Capítulo 10: Dos caras de la misma moneda

Jueves por la mañana. Recién estaba por comenzar la primera clase del día. Ian acomodaba todos sus útiles encima del pupitre cuando se distrajo por un momento al ver entrar a Sofía. La miró por un segundo y rápido se volteó para tratar de disimular.

«¿Por qué reaccioné así?», se preguntó confundido.

Trataba de no darle importancia, pero no podía. Mientras la profesora se levantaba para empezar a copiar en la pizarra él se acercó a José, quien se sentaba a su lado.

—¿Por qué me dijiste que no sabías quién había rayado la silla? —susurró Ian.

—¿Qué importa eso? —respondió su amigo, evitando mirarlo.

—Si no importa no hacía falta que me mientas.

—¿Y qué ibas a hacer si te decía? ¿Acusar a Griselda?

Ian apartó la mirada, ni él mismo sabía el por qué preguntaba.

—No... —respondió inseguro—. No lo sé.

Se quedaron en silencio mientras copiaban lo que escribía la profesora.

«No sé ni porqué me molesto cuando me enteré de esto ayer, como si fuese a cambiar algo». No podía dejar de darle vueltas al tema. Por más que tratase de enfocarse en la clase, no lo lograba. «Yo también me reí cuando vi lo que hicieron», suspiró y se quedó quieto mirando su hoja. «Si, después me sentí algo mal cuando la vi volver con el preceptor, pero... no hice nada», miró de reojo a José, recordando algunas bromas pesadas que le hacían en la primaria. «Me acerque a Sofía porque sé que las chicas se aprovechan de ella y hacen que les haga los trabajos en grupo. Es algo que también le pasaba a José, por eso... quise darle una mano y ayudarla»

De todas formas, esto no lo hacía sentir mejor, ahora sabía que se sentía culpable. «Aunque... lo hice más por mí que por ella. Tal vez de esa forma... podría sentir que estoy haciendo algo y así no sentirme mal», levantó la mirada y empezó a escribir de nuevo, no servía de nada pensar en esas cosas y mucho menos si lo hacían atrasarse en la clase, por lo que empezó a esforzarse por prestar atención.

No era la única persona distraída en sus pensamientos, al mismo tiempo un par de asientos atrás.

«Bien, compañero. Sobrevivimos a otro recreo, cambio», pensó ella mientras escribía. La clase no llevaba mucho tiempo de haber comenzado pero ya estaba siendo bastante aburrida. Por lo que prefería divertirse con su amigo. «No escucho respuesta, ¿estás ahí?, cambio».

—Sí. —Apareció él flotando a un lado de Sofía.

Ella sonrió al verlo de reojo, tenía que disimular por si alguno de sus compañeros la estaba observando. «Sigo sin escucharlo, cambio».

Él volteó sus ojos por la tontería que estaba haciendo ella.

—Dije que sí... cambio —respondió sin mucho entusiasmo.

«¿Tienes alguna idea para mejorar el plan "escapando del monstruo"?», preguntó Sofía mientras usaba su mano para frotarse el mentón para mostrarse pensativa. «Digo, no se me ocurre nada mejor que estar cerca de la sala de profesores, entrar al aula cuando llega la profesora o buscar excusas para acompañar al profesor cuando tengo que salir del aula. ¿A ti se te ocurre algo?».

—Hmmm, de por sí tu plan es demasiado bueno y no le veo fallas.

«Oh, pensé que podías ayudarme de nuevo», respondió desanimada al ver que no la estaba tomando en serio.

—¿Cuándo te ayude? —Levantó una ceja y la miró confundida.

«Perdón, perdón, quise decir "cuando para mí me pareció que me ayudaste"».

—¡Aah! ¿Quieres qué termine igual como lo de Ian? —preguntó con una sonrisa burlona.

«Sin la parte donde me avergüenzas frente a todos, por favor».

Él se puso delante de ella, evitando que pudiera ver la pizarra.

—Tal vez... mi ayuda siempre tenga un pequeño costo. —Sonrió pero esta vez de manera maliciosa.

Sofía se sorprendió al ver la actitud que había tomado él, era la primera vez que le mostraba esa expresión. Ella apartó la mirada y se puso a hacer garabatos sobre su hoja.

«¿Tendré que soportar esto durante todo el año, verdad?», preguntó ignorando lo que le había escuchado y volviendo al tema principal que estaban "hablando".

Él se hizo a un lado y levantó los hombros dando a entender que no sabía.

«¡Bueno, no importa!», miró hacia adelante con determinación. Se tomó un momento para ver todo lo que había en la pizarra y sin perder más tiempo empezó a copiar. «No voy a desanimarme, no sirve de nada», siguió escribiendo por unos pocos minutos hasta que poco a poco toda la motivación que tenía se fue perdiendo. «Aunque... me gustaría saber que va a pasar».

Dejó su lápiz y se enfocó en él, específicamente en sus ojos de color marrón.

«Dime... ¿De verdad voy a pasar así todo el año? ¿Van a molestarme hasta que acabe la secundaria?».

—¿De qué te sirve saber eso? Podrías... encontrarte con una respuesta que no te agrade.

«Pero de esa forma sabré qué expectativas tener. Si sé que nada va a cambiar, entonces me prepararé mentalmente para soportar todo eso... Y si en realidad no va a ser así, entonces esperaré emocionada a que llegue ese momento».

—Ya te dije, no tengo porque ayuda...

«Por fis», le suplicó Sofía. «No es nada del otro mundo. Es solo un sí o un no».

Él se quedó por un momento en silencio viendo la expresión de súplica que tenía Sofía en el rostro.

—Lo lamento pe...

«Te daré algo a cambio», propuso esperanzada, no quería darse por vencido tan fácil.

—Vaya... estás aprendiendo a negociar —dijo con entusiasmo—. Me parece... interesante, pero no creo que haya algo que puedas darme.

«Dame unos segundos, sal de mi mente hasta que yo te avise», cerró los ojos y empezó a concentrarse. Apoyó sus codos sobre su pupitre y se llevó las manos a la cabeza, con esta posición parecía que estaba enfocada en su tarea, por lo que no llamaría la atención de sus compañeros. «¿Qué puedo darle?, no es como si necesitara algo, puede tener lo que quiera con sus poderes...», abrió levemente sus párpados para mirarlo de manera disimulada. «Él a pesar de todo lo que puede hacer, trata de evitar cambiar cómo me comporto... ¡Ya sé!».

Se enderezó en su lugar y con una sonrisa confiada lo miró. «Ahora puedes leer mi mente. Qué te parece esto: si respondes a mi pregunta, prometo no interrumpirte más cuando estés hablando. Esperaré a que sea mi turno para hablar».

Esto hizo que él se riera. La manera tan confiada que se veía Sofía y lo inocente de su propuesta lo tomaron por sorpresa.

—Me parece divertido que llegaras a pensar que es...

«¿Y bien? ¿Tenemos un trato o no?»

—Tenemos un trato —respondió al instante.

«¿En serio? ¿Funciono?»

—Es bastante molesto que me interrumpas tanto, me parece que nos ahorraremos un montón de tiempo y problemas si eso no sucede. Por lo que es algo que me es útil.

Ella no esperaba que funcionara, seguía sorprendida.

—Entonces... quieres que responda si o no, ¿verdad?

«Sí. ¿El grupo de Griselda va a molestarme durante todo el año? », preguntó sin dejar de mirarlo ansiosa por saber la respuesta.»

—Hmmm, a ver... —Levantó la cabeza, cerró sus ojos y cruzó los brazos.

Ella jugaba con sus manos para tratar de soportar la pequeña espera, ya quería saber la respuesta. Pero debía contenerse, eran solo unos segundos los que debía aguantar.

Él abrió los ojos lentamente y se acercó a Sofía mientras no dejaba de mirarla.

—No —contestó con una sonrisa.

Ella no supo cómo reaccionar, se sintió aliviada. No podía apartar sus ojos de él, mucho menos dejar de sonreír. Dejó escapar un leve suspiro, a decir verdad, esperaba la respuesta contraria. «Eso quiere decir... que si aguanto, en algún momento todo va a mejorar. Es tan esperanzador saber esto. ¡Gracias!, ¡de verdad, gracias!».

Se llevó sus dos manos para taparse la boca, quería ocultar su sonrisa. Podía ser que fuese una simple respuesta, pero para ella significaba mucho.

Unas horas después, la clase terminó y empezó el recreo. Rápido guardó sus cosas y se fue detrás de la profesora.

«A pesar de que era aburrida la clase, ¿no crees qué pasó demasiado rápido?», le preguntó Sofía.

—No es como si hubieses prestado atención, te la pasaste hablándome.

Ella levantó sus hombros mientras lo miraba con una sonrisa. «Lo siento, estoy algo emocionada».

Trataba de mantener cierta distancia de la profesora, ya que no quería que pensara que la estaba siguiendo, aunque eso era lo que hacía. Una vez que se encontraron cerca de la sala de maestros, se quedó apoyada en una pared haciendo tiempo.

Los demás alumnos del colegio iban y venían por el pasillo. El sonido de los murmullos y los pasos de todos los estudiantes alrededor retumbaba. Aun así, nadie le prestaba atención a Sofía, pasaban de ella sin siquiera mirarla.

«Esto es aún más aburrido que la clase. No sé cómo puedes quedarte viendo la pared por las noches sin quejarte».

—Deberías sentirte afortunada, tienes una linda pared enfrente. Es un lindo color amarillo —bromeo para molestarla—. Además tienes para ver a los otros alumnos que pasan.

«Eso... no me parece algo bueno. De seguro piensan que soy una rara o se deben acordar de lo que me pasó ayer», respondió mientras miraba el suelo y movía uno de sus pies para distraerse.

—Si te sirve de consuelo, eres bastante rara.

Ella infló sus cachetes y frunció el ceño.

—Tú eres raro —susurró Sofía.

Trató de aguantar estando quieta un poco más pero le era imposible. Miró hacia todos lados y luego de dudar por un instante empezó a caminar. «No puedo evitarlo... quiero contarle a mi amiga la buena noticia». Mantenía una sonrisa en el rostro mientras no dejaba de mirar a su alrededor.

Caminaba de manera apresurada por el pasillo, quería llegar rápido. En cuanto salió al patio, fue a su típico lugar cerca de las flores, donde llegó el wifi del kiosko y sacó su celular para conectarse. «¡Vamos, vamos, rápido!», pensó sin dejar de estar en guardia, viendo hacia la entrada del patio si aparecían las chicas. Una vez que se actualizó su dispositivo, le llegaron todos los mensajes.

«¡Wow! Incluso me mandó mensajes ayer, eso que no me conecte», Sofía sonrió de oreja a oreja viendo todos los mensajes que tenía. «Bien, contesta primero y luego le cuentas», sus dedos se movían lo más rápido posible, no porque quisiera terminar e irse, sino que estaba tan contenta que no quería perder ni un instante en responder.

Para lo único que se detenía era para levantar la mirada y controlar que todo estuviese bien. «Ayy, es tan linda. ¡La quiero tanto! Las cosas que me cuenta, la forma en que me escribe... es tan lindo, ¡gracias por existir!», pensó ella, disfrutando de lo que significaba para ella su amiga virtual. Se tomó un momento para calmarse, ahora le tocaba a Sofía contarle sus cosas.

«No tengo que olvidarse de decirle lo mucho que la quiero... pero antes».

Comenzó a contarle que: tenía un nuevo amigo que la soportaba, sobre lo que cocinó ayer, como se sintió probándose ropa y que le habían dado una buena noticia diciéndole que todo iba a ser mejor. No sabía cuando, pero eso era lo de menos.

Todo marchaba bien, hasta que vio a Griselda en la entrada del patio. La joven de pelo castaño con reflejos rubios empezó a dirigirse hacia donde estaba Sofía, pero ella no se iba a quedar esperando a que llegará, por lo que se dio la vuelta, bloqueó su celular y lo guardó en su bolsillo mientras huía.

Tenía que rodear una parte de la escuela para evitar que la agarrara. Se alejaba casi corriendo, volteó por un momento y se sintió aliviada, ya que su compañera no parecía que quisiera alcanzarla, ni tampoco iba a lograrlo. Giro en una esquina y antes de que pudiera hacer algo Fátima y Eugenia la sorprendieron. La estaban esperando. Sin darle tiempo a que reaccione, ambas la tomaron de cada brazo.

—¡Suéltenme! —exigió Sofía mientras forcejeaba.

—Es inútil, fea —respondió Fátima.

—Por favor, chicas. No tienen que hacer esto.

—Tú te lo buscaste.

Cuando vio que Griselda llegó, Sofía se quedó en silencio, mirando al suelo. Estaba asustada, no quería que la golpearán o la humillaran. Pero para ella, era la frustración que sentía. Nunca les hizo nada para que la molestaran de esa forma y era incapaz de defenderse... Además de que nunca nadie la ayudaba, todos sus compañeros hacían la vista para otro lado.

—Sabía que si me veías ibas a correr para el lado contrario —dijo Griselda al acercarse a Sofía —. Te dije que esto no se iba a quedar así.

—¡Lo siento! —respondió de manera temerosa—. No sé qué es lo que les molesta de mí, pero si me lo dices no lo haré más, solo n...

Griselda la jalo del pelo, enojada por la actitud que estaba teniendo e hizo que la mirará directo a los ojos.

—No tienes nada de personalidad o carácter, es lamentable —exclamó molesta.

—Lo siento.

—¡Deja de disculparte! —le gritó, empujando la cabeza de Sofía y soltando el pelo—. Es tan molesto...

—¿Entonces qué quieres que haga para que me dejen en paz? —preguntó Sofía.

—Que dejes de ser tan patética. —Sacó un marcador de su bolsillo y mientras las chicas la tenían empezó a escribirle, en mayúscula, la palabra "fea" en la frente—. El rojo te queda bien —dijo riéndose al terminar.

Griselda se le quedó viendo por unos segundos y al ver que Sofía estaba con un pantalón negro y no tenía la pollera de la escuela, recordó algo que le habían dicho hace unos días.

—Así que... la broma de Fátima era verdad. Solo tienes la ropa de tu abuela y no tienes ni siquiera otro uniforme —dijo para seguir humillándola.

Sofía mantenía la cabeza agachada, no quería responderle nada. Esperaba que de esta forma todo terminase más rápido.

—Ya que te ensuciamos la parte de abajo de la ropa supongo que también tendríamos que hacerlo con la parte de arriba. Quítenle la mochila —ordenó Griselda.

—¿Eh? Pensé que solo íbamos a asustarla y molestarla un poco —contestó Fátima.

Griselda se acercó a Sofía y empezó intentar quitarle la mochila. Ella en ese momento trató de resistirse, pero las chicas la sostuvieron y en medio del forcejeo sé cayó de rodillas.

—¡Basta! —gritó Sofía desde el suelo, aguantando las ganas de llorar.

—No te muevas, solo te haré un pequeño dibujo. — Griselda intentaba apoyar el marcador, pero por como se estaba moviendo Sofía no la dejaba—. ¡Que te quedes quieta! —Agarró con fuerza la camisa de Sofía y unos segundos después se escuchó como se rasgó una parte de la prenda.

—Ups...

Las chicas la soltaron y Sofía agarró rápido su mochila y se quedó sentada en el suelo abrazándola.

—Si vas de nuevo con los profesores será mucho peor, ¿me escuchaste? —Amenazó antes de irse Griselda.

Sofía no le respondió, solo asintió con la cabeza sin mirarla.

Las chicas se voltearon y se fueron. No dejaban de reírse por lo que acababa de pasar.

Sofía se quedó en esa posición por unos segundos, no tenía prisa en levantarse, ya que no solía pasar nadie por aquí. Los chicos venían a fumar o en pareja de vez en cuando, ya que el lugar se encontraba en un rincón de la escuela y era fácil ver a los profesores cuando se acercaban.

Se limpió las lágrimas y se puso de pie. Trató de fijarse del estado de su camisa, pero no podía ver nada. Estiró su brazo para tocar donde sentía que se había roto la prenda y notó un agujero. «¿Es muy grande?», le preguntó a su amigo.

—Hmm, 3,1 cm de largo y 2,3 cm de ancho.

«Que específico», se pasó de nuevo la mano por los ojos para limpiarse y luego de unos segundos forzó una sonrisa. «Bueno, no es tan malo. Voy a cocerlo cuando llegue a casa, podrás ver una de las pocas cualidades buenas que tengo»

—¿Por qué tratas de aparentar que todo está bien? —preguntó él, mientras levantaba una ceja y la miraba.

«No quiero... darte lástima», respondió mientras le caían unas lágrimas de nuevo. «Tampoco sirve de nada estar triste, es mejor tratar de ver el lado positivo».

—¿Esto tiene un lado positivo?

Volvió a limpiarse la cara y sonrió una vez más.

—Sí —respondió tratando de mostrar seguridad. «Una vez que arregle mi camisa, será mucho más bonita y los demás se fijarán en mí. ¿Quién sabe? Incluso puede que Ian se enamore al ver lo buena que soy cociendo», bromeó.

—Claro, tiene tanto sentido —respondió en un tono irónico.

Ella sonrió de manera pícara y apoyó la espalda en la pared. «Tú no te vayas a enamorar de mí».

Él se río por la tontería que acababa de escuchar.

—Como si fuese posible enamorarse de un humano.

«¿Nunca nadie de los tuyos se enamoró de un humano?», preguntó curiosa.

—De por sí los humanos son estúpidos y al enfocarse tanto en sus sentimientos los hacen aún más tontos de lo que ya son. Nosotros no necesitamos ese sentimiento.

—¿Qué tiene de malo amar a alguien? —contestó un poco molesta.

—Es un sentimiento que no es necesario —aclaró, mostrándose superior y adoptando una postura más sería a la habitual—. Ustedes lo idealizan y lo ponen como una de los objetivos más importantes que alcanzar, pero en realidad solo lo ven desde la perspectiva que les conviene; alrededor de los años, se libraron cientos de guerras por "amor", se arruinaron vidas, se cometieron asesinatos, suicidios y muchas cosas más por un simple sentimiento.

Él se acercó a Sofía y levantó su mano para hacer énfasis en los ejemplos que estaba por darle.

—Incluso, si volvemos unos años atrás, los humanos sacrificaron mentes brillantes solo porque amaban a otro de su mismo género, considerando esto algo inaceptable. Algunos de estos genios, que tenían tanto para aportar a la humanidad no pudieron sentirse realizados por algo tan tonto y prefirieron terminar con su vida.

Él se quedó unos segundos en silencio, viendo la expresión que tenía Sofía en su rostro. No fue difícil notar que no estaba de acuerdo con su postura.

—Por eso, nosotros no necesitamos de este sentimiento —remarcó para cerrar su punto.

Ella apretó con fuerza sus puños y mantuvo la mirada en el suelo.

—Que... existencia tan triste —respondió en voz baja Sofía.

La sonrisa que él siempre tenía desapareció. Sofía levantó la cabeza y lo miró fijamente.

—Son unos cobardes... Dices que nosotros lo vemos desde la perspectiva que nos conviene y ustedes hacen lo mismo. Tratan de verlo así para que les sirva de excusa. ¡No tiene nada de malo amar! —dijo con seguridad—. También hubo mucha gente que logró sus sueños por amor a lo que hacía, que lograron salvar su vida o la de alguien que quieren o que simplemente no se dieron por vencidos gracias a este sentimiento. Tú y los tuyos nunca lo entenderán porque no se trata de verlo, sino de sentirlo.

Las lágrimas empezaron a caer por su mejilla y entre sollozos seguía hablando.

—No dejaré... que hables mal de lo único que tengo. Lo único que me hace seguir adelante. —Se tomó un momento para limpiarse la cara y tratar de calmarse—. El amor por mi familia es el que me da fuerzas para aguantar todo, el amor por mi hermanito es el que me ayuda a ser mejor persona para así ser un buen ejemplo para él... E incluso... el amor que espero algún día conseguir me da esperanzas de que puede que conozca a alguien que me quiera, a pesar de lo miserable que soy. —Seguía pasándose las manos por los ojos, ya que no podía evitar llorar.

Se quedaron en silencio mientras Sofía trataba de calmarse. Cuando por fin lo consiguió, miró a su amigo y se sintió algo preocupada por la expresión tan sería que él tenía.

—Lo siento, no debí responderte de esa forma. Trate de hacer como si nada, pero en realidad estaba alterada por lo que pasó con las chicas y... me termine desquitando contigo, lo siento.

—No te preocupes, solo estás dando tu opinión. No tiene nada de malo. —dijo de manera calmada, mostrando que en verdad no le importa.

—Aun así, no es la forma en que debo tratarte, de verdad lo siento.

—Está bien, en serio. A decir verdad... tienes razón en parte. —Volvió a sonreír y se acercó a ella—. No tiene nada malo tener a qué aferrarse, si eso les sirve, no hay razón para no hacerlo. —Estiró su mano y con su dedo índice levantó el mentón de ella para que lo mirara directo a los ojos—. Solo no olvides... de que todo lo bueno que mencionaste, en tan solo unos minutos puede convertirse en todo lo malo que yo te dije. Mientras más alto vueles... más dura será la caída. —Bajo su mano y se quedó quieto frente a ella.

—Estoy dispuesta a correr ese riesgo. —Sonrió de manera sincera—, estoy segura de que vale la pena. Todos los momentos tristes que he vivido, los soporte hasta el día de hoy recordando los pocos buenos que tengo. Por eso sé que vale la pena amar y espero que algún día tú también puedas hacerlo.

—Desprendes tanta seguridad que estoy sorprendido. ¿De verdad eres la Sofía Medina qué conozco?

—Gracias por escucharme.

—¿Eh? No lo hice para ayudarte, solo estábamos debatiendo opiniones.

—Es lindo tener con quien hablar, me ayuda a desahogarme.

—Espero que no te hayas guardado nada porque... el recreo está apunto de acabarse. —miró hacia un costado y la campana sonó.

—¡Tengo que ir al baño a limpiarme! —Se acomodó la mochila y salió corriendo.

Él la siguió volando a un lado de ella. «Es cierto que una vida sin nada a que aferrarse suena... vacía», se dijo así mismo. Vio de reojo a Sofía y dejó de sonreír. «Tus palabras sonaron bien, pero ¿podrás mantenerlas con todo lo que se te viene?».


Fin del capítulo 10

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