?».
—Sí.
«¿Puedes ver lo qué sueño cuando estoy dormida?».
—Podría, pero no lo haré.
«¿Puedes hacer que sueñe algo en concreto?»
—También.
Sonrió aún más y con la sábana se tapó la cara avergonzada por lo que le estaba por decir. «Y... si te pido que me hagas soñar algo en particular, ¿lo harías?»
—Vaya, vaya, niña traviesa, ¿quién es él afortunado? Debe ser alguien con mucha paciencia y co...
«No te burles, es un compañero de la escuela», espero unos segundos, y al no escuchar respuesta continua. «¿Y?».
—¿Qué?
«¿Lo harás?».
—No veo porque lo haría, por lo tanto, no.
«Que maloo», hizo un pequeño puchero y frunció el ceño. «¿O es qué en realidad no puedes hacerlo?», dijo para intentar provocarlo.
—¿De verdad crees que caeré en eso?
«Oh, no te cuesta nada, por fis».
—También puedo hacer que tengas pesadillas, tal vez así aprendas a tene...
«No, no, no. No es necesario, me callo», contestó al instante, asustada por la amenaza. Se quedó sin pensar nada por un minuto y luego siguió. «Aunque... nunca estuve hablando, por lo tanto estoy callada», pensó con una sonrisa de victoria por su ingenio.
—Vaya... eres tan lista, estoy sorprendido —la felicito de manera sarcástica.
«¿Por qué me hablas de manera normal? ¿No puedes hablar en mi mente?».
—Es lo mismo.
«¿De qué te sirve tener tantos poderes si no los vas a usar?».
—No necesito usarlos, así de simple.
«¿Cómo puedes decir eso?», respondió un poco molesta. «A ver... no creo que haya una sola persona en el mundo que no disfrutaría de usar ese tipo de poder. Digo, puedes hacerte invisible... si yo pudiera hacer eso... haría miles de cosas divertidas».
—Eres una pervertida.
«No dije nada malo», se defendió.
—Recuerda que estoy leyendo tu mente, sé lo que se te cruzó por la cabeza...
Ella sintió un poco de vergüenza, pero al instante se excusó. «Bueno... es lo que todos piensan cuando se imaginan teniendo ese poder, estoy segura de que no soy la única».
—¿Y por qué todos piensan eso te parece bien?
«¿Puedes detener el tiempo?», rápido trató de cambiar de tema.
—Si, pervertida.
«Basta, no lo dije pensando en nada malo», usó la almohada para taparse la cara y de esta forma evitar que la estuviese mirando. «¿Puedes teletransportarte?».
—También.
«¿Hay algo qué no puedas hacer?»
—Contestar tus preguntas satisfactoriamente o por lo menos tengo esa impresión.
«"Ja, ja, ja..."», respondió ella, poniendo los ojos en blanco en medio de la oscuridad. «Que gracioso. Supongo que tampoco puedes hacer buenos chistes».
—¿Por qué no te duermes de una vez? Ya es tarde y tienes que levantarte temprano.
«Es divertido hablar contigo. Digo, pensar y que tú hables. Es como una mini-pijamada, es agradable», acomodó una vez más la almohada, esta vez, en una forma que pudiera abrazarla, de esta manera le gustaba dormir. «Aunque... no eres una chica de mi edad, por lo que sería raro tener una pijamada con un hombre que conocí hace unas horas, el cual, se queda mirándome mientras duermo y dice que va a pasar varios días a mi lado para observarme... Es... un poco escalofriante, ¿no crees, hombre extraño?», le preguntó, tratando no reírse por su manera de nombrarlo.
—Si lo dices así, sí. Suerte intentando dormir con eso en mente.
Se metió debajo de la sabana para tratar de ocultarse, aun sabiendo que esto era inútil.
«¿Por qué en las películas de terror siempre se cubren con las sábanas? No es como si fuese a servir de algo».
—Buenas noches, Sofía.
«¿Eh? Au...».
Sin más, él puso una de sus manos encima de ella e hizo que se durmiera.
—Demasiadas preguntas por una noche. Además, ya tendrías que haberte dormido, no me gusta interferir tanto con tus acciones.
Él inhaló hondo en señal de que estaba disfrutando el silencio y luego de unos segundos sonrió, le parecía gracioso lo que acababa de hacer.
—Yo no necesito respirar —dijo con una sonrisa y miró a Sofía, estaba con una expresión de tranquilidad—. Pareces una persona diferente en ese estado, supongo que este será un mes bastante... divertido.
Fin del capítulo 3
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