Capítulo 22: Buscando lo que realmente quiero
Estaba algo nervioso, ya casi era hora. Estuvo moviéndose de un lado a otro sin saber que hacer, incluso se cambió tres veces de remera. Quería dar una buena impresión, pero sin exagerar, por lo que tenía que verse casual.
Mientras miraba de nuevo su celular, un mensaje le llegó. Sin perder tiempo fue hacia la puerta, no sin antes detenerse y esperar un poco, no debía parecer que estaba desesperado esperándola, aunque a si lo fuese.
Unos segundos después, estaba listo. El momento de recibirla llegó.
—Hola, Fátima —la saludó al verla.
—Holis —dijo de manera animada moviendo la mano de lado a lado.
—Adelante. —Abrió del todo la puerta, haciéndole un gesto con la mano para que pase.
Algo tan simple, tan normal, pero que que le costaba hacer, o esa es la impresión que tenía Ian. Estaba bastante nervioso.
—Permiso.
Al entrar la guía hasta llegar a la sala principal, donde tomaron asiento, quedando enfrentados.
—¡Ah! Voy por algo para beber —dijo él y se puso de pie.
Mientras Ian salió de la habitación, Fátima aprovechó para mirar a su alrededor. Era una sala bastante familiar: la mesa era redonda, de madera y con un mantel de colores, alrededor había varios muebles con fotos de Ian y su familia. Hasta los cuadros en la pared son coloridos. También había varias macetas y flores por todo el cuarto.
Él volvió trayendo una jarra con hielo y jugo. Al dejarla sobre la mesa, se volteó y se agachó un poco para abrir un cajón, de donde sacó dos vasos de vidrio. Acomodo uno de estos delante de él y cuando puso el otro frente a Fátima, no pudo evitar encontrarse con sus ojos. Ella lo miraba de manera fija y con una sonrisa. Esto hizo que él se pusiera más nervioso, apartando su vista hacia otro lado, sin poder disimular la gran sonrisa que le provocó.
Rápido se enfocó en la jarra y sirvió el jugo en ambos vasos. Luego se sentó, agarró su bebida y le dio un gran trago, como si esto sirviera para darle valor. Una vez que terminó, volvió a mirar a Fátima, quien movió un poco la cabeza y le devolvió otra sonrisa.
Trató de empezar a hablar con ella como normalmente lo hacían, pero por alguna razón la charla no fluía y terminaba de manera rápida, dejando unos segundos de silencio. Optó por esperar un poco y tratar de relajarse, de lo contrario no iba a funcionar nada.
—¿Y tus padres, Ian?
—No están.
—Ah... —dijo mientras apoyó el codo en la mesa y sostuvo su mentón con la palma de su mano, todo esto lo hizo sin dejar de mirarlo.
Ahí estaba esa mirada, la cual le aceleraba el corazón. Aunque esta vez, tenía un toque diferente. Sabía que lo estaba haciendo para molestarlo, pero... no le importaba, ya que le gustaba que lo viese de esa forma.
Al observarla, le pareció lindo como le quedaba el pelo atado, tenia una pequeña coleta en la parte de atrás de la cabeza y se había dejado algunos rizos sueltos en la parte de adelante. Luego, por un milisegundo desvío la mirada hacia abajo, para ver su remera: era de mangas cortas, blanca y con una especie de logo en el centro hecho de lentejuelas grises. Fue solo un instante, pero en el momento que lo hizo, se escuchó una pequeña risa escapándose de ella.
—¿Sucede algo? —preguntó de manera burlona—. Te noto... un poco extraño, Ian.
—No, e-es imaginación tuya —respondió nervioso.
—Ah, puede ser... —Apartó la mirada y se enfocó en la habitación que seguía.
«Tengo... que tratar de cambiar el ambiente», pensó él mientras buscaba alguna idea para hacerlo.
—Hacia ahí está la cocina —le indicó.
«Bravo genio, que comentario más "divertido" y que seguro quería saber», más tarde cuando se encuentre recordando lo que acababa de decir, iba a sentirse aún más tonto.
Él se puso de pie y se paró frente a Fátima.
—Vamos afuera, no quiero estar aquí encerrado.
—Okis. —Se levantó y lo siguió.
En el momento que Fátima se puso de pie, cerca de él, pudo apreciar de mejor forma su perfume. Era suave y dulce, tanto que no pudo evitar cerrar los ojos para disfrutar aún más del aroma.
Fueron hacia donde miraba ella, pasando por la cocina y al abrir la puerta-ventana, salieron al patio. A un costado había un par de sillas, las cuales usaron para sentarse.
—Que bonito... —dijo ella al ver el piso de madera y el mismo tipo de techo.
—Mi mamá copió la idea de unas películas que vio.
Fátima seguía viendo a su alrededor, le recordaba a esa casas antiguas que de la televisión.
—Quedó muy bien. También me gustan todas las flores que hay —comentó ella.
Al lado de las paredes estaba lleno de macetas y plantas, incluso había varias colgando. Había de todo tipo y de todo los colores. Luego en el centro del patio se encontraba un solo árbol.
—Todo eso es de mi padre —le contó Ian—, le encanta todo lo relacionado con cuidar plantas y eso...
—Se nota, hay demasiadas.
—Siempre que viajamos trae una nueva, no se resiste a comprarlas.
—Hay un poco de cada uno en el patio... No creo que haga falta preguntar, pero todas esas cajas formando un fuerte o castillo, supongo que son tuyas —dijo para molestarlo—. Es tierno que te guste seguir jugando de esa forma.
—Son de Melani, ya te dije que está en su etapa de aventurera.
—No me imagino a Martín usando vestido, no es que no te crea... solo que es difícil verlo de esa forma.
—Tal vez si solo lo conoces de vista pienses eso, pero una vez que pasas tiempo con él, no te sorprenden en ese tipo de cosas —contestó entre risas.
—Faltaría algo tuyo en el patio... —comentó una vez que dejó de reírse—. ¿Será el árbol que está en el medio?
—No... detesto ese estúpido árbol —respondió mirando molesto hacia adelante.
—¿Por?
—Las hojas que tienen se caen en cada estación y ensucian todo... después tengo que estar limpiando.
—Aaahh, pero se ve bonito.
—Por ahora...
Ese sentimiento de incomodidad desapareció, ahora podían hablar de manera tranquila, como normalmente lo hacían.
Los minutos pasaron entre bromas, comentarios sin importancia y una que otra mirada. Se podría describir como un lindo rato, sin nada especial, pero que se disfrutaba gracias a la persona con la cual se lo compartía.
—¡Ian! Estoy aburridaaa —interrumpió Melani abriendo la puerta-ventana—. ¿Qué es...?
La pequeña se quedó en silencio al ver como Fátima y su hermano se voltearon para verla. No sabía que había visitas. De todas formas su sorpresa duró poco y su sonrisa volvió aparecer al notar el aspecto de la chica. Le gustaban ese tipo de aros en las orejas que eran un poco grandes, junto al delineado que tenía en los ojos y la remera con lentejuelas.
—Hola. —Se acercó de manera animada a Fátima.
—Holis. —Le devolvió el saludo imitando el entusiasmo de la pequeña.
—Tu cabello es muy bonito... parecen la cola de un chancho... —comentó Melani asombrada, provocando la risa de los dos adolescentes—. ¿Eres la novia de Ian?
—Hmmm —Se giró para verlo a él de manera coqueta por un segundo y luego se enfocó en la pequeña—. ¿Por qué preguntas eso? ¿Acaso parezco serlo?
—Es que eres muy bonita, ¡me gusta como estás arreglada!
—Ayy... que dulces eres... ¡Gracias!
—Además, la única chica que trajo era su novia... y eso fue hace mucho tiempo... antes de que se pelearan.
—Ahh... ya veo, así que... solo trae a sus parejas aquí.
—¡Sip!
—¡Ey!, un momento... ¿Cómo qué parejas? —intervino él—. No traigo chicas porque no tengo amigas...
—¿Entonces no es tu novia? —pregunto Melani.
—¿Acaso no te gusto? —agregar Fátima aprovechando la situación.
—Esas son dos cosas diferentes... —contestó mirando hacia otro lado.
—¿Tú qué piensas, Melani?, ¿no es casi lo mismo?
—Sip, es lo mismo. ¿No se supone que tu novia te tiene que gustar?
—Bueno, eso sí... pero a veces te puede gustar y no ser tu pareja —respondió nervioso, Ian.
—No entiendo... —dijo la pequeña arqueando una ceja.
—Dijo que le gusto, pero que no quiere ser mi novio —le aclaró Fátima a la pequeña.
—¿Por?
—Yo no dije eso... —interrumpió una vez más él.
—¿Entonces? ¿No te gustó? —lo confronto con la mirada Fátima.
Melani al ver la forma tan firme en que la chica miraba a su hermano se decidió por imitarla. Le parecía divertida la situación, como en las películas románticas que veía, aunque no entendía la actitud de ella. De todas formas, no querían que pensasen que era una niña pequeña e iba a actuar como si en verdad entendiese.
—¿Por qué me miran así? —preguntó él un poco incómodo.
Ellas no respondieron nada, eligieron mantenerse en silencio sin dejar de verlo.
—¡Ah! Eso me recuerda... Melani, ella es Fátima, es la chica que sabe bailar coreos de "Miktok" y que sabe de maquillaje —dijo Ian para guiar la atención de la pequeña a otro lado. Lo cual funcionó, ya que ella dejó de mirarlo y se enfocó en su compañera—. ¡Además vino para conocerte! —agregó para rematar, ya que notó que su plan estaba funcionando.
—¿¡En serio!? — los ojos de la pequeña se abrieron llenos de ilusión.
Fátima se dio cuenta de que Ian consiguió escapar de la situación, por lo que no lo iba a seguir molestando. Además, no podía hacer nada para resistirse a esa encantadora niña que tenía delante.
—¡Claro!, ¡vine por ti! —respondió animada—. Si quieres podemos pintarnos o jugar algo juntos.
—¿Jugar?
—Sí.
—¡Ok! —Se dio vuelta y salió corriendo hacia su casa—. ¡Ya vuelvo!
—Es muy tierna y animada —comentó Fátima.
—Espero que no te arrepientas de lo que acabas de decir... —dijo él.
—¿Eh? —Lo miró confundida—. ¿Por qué lo haría?, todo lo contrario, me gusta pasar el tiempo maquillándome, va a ser divertido pintar a alguien más. No te pongas celoso, también puedo hacerlo contigo.
—¿Maquillaje?, si es eso lo que querías hacer, creo que te equivocaste en lo que le dijiste.
—¿Por?
—Bueno... ya lo v...
La puerta se deslizó hacia un lado con un poco de fuerza, llamando la atención de ambos. Una pequeña hizo una entrada "épica" dando un salto y luciendo con orgullo su atuendo: un delantal de cocina de color azul, una tapa de olla en su mano izquierda y una rama en su derecha, las cuales representan un escudo y espada, respectivamente. Todo acompañado de una pose de batalla y una gran sonrisa.
—¡La heroína Melani hace su aparición! —exclamó levantando su espada—. ¡Justo me hacía falta una compañera para mi nueva aventura! —dijo al acercarse a Fátima—. ¿Qué clase de aventurera eres?
—Ah... emm... creo... —Se encontraba confundida por la situación y la pregunta—, que estoy buscando... ¿Mi propósito? —contestó sin estar segura de lo que decía.
—Hmmm... ya veo. —La pequeña cruzó los brazos y cerró los ojos como si estuviera pensando—. ¡Hiciste bien en venir aquí entonces!, yo te guiaré. Como héroe es mi deber ayudar a cualquiera que esté en problemas o se sienta confundido, y por tu expresión veo que tú lo estás.
—Gracias... ¿Supongo? ¿Es algo bueno o es algo malo lo que me estás diciendo?
—¡No te preocupes por los detalles!, pronto ya no estarás más confundida —afirmó con seguridad—. ¡Andando! —Una vez más se dirigió hacia su casa dando pasos de manera exagerada.
—Debiste decir "te ayudaré a maquillarte" y no "voy a jugar contigo" —le susurró Ian antes de ponerse de pie—. Vamos... la heroína nos espera.
No era la situación que esperaba Fátima, pero le parecía divertido. Por lo que sin decir nada, empezó a seguir a los hermanos.
Una vez que llegaron a la habitación de la pequeña, esta se dirigió hacia un gran baúl de colores que tenía. Su hermano sabía lo que estaba por hacer, por lo que se paró a un lado de Melani y empezó a recibir todas las ropas que su hermana sacaba de ahí.
El cuarto estaba lleno de dibujos de nubes, estrellas, flores en la pared. Los habían pintado a petición de la pequeña, su madre era buena para decorar. Para sorpresa de Fátima, todo se hallaba bien ordenado. Salvo por la cama de la pequeña, que estaba llena de peluches. Y bueno, todas las cosas que ahora estaba sacando Melani de su baul de color azul.
—Eso es todo —anunció la pequeña una vez que ya no había más nada—. ¡Bien, es hora de elegir tu atuendo! —Le hizo una seña a Ian y este camino detrás de ella—. El primer paso de una aventurera es elegir un disfraz que la caracteriza, por favor tomate tu tiempo y escoge —indicó entre risas la pequeña.
Fátima cruzó miradas con él, el cual solo se encogió de hombros y estiró sus brazos para que eligiera algunas prendas.
—¿Ian no tiene que disfrazarse?
—No, como soy un simple y secundario asistente no tengo que resaltar —respondió él con orgullo, ya que gracias a esto no tenía que pasar por lo mismo que ella—. Anda... escoja su atuendo, señorita —dijo con una sonrisa burlona.
Sin cuestionar nada, empezó a ver sus opciones. No tardó mucho en darse cuenta de que la mayoría eran pedazos de telas cocidos de mala manera, dejando a simple vista que fue hecho por alguien que no sabía.
—Mamá y papá no saben coser... y con Ian vimos algunos vídeos en internet, pero no somos buenos —comentó Melani al ver que a Fátima no le gustaba lo que había—. ¿Tú sabes coser?
—No, lo siento. Nunca lo intente —respondió de inmediato. Luego tomó un pedazo de tela azul y se lo puso como bufanda—. Supongo que me quedo con este y este otro. —Tomo otra tela de color blanco y la ato en la cabeza haciendo un pequeño moño.
—¡Que bonitooo!, ¡yo también quiero uno!
Al instante, tomo otra prenda de color azul para hacer juego con el delantal de Melani y le hizo lo que pidió.
—¿Cómo me queda? —preguntó la heroína.
—Lindo, como siempre —contestó Ian.
—Sí, te ves muy linda —agregó Fátima.
La pequeña con una sonrisa fue hasta un espejo para verse y una vez que lo hizo, se sintió aún más emocionada. Ya con esto y viendo que su nueva compañera estaba lista, da por iniciada su nueva aventura...
Luego de unos cuarenta minutos de juego con Melani y los peluches, llegaron al final de su primera aventura. Al terminar, los dos adolescentes dejaron a la pequeña sola y fueron a seguir con sus charlas al patio mientras se refrescaban con un poco de jugo.
—Me sorprende que nos haya dejado ir tan fácil... A decir verdad pensé que iba a querer seguir jugando —comenta Fátima.
—Es una regla que tenemos. Voy a jugar con ella un rato y si antes de empezar no acordamos el tiempo, solo será de treinta minutos a una hora —contestó—. Así siempre podemos pasar un poco del día juntos.
—Eso es un poco tierno —dijo entre una pequeña risa—. Para ser tan animada y confianzuda, es bastante obediente.
—Sí, a veces. Depende conque. Con esa personalidad que tiene es difícil dejarla sola, ya que se va corriendo por ahí o empieza a hablar con cualquiera como si lo conociera.
—Creo que me hago una idea. No dudo en acercarse a mí y hablarme... ¡Es superlinda!
—Bueno... sí... por un rato. Si tienes que soportarla mucho no creo que pienses igual —bromeo.
—Ayy... que malo. Pero es obvio que no lo piensas de verdad, eres supercompañero con tu hermanita.
—Puede ser —contestó tratando de hacerse el duro.
Hubo un pequeño silencio, mientras ambos miraban hacia adelante. Tenían un sentimiento de estar cómodos, disfrutando del momento.
—Sabes... hay algo que he estado pensando desde hace un tiempo —dijo él en un tono tranquilo.
—¿Qué? —preguntó Fátima con una sonrisa, tenía una idea de para donde iba la charla por el ambiente.
—No sé bien cómo decirlo..., pero últimamente no puedo sacármelo de la cabeza.
—Adelante, te escucho —dijo ansiosa.
—Al comienzo traté de no darle importancia, creí que de esa forma no me afectaría..., pero ahora sé que estaba equivocado. —Miró hacia abajo a la vez que movía un poco sus manos por los nervios—. Por eso... quería saber tu opinión... O sea, lo que tú piensas...
—¿Sobre qué? —Se giró para poder verlo a los ojos, aunque él seguía viendo hacia abajo.
—Es sobre lo que hablo Sofía en clase. —Tomo valor y cruzó miradas con ella.
—¿Eh? —Su sonrisa desapareció y confundida apartó la mirada—. ¿Eso que hizo con esa caja?
—Sí, me pareció divertido... ¿A ti no?
—No le di importancia.
—¿Por?
"Porque fue una idea de ella y no me interesa lo que haga", era lo que pensaba Fátima, pero no respondería de esa forma frente a él. Si hubiese sido otra persona quien propusiera esa idea, ella con gusto habría participado.
—Simplemente no quise hacerlo —contestó sin mucho entusiasmo.
—Ya veo... supongo que solo yo me lo tomé en serio. —Con una de sus manos se rascó la cabeza—. No pude evitarlo, cuando dijo eso que a esta edad es cuando empezamos a saber de verdad como somos y nuestros gustos... me sentí algo... extraño.
Fátima escuchaba en silencio lo que estaba hablando, no le gusto que sacara el tema de Sofía, pero al ver como se estaba expresando Ian, era obvio que se trataba de algo importante para él. Por eso iba a tomárselo en serio.
—Al pensar en "qué pediría si tuviera un deseo", me di cuenta de que no sé lo que quiero —continuó hablando—. Si no me lo tomara en serio, podría pedir cualquier cosa, pero eso no es lo importante, o eso creo —dijo un poco inseguro—. Lo importante aquí es... saber lo que realmente quieres y pedir algo que... no solo te haga sentir bien, sino que se adapte contigo, ya que toda tu vida va a cambiar según lo que desees.
Se quedó callado por unos segundos, ya que sentía que estaba hablando demasiado.
—Seguro te estoy aburriendo —comento y se giró para verla—. Después de todo dijiste que no te intereso este tema.
—No lo había pensado de tu forma... Creo que por eso no me llamó la atención —respondió con una sonrisa—. Pero creo que te entiendo. En mi caso lo descarte rápido, ya que dije algo como "pediría mucho dinero y con eso me compraría ropa, saldría de viaje y comería todo lo que quisiese". Supongo que es una respuesta fácil.
—No digo que esté mal, o que no sea lo correcto —expresó al instante—. Es solo que... si lo veo de esa forma, es como si necesitara del dinero para ser feliz. Como si lo más importante es conseguir dinero para comprar cosas materiales y con eso sentirse bien...
—Las personas somos bastante materialistas, ¿no?
—Sí —contestó riéndose—. Pero... ¿es eso lo que realmente queremos? ¿O es lo que necesitamos? ¡Aah! —Empezó a frotarse la cabeza—. Lo siento, solo estoy dando vueltas en lo mismo. Quizás quiero parecer filosófico y así impresionarte —bromeo para cambiar el ambiente.
—Si quieres hablar sobre eso no tengo problema, me gusta escucharte y saber que piensas. Y si puedo ayudarte con algo, lo intentaré.
—Gracias.
Ambos se quedaron en silencio mirándose con una sonrisa.
—¿Y qué anotaste en tu papel? —preguntó ella.
—A decir verdad, me da un poco de vergüenza decirlo.
—¿Así? Ahora tengo más curiosidad.
—¿Tú no anotaste nada?
—Nop.
—Entonces no te diré que puse... No sería justo que solo yo lo hiciera.
—Ooohh —exagero como si esto la pusiese triste—. Pero yo te dije lo que hubiese pedido... ¿No es lo mismo?
—No.
—Creo que solo lo dices para no compartir lo que pusiste.
—En realidad... no supe qué poner. Solo escribí algo cliché, lo que sería normal que alguien pusiera.
—¿Qué tiene de malo eso? —preguntó Fátima, levantando una ceja.
—Es como si mintiera, solo lo puse porque de verdad quería participar..., pero ni siquiera sé qué quiero estudiar luego de la escuela o que es lo que realmente me gusta. Era obvio que no iba a saber qué hacer si tuviera un deseo.
—Hmmm... —Ella se puso sería en ese momento, bajando la mirada al suelo.
«¡Idiota!, otra vez estás arruinando el ambiente, haz algo para solucionarlo. ¡Rápido!», pensó al ver la expresión de Fátima.
—Tú eres muy animada, divertida, interesante y con la cual se puede pasar horas y horas hablando... Y no quiero hablar de tu apariencia, pero me pareces muy linda. —Nervioso apartó la mirada y se enfocó en el piso.
Ella sonrió de oreja a oreja con lo repentino y agradable de esos comentarios. No quería interrumpirlo, ya que parecía que iba a seguir, y a decir verdad, quería seguir escuchando más cumplidos.
—Lo que quiero decir... es que... me gustaría poder seguir compartiendo tiempo contigo, cada vez que pueda. Es... muy lindo estar a tu lado, hablando, bromeando... conociéndonos y molestándonos —continuó hablando Ian.
—A mí también me agrada pasar tiempo contigo, pienso igual. Con gusto seguiré molestándote —dijo con alegría.
—No te excedas, por favor. Yo no soy tan bueno en eso como tú —bromeó.
—Exageras.
—Puede ser..., pero de verdad creo que eres una chica increíble.
—Ah... ¡basta! —dijo con una gran sonrisa en el rostro, al mismo tiempo que le daba un pequeño empujón en su brazo—. Ya me hiciste muchos cumplidos, no sigas.
—Vaya... vaya... Así que por primera vez hago que te pongas rojas y te avergüences.
—Es tu imaginación... no sé qué dices.
—Supongo que tendré que hacerte más cumplidos para molestarte.
—Aaayy... no...eso sería tan cruel —contestó Fátima de manera sarcástica—. Por favor, no me tortures haciéndome cumplidos. Pero... bueno, como es lo único que me molesta, tendrás que hacerlo seguido —bromeo
Siguieron hablando de manera animada un rato más hasta que empezó a oscurecer. Fátima se despidió y con esto se dio por terminado su tiempo juntos de hoy. Ambos estaban felices, disfrutaron mucho de su sábado en "pareja". Iban a seguir escribiéndose por mensajes y aunque no lo hubiesen dicho, los dos pensaban lo mismo: fue una linda tarde.
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A diferencia de ellos, él no estaba disfrutando de su sábado. Se encontraba sentado en silencio en la sala mientras veía televisión y cuidaba a su abuela. Cada tanto miraba en dirección al pasillo, específicamente hacia la puerta de su cuarto. Ya no encontraba excusas para tranquilizarse, estaba bastante preocupado por su hermana. Había estado actuando extraño estos días y prácticamente se la pasaba encerrada en el cuarto, solo salía para ir al baño o ayudarlo a mover a Gladis.
«Quizás... tenga que decirle algo. No creo que siga enferma, ¿verdad?», pensó Faustino, mientras dejaba escapar un suspiro.
No era el único que estaba de esa forma por la situación. En medio de la oscuridad del cuarto, él se encontraba flotando encima de Sofía y por alguna razón... no se sentía bien con todo esto.
Una desagradable sensación lo inquietaba. Algo extraño y nuevo, muy diferente a todo lo que había sentido antes. Pero... lo que más le molestaba era no poder hacer nada, hasta al punto de pensar en actuar por su propia cuenta y darle una mano a Sofía...
Fin del capítulo 22
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