Capítulo 13: Enfrentando al villano / Propuesta

Sofía se quedó en blanco ante la mirada tan intensa de él. Su enorme sonrisa era desconcertante y la propuesta que le acababa de hacer la tomó por sorpresa. Ese ser que por lo general solo le seguía el juego a sus comentarios o se limitaba a dar breves opiniones, cambió su actitud de repente.

Un escalofrío recorrió todo el cuerpo de la adolescente y su mente se quedó en blanco. No podía pensar en nada más allá, sus ojos estaban perdidos en la mirada de aquel ser.

Ni siquiera podía escuchar al resto de sus compañeros alrededor, estaba absorta, casi como si estuviera hipnotizada.

Él se hizo hacia atrás y dio un pequeño aplauso con sus manos para traer de vuelta a la "realidad" a Sofía.

—Se acabó el tiempo, es una lástima. —Puso una expresión de tristeza exagerada—. Parece que no hay trato.

Al ver que Sofía seguía responderle, continuó.

—Quita esa expresión de tu cara, solo estaba bromeando.

«¿De verdad era una broma?», Sofía aún se sentía extraña.

Él cruzó sus brazos y miró hacia arriba por unos segundos.

—Tal vez...—Sonrió y volvió a mirarla—. Y si no lo fuera, ¿lo aceptarías? —Sin darle tiempo a que responda, siguió—. Pero es una broma, no te lo tomes tan en serio... Además, no creo que sea buena idea que sigas distrayéndote conmigo. —Se hizo a un lado y señaló el pizarrón para mostrarle todo lo que había escrito la profesora.

«Hmmm», pensó ella mientras empezaba a escribir. Todo había sido tan extraño y repentino, no sabía cómo tomárselo. No estaba muy convencida con lo que le acababa de decirle, no parecía una "broma".

—Dejaré de distraerte por ahora, puedes pensar lo que quieras que no te leeré la mente. Por lo menos hasta que vuelvas a nombrarme —dijo él antes de desaparecer.

«A diferencia de los otros humanos que solo me hablan para preguntar detalles sobre sus deseos o de la forma en que se los concederé, tú eres la única que charla conmigo sin ninguna razón en particular», pensó él mientras la observaba desde un costado. «Esta... pequeña "broma" servirá para plantar una semilla de duda. ¿Serás capaz de volver a pedirme algo?, si vas a hacerlo, recordarás este momento y... no podrás evitar pensar que tal vez tengas que pagar un precio».

Mientras Sofía escribía no podía evitar darle vueltas a lo que acababa de suceder..

«Esto es... extraño. ¿Por qué dijo eso? No creo que lo haya hecho sin una razón de fondo», de manera disimulada miró a su alrededor por unos instantes y al no verlo, se enfocó en la pizarra de nuevo. «Ahora que lo pienso... ayer me dijo algo parecido», cerró los ojos para tratar de recordar bien las palabras que usó. «"Tal vez mi ayuda siempre tenga un costo". Hmmm, acaso... quiere que me dé cuenta de esto, o por lo menos que lo considere, ¿verdad?».

Dejó de escribir, ya que no podía concentrarse. «Digo... no es difícil imaginar que debe haber algún truco a la hora de que te concedan tu deseo. Incluso yo me doy cuenta de eso, pero había pensado que sería el típico problema que viene por no ser clara a la hora de pedir lo que quieres».

Busco en su cuaderno una hoja en blanco y anotó las cuatro reglas que le había dado él.

«¿Esto será todo? No creo que me esté ocultando algo más...», puso su codo izquierdo sobre la mesa y apoyó su mentón en la palma de su mano. «Por lo que me explico la única trampa está en la condición extra, la cual me la dará un día antes. Quizás solo lo hizo para que me ponga a pensar en lo que quiero, ya que no le he dedicado tiempo a esto. Estos días estuve ocupada y aún falta mucho, treinta y un días es demasiado».

Unos segundos después, a Sofía se le ocurrió algo que hizo que se preocupara.

«¿Y sí... para concederme lo que quiero es a costa de alguien?, ¿es eso lo que quiso mostrarme?».

Trato de imaginarse de nuevo lo que había pasado hace un rato. «No importa que tanto lo piense, no puedo pedir algo a costa de mi familia».

Se acomodó en su lugar y de manera sutil se movió un poco para poder ver al grupo de Griselda.

«Pero... a costa de alguien que no quiera... ¿podría hacerlo?», al instante sacudió la cabeza y miró hacia adelante. «¡No! No tengo que pensar ese tipo de cosas. ¿Cuál sería el sentido de ser feliz a costa de otros? No es justo... no... n...».

No pudo completar la frase, ya que le era difícil no pensar en todas las cosas malas que las chicas le habían hecho.

«Ellas se divierten a costa mía, me molestan sin ninguna razón, solo para sentirse bien... En todo caso... si me desquitase no tendría nada de malo, se lo merecen, ¿verdad?».

Juntó sus manos y empezó a jugar con sus dedos. No se sentía cómoda recordando como la acosaban. Dejó escapar un suspiro y cerró los ojos para tratar de relajarse. «Mayor razón para estar segura de que no quiero ser feliz a costa de otros. Sé lo malo que es, no podría hacérselo a alguien más... aun si se lo merece. Además, eso me haría igual de mala que ellas y no podría cargar con eso».

Abrió los ojos y trató de dejar de pensar en otra posible situación. «Okey... debo ser positiva. No me sirve de nada imaginar ese tipo de cosas. Solo... dijo eso para molestarme, según las reglas y lo que me explico no funciona así».

Empezó a tachar lo que había anotado en su cuaderno. «Aquí no puedo concentrarme y es mejor quitar esto, no vaya a ser que las chicas me quiten el cuaderno y lean lo que anote, van a pensar que estoy loca».

Luego, se enfocó en prestar atención a la clase. El tiempo pasó bastante rápido para ella. Cuando sonó la campana del segundo recreo, guardó todas sus cosas y se acercó a Ian.

—Hola de nuevo —saludó con un pequeño gesto al pararse frente de él y sonrió de manera nerviosa.

—Hola de nuevo —dijo Ian de manera amable, mirándola a los ojos.

—Aquí tienes, gracias. —Le devolvió el lápiz que le prestó.

—De nada, espero que te haya servido... supongo.

—Sí, me gusta colorear mis notas.

—Lo sé, lo vi la última vez.

Ambos se quedaron en silencio. Sus demás compañeros se levantaron del lugar y salieron del aula. De la misma forma, la profesora se despidió y se fue. Al ver esto, Sofía la siguió con la mirada.

«Aahh, ya se va... Tengo que irme con ella así las chicas no me hacen nada», volvió a mirar a Ian y se despidió de manera rápida, a pesar de que quería quedarse e intentar hablar con él.

—Bueno, nos vemos después, gracias. —Al instante se volteó y se apresuró a alcanzar a la profesora.

Una vez que llegó a su lugar, se dio unos pequeños golpes en la cara. «¡Tonta, tonta, tonta!», se apoyó en la pared, estiró los labios e infló un poco los cachetes para mostrar que se sentía un poco apenada con lo que hizo. «Me quede congelada frente de él, no pude decirle nada».

Trató de calmarse para no seguir haciendo caras, ya que estaba en la escuela. Saco su celular para disimular que se encontraba haciendo algo con el.

«¿Viste como fracaso mi plan?».

—A decir verdad no me lo esperaba —respondió mientras aparecía a su lado—. Era un plan tan infalible que me sorprende que no te haya funcionado.

«Lo sé... soy una inútil», contestó de manera desanimada. «No puedo creer que no haya podido hacer algo tan sencillo... Creo que será mejor no hacer nada».

Se quedaron en silencio por unos segundos y luego siguió. «Digo, si sigo como antes me ahorro de hacer el ridículo. Y mientras este aquí, las chicas no me molestaran... solo debo pasar todos mis recreos hasta que llegue el día en que dijiste que van a dejar de molestarme», lo miró y sonrió, gracias a él, Sofía tenía un rayo de esperanza. «Este plan no puedo arruinarlo, ¿no crees? Tengo que seguir siendo yo y en algún momento todo mejorará».

—¿Tú crees? —preguntó mientras miraba hacia adelante.

Sofía dejó de mirarlo y agacho la cabeza. «Es... lo único que sé hacer».

Si no haces nada diferente, nada cambiará.

«¿Y qué crees que debo hacer?».

—No lo sé, haz lo que quieras. —respondió al instante, sonriéndole como si fuese obvio.

«Eso no me ayuda».

—No tengo porque ayudarte —dijo con una actitud burlona.

«¡Ya sé!», volvió a mirarlo de repente con una gran sonrisa en el rostro «Me dijiste que si te escuchaba de verdad podría ser más popular».

—Ajam...

«Eso quiere decir que... si quiero que me vaya bien, tengo que hacer lo que quiera».

—¡Wow! Que gran revelación —exclamó de manera sarcástica.

Sofía se llevó una de sus manos a su mentón para adoptar una pose pensativa. «La cuestión es..., ¿qué es lo que quiero? También dijiste que tengo que conocerme..., por lo que, si junto estas cosas, podré dar el siguiente paso y cambiar mi vida. Así las chicas dejarán de molestarme, ahora lo entiendo todo, ¿esto es lo que querías mostrarme?».

—Emmm... claro, supongo...

«¡Gracias! Eres... como mi ángel guardián, viniste para ayudarme».

—¿Eh? —la miró desconcertado—. Ya te lo dije, pero lo repetiré por las dudas: tú interpretas las cosas como quieres.

«Eres el mejor ángel guardián», le remarco mientras sonreía.

—Okey... eso lo hiciste para molestarme, pero no funcionará. A decir verdad, me gusta llevarme el crédito y en cierto aspecto tienes razón, soy bastante increíble, ¿no? —dijo mostrándose orgulloso.

«Sí, eres muy increíble. ¿Qué te parece si me das una pequeña ayuda más?» guardó su celular, cruzó sus brazos y miró hacia abajo. «Hagamos una lluvia de ideas. Yo te digo cosas que puedo hacer y me das tu opinión de que te parece y en que la puedo mejorar».

Él se paró enfrente de ella y la señalo mientras la miraba con desconfianza.

—Quieres usarme... Ahora entiendo porque me estás haciendo cumplidos.

«¿Qué? Naaa...», respondió evitando hacer contacto visual. «Jamás haría algo así, además, eres muy listo para dejarte engañar con algo así».

—Buen intento, pero no funcionará.

«Ooohh», se llevó la mano a la boca y se río por la situación, se estaba divirtiendo. Una vez que se detuvo, continuó "hablando". «Ahora que me doy cuenta... nunca hago lo que quiero», dejó de sonreír y se puso seria. «Siempre pienso en lo que dirán los demás y termino sin hacer nada. Y cuando no estoy en la escuela, no tengo tiempo para mí, siempre estoy pendiente de mi hermano y mi abuela. No me vendría mal... hacer algo diferente».

—Aún falta un poco para que acabe el recreo. No es por presumir, pero soy bueno llevando el tiempo, quizás puedas pensar en algo hasta entonces.

Ambos se miraron por unos segundos, luego ella apartó la mirada. «Sí... creo... que eso sí puedo hacerlo».

Luego de unos minutos terminó el recreo y volvió al aula. Durante la clase trató de no distraerse por lo que esta vez estuvo atenta.

El resto de su día siguió sin ninguna complicación.


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5 p.m, el sol brillaba con intensidad en el cielo, los rayos de luz iluminaban con fuerza y calidez. Era el momento y lugar adecuado para su gran entrada.

Un ser malvado asomó su cuerpo por encima de la gran muralla. Su pelaje era de color naranja con rayas negras y poseía unos enormes dientes con un par de colmillos sobresaliendo, los cuales, mostraba de manera constante para asustar a sus víctimas. Todo aquel que se topaba con tal diabólica criatura solo le esperaba la peor de las muertes...

El poderoso gobernante al estar en lo más alto de su amurallado castillo, se asomó para mirar a su alrededor, no podía evitar presumir de su terrorífica risa.

—Muajajaja, ¡Nadien* podrá detenerme, me oiyeron* nadien*! —Declaró con confianza y autoridad.

Ella deslizó con cuidado la puertaventana hacia un lado y dio un pequeño brinco hacia adelante.

—No cantes victoria, analfabestia*, tú derrota es cuestión de tiempo. —advirtió mientras apuntaba su espada hacia el terrorífico gobernante.

—¡Llegas tarde, heroína! ¡Mi fortaleza ya fue levantada, soy invencible dentro de estos muros, Muajajaja! —Exclamó rebosante de confianza. La derrota jamás había cruzado por su mente y este día tampoco sería la excepción.

Sin perder más tiempo, ella corrió hacia su enemigo, no le gustaba esperar y todo su cuerpo le "gritaba" que necesitaba entrar en acción.

—¡Cuidado! —advirtió el asistente de la heroína.

Unas enormes bolas de fuego, tan intensas y calientes como el mismísimo sol, empezaron a caer desde arriba. Pero ella no se acobardaba con aquella magia, todo lo contrario, manifestó una gran sonrisa en su rostro. Esto es lo que quería.

Sin dudar, ella usó su escudo para defenderse y bloquear todos los proyectiles. Luego giró hacia un costado y se cubrió detrás de un árbol.

—¿Estás bien, heroína?

—Sí, asistente. Esas bolas de fuego no pudieron tocarme. —Soltó su escudo y espada para acomodarse su castaño y ondulado cabello.

—Te dije que tenías que atarlo —opinó su asistente.

—Parte de ser una heroína es verse genial —respondió con seguridad.

Él se tomó un momento para mirarla y no pudo evitar reírse: le gustaba que su hermanita se metiera en el personaje y esa actitud le quedaba bien, junto a su tapa de olla/escudo, el delatan de su madre/armadura y una rama/espada.

—¡¿De qué te ríes?! ¿Osas traicionarme? —preguntó con desconfianza la heroína.

—Jamás lo haría, solo me distraje, lo siento —dijo Ian, agachando la cabeza por su error.

Ella entrecerró los ojos para mirarlo, como si estuviera comprobando la veracidad de lo que acababa de decir.

—No hay tiempo de distracciones, tenemos que ver la forma de llegar al rey Tigrito.

—Tengo una idea.

—Te escucho, asistente.

—El fuerte tiene una debilidad del lado de atrás, nos quedamos sin cajas por lo que hay un...

Ella miró molesta a Ian y él al darse cuenta corrigió lo que estaba diciendo.

—Quiero decir... nos quedamos sin ladrillos y cemento y ese tipo de cosas con las que se hacen las murallas, por lo que hay un pequeño hueco por el que podrás entrar.

—Ya veo... pero él debe saber eso.

—Sí y lo más seguro es que te esté esperando.

—Tendrás que distraerlo mientras yo me escabullo.

—Entendido.

Los dos se miraron con determinación y asintieron.

—No mueras, Ian, no creo que mamá y papá puedan darme otro hermano mayor.

—Emm... no, eso no es posible. Pero a mí si me podrían dar otra hermana menor.

Ella le tiró un pequeño golpe a su hermano, el cual fue esquivado por poco.

—En marcha, heroína —indicó y ambos se despidieron con una sonrisa, ya que sabían que esta podría ser la última.

Ian dejó de esconderse y se paró en medio del patio.

—Rey Tigrito, eres un pésimo villano.

—¿Eh? ¿Por qu...? —Martín aclaró su garganta y volvió a hacer la voz del personaje— ¿Por qué lo dices? —preguntó mientras sostenía al peluche por encima de unas cajas de cartón.

—Un buen villano revela siempre su plan durante la batalla final.

—¡Ah! ¡Sí, eso estaba por hacer! Emmm, mi plan... emmm... plan... ¡Ya sé! —Levantó su cabeza y miró alrededor, una vez que tuvo una idea se agachó y siguió hablando como villano —¡Voy a conquistar este patio!, y emmmm, ¡voy a destruir todas las flores que hay en el!

—¡Las flores de papá! —exclamó preocupada la heroína. Aún seguía detrás del árbol esperando su momento.

—¡Así es! Voy a destruir las flores y así tu padre verá que le fallaste, no solo lo decepcionaras sino que perderás su amor para siempre —Martín se tomó un momento para reírse—. Diablos, soy malévolo, no puedo creer que se me ocurriera eso —dijo en voz baja.

—¿Eso es todo? —preguntó Ian, sin darle importancia a tan fuertes declaraciones.

«¿Como que si eso es todo? ¿Tengo que pensar algo más?», pensó un poco preocupado Martin. Se tomó un momento para idear algo más y luego siguió.

—¡No! Después voy a conquistar el reino de peluches y los venderé por internet, ¡no! Los regalaré a todos...

—Nadie... se mete con mis cosas —susurró la heroína mientras iba agachada acercándose a la muralla.

—¡Rey Tigrito, tu... reinado o lo que sea que estés haciendo llegará a su fin hoy! —sentenció Ian, sacando pecho.

—¡Eres un simple asistente, no me importa lo que digas!

—¡Y tú un simple villano de tercera!

—¡Tú eres un asistente de tercera!

Mientras Ian y Tigrito se insultaban, como dos niños de primaria, la heroína aprovechaba para entrar al fuerte de manera sigilosa.

—¡Llegó la hora de pagar por tus crímenes! —dijo Melani apuntando con su espada al rey.

—Ya veo... me distrajeron mientras entrabas, ingenioso, no podía esperar menos de mi gran rival... pero... —Con una mano Martín tenía al peluche y con la otra sacó una rama que hacía de espada—, te estaba esperando.

Al instante él tiró un golpe, el cual la heroína esquivó agachándose. Antes de que ella se levantara, Tigrito atacó de nuevo, sin éxito, ya que fue bloqueado por el escudo de ella.

—Eres hábil... ¡Aunque yo lo soy aún más! —exclamó el malévolo rey y luego usó su espada para empujar contra el escudo de la heroína, aprovechando que era más fuerte. Esto hizo que ella cayera.

—¡Tramposo!

—"Muajajaja", soy un villano, que esperabas.

Ian se asomó por encima de las cajas y vio lo que estaba pasando, rápido tomó un pedazo de papel del piso, los cuales representaban las bolas de fuego, y se acercó para tirárselo al peluche, dándole en el brazo.

—¡Aaaahh! Mi brazo, mi gran debilidad, ¿cómo lo supieron?

Martín se hizo para atrás mientras hacía gestos exagerados de dolor. La heroína soltó su escudo, se puso de pie y saltó dando un golpe con su espada.

—¡¡Aaaahh!! ¡Mi otro brazo, mi otra gran debilidad! —Dejó caer el peluche a un lado y rápido fue a una esquina y se puso en posición fetal.

—¡Princeso Martin! Estoy aquí para salvarte —exclamó Melani al ponerse a su lado.

—Gracias, heroína Meli. —Agradeció Martin y se puso de pie.

—¡Siii! ¡Ganamos! ¡Soy la mejor! —proclamó la "humilde" heroína.

—¡Que bien! Se acabó... —dijo aliviado Martin.

—¿No te gustó ser rescatado? —Ian se abrió paso entre las cajas y se acercó a ellos.

—Hmmm, me gustaría ser el villano la próxima y ser el que elija el vestido, este no combina con mi personalidad. —Hizo un gesto para mostrar su atuendo.

—Yo creo que las flores te quedan lindas —opinó Melina.

—Prefiero tonalidades oscuras y que sea liso, este me hace sentir... delicado. ¿Tu mamá no se va a molestar por qué este usando un vestido de ella?

—Mientras no te vea, estaremos bien.

—¿Cómo que mientras no me vea? —Al instante empezó a quitárselo.

Ian y Melina se reían por la expresión de miedo que puso.

Martín le entregó el vestido a la pequeña y ella fue adentro a guardarlo.

—Le dije a José que viniera, pero cuando mencione que usaríamos vestidos se negó —comentó Martín

—Él es un poco más tímido, no es como a ti que no te molesta.

—Mi vestimenta no define mi género, ni mi sexualidad, además, a las chicas les gusta que muestre esa seguridad.

—¿Sigues hablándote con Griselda o ya te bloqueo? —preguntó Ian mientras entraban a la casa.

—Aún me soporta, creo que le gusto.

—¿Crees?

—Hoy lo confirmaré, tendremos una pequeña juntada entre amigos. Habrá un poco de música, algunos juegos de cartas y una que otra bebida para tomar, algo tranquilo.

Al llegar a la sala, ambos se sentaron en el sillón más grande.

—¿Vas a venir, Ian?

—No lo sé... hay una serie que quiero ver y creo que tengo ganas de quedarme en casa.

—Fátima va a ir —dijo mientras lo miraba y movía sus cejas de arriba a abajo

—¿Y?

—No sé, pensé que se llevaban bien.

—Sí, me cae bien. Pero es solo mi compañera.

—Ya va siendo hora de que des un paso más... O sea, no saliste con nadie más desde hace un año. Tienes que cerrar esa página y seguir adelante.

—Puede ser...

—O es... que no te gusta físicamente. No pensé que eras raci...

—No digas tonterías. Ni que yo fuera rubio ojos azules, ella es un poco más morena que yo.

—Entonces ven, no es muy lejos de aquí. Te pasaré la dirección por celular.

Al instante, Martín sacó su teléfono y se la mandó, junto con el número de Fátima.

—¿Cómo lo conseguiste?

—Le dije a Griselda que querías su número, pero no te animabas a pedírselo.

—Oye...

—Ya, ya... —exclamó para que no se molestara—. Por lo que vi se llevan bien y si vas esta noche podrás ver si te gusta o no —Martín se acercó y se puso serio —. Cuando llegue el momento de despedirse le dirás: "Te escribiré luego" y ella te responderá "Bien, este es mi número". Ahí es cuando tienes que sonreírle y decirle, "Ya lo tengo, se lo pedí antes a Griselda" y ella te sonreirá, ya que tomaste la iniciativa y le estás mostrando que tienes interés en ella.

—¿Siempre planeas todo lo que vas a hacer? —Lo miró un poco preocupado.

—Se llama experiencia. La conseguí a través de muchos, demasiados, cantidades muy grandes de fracasos. Ahora solo aplica las mejores técnicas en el arte de la seducción... grrrr.

Ian se levantó y se alejó un poco, sentándose en otro sillón.

—Emmm, okey... ¿Supongo que debo felicitarte?

—Solo ven esta noche, además, a diferencia tuya, no te pediré que uses un vestido —bromeó Martín.

—Está bien, iré —dijo sin mucho entusiasmo, le costaba resistirse a la actitud tan amigable de su amigo.

—¡Bien! —Se levantó emocionado—. Nos vemos allá, será divertido. Tengo que ir a bañarme y prepararme, de paso me quito el olor a derrota que me dejaron.

—Nos vemos allá, Martín—lo despidió mientras sonreía por el chiste que acababa de decir.

Cuando Ian quedó solo se tumbó en su lugar.

«Me gusta hablar con Fátima, supongo que la pasaré bien con ella. Solo debo mantenerme alejado de Griselda, siempre me molesta escucharla hablar. No creo que eso sea difícil...».

Fin del capítulo 13

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