Capítulo 14: Actividades de un adolescente "normal"
Viernes 11:40 p.m. Sofía acababa de acostar a su abuela, dando por finalizadas las responsabilidades de su día.
Fue a la sala y se sentó para relajarse, quedándose quieta por unos segundos. Miraba el reloj que tenía enfrente y dejó escapar un gran bostezo.
Luego de estirarse, agarró la pollera que estaba sobre la mesa, era la que le había dado Griselda.
«Bueno..., es obvio que no me iba a quedar», pensó Sofía mientras veía la prenda. «No es muy difícil agrandarla, también tengo que ver la forma de hacerla más larga... Hmmm, si recorto partes de la otra pollera que me ensuciaron puedo unirla con esta y quedaría», se tomó un momento para imaginar cómo lo haría. «Okey... Puedo hacerlo, solo... me llevará toda la tarde de mañana y puede que un poco más si es que mi abuela me distrae».
Se recostó en la silla, estiró su cabeza hacia atrás y miró hacia el techo. Inspiró todo lo que pudo y dejó escapar un largo suspiro. Después de un momento se levantó y empezó a apagar las luces. Ya estaba lista para irse a dormir y justo antes de entrar a su habitación se detuvo.
«No se supone que el comienzo de mi fin de semana sea así... ¿No debería estar alegre y emocionada por no tener que hacer nada? O... por salir con amigos o cosas así de adolescente "normal"».
Sofía estaba cansada, pero no quería irse a dormir, sentía que era lo mismo de siempre: volvió de la escuela, hizo los quehaceres de la casa, fue a trabajar, regreso y cocinó, se puso a limpiar, baño a su abuela y ahora que tenía algo de tiempo para ella, lo único que podía hacer era ir a acostarse.
Ahora que estaba tranquila y sin nada que hacer... se sentía un poco vacia. Se encontraba estancada en un estilo de vida que no quería y no podía hacer nada para cambiarlo, o por lo menos, eso le parecía.
«Tal vez... Debería escaparme e irme de fiesta», sonrío al pensar esas palabras, ya que sabía que era imposible. «Na, primero tengo que saber donde hay una, luego que me hayan invitado y por último tener con quien ir», se volteó y fue a la sala de nuevo, sentándose en el sillón de su abuela y se estiró un poco para agarrar una silla para ponerla frente de ella. «Listo, ahora si», levantó sus piernas y las subió sobre esta. Se tapó con las frazadas que había y quedó acurrucada. «Ey, ¿puedes aparecer?».
—Claro —respondió él al instante, apareciendo a su lado.
«Estuve pensando en lo de hoy... y se me ocurrió que quiero pasar mi fin de semana como alguien de mi edad lo haría».
—¿Y qué harás?
«Supongo que muchos chicos se juntan con sus amigos para salir, pero yo no los tengo así que esa opción queda descartada».
—Una menos.
«La otra es solo ir a la casa de un amigo a pasar el rato, pero tampoco puedo hacer eso».
—Ya van dos menos...
«Podría pasarme la noche escribiéndome o hablando con alguien, pe...».
—Otra descartada... —interrumpió, riendose para burlarse por la ocurrencia de Sofía—. ¿Qué tal si vas al grano? —propuso.
«Podemos... digo... si tú quieres... no estás obligado ni nada... ver películas juntos», se sintió algo avergonzada por estar pidiéndole eso. Ella empezó a juguetear con sus dedos, tratando de calmarse un poco.
Él seguía mirándola, aun si Sofía evitaba hacer contacto visual.
—¿Vas a aguantar? —preguntó de manera amable, sonriendo como de costumbre—. Por lo que veo estás bastante cansada y no estás acostumbrada a desvelarte.
«Nunca tuve un motivo para hacerlo, ahora te tengo a ti y bueno... quiero hacer algo diferente», pensó Sofía con una sonrisa.
—¿Y qué tal si me niego?
«Me iré a dormir. No me quedaré aquí obligándote a hacer algo que no quieres».
—Hmm, ya tenía en mis planes observarte mientras duermes, pero haré una excepción esta vez y te acompañaré para ver alguna película.
«Ahora no sé si sentirme halagada... o espantada», respondió mientras se reía, sintiendose un poco más relajada. «Preferiría que evites ese tipo de comentarios espeluznantes, ya casi me había olvidado del hecho que me estás acosando».
—Los seguiré haciendo, sirven para molestarte —respondió él de manera juguetona.
Sofía lo miró aparentando estar molesta y luego sonrió. Tomó el control de la tele, la encendió y empezó a buscar algo para ver.
Toda la sala se encontraba oscura, salvo por la iluminación de la pantalla, dejando un ambiente agradable y relajante, perfecto para distraerse con lo que sea que sintonicen para mirar.
«Hmmm, ¿qué género te gusta?».
—Cualquiera, elige el que prefieras —dijo sin darle importancia.
«La idea es que busquemos algo que nos entretenga a los dos».
—No veo películas, no suelo prestarle atención.
«¡Oh! Ya sé, tú elegirás la que veremos», estiró su mano con el control para dárselo, mirándolo de manera entusiasmada. Parecía una niña pequeña apunto de salir a jugar.
Él se la quedo viendo extrañado, le parecía divertida las expresiones de Sofía.
—No necesito del control para cambiar de canal. —Miró el televisor y con eso fue suficiente para hacerlo—. ¿Ves? —preguntó, mostrándose superior, levantando el mentón y sacando pecho.
—Presumido —susurró ella—. ¿Qué vas a elegir?
—No lo sé... todo parece igual —respondió sin mucho ánimo—. ¿Por qué debo escoger yo?
«Bueno... en realidad... pensé que si no encuentras nada interesante... podrías usar tus poderes y elegir algo que no se pueda ver de manera normal, ¿me entiendes?», guiño el ojo y movió las cejas.
—¿Algo así como verlo de forma pirata?
«Yo no dije eso, pero si tú lo dices... puede que sea una opción», le dijo para hacerse la inocente.
Él empezó a reírse, lo que le resultó extraño a Sofía, no era un buen chiste como para que se lo tomase de esa forma.
—Es gracioso que pienses en usarme de esa manera... ¿Pudiendo hacer casi cualquier cosa y esto es lo que se te ocurre?
«Bueno... Siempre presumes que puedes hacer de todo, pero no haces nada... supuse que algo así de simple no te molestaría».
—Ya veo... creo que tienes razón, es mi culpa. —Dejó de estar flotando a su lado y con sus poderes hizo que una silla se acomodara sola al lado de Sofía para sentarse —. Ya que la temática de esta noche es sobre películas, ¿qué te parece si te doy una mano al mejor estilo de la cenicienta?
Ella se dio vuelta para mirar el reloj, ya eran más de las doce de la noche. «Creo que llegaste tarde hado madrina», bromeó.
—Son tiempos diferentes, digamos que soy un hado más moderno. Ninguna buena fiesta termina a las doce, ¿no lo crees?.
«¿Estás bromeando de nuevo?», preguntó confundida.
—No —dijo con sinceridad—. Voy a ayudarte a que disfrutes esta noche de la forma en que lo pidas. Puedo llevarte a donde quieras y luego volver a la hora que quieras. También podría darte algo que pidas, pero será de manera temporal, ¿qué te parece?
Sofía se quitó las cobijas y se inclinó en su asiento. «O sea... ¿qué podrías darme ropa linda y llevarme de fiesta?»
—Claro, entre otras cosas más.
Ella lo miró de manera desconfiada, aún no creía lo que estaba oyendo. Tampoco le parecía que él estuviera bromeando o intentando al extraño. Tardó unos segundos para pensar en la propuesta y luego de que se decidió, dio su respuesta:
«Suena... tentador, pero pasó», pensó con una leve sonrisa.
Ambos se miraron por unos segundos y ella se acomodó de nuevo como estaba antes, acurrucados con la sábana, hasta quedar un poco envuelta con ella y se enfocó en la televisión.
—¿Perdón? —preguntó él sorprendido—. ¿Cómo qué pasas? —Arqueó una ceja, muy confundido.
«Paso... no lo quiero».
Él se movió hacia adelante para hacer que ella lo mirara, pero sin éxito.
—Creo que no me crees o no entendiste lo que acabo de decirte.
«Te creo y lo entiendo..., pero sabes, no lo necesito», se giró para poder verlo directo a los ojos. «Me dijiste que debo conocerme y saber que es lo que quiero realmente... y bueno... sé lo que quiero ahora, y es ver una película contigo».
—¿De verdad vas a escoger eso? —insistió un poco más, era algo que no se esperaba. Por eso, había dejado de actuar, estaba realmente atónito.
«No lo estoy escogiendo como un deseo o algo que tengas que hacer. Solo te lo propuse como suelen hacer los amigos», respondió Sofía con sinceridad, sintiéndose segura de lo que decía... o por lo menos, por ahora.
—Sofía, estás desperdiciando una oportunidad única, ¿lo sabes, verdad?
«Sí, pero no quiero necesitar de tus poderes para poder pasarla bien. Y no quiero que pienses que te estoy usando o que tienes que hacer algo especial para divertirnos, yo disfruto mucho de tu compañía y con eso es más que suficiente», apartó la mirada avergonzada por lo que estaba diciendo. «Me gusta hablar contigo o bueno... que yo hable y tú des uno que otro comentario. Se siente bien tener a alguien que te escucha y que a veces me da su consejo para ayudarme... es... algo muy lindo».
Solo se escuchaba el sonido de la televisión, ya que ambos se quedaron en silencio. La habitación oscura, facilitaba que ambos solo se concentraran en ellos. El mundo de los dos se resumía en este pequeño y corto momento. Sofía no necesitaba de nada, ni nadie más, solo con tener a su amigo con ella, era más que suficiente. Por primera vez en muchos años, no quería cambiar nada de lo que estaba sucediendo, se sentía completa.
«De seguro piensas que soy una tonta por lo que acabo de decirte», pensó al no soportar más que ninguno dijera algo, luego trató de mirarlo.
Él volteó la cabeza para que no lo viera a la cara.
—Lo importante es que no te arrepientas de tu decisión, da igual lo que yo piense.
«ooh», se quejó ella. «Ya me estoy arrepintiendo, siempre suelo tomar la peor decisión y ahora qué dices eso siento que lo volví a hacer».
En ese momento, él con sus poderes cambio de canal y subió un poco el volumen.
—La película está por empezar, ¿qué opinas? —dijo para no seguir hablando de lo que sucedía.
Sofía sonrió y comenzó a ver lo que él eligió. «Hmmm, ese actor es muy conocido y sus películas suelen ser buenas o es lo que dicen».
—Podemos buscar otra, si quieres.
«Na, me gustan las comedias románticas».
Pasaron unos minutos y Sofía empezó a prepararse para levantarse.
—¿Qué sucede?
«Tengo ganas de comer pochoclos, no tardan nada en hacerse».
Sofía hizo a un lado las cobijas y justo cuando estaba por levantarse, él le tiró unos en la cara.
—¡Ey! ¿Qué haces? —Lo confronto con la mirada, frunciendo el ceño.
—Dijiste que querías pochoclos —respondió él burlándose.
—"Ja, ja, ja", tan gracioso como siempre. —Entrecerró los ojos.
—Toma, no hace falta que te levantes. —Chasqueo los dedos y una pequeña bolsa apareció en el regazo de ella.
—¡Wow! Son muchos... gra...
Otra vez, él le tiró unos cuantos a la cara.
—De nada —agregó con una sonrisa burlona.
—Ahora vas a ver. —Metió la mano en la bolsa y sacó unos pocos, luego se los arrojó a él.
Los pochoclos lo atravesaron y ella puso una cara de desilusión. Su amigo estaba haciendo "trampa".
—Buen intento, pero es inútil —dijo él para seguir molestandola.
Sofía levantó la cabeza y empezó a mirar el suelo. «¡Oooh! Después tengo que limpiar eso, no es justo». lo señaló molesta. «Si vas a molestarme, tienes que estar dispuesto a que yo también pueda hacerlo, de lo contrario no es divertido», le reprochó, manteniendo una mirada de enojada.
Él se quedó mirándola y unos segundos después los dos comenzaron a reírse.
—Está bien, está bien. Voy a comportarme.
«¿Tregua?», propuso ella.
—tregua.
Y así, los dos se concentraron en la película...
El corazón de Sofía latía con alegría, por fin tenía a alguien con quien compartir algo tan sencillo como ver una película... Trataba de no demostrarlo, pero no podía dejar de sonreír, por fin, estaba por tener una noche como si fuese una "adolescente normal"...
Al mismo tiempo en otro lugar, en otro lugar de la ciudad.
—¡Última carta! —exclamó Ian con una sonrisa, levantando en alto su mano.
—Oye, ¿estás haciendo trampa o algo? —preguntó con desconfianza Martín—. No es posible que estés por ganar cuatro veces seguidas.
Ian no le respondió nada, solo lo miró de manera burlona mientras seguía la ronda, sabía que de esa forma lo provocaría aún más a su amigo.
Los que estaban en esa mesa jugando eran: Ian, Martín, Griselda y tres personas más. Mientras que a un costado, se encontraban sentados en los sillones de la sala Fátima, Eugenia, José y otras dos chicas.
La vuelta ya había dado todo su recorrido y le tocaba de nuevo a Ian. Trataron de cambiar de color la última carta para que así no ganara, pero esto le vino bien a él.
—¡Termine! —Tiro la última carta.
—Ahora a ver quien sale en segundo lugar —dijo uno del grupo
—La ronda que sigue, Ian no puede jugar.
—Eres un mal perdedor, Martín —respondió Ian, burlándose de su amigo.
Mientras miraba a los demás jugar, aprovechó para disfrutar del momento. Este tipo de juntadas le gustaba: La música no estaba fuerte, no había mucha gente, algunos podían jugar a las cartas, otros ponerse a hablar, tomar un poco de alguna bebida para desinhibirse, pero no mucho como para enfiestarse. Le era agradable este ambiente, mucho más que el de las fiestas que suelen enfocarse en bailar, beber, y estar gritando para intentar charlar un poco.
La casa estaba limpia y bien cuidada, el piso brillaba y había un dulce aroma en el aire, una mezcla de desodorante para el ambiente junto con el perfume de las chicas.
También el espacio era bastante grande, en el salón que se encontraba estaba dividido en dos partes, un lugar donde estaba él y un grupo, con una mesa larga de vidrio y un bonito mantel rojo. Y al lado de ellos, estaba el resto de personas, sentada en unos sillos de color gris, teniendo una pequeña mesa de madera para poner sus cosas y poder hablar de manera tranquila.
«Tratándose de Martín esperaba algo mucho más ruidoso y con más gente, menos mal que no fue así», pensó Ian, luego miró a un costado y vio al otro grupo hablando. Sin darse cuenta se quedó viendo a Fátima.
La forma en que se reía y aquellos ojos verdes tan hermosos que poseía lo cautivaron. El maquillaje sutil, de color negro en los parpados, y el collar junto a los aretes que tenia la hacían ver mucho más linda.
El top de color blanco servia para resaltar su piel morena y que, para Ian, tenia el aspecto de ser muy suave. Sus hombros y parte de su espalda estaban a la vista, al igual que su abdomen, luciendo una cintura que muchas otras chicas envidiaban.
Y sus pequeños y arreglados rizos, saltaban de lado a lado cada vez que ella se movía. Era difícil para cualquier adolecente no quedarsele viendo.
Ian escuchó que otra persona terminó la ronda que estaban jugando y como empezaban a juntar las cartas, por lo que dejó de distraerse con Fátima. Miró hacia el frente donde estaba su amigo, este lo veía con una expresión sospechosa, la misma que solía tener cuando trama algo.
—¿Qué? —preguntó Ian
Martín miró hacia un costado a donde estaba el otro grupo de chicos y luego volvió a enfocarse en Ian, mientras sonreía de manera pícara.
—No puedes jugar esta vez, ¿por qué no vas con el grupo de al lado? —le propuso Martín.
—De todas formas no vas a ganar.
—Yo soy el que reparto esta vez, por lo que no voy a darte cartas.
Ian entrecerró los ojos para desafiarlo con la mirada y antes de que responda algo, Martín continuó.
—¿Asustado, Potter? —dijo para provocarlo.
—Eres un tonto.
—Y así me quieres —contestó con seguridad—. Anda, ve a hacerle compañía a José que está solo entre las chicas.
No le parecía una mala idea, ya que tiene ganas de ir a charlar con Fátima. Ahora con la excusa de que Martín lo manda, podía levantarse e ir con los otros. Se levantó, agarró el vaso de donde estaba bebiendo y se fue.
Se sentó al frente de Fátima, en uno de los sillones. Ella al instante lo recibió con una sonrisa y una mirada coqueta, luciendo sus largas pestañas.
—¿Puedo unirme a su charla? —preguntó Ian—. Me echaron del otro lado por no poder ganarme.
—Sí, algo escuchamos de eso —dijo una de las chicas—. Adelante, únete a nosotros.
—¿Y de qué hablaban? —Dio un pequeño sorbo a su bebida, para tratar de calmar sus nervios.
—Algo tranqui* —respondió Fátima—. Sobre los signos: yo soy aries, ascendente en la cuarta luna, descendente en tauro y con toques solares de virgo. Aunque con el nuevo modo de calcularlo, sería Tauro con rasgos de libra. ¿Y tú qué piensas? —hablaba de manera rápida mientras no dejaba de mirarlo—. ¡Ah! Y también sobre tu reencarnación animal —agregó.
Ian no entendía nada, eran demasiadas cosas y nunca le dio importancia a ese tipo de temas, por lo que no sabía qué decir.
—Emm... la verd...
En ese momento las chicas empezaron a reírse.
—Solo te estoy molestando —interrumpió Fátima—. No se nada de eso y solo dije cosas sin sentido para ver tu reacción, fue muy tierna.
—Eres mala —contestó él riéndose—. Por un momento me asusté, no sabía donde me había metido.
Fátima dejó de reírse y se puso seria.
—¿Por? ¿Te parecen tontas ese tipo de cosas? —Levantó su mano y con el pulgar señaló a su costado donde esta una de las chicas—. Celeste cree en todo esto y no tienes que burlarte.
—No, no, no me estoy burlando —dijo al instante, levantando sus manos—. Solo que nunca me llamó la atención y como no se na...
Una vez más ella empezó a reírse.
—Solo bromeo... te sigo molestando.
—Por un momento pensé que había metido la pata, menos mal que fue mentira —dijo Ian sintiéndose aliviado.
—A decir verdad me gusta todo eso —comentó Celeste, la chica rubia y de remera blanca que estaba al lado de Fátima—, pero es obvio que a esta ruluda no —hizo un pequeño gesto para indicar que se refería a su amiga.
—Solo dije algunas palabras que recordé de las charlas con Celeste y las mezcle, si hubieses sabido algo, al instante te habrías dado cuenta de que no tenía sentido —explicó Fátima.
—¿No crees que me podría haberme ofendido si creía en eso y me daba cuenta de que tú te lo tomas de broma? —preguntó él.
—Ahora que lo pienso... pude haber sido yo la que metiera la pata. Que suerte que no pasó así, ¿no, Ian?
—De todas formas se habría disculpado y cambiaríamos de tema —intervino Celeste—. Creo que uno no debe darle importancia a lo que piensen los demás sobre lo que crees, si eso te hace bien y feliz, no importa lo que digan los otros —opinó con seguridad—. Siempre y cuando no estés dañando a otra persona con lo que haces. —agregar para terminar su punto.
—¡Así se habla! —dijo de manera animada Fátima—. A decir verdad, solo estamos hablando de una serie de Setflix* que salió hace poco.
—¿Hablas de "El detective asombroso"? —preguntó Ian con cierto entusiasmo, él estaba enganchado con ese programa.
—Sí, ¿la viste?
—Lo estoy haciendo, hoy iba a quedarme en casa para terminarla.
Los tres siguieron hablando de series y películas, mientras que José, Eugenia y la otra chica, que estaba sentado con ellos en los sillones de la sala, tenían su charla sobre viajes y lugares.
Luego de un rato, cuando ya no tenían más bebidas, Fátima se levantó.
—Voy a servirme algo para tomar y de paso les traigo lo suyo. —Miró a directo a Ian con una sonrisa—. ¿Me ayudas?
—Ah, sí, claro. No hay problema. —Se puso de pie y fue a su lado.
Pasaron por frente del grupo que estaban en la mesa jugando a las cartas y Martín miró con alegría la situación.
«Eso es pequeñín, el empujón que te di abre tus alas», pensó Martín.
Luego se enfocó en Griselda quien también se encontraba viendo como los otros dos pasaban por ahí para ir a la cocina.
—¿Eres una amiga celosa? —le preguntó Martín.
—¿Eh? No, me da igual lo que hagan.
—No es lo que parece.
—¿No deberías enfocarte en otra cosa en vez de estar mirando a esos dos?
—¿Te refieres a que debería enfocarme en el juego? O... ¿En ti?, no me quedó claro que quieres.
Ella se rio levemente.
—Anda, juega de una vez —respondió concentrándose en sus cartas.
—Entiendo... entiendo... —Levantó su mano de manera exagerada y dejó caer con fuerza la carta—. ¡Toma! Levanta cuatro.
—¿Estás seguro que quieres hacerme esto? —Lo miró Griselda exagerando una cara de molestia.
—¿No tienes nada para defenderte?
Griselda vio sus cartas buscando algo y al no conseguirlo, lentamente, sin quitar su mirada de odio hacía él, fue a levantar del mazo.
—¡Un momento! ¡Toma otro más cuatro! —Martín tiró otra carta más.
Ella abrió la boca sorprendida por el daño que le estaba haciendo, ahora debía levantar ocho cartas, lo que significaba una sentencia de derrota en un juego que consiste en descartar.
—Me la vas a pagar —advirtió Griselda.
—En la guerra y el amor todo se vale —dijo con una sonrisa de victoria.
—¡Toma, Martín! —La chica de al lado se coló y tiró otra carta de "más cuatro".
—¡Si! Para que aprendas —exclamó con entusiasmo Griselda que no aguanto ponerse de pie para burlarse, ya que ahora era él quien debía levantar doce cartas.
—¿Oye por qué haces eso? No ves que arruinaste mi momento de gloria.
—Entre mujeres debemos ayudarnos —dijo la chica.
—Pobre, Martín, ¿no tienes con que defenderte? Si no tienes otra más cuatro tendrás que levantar todas las cartas que me tocaban y... las cuatro extra —le hablaba de manera tierna como a un niño, para así burlarse.
—Maldición, estaba tan cerca de ganar... —Se quejó a la vez que levantaba las cartas.
—Si no hubieses tirado esas dos cartas para hacerme daño, podrías haberte defendido, que lastima —remató triunfante Griselda.
Aun estando en la cocina, Fátima e Ian escuchaban los gritos de sus amigos.
Ella abrió la heladera, sacó la bebida y rápido se sirvió. Luego hizo lo mismo con el vaso de Ian.
—Bueno, ahora voy a llevar esto para los otros. Y esta otra botella la llevas tú, es lo que toma Eugenia con José.
—Okey.
Cuando ya tenían todo listo, él se preparaba para irse, pero ella se sentó en la mesada.
—¿Qué tal la estás pasando? —preguntó Fátima.
Ian al instante se dio cuenta de que ella no quería irse de ahí, por lo que hizo lo mismo y se apoyó a su lado.
—Bien, prefiero esto a una fiesta.
Hubo un pequeño silencio, ambos cruzaron miradas y se quedaron viendo. Ian, estaba nervioso, su corazón latía más rápido y sentía un poco de calor. Era un ambiente... que le agradaba.
Le resultaba difícil no sonreír, la intensa mirada de Fátima estaba totalmente puesta en él. Aunque le gustaba que esto fuera así, también le complicaba el cómo actuar, no quería decir o hacer alguna tontería...
«Solo habla con ella y no te quedes callado, es lo que alguien "normal" haría...», se dijo así mismo para ganar coraje...
Ambos estaban feliz con la compañía del otro, se llevaban bastante bien y en el poco tiempo que empezaron a acercarse un poco más, se dieron cuenta que tenían más en común de lo que pensaban...
Sin duda, este momento iba a ser algo que no olvidaran...
Fin del capítulo 14
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