Capitulo 16: "Cita"

Mientras nos dirigíamos a la parada del autobús, no podía evitar notar que Sofía constantemente me miraba de reojo. Esto era... agradable, parecía como si de verdad quisiera que estuviera ahí. No solo eso, desde que se levantó estaba de buen humor, verla sonreír tanto es... contagioso. Al darme cuenta de esto, llegué a dudar si la sonrisa que siempre llevo para aparentar, por primera vez en mucho tiempo era verdadera.

«Ey... no quiero que leas mi mente hasta que te lo diga, ¿entendido?», me dijo Sofía al detenernos en la parada.

—Como ordene, patrona —respondí de manera juguetona.

«No te lo dije como orden... es una petición», me aclaró inflando un poco los cachetes y mirándome de forma que pareciera molesta por mi comentario.

—Lo sé, lo sé.

Ella volvió a su animada expresión y nos quedamos en silencio. No tardó mucho en llegar el autobús y en el transcurso del viaje no me dijo nada. Era extraño tener paz y tranquilidad estando cerca de ella, por lo general los momentos en que estaba sola era cuando me inundaba de preguntas o no paraba de hablar. No solo eso, también era raro lo que estaba pasando: no recordaba haberla visto planeando algo para salir hoy, ni mucho menos a una cita. No era algo que ella haría, por lo que me encontraba algo confundido con todo esto, al mismo tiempo que emocionado, me parecía divertido.

Luego de treinta y dos minutos y 6 segundos, llegamos a una pequeña plaza cerca del centro. Sofía se dirigió directo a un kiosco y cargo crédito en su celular, de manera rápida casi como si estuviera por correr, volvió a la plaza y busco un lugar donde sentarse. Mientras miraba su celular, no dejaba de mover sus piernas, parecía una niña pequeña emocionada.

Al ser fin de semana, había mucha gente yendo y viniendo en todas direcciones. La mayoría bien arreglada, buscando disfrutar de un pequeño descanso en su día a día.

Estaba soleado, diría que lo suficiente para poder disfrutar de estar bajo el sol y que no sea molesto. La plaza donde nos encontramos tenía varios sitios para sentarse a descansar y apreciar todas las decoraciones. El césped había sido cortado y cuidado de manera regular, también había una buena distribución de flores y árboles, dándole un toque más natural. Algo que era necesario para los humanos que se hallaban hartos de la ciudad.

Por lo general me detendría a ver el actuar de los humanos, sus expresiones y pensamientos, pero esta vez, toda mi atención estaba en Sofía. No quiero dejar de verla. Me divierto a su lado y... disfruto de su compañía. Ella se relaciona conmigo como... si en verdad quisiera pasar el rato con alguien como yo.

Varios mensajes empezaron a llegarle a Sofía en su celular, de parte su amiga Yani. lo que hizo que se quedara quieta para concentrarse en leerlos. Para lo único que se detenía era para verme de reojo cada tanto, verificando que siga ahí.

«Ya podemos hablar, ¿me escuchas?», me pregunto una vez que termino de contestar los mensajes.

—Claro, te "escucho" —respondí, apareciendo a su lado.

«Bien, ya casi son las 5 p.m, es hora de empezar», me miró con una sonrisa y se puso de pie.

—¿A qué se debe tanta preparación? ¿Vas a poner en marcha uno de tus extravagantes y elaborados planes? —dije para molestarla, al mismo tiempo que flotaba a su lado para seguirla.

«Voy a dejar pasar ese comentario, ya que mis últimas ideas no funcionaron... Pero esta vez es diferente, no hay forma de que esto falle», aseguró con confianza.

—Si tú lo dices...

«La primera parte ya está completada y fue un éxito».

—¿Tomar el autobús y cargar crédito?

«Sip, fue fácil, ¿no?», respondió orgullosa de su hazaña.

—Emmm, no es por ser malo, pero eso podría hacerlo cualquiera, ¿qué tiene de especial?

Ella se quedó en silencio por unos segundos y por primera vez en el día volvió esa leve sonrisa forzada que tantas veces usa para quedar bien.

«Anoche... cuando pasamos el rato viendo películas, yo me sentí bien, era como sí... como si fuese alguien "normal"», respondió mientras caminaba entre la gente que hay en la acera. «Quiero seguir sintiendo eso, quiero hacer más cosas para mí. Ni siquiera le cargo crédito a mi celular para ahorrar y estaba bien con usar el wi-fi de la escuela, pero ahora que ya no puedo hacerlo, voy a darme el gusto. ¡Quiero seguir hablando con mi amiga!».

Su entusiasmo volvió y aceleró el paso, se veía como una chica totalmente diferente: llena de seguridad y alegría.

«¡Y también quiero pasar un sábado fuera de casa, salir a pasear y... divertirme! Voy a seguir tu consejo y haré lo que quiero», continuó diciéndome.

—Todo suena bien, pero ¿no te sucederá lo mismo que la última vez? Una cita con alguien es dar un gran salto.

«Bueno, puede que haya exagerado un poco por la emoción», contestó un poco avergonzada. «Sería más correcto decir que pasaré el sábado con mi único amigo, ¡felicidades, vamos a divertirnos juntos!».

—Eres una humana extraña... —contesté sin dejar de mirarla.

«¿Extraña de una mala manera o de una buena?»

—Hmmm, ¿cuál será? —Llevé mi mano hasta mi mentón, adoptando esa postura que usan los humanos para mostrar que estaban pensando—. Es difícil decidirse.

«Oh, no empieces a molestarme».

Me dio risa su reacción y antes de responder ella siguió.

«No necesito tu respuesta, sé que te caigo bien», afirmó con alegría. Verla tan confiada y con ese toque de felicidad era... contagioso.

—Ajam... si eso es lo que piensas, me parece bien. Eres libre de creer lo que quieras.

«Tengo pruebas. Si no fuese así no me ayudarías, ni me darías esos consejos».

—¿Qué te hace pensar que no hago lo mismo con los demás humanos?

«Porque... sé distinguir una sonrisa forzada, de una verdadera. Por momentos... siento que te entiendo, tal vez nunca llegue a ser tan inteligente o tener una mirada tan amplia del mundo como la que tú tienes, pero... sé lo que es tener que aparentar como te sientes o actuar como algo que no eres. Por eso en ciertos momentos, cuando te veo, siento que te entiendo... o por lo menos en una pequeñísima parte».

—Que interesante. —Aquellas palabras me hacían sentir extraño, pero prefería seguir actuando como siempre—. Tal vez seamos almas gemelas y por eso puedas ver eso.

«No lo dices en serio, solo estás bromeando».

—¿Segura?

«Segurísima», respondió entre una pequeña risa.

—¿Y si no lo fuese?

«Entonces, no dirías "tal vez" y lo afirmarías».

—Tienes razón —dije sin dejar de mirarla, luego de unos segundos no pude evitar reírme—. Tienes razón —repetí en voz baja y mirando hacia adelante.

Hablar con ella era agradable. Era el primer humano con el que charlaba de esta manera y con el cual disfrutaba estar. Sin duda, me parecía extraño. Se siente bien: su mirada, sus bromas, sus preguntas... su compañía. Nunca un humano me había demostrado aprecio o que le importara y, a decir verdad, ni siquiera me interesaba que lo hicieran después de todo... no lo necesitamos.

«Llegamos», dijo mientras entraba al enorme shopping de la ciudad.

Nos acercamos a las vidrieras de las tiendas y mientras veíamos lo que había en ellas, Sofía me daba su opinión. Pasamos un buen rato de esta forma, sin hablar de nada en particular más de lo que ella veía y comentaba.

«¿Puedo pedirte un favor?», preguntó al detenerse frente a una tienda de ropa.

—Puedes pedirlo, que te lo conceda es otra cosa.

«No es nada para mí... O sea, lo que quiero decir o más bien pedir, es que... ¿Puedes dejar de flotar a mi lado y caminar?».

—¿Caminar? —pregunté confundido.

Ambos nos detuvimos al frente de una tienda. Mientras ella aparentaba mirar la vidriera, hablaba conmigo de manera disimulada para no quedar como una loca frente a todas las demás personas que circulaban.

«Si, con los pies, como todos los de aquí».

—¿Por qué lo haría?

«¿Por qué no lo harías?».

—Hmmm...

«Anda, por fis. Se me hace un poco incómodo tenerte de esa forma, y si caminas a mi lado... parecería más real o no sé cómo explicarlo, pero me entiendes, ¿verdad?»

—Está bien... aunque sigue siendo lo mismo.

Sonrió aún más al ver como me paraba enfrente de ella.

«¿Sabes como caminar?», preguntó burlándose.

—"Ja, ja, ja..." —Por primera vez imite una de sus expresiones—. Que gracioso —respondí de manera irónica.

Sofía se quedó en silencio, viéndome, lo cual hizo demasiado obvio lo que seguía.

—¿Qué más estás por pedir, Sofía?

«No voy a juzgarte y... emm... eres libre de vivir como quieres, ¿pero cuándo fue la última vez que te bañaste o te cambiaste de ropa?».

—Yo... no necesito hacer eso.

«Eso dicen los mugrosos».

—No vas a provocarme con eso, a diferencia de ustedes, no me ensucio y mi ropa tampoco.

«Ajam. Aunque sabes... me gusta como estás vestido, pero creo que es hora de un cambio».

—La apariencia que tomamos es la que sería más agradable con la persona que nos tocó.

Ella no se veía muy convencida con lo que le acababa de decir.

«¿Entonces por qué no te ves como uno de mis actores preferidos?», cuestionó ella.

—Si prestas atención, me veo como alguien que te gusta: Pelo negro, corto y ondulado, ojos del color marrón, piel un poco morena y varios rasgos de la cara parecidos, pero con un aspecto más de hombre que de niño.

—¡Oh! ¡Tienes razón! —Se llevó las manos a la boca, ya que se le escapó eso por la sorpresa—. ¿Así se verá Ian en unos años? —preguntó murmurando y mirando hacia otro lado.

—Un poco, di unos cuantos retoques para encajar aún más con tus gustos.

«Ya veo...», me miró de arriba abajo como si me estuviera analizando mejor.

—Si me viese como el hombre lobo de esa película de vampiros que le gusta a todas las adolescentes, te sentirías algo incómoda y podría ser algo molesto.

«Uff, sí... muy molesto tener a alguien así al lado», me respondió de manera sarcástica entre risas.

—Bueno, al comienzo lo verías bien, pero es imposible no sentirse presionada al tener a alguien así al lado. Además de que te daría aún más la impresión de estar en una fantasía y no en la vida real.

Ella asintió al entender lo que le decía.

«Pero... ¿Podrías cambiarte de ropa? Digo, se ve bien ese saco negro con remera blanca que llevas. Sin embargo, creo que se te vería mejor lo que lleva ese maniquí», se volteó y miró al que se refería.

—¿Voy a ser el único que va a probarse ropa? —Ella escapó de mi mirada, tratando de evitar responder —. Si quieres que lo haga, yo elegiré ropa para que te pruebes. ¿Trato?

«¿Crees que por decir eso no lo voy a hacer?», me veía de manera desafiante «Pero para ser justos, deberás ir y probarte la ropa de manera normal, de la misma forma en que lo haré yo. Nada de trucos o magia o lo que sea que hagas».

—¿Quieres que vaya al mostrador o me cambie enfrente tuyo? —respondí con una sonrisa pícara.

«¿De verdad vas a hacerlo?, pensé que te negarías diciendo que es algo inútil o alguna respuesta de ese estilo».

—Claro que lo haré, vale la pena el sacrificio. Después voy a elegirte algo especial, alguna ropa de diabla o angelita sexy.

«¡No! No es lo mismo y no sería justo», me contestó de inmediato.

—¿Por qué no sería justo? En ningún momento aclaraste eso; solo te dije que aceptaría si yo podía elegir tu ropa luego y no parecías estar en desacuerdo.

«No... esperaba que lo tomaras de ese lado, pervertido».

—Siempre tienes que ser clara a la hora de negociar conmigo, no lo olvides —dije de manera seria, cambiando el ambiente que había.

Luego de un pequeño silencio, chasquee los dedos y me vestí con la camisa roja con cuadros negros, junto con el gorro que tenía el maniquí. Manteniendo mi pantalón y zapatos negros.

—¡Ta da! Es un toque más juvenil, pero es lo que querías, ¿no?.

Ella me sonrió mientras asentía.

«¡Te ves bien!»

—Obvio, soy un 8 tirando a 9, como sueles decir

«Tan humilde como siempre...».

—Ahora es tu turno, ¿qué prefieres? ¿Diabla o ángel?

«¡Nooo! ¡Ni se te ocurra ponerme algo de eso!».

—No puedo evitarlo, mi cuerpo... mi cuerpo se mueve solo —De manera lenta y exagerada, levante mi mano dejándola quieta frente de ella.

«¡De verdad! ¡No chasquees los dedos! Digo, no hagas nada...»

—¡Tarde!

Al escuchar el sonido que hice con los dedos, ella cerró los ojos con fuerza y se tapó la cara con ambas manos.

—¡Vaya... te queda bastante bien! ¡Un 9 tirando a 10! —dije para molestarla.

Sofía sonrió, abrió un poco sus dedos y de manera lenta miró hacia abajo para ver su cuerpo.

«¡Eres un bobo!», me dijo mientras hacía puchero y comenzaba a caminar.

—Es obvio que no iba a hacerlo... solo te estoy molestando.

«No lo sé... Una parte de mí lo sabía y otra tenía miedo de que sucediera».

—¿Y ahora, a dónde vamos?

«A tomar un helado... desde que entramos estaba esperando llegar a esta parte para poder hacerlo».

Unos cuantos metros hacia adelante, había una heladería. Ella se fue directo hacia ahí, deteniéndose en la entrada.

«¿Debo... comprar uno para ti?».

—No hace falta, gracias.

«¿Por? ¿No te gusta el helado? O vas a decir que no necesitas comer y bla, bla», entró al lugar sin esperar mi respuesta y se puso en la fila que había.

—No necesito que me compres nada, puedo hacerlo yo mismo.

«Uh, perdón, cierto que tienes poderes. ¿Cuál es tu sabor preferido? ¿Crema del cielo?»

Se rió ella sola por su mal chiste y la gente alrededor se volteó para mirarla. Esto hizo que se encogiera de hombros, fue bastante gracioso. Su cara se puso un poco roja y empezó a jugar con sus dedos como de costumbre.

La mejor parte es que ella sola se metió en ese problema, esta vez no tenía nada que ver conmigo.

—Lo tienes merecido por burlarte —dije mostrándole mi mejor sonrisa, ya que estaba disfrutando de la escena.

Luego de unos minutos, la atendieron. Pidió un helado de dos bochas, de granizado y limón. Al salir me miró esperando a que hiciera lo mío. Por lo que hice aparecer uno de vainilla y flan para que así no me siguiera molestando con su mirada.

Mientras caminábamos, iba exagerando sus expresiones al llevar las cucharadas de su helado a la boca. Se notaba que lo estaba disfrutando, no solo yo me doy cuenta, las demás personas que pasaban cerca también lo hacían. Pero esto a ella no le importaba, la estaba pasando bien y no quitaba sus ojos de su postre. O por lo menos no lo hacía hasta que a lo lejos vimos a Ian y Fátima caminando con una gran sonrisa en el rostro de cada uno. Sus ojos se abrieron por la sorpresa y casi que dejaba caer la cuchara de plástico de su mano.


Fin del capítulo 16

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